Érase una vez en clase…
El gato junto a la ventana se lamía las bolas sin quitarme los ojos de encima. Al otro lado del salón la vieja octogenaria se reía a carcajadas. Como si eso fuera poco, sentía sobre mi nuca la desesperación del soldado que siempre se sentaba atrás. Era tiempo de ponerle fin a esto. –Profe, profe....