La paloma que hablaba francés

La paloma que hablaba francés

Benjamin White

08/04/2024

La paloma que hablaba francés

Benjamin White

Vi a una paloma mirándome con ojos desamparados. Fría, desecha, débil se veía esperando a ser salvada de su insignificante existencia. Sus plumas blancas destellaban con el brillo de cientos de estrellas reducidas a un utensilio digno de ser usado por los más grandes escritores para escribir los mejores poemas. Sus suaves pero firmes alas revoloteaban al ritmo del Guernica de Picasso, y sus tonos de gris formaban una escala en re
que curaría la ceguera de quien lograra admirarla. Fa, fa2, do#, mi#, fa, mi#; su buen gusto me retuvo sin esfuerzo.

Tímidamente, casi ignorante de su propia brillantez se acercó a mí, su confianza in crescendo, al igual que mis nervios. ¿Quién soy yo para detener siquiera por un segundo el baile de sus alas? ¿Cómo osare mirar a la sociedad a los ojos después de haberla privado del espectáculo que es la libertad de este ser? Pero a pesar de mis culpas seguía acercándose, temerosa y lista para enseñarme a afrontarlas. Sus ojos color nirvana funcionaban cual espejo convexo listo para mostrarme una realidad donde no solo ella podía volar. No pidió permiso al posarse en mi mano, ambos sabíamos que no lo necesitaba.

Hablaba sin mover el pico, pensaba sin necesitar cerebro. La escuchaba atentamente rezando para que no se me escapara ni una palabra que salga de nuestra interacción. Perplejo, estaba listo para que me consumiera.

–¿Que fais-tu par ici avec ces yeux qui semblent avoir pleuré vingt rivières et quarante mers, mon chéri?– Me dijo en tono despreocupado. No veía mas que sinceridad en sus intenciones.

–No se si debería contarte mis penas, ¿cómo se si podrás soportarlas? No me perdonaría si por mi culpa tus alas perdieran siquiera un newton de su fuerza.– Me miro con decepción, esa fue la primera vez que la vi expresar algo que no fuera serenidad.

–¿Fragile me dites-vous? Comment oses-tu. Personne d’autre que ma mère n’a suffisamment de respect pour moi pour que j’accepte une telle offense.– Me disculpe inmediatamente.

–Du point de vue des impuissants, toutes les montagnes ressemblent au mont Everest. Il n’y a rien que je n’aie entendu mille fois au fil de mes migrations, et ne vous inquiétez pas, votre histoire ne fera que renforcer mes plumes de chagrins passés.– Aunque cada parte de mi cuerpo quería creerle, no sabía si debería, y hasta el día de hoy me recome la duda de si hice lo correcto al narrarle cada una de mis desventuras.

Charlamos, reímos, lloramos, nos contamos todas nuestras mentiras y verdades dejando atrás las cadenas que alguna vez parecían irrompibles; ¡y oh mi sorpresa al ver que sus penas eran igual o mas grandes que las mías! “¿Qui peut mettre une larme sur une balance?” me dijo al verme ciegamente comparar nuestras ineptitudes. Cual vals nuestras ideas bailaban con una música figurativa que solo ella y yo podíamos escuchar. Las más bellas prosas morirían de envidia al comparar su calidad literaria con los apuntes del estenógrafo presente. ¡Ay lo que daría para decirle a mi antiguo yo que documentara tal evento! ¡Que crimen y que pecado fue para mi olvidarme de lo dicho ese día! Que descaro el de mi subconsciente al arrebatarme esas memorias. A veces quiero nada más que trepar en mi cerebro para encontrarme con la obra de arte que fue el escenario de la mejor pieza teatral jamás escrita, pero esos recuerdos se han ido, con el partir de ella quedaron distantes e inalcanzables para mis dedos que no querían mas que volver a verla descansar sobre ellos…

–Je ne veux pas, mais je dois y aller.– Me dijo con una cara imposible de descifrar. Perdido y patético me encontraba al enfrentar la frialdad con la que me lo tome. Sus excusas no hicieron más que aportar el doble de preguntas de las que intentaban resolver, no había forma para mi de aceptar este desenlace. ¿Por qué querría ella terminar con esta clara conexión? ¿Sera que la trascendencia que en mis ojos era obvia para ella no era más que otra distracción hasta su destino? No. Ella también la sentía, sus ojos también se delataban al pensar que ese momento no podía durar para siempre. No le pedí más explicaciones, y nunca sabre si ella aprecio mis intentos de no hacer esa despedida más difícil de lo que tenia que ser, ni si se arrepiente de no haber hecho los mismos esfuerzos. Mientras preparaba sus alas para surcar el vuelo, hizo lo que ambos odiábamos desear en ese instante, y nuestros labios y nuestras almas se unieron en un beso que se sintió como una fracción de segundo, a pesar de haber durado mil años.

Se veía incluso más bella al irse de lo que se veía al llegar, con sus alas subiendo y bajando, y esta vez, al ritmo de los latidos de nuestros corazones, que se habían entrelazado en una melodía que superaba cualquier ruido distractorio. Y tan pronto como sus patas dejaron mi rango de visión, todas las penurias que antes se veían aisladas tras bambalinas volvieron a habitar mi cerebro como si nunca se hubieran ido.

Espero no arrepienta el breve descanso que tomamos de nuestras penas. Rezo para que no tome como negativa esa ilusión que tuvimos de una armonía perpetua, pues, aunque haya sido por un segundo, ambos dejamos atrás nuestras melancolías, ambos nos liberamos de esos ríos de lagrimas y, juntos, pudimos surcar el cielo, ignorando mi falta de alas.

Esta obra es un extracto de mi antologia «Cuervos y palomas: Historias de amor y muerte». Si te gusta ¡concidera comprar mi libro en el siguiente link!: https://www.amazon.es/dp/B0CTF…

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