El eterno legado.
Érase una vez una casa de campo empastada en una ciudad humosa, cóncava pero bella, construida por un viajero sureño llegado recientemente solo con una maleta llena de herramientas y algunas ropas. De ventanas grandes, anchas, enmarcadas con madera vieja y cuadriculada por los rayos del sol que atravesaban las flores del ciruelo, que en...