La luz era como la de estas velas…
No sé si alguien más recuerda.
Una sombra, que eran tus manos,
bailaba con poros que ya nadie besa.
Aún siento la sombra tras las orejas.
Lejana la sombra… vivos los poros.
No eran estas ventanas, ni las nubes eran esas.
Pero la piel… La piel, recuerda.
Y aunque ahora sólo tenga la caricia del viento,
de la seda y de las horas muertas,
entre el humo del incienso, el vino en los labios y el danzar de estas velas,
la Piel busca manos, un calor, un abrazo,
antes de que la arrastre la marea.
En un mundo en vilo, un cuerpo.
Pausa.
Y después, guerra.
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