La distancia no se mide en metros
Acostado en mi cama, visualizo los sesenta y ocho escalones por los que descenderé. Bajaré con ilusión; palparé con las manos la rugosidad del gotelé desfasado que decora las paredes; me detendré en cada rellano y tocaré a las puertas de mis vecinos para despedirme. ¡La calle! ¡Las losetas de mi acera y el asfalto...