Un domingo cualquiera
El sol se levantaba ya por entre los cerros. La abuela, la mujer sonriente de la foto con el niño entre los brazos, te había abierto las dos puertecillas de la entrada para que te sentaras en la puerta. Allí estabas a horcajadas en la vieja silla, bajo el cálido sol de invierno. Refunfuñabas leyendo...