Y venía el segundo de ellos.
De tan imponente figura.
Emitiendo mugidos.
Un ser de cuernos largos.
Con alas negras como la culpa que sentía.
Me arrodillé ante tal contacto.
El ser nos observaba, nos mugia.
Buscaba a sus hermanos.
En la piedra blanca de la noche.
El mensajero se quitó los cuernos.
Y los clavó en dos hombres.
Y su cuerpo nunca mostró ante nosotros.
Un gemido estremeció a la multitud.
Una voz sonó de entre los cielos.
Cuernos surjieron de la tierra.
Y aquellos que más culpa cargaban fueron empalados.
Era la justicia representada.
Un ser de conciencia divina.
Perdonado por aquella presencia.
Para documentar tal suceso.
Mientras de mi mente emergían varios cuernos.
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