Billete de ida
Ese maldito pitido intermitente le hizo abrir los ojos y sentarse sobre la cama. Boca seca, cabeza pesada y una persiana entreabierta como de hotelucho barato iluminaba una maleta a medio hacer. En la penumbra de la habitación reconoció una figura de manos blanquecinas que movía su cabeza despacio de un lado a otro mientras...