La foto de un paisaje

La foto de un paisaje

Nain

29/11/2019

Era una vez un par de pequeñas hormigas que soñaban con viajar y conocer el enorme mundo que las rodeaba. Ellas vivían en un pequeño hormiguero donde todos los días sino eran iguales, eran parecidos. Se dedicaban a colaborar con la comida y en las necesidades de su comunidad. Pero al llegar la noche se escabullían sigilosamente y desde la comodidad del pétalo más alto de alguna flor admiraban las estrellas y entre brisa y rocío se dejaban llevar por el romanticismo.

Un día, caído de algún bolsillo o levantado de algún piso descuidado, llego empujado por el viento, un papel. De un lado tenía la foto de un paisaje y del otro decía ¨te veo allí¨, la pequeña no le dio demasiada importancia, pero lo guardo y se lo mostró a su compañera. Comenzaron, entonces, a hablar de lo hermoso que sería compartir un lugar parecido y lo bien que la pasarían juntas si salieran de ese hormiguero por un rato y conocieran una parte más del universo que tanto admiraban. La charla se extendió, día y noche, tarde y siesta. No pasaban ni un minuto sin mencionar sus ansiosas ganas de irse. Eran tantas, tantas que decidieron hacerlo. Hicieron sus mochilitas y se dispusieron a empezar sus recuerdos.

Iban caminando con una gran combinación de emociones en sus panzas y una arrasante cantidad de miedos en sus pies, pero con una enorme sonrisa cómplice. Pasaban ya por su quinto macetero y su foto numero quince mil, cuando de repente una gran sombra inundo el cielo y todo se hizo oscuro y confuso.

Les dolía el cuerpo, sus piernas no las sentían, su tamaño y forma quedaron acordonado y no entendían que sucedía. Una de ellas, finalmente pudo levantarse, mientras que la otra permanecía en el suelo por mas intentos que hiciera por contrariar la gravedad. Intentaron regresar, lo empezaron a lograr, cuando un gran viento empezó a soplar, a soplarlas. La más sana de las dos intentó con todas sus fuerzas mantenerlas a salvo. Pero no hubo caso, el viento soplaba con la intensidad de un segundo cuando el piso tiembla. Finalmente, la hormiguita herida se voló y su compañera que de los brazos la agarraba para retenerla solo con eso se quedó. Solo le quedo un brazo.

Volvió entre llantos y pasos lentos. Entre traumas y malos recuerdos. Varias veces se planteó dejarse comer por algún otro insecto. ¿En que iba a basar sus felicidades y problemas de existencia ahora que se había quedado con esta soledad y solo con un brazo que la podía consolar? Al llegar y luego de explicar las mil explicaciones la noche la llamo y ella como si de un ritual se tratara tuvo muchas ideas para recordar a su compañera.

Tres brazos tenia aquella hormiga extrañadora, que recuerda todas las noches a su amiga sentada en el pétalo más alto de alguna flor. Tres brazos, un hombro en el que siempre llora y la mano que su amiga siempre le dio. Se sienta con la foto de aquella noche estrellada en el corazón y la frase de ¨te veo allí¨ que sabe que en alguna lagrima y algún viento se va a cumplir.

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