Engill

Bueno, voy a organizar en mi mente los pedazos que serán pegados justo aquí.

Cuando era pequeño mis padres siempre me replicaban quisquillosamente porque no solía tener orden; los libros regados por todas partes, las caricaturas entre gestos perdidos por los juguetes que las pisoteaban, instrumentos en las cuatro esquinas de la habitación y mis dibujos carentes de color arrumando polvo bajo la cama… Pero no es momento pa

ra hablar de esas cuestiones infantiles, la cuestión es que por eso creo que, al menos en mi mente, debo organizar los pedazos que voy a pegar justo aquí.

Es como una calcomanía que imprimí en mi cerebro; calcomanía de palabras. Entonces me siento en el suelo y empiezo a escribir:

Vamos a imaginar unos ojos, negros y dulces, que me observar desde alguna esquina de la habitación, no sé desde cuál, pero me miran con precisión y fuerza.

Observan cómo creo mis calcomanías

Me dan ideas

Replican cuando quiero crear, o mezclar, o incluir palabras que no son de su agrado

Pero todo en silencio, porque solo miran, miran y hablan, hablan sin decir una sola palabra

Continúo organizando las ideas en mi mente, y… es que uno casi siempre piensa en el amor, porque no hay más,

o no hay menos,

o es todo lo que hay, o es todo lo que nos falta.

Lo que nos falta por dar

Lo que nos falta por recibir

¿Qué puede decir uno del amor si no lo ha palpado con sus dedos?

¿Qué puedo decir yo del amor si se me muestra como un espejismo?

Pero puedo hablar de otras cosas, otras cosas que no son el amor…

Puedo hablar de ojos negros y dulces, puedo hablar de habitaciones con dientes, puedo hablar de cómo se erizan los huesos y puedo hablar de cómo se escriben cosas, que no, no hablan del amor.

Me siento quebrado y las sombras aparecen por todas partes.

Un ángel mira desde mi ventana y golpea,

una y otra vez,

una y otra vez.

Y las sombras se multiplican, abarcan todos los rincones, se acercan.

Detrás de mi oreja,

a mi costado,

justo enfrente.

Arriba

Abajo

Estiran sus manos, o lo que parecen sus manos

y el ángel mira desde mi ventana

¿Cuánta soledad resiste un ser humano?

Por fuera de mis historias

¿Cuánta soledad resiste una sombra?

Abandonada al vacío

¿Cuánta soledad resiste un ángel que mira desde una ventana?

Tres cuartos de hora

El ángel me llama

Él mandó a las sombras por mí –ya no estoy relatando el cuento sino el acontecimiento-

Me reclama.

Exige lo que queda de mí.

Debe tomarme

Debe llevarme

¿Y yo?

Para variar,

estoy solo;

atado, pero tranquilo.

Preparado para irme.

Le rapo mi chaqueta al colgador y salgo bruscamente del apartamento.

Doce pasos, noche gris, ave roja.

Una vez más la noche me devuelve a este cuerpo

¿Le eché seguro a la puerta?

Una vez más quiere redimir su premio

Son como las 4 de la mañana y camino como un imbécil

Una vez más la noche, tan oscura como siempre, me dice…

¿Qué me dice?

Me lanza un largo silencio,

inquietante,

agónico.

Un silencio que es un espejo o un trampolín puesto de forma vertical en el cual rebotan mis pensamientos.

Llegué al muelle

¿Entonces yo soy la noche y me hablo a mí mismo? Me dejo en silencio.

Y me grito

Y me escupo

Y me hiero

¡Entonces soy también esta oscuridad!

Y el sonido de fondo de algún ave roja que no conozco.

Y el carro que se escucha pasar a unas cuantas cuadras, con una historia dentro, con quizás, más de una persona adentro.

Y soy las partículas que el viento trae del mar y rebotan en mi cara, rebotan conmigo mismo.

Soy esta soledad

Este vacío

Este espacio sombrío

Los cigarrillos en suelo

Los paquetes de golosinas estancados en las esquinas desde la tarde,o desde hace semanas, o desde hace meses.

Y soy los faroles que le dan un poco de brillo a los caminos que conducen hacia la ciudad

Y las nubes,

nubes grises que están a punto de desvanecerse…

Si al menos fuera esas nubes blancas, grandes, repletas de luz; hasta hacen formas, hasta son motivo de imaginación, ¡No! Yo soy estas nubes grises que desaparecen y se mezclan con el resto del cielo.

Y soy estas botas mal amarradas

Estos anillos plateados, de diferentes figuras

Y estos ojos sin color

Y las palabras, perra vida, ¡soy palabras!

Soy todo esto

Toda esta soledad

Hace tanto frío que la oscuridad le huye al viento y el ángel se precipita a tomar mi mano de forma anticipada.

Ahora qué carajo importa si le eché o no seguro a la puerta.

Jairo O. Pastran

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS