Él que todo lo es, también lo es cruel

Él que todo lo es, también lo es cruel

Vasto Letro

26/04/2022

 El calor lo abrazaba una vez más. La divina llama del fuego eterno resplandecía en la infinita oscuridad que lo habitaba. Todas las noches eran todo el tiempo, y todo el tiempo era toda la noche, una y todas a la vez. 
El religioso canto, la ininterrumpida oración, la voz inaudible pero sensible, no se entendía pero siempre los sentía cantar, orar.
Siete antorchas forjaban su entorno.
Siete fuegos ardían a su alrededor.
 Se despertaba siempre de la misma manera.
Abrir los ojos para cegarse con el refulgente brillo de su luz, divina luz, inefable resplandecer. Lo obligaban a permanecer ciego.
El sonido recorría su cuerpo, nunca sus tímpanos, la calidez era constante, los sollozos casi indistinguibles, pero transmitían un pesar que atravesaba su cuerpo de sien a talón.
Siete punzadas le hacían sentir cada uno de sus versos. Vibraciones leves que se intensificaban a cada ritmo, una melodía sin compás ni tono, una comunicación constante que solo le permitía permanecer inmóvil, sacudía su alma, le removía el espíritu.
Sus alas le daban paz, sus ojos seguridad. Pues siete pares de alas tenía cada uno de ellos, y siete pares de ojos recorrían su cuerpo entero, todos fijados en él.
Nunca los vio, pero siempre los sintió.
 Era la incomodidad a pagar, era el precio de la luz. Eso creyó.
Se sacudían en perfecta sincronía, todas sus alas batiendo al sentido de su proclamación.
Las siete antorchas a sus espaldas, ninguno emitía sombra, pues los seres de luz no la proyectaban.
Alrededor suyo se ubicaban todos, no cesaban ni un segundo en su fulgor, no cesaron ni un segundo en su oración, repetían sin cesar, día y noche, aún cuando no los hubiese.
Era un momento constante en que apercibía su figura. Creyó estar ciego, pero el fuego divino arde con luz blanca, no tenía ojos para abrir o cerrar. En sus retinas se proyectaba la luz, en sus párpados su brillante canto. No podía escapar del fulgente brillo. 

 Siete ángeles

 No estaban ahí para protegerlo, recordó
Castigo divino
Eterno pesar
El pecado último
Él era culpable

Siete serafines llegaron a buscarlo

 Trece ángeles estaban a sualrededor

 No fueron a protegerlo

 Lo estaban custodiando.
El catorceavo ángel era él.
Ya recordó.
Su castigo era volver a olvidar,  presenciar la luz divina sin descanso por el resto de la eternidad
Purificar su alma, para luego mancillarla con mis recuerdos, y repetir el ciclo por siempre. 
Ya entendía su oración :
<< Santo, santo, santo es el señor Dios, el todopoderoso, el que era, el que es y el que viene>>
Rezaban noche y día sin cesar

Pero Él los había abandonado

Por eso su condena.

 
  

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS