A éstas horas el cansancio comienza a apoderarse de mí cuerpo, mis párpados comienzan a cerrarse y se me nublan los pensamientos.El pueblo está vacío, todos están durmiendo en sus cómodas camas acolchadas, a resguardo del frío e inmersos en las profundidades de sus mundos oníricos. Despreocupados, descansan de un arduo día de trabajo e ignoran totalmente los hechos que , a continuación paso yo a narrar.

Es que sólo estaba yo en la calle principal del pueblo hasta hace unos instantes en los que de pronto, aparecieron dos jóvenes como salidos de la nada. Y se encuentran uno frente al otro, en veredas opuestas de la calle, que se interponía inerte entre ambos como un abismo infranqueable de tierra y piedra. Uno de ellos es un jóven de unos 20 años, lleva un elegante frac negro ceñido a su esbelta figura y un sombrero negro adornado con una curiosa cinta de color azul oscuro. Tiene aquél jóven la piel de un blanco pálido, como la luz de una estrella lejana y la cara bien afeitada picada de acné. De lo lejos puedo ver que aquél muchacho lleva en su mirada las risas de toda una vida de travesuras.

Del otro lado de la calle se encuentra una muchacha de cabellos castaños claros, tez blanca como el alba y la cara llena de pecas. Tiene puesto un elegante vestido color rojo sangre y delicados zapatos de tacón del mismo color.

Luego de intercambiar miradas juguetonas, el muchacho pone el primer pie sobre las piedritas de la calle, en clara intención de salvar la distancia entre ellos. Acto seguido la chica hace lo mismo, y continúan acercándose mutuamente hasta quedar parados frente a frente, en el centro de aquella calle. Ahora que por fín están lo bastante cerca como para tocarse, ambos se toman de las manos e inician una danza juguetona; al compás de una música celestial que sólo suena en sus mundos internos, al tiempo que se intercambian sonrisas juguetonas y miradas llenas de amor juvenil.

Todo esto sólo es visto por un perro callejero que olisqueaba el aire en busca de los restos de comida de algún restaurante de la calle principal. Y por mí, un anciano mal oliente que se encuentra recostado sobre mantas viejas en la entrada de un oscuro y angosto callejón. Ver la alegre danza de estos enamorados jóvenes me hace volver a sonreír después de tanto tiempo que ya casi no recordaba cómo se hacía. Acto seguido comencé a palmear alegremente al ritmo de los bailarines, acompañando su danza, compartiendo su felicidad, dejándome inundar por su música, olvidando mi pesar. Cuando ellos logran escuchar el débil sonido producido por las palmas de mis manos comienzan a acercarse a mí, sin interrumpir ni por un segundo su danza acompasada.

Al verlos acercarse hacia mí, intenté por todos los medios incorporarme para unirme a ellos en su baile, pero no tuve las fuerzas suficientes y debí permanecer sentado sobre el suelo. Cuando ellos lograrón darme alcance no pude evitar quedarme observándolos con singular admiración. Pués aquellos no erán jóvenes comunes. Eran hermosos, etéreos, fantásticos, lejanos… recuerdos. Al principio no lo había notado, pero ahora que podía ver en más detalle a la niña la reconocí de inmediato. Y el muchacho, en especial el rostro que lucía él en este momento, tiempo atrás fue mí rostro.

La niña, su perfume, sus ojos, su pelo, sus movimientos, todo era como antes. Clara estaba ahora allí frente a mí, tan radiante como siempre, como si nunca se hubiese ido, como si el tiempo nunca hubiese pasado para ella. Cómo si Clara tuviera el dón de la eterna juventud, cómo sí, de alguna manera, hubiera podido escapar de la maldición. Aquella que la alcanzó de pronto durante su viaje de estudios del cual nunca regresó. Aquella maldición terrible, silenciosa, fulminante,aquella cuyo nombre asqueroso se queda atrapado en la garganta y no te deja respirar hasta que uno la escupe “ leucemia”, aquella palabra asquerosa. Pero Clara logró vencerla y ahora está aquí, parada en frente de mí. Danzando,riendo, jugando, soñado, tan espléndida cómo la última vez que la ví.

Sentí entonces cómo sus ojos se encontraron con los míos, en un instante eterno, dulce,calmo,cariñoso,reconciliador, uniendo nuestras almas en una cómo fue la noche de nuestra pronta despedida. Ahora lo recuerdo con más claridad, yo vestía aquella noche un elegante frac negro, ceñido a mi esbelta figura y ella un elegante vestido rojo sangre y finos zapatos de tacón del mismo color. Mientras permanezco yo inmerso en mis recuerdos, Clara se acerca a mí y pone una de sus cálidas manos sobre mí rostro.

Amanecer, el sol asoma tímidamente sobre las calles adoquinadas del condado de San Juan De Los Olmos. Al despertar, los pobladores salen de sus casas rumbo a sus trabajos, desconociendo los hechos de la noche anterior. Y es que… un indigente ha muerto en la calle, con una sonrisa en los labios y una caricia en el corazón.

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