Latidos en penumbras-DN
El único aire fresco que conseguía calmar el calor que sentían era el abanico de doña Clarisa. Era azul claro, con dibujos de lunas y soles. Lo movía de un lado para otro con fuerza, intentando sofocar los treinta y ocho grados que se habían apoderado de aquella pequeña ciudad y quizás también, para apartar...