Destino
Cuando llegamos a la estación, Miguel me ayudó a subir la maleta al tren, me deseó buen viaje y me dio un beso fugaz en la mejilla. “¡Hasta el viernes, amor!”, dijo, y esperó en el andén, impaciente, hasta que me perdió de vista. Yo estaba triste y no tuve fuerzas ni de alzar la...