Quédate.
La familia abandona sus recuerdos. Olvida. Huye. Deprisa, desbocada, descarriada. Nada en la familia tiene sentido o, al menos, va perdiendo el tacto, el gusto, el olfato… Llegar a casa ya no es garantía de una caricia, de un plato de cuchara, de ese olor a hogar que impregna hasta el felpudo. Ahí nos limpiábamos...