Las segundas oportunidades, siempre tienen un precio
El señor Abril se bajó del taxi al llegar a la dirección garabateada por el detective en aquel post-it, ahora arrugado de puro nerviosismo. Son las dos de la tarde, y en aquel polígono nadie parecía tener prisa por marchar a casa para comer. Pues… no se ve ni un alma en la calle. Miles...