El asesinato del Embajador.
Aparcados frente a la puerta de una gran mansión, dos hombres esperaban en silencio. Tenían la mirada fija en el edificio. Llevaban una hora observando la fachada, la progresión de las luces, que habían ido bajando del piso superior hasta reducirse a la ventana en la planta baja que escudriñaban ahora. Podían adivinar sus movimientos...