Silver Kane, o lo que fuimos
—Aún no tienes edad para leer a Silver Kane —me decía Aníbal. Aníbal era el propietario de la tienda de tebeos que había enfrente de mi casa. En una repisa a la altura de sus hombros, había unos libritos —que casi nunca eran los mismos— con pistoleros, diligencias, caballos y rifles humeantes en las portadas;...