Regreso a Sarajevo.
Veinticinco años después, el sentimiento de terror que padecí se ha mitigado, pero guardo su sabor áspero en la garganta, y el puño oprimiendo lo más íntimo de mi pecho. El terror, cedió a un semblante flemático, con ojos deshabitados y perenne tristeza. Mientras, el odio desmedido, ha emigrado hacia tonos de indiferencia. Intento adivinar,...