Corazón de lata
La primera vez que me lo encontré semejaba uno de aquellos piratas que desde niño me deleitaban cuando leía La Isla del Tesoro de Stevenson. Era un hombre ya rondando los sesenta, el rostro oscuro -creo yo debido al implacable sedimento del mugre y la interperie-, los escasos cabellos desgreñados, la frente amplia, la...