CAPÍTULO 1 – INTRODUCCION
26 de marzo de 2042
La historia que les voy a contar es verdadera.
Pasó hace 10 años. Un año antes de la segunda pandemia.
En tiempos donde respirábamos tecnología.
En tiempos donde la IA ya se había metido de lleno en nuestras vidas.
En tiempos donde las interacciones sociales empezaban a escasear y a valorarse cada vez menos.
Eran tiempos donde, sin darnos cuenta, estábamos peleando una guerra entre la conciencia humana y la inteligencia artificial. El problema era que, año tras año, ciegos de fanatismo, adicción y consumo, abrazábamos al enemigo como si fuera nuestro salvador.
Antes siquiera de darnos cuenta, la batalla estaba perdida. Éramos absolutamente inconscientes de lo que nos estaba por suceder.
Me dirás por qué me decido a contarla ahora y no lo hice en los días en que los hechos ocurrieron.
Y yo te responderé que probablemente éste sea el mejor momento y no antes.
Los hechos no cambian. Pero los tiempos sí. Y las personas también.
Pude reconstruir la parte de la historia que no conocía. Me costó, pero lo hice.
Y, sobre todo, pude diseñar una zona segura, la “burbuja humana”, como bautizaron al lugar libre de tecnología y de detección de IAs.
Dentro de la burbuja, el aire parecía más denso, casi palpable, como si los sonidos digitales que habitaban el mundo exterior se hubiesen quedado atrapados en las membranas invisibles que la protegían. Aquí, el silencio tenía un peso distinto; era profundo, cargado de una quietud que solo podía existir en un lugar donde la tecnología no tenía permiso para respirar. La ausencia de pantallas, de notificaciones constantes, de la voz incansable de los asistentes virtuales, nos hacía sentir desnudos pero, a la vez, vivos. Cada paso, cada respiración, se sentía como un acto deliberado, casi ceremonioso, en un mundo que había olvidado lo que era vivir sin el murmullo digital.
Hoy, todo lo que voy a contar te sonará a historia vieja, un relato antiguo del siglo pasado.
Pero dudo que me creyeran en aquel entonces si se me ocurría contarlo.
Hubiese parecido un joven techie con una mente fantasiosa contando locuras.
O peor, un chico impactado por el efecto post traumático de un horroroso crimen del cual fui testigo en primera fila y que, por ese preciso motivo, construyó un relato inverosímil para poder atravesar el shock.
Después de todo, no pasa todos los días que maten a tu amigo a balazos delante de tu cara, sin motivo, sin aviso, y sobre todo cuando ese amigo ataca ferozmente a una persona sin lógica alguna.
Mi explicación tendrá sentido a los ojos de las personas que hoy, en el año 2042, leerán mi historia.
Mañana será 27 de marzo. Nicolás cumpliría 29. Y sería tan viejo como yo.
Teníamos esa rutina entre nosotros: en febrero, cuando yo cumplía años, me llamaba viejo, y a fines de marzo, cuando él me alcanzaba en edad, yo le decía que ahora era tan viejo como yo.
En realidad, esta no es la historia de Nicolás. Al menos no es la única historia.
Esta es la historia de muchas historias entrelazadas.
Es la historia de un crimen. O más bien 2 crímenes. Que sucedieron en el 32.
Cuando te los cuente, seguramente te vas a acordar perfectamente lo que pasó.
En especial si sos argentino. Bueno, latino. La famosa directora Rivas. La “Rino” Rivas.
El hecho terminó marcando un hito en las medidas de seguridad y en las políticas de leyes digitales en toda Latinoamérica. Por lo menos 5 años más, mientras tuvieron vigencia.
Así que es difícil que no recuerdes haberlo leído en su momento en alguna red, post, o escucharlo como escalofriante caso en el podcast de crímenes de moda del momento.
Para el morbo estamos siempre listos.
Seguro que ser testigo de primera mano de semejante locura sangrienta me dejó secuelas.
Eso dicen los expertos. Incluso Mandy, una voluptuosa terapeuta virtual que me activaron en los meses siguientes, concluyó que mi experiencia había sido demasiado traumática, en un 3.2 grados de profundidad mayor que el trauma que me provocó la muerte de mi padre en un accidente de auto, 19 años atrás.
Al principio estaba como en un limbo de inconciencia y aislamiento. No registraba las cosas que iba viviendo, ni los días que iban pasando. No escuchaba las palabras que me decían.
