Amalia sonríe.
Uno Amalia sonríe, saca un billete y unas cuantas monedas del cajón. Ha visto a Gallito acercarse presuroso con sus coloridos pantaloncitos remendados. Se incorpora con pereza dejando el largo mostrador del bar luego de acariciarlo con su mano. Espera a Gallito. Los clientes no se inmutan, juegan naipes, beben y otros más allá tejen...