Observé seres que nunca olvidaré.

Trazaban lo divino y el caos. 

Mis ojos lloraban de la culpa que cargaba. 

Eran los mensajeros que alguna vez vendrían por mí. 

Las lagrimas se me salían y ardían en mi pecho. 

Eran la forma de la perfección humana. 

Tan incomprendidos como su lengua. 

Sólo sentía sus frecuencias dentro de mis corneas. 

Sentía que no estaba aquí. 

Recordé mi pobre mortalidad como el hombre que soy. 

Seguía llorando. 

Estaba en jubilo. 

Cuatro rostros me observaban bañados en oro. 

Cuatro alas abrazaban un cuerpo perfecto. 

Y mis ojos lloraban. 

Fue un segundo que se convirtió en algo eterno. 

Dentro de mi éxtasis antes de pasar al sueño, venía una carreta con el creador.

Anunciando el fin de todo.  

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