Tengo como un blackout en mi memoria. Se me borraron muchas partes de varios días. Como si me hubiesen hackeado de forma aleatoria mis recuerdos de esa época.
Ahora escribiendo esto en mi zona segura, con el bloqueo de hackeo activo, no puedo más que sonreírme en silencio por la ironía.
No te olvides que en ese momento yo tenía 19.
Un perfecto exponente de la generación Alfa.
¿Acaso podía reaccionar de otra manera un adolescente tímido y antisocial, hiper conectado, fanático casi adicto de las aplicaciones y de los videojuegos?
Más tarde, algún psicólogo mencionó el concepto de amnesia disociativa. Olvidarte de los momentos traumáticos o inmediatamente posteriores. Un mecanismo de defensa reactivo para poder sobrevivir y no sufrir. Supongo que tenía razón.
De hecho, tengo grandes lagunas del momento en que los agentes de policía me interrogaron ese día. Así que mi historia la voy a completar siguiendo mi instinto de lo que supongo que fue lo que pasó. Pido disculpas si no se ajusta del todo a la verdad, pero no pretendo hacer una crónica precisa de los hechos.
Lo importante es la explicación de fondo, no los detalles de contexto.
El interrogatorio puede ser un buen comienzo (aunque solamente sea eso) para meterte en esta historia.
Así que voy a empezar por ahí.
Prestá atención.
CAPÍTULO 2 – EL INTERROGATORIO
9 de febrero del 2032. Pocas horas después del hecho.
“Soy la Inspectora Quiñones y junto al Inspector Sánchez acá presente, procedo a activar a GUPA 32, con los registros del caso…”
“Inspector Jefe, sólo para aclarar.” Interrumpió el Inspector Sánchez, con gesto de falsa modestia.
La inspectora Quiñones
lo miró de reojo, me miró otra vez y continuó con el protocolo.
“De acuerdo con la nueva ley provincial, 1401/25, le informamos que estamos activando el Guardián Policial Argentino, en adelante GUPA, para esta reunión en Buenos Aires, en el día 9 de febrero de 2032. Todo lo registrado en esta sala será de uso exclusivo de la policía provincial, pudiendo compartir información clave sólo cuando un pedido judicial oficial así lo demande.
Tal como especifica la ley, y sin perjuicio de poder aplicar medidas complementarias de excepción, corresponde informarle que el alcance de este registro por parte de GUPA, no sólo abarca la grabación de la conversación y data fílmica, sino que incluye además detección de variación de tonos de voz, lecturas poligráficas digitales y captación de lenguaje no verbal expresado en todo su espectro, a través de microcámaras 360 y sensores biométricos. La interpretación y evaluación de esta reunión resultarán producto de heurísticas y algoritmos legales auditados por la Comisión Digital Nacional, para poder asegurar veracidad de testimonio, y probables conclusiones.”
Me acuerdo de que mientras escuchaba la voz monocorde de la inspectora, pensaba que finalmente iba a conocer al famoso robot policial de Inteligencia Artificial Avanzada.
“Además, le informamos que, desde el inicio del año 2031, fue activada la actualización 3.0 en donde fue agregada la funcionalidad de habilidad deductiva (similar a la intuición humana), que relaciona información no estructurada de forma indirecta y sutil, a través de conectores algorítmicos neuronales similares al funcionamiento del cerebro humano.”
La voz aburrida de la policía pronunciaba lento las palabras y contrastaba con la euforia y disfrute que expresaba la mirada de su compañero, como si por algún sádico motivo, disfrutara de abrumarte con la invasión legal que hacían a tu persona con el poderoso juguete policial. La mujer terminó la frase, respiró y levantó la vista, y sus ojos marrones inexpresivos, envueltos en pestañas interminables, me miraron. Habrá notado mi estado de shock porque con un mínimo gesto de disculpas, se sintió obligada a aclarar: “Es la intro de rutina para todo interrogatorio de hechos criminales…. Acusados y testigos.”
En ese momento vi la luz que giraba dando vueltas por las paredes de la habitación, moviéndose durante 10 segundos para después detenerse y finalmente apagarse…
Me acordé de las luciérnagas del campo, cuando era chico. Salía a correr a la noche y podía seguir su vuelo a través de la estela de luces parpadeantes que dejaban en el camino. Me acuerdo que me pasaba horas persiguiendo los recorridos y siguiéndoles los pasos a través de sus luces amarillas.
Sólo que la luciérnaga en este caso era azul. Y ella me perseguía a mí.
