Otra noche más en la que no puedes dormir: soy las cuatro pastillas de rivotril debajo de tu lengua; la desesperación de ver amanecer otra vez.

Me has anestesiado tanto que creo que no volveré a sentir nada: soy el momento exacto en el que te quedas dormida y nunca puedes recordar por mucho que lo intentes.

Soy la peonza de Origen girando infinitamente.

Yo ya era débil mucho antes de que aparecieras, pero quisiste saber cuánto peso puede soportar una estantería que ya está rota.

Me has anestesiado tanto que ya no siento nada por ti.

No puedo sentir nada.

Ni el aire.

Ni el olor a comida que desprende la cocina.

No siento mis manos: no puedo moverlas.

No siento mi cara.

No siento mi cuerpo.

Y, mientras, me llamas cosas que me hacen sentir una mierda sin poder sentir nada.
Hace ya un rato que te he dejado de escuchar…

Ya no siento nada.

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