El alcohólico crónico se dispuso a tomar el veneno, sólo que esta vez no era el de costumbre; aquél podría matarlo, sí, pero no era su función principal, como sí lo era la de éste.

La valentía o cobardía de su decisión es discutible, pero él sabe que no ha vuelto a beber, ni siquiera para este acto, y en su cabeza se va a morir con sus arrojos por delante.

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