Las vidas posibles
– ¿Pongo el atril en esta bolsa? –preguntó Inés a su tía Julia, que se afanaba en guardar con mimo su violonchelo. – Sí, por favor –contestó Julia mientras ponía especial cuidado para que la pica no se enganchase en la funda. –Y también los programas que han quedado dispersos por los bancos; así avanzamos...