Desvanézcame usted
en briznas
que lleve raudo el viento,
y contaré yo al mar
cuánto le anhelaste,
pues si me devuelve una ola
a tu playa,
sabrá el sol antes de morir
que el cielo carmesí,
aún ensangrentado,
no ha dolido más
que perderme
tus ocasos.
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