Apenas los escuché llegar, el alma me volvió al cuerpo. Pasamos la noche solos, Conrado y yo, en esa casa perdida entre las sierras. No pegué un ojo. Ni siquiera tenía señal. Una cagada todo. Y encima Shirley, la muy forra que al principio me dijo que sí, que me acompañaba y después se echó...
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