Rubor
Me mandaron a leer de primera y la sangre traicionó a mis mejillas, haciendo pública mi vulnerabilidad. Cuando terminé, lo descubrí con sus ojos penetrantes clavados en mí y una sonrisa franca. Los relatos de los demás compañeros se derramaron mientras cruzábamos miradas intermitentes y él hacía apuntes en un bloc. Así comenzó nuestra historia...