Tenemos un baile

Tenemos un baile.

Vos avanzás con tu mano en mi cintura un paso adelante y uno al costado. Admiro la seguridad de tus pisadas, la fuerza de tu brazo y el poco espacio que me dejás para respirar. Te sigo con el un dostres un dostres un dostres. Quiero ser perfecta, pero no por miedo a perderte, si no por miedo a perder. Me defiendo y el paso adelante y al costado te lo devuelvo con intenciones.

¿Hay más? Decime que hay más. Ya me estudié el vals entero. Hay más, pero que vagas y sin ganas son tus pisadas. Odio esa forma de matarme que tenés. ¿No te dejás llevar por un vals? ¿O te dejás llevar, pero no querés bailar conmigo? Demostrámelo, abandoná la partida, dejá de avanzar. Un dostres un dostres un dostres. No me fijo en tus ojos, porque jamás fueron míos; sí en tu mano que nunca dejó de apretar. Me estás lastimando, dejame bailar o soltame. Nos balanceamos entre la desconfianza y los chistes internos. Hasta el último segundo me asfixiaste con tu indiferencia, quizás de todos los valses elegiste Castigo. La falta de aire me mareó y en el medio me perdí, hueco que utilizaste para huir. Soltaste la cintura tan rápido que mis pasos trastabillaron. Pobres pies, la muerte anunciada no llegó a sus oídos o se hicieron los sordos como el resto de mi cuerpo.

Quizás pedí mucho para un compañero de pista. Una mano, un hombro, atención.

Disculpame, pensé que teníamos un baile.

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