Parecían como pan.
Unos pequeños y delgados dedos se hundieron en la masa cruda y pegajosa, mientras que otros, unos gruesos, morenos y callosos intentaban despegar con poco éxito la masa embarrada en ellos. -¡Así, muy bien! Continúa amasando así –ordenó la voz masculina, dueña de aquellos dedos callosos, a la joven que amasaba. Parecía casi una niña,...