Sueño con la tierra que solo pisa el hombre descalzo, sin ambición; con animales libres, en su más absoluta espontaneidad.

Sueño con maravillarme con paisajes, de la misma manera que lo hizo la entrañable Karen Blixen: colinas, horizontes, un amor, un sentimiento vibrante y puro… Esa casa que albergó almas e historias auténticas.

Sueño con colores tostados, ardientes y brillantes, espectáculos que superan cualquier creación del hombre.

Y, de nuevo, vuelvo a soñar. Sueño con Kenia.

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