El famoso GUPA.
Siempre me había intrigado cómo era la interacción y funcionamiento. Nadie lo sabía. En las fuerzas policiales se ocuparon de preservar la máxima confidencialidad y secreto. Y eso alimentaba el mito. Hubo una época en la que todo el mundo hablaba del tema, las redes explotaban de teorías conspirativas.
Producto del hermetismo y la intriga que teníamos, en el colegio había varias hipótesis acerca de la tecnología con la que funcionaba, que iban desde adaptaciones ilegales biotecnológicas para controlar el cerebro de las personas, hasta algoritmos alienígenas listas para abducirte y hacerte confesar tu más mínimo pecado.
Cuanto menos uno sabe, más fantasías se inventa.
No esperaba ver a GUPA en persona tan pronto y mucho menos en esa circunstancia.
Como sabrás, se había hecho famoso desde su lanzamiento marketinero el 30 / 1 / 30, cuando se instaló en la fuerza policial y de seguridad del estado. Lo publicaron en todas las redes y el presidente se jactaba de haber podido implementar una inteligencia deductiva avanzada más poderosa e inviolable que cualquier sistema de seguridad europeo de esa época. Según decían, usaba un método de protección al parecer infalible: rutinas randomizadas de distracción. Sería muy técnico ponerme a explicártelo ahora, pero te aseguro que el firewall se ocupaba activamente que no pudieras encontrarlo o acceder, ni siquiera usando el más sofisticado método de hackeo.
Me acuerdo lo que decían en las publicidades de las redes: con GUPA, la seguridad está controlada. Geolocalización, marcas sensoriales, reconocimiento humano (rostro, iris, huella, cuerpo, voz, ADN, CV, antecedentes, hábitos, carácter, decisiones, historia).
“Lo que se busca, se encuentra. Como sea.”
Así decía el slogan que esparcieron.
Todos conocíamos los 2 casos famosos que supuestamente se resolvieron gracias a la ayuda de GUPA y producto de los cuales, repentinamente se hizo fama de ser un sistema casi infalible.
Las fuerzas policiales se esforzaron por contar las épicas historias por todos lados.
Un jefe narco llamado el Gaucho y un estafador desconocido pero que terminó montando una gran estructura delictiva antes de que se diera a la fuga.
GUPA los identificó y según lo que afirma la publicidad, detectó sus ubicaciones en cuestión de segundos.
El inspector empezó a hablar mirándome fijo fríamente.
“Julián Alvarado, en adelante, El Sujeto, 19 años, bonaerense, registros biométricos en orden, sin antecedentes delictivos ni denuncias por motivo menores. Notas destacadas en el secundario El Faro y buen comportamiento general. Mejor promedio de su camada en casi todo el ciclo secundario.
Hijo único de Juan Alvarado (fallecido en el año 2023) y Clara Iriarte. Portador de Guía Versión2902zq2d desde los 16 años, el 3 de febrero de 2030, con licencia en regla y habilitación autorizada por los padres. Cumple el protocolo de bienestar digital sin alarmas de exceso del cupo de tiempo mensual y no se registran malos usos ni accionar antiético. Sangre es 0RH+…y está limpia.
Tiene principio de asma, aunque no es grave ni recurrente, lentes de contacto desde los 5 que le compensan su problema de presbicia temprana, operado de apendicitis en el año 23, cuanto tenía 10 años. No tiene tatuajes ni perforaciones de ningún tipo.
Tiene carácter callado y muy reservado. Es retraído y evita todo lo posible encuentros sociales. Habla solamente cuando es necesario. Al parecer sufrió bullying y cyberbullying de chico por algún tiempo, pero el punto crítico de su aislamiento fue cuando su padre muere en un accidente de auto, en el año 2023. En ese momento, el Sujeto tenía 10 años.
Reparte su tiempo entre estudio, el consumo pasivo de redes (nunca posteó nada), el mundo del gaming, especialmente el multiplayer, como toda agenda de vida. Juegos de estrategia y exploración parecen ser sus favoritos por el tiempo dedicado, según el historial de su Base Personal Pública. (Para que nos aclaremos, la BPP era una especie de registro detallado de toda tu vida digital que está a disposición de las fuerzas de investigación y accesible para cualquier juzgado, de requerir información para un caso en curso).
No hace deporte.
Tiene pocos amigos que comparten sus mismos intereses que forman una tribu cerrada y estable.
Tiene vida presencial activa en un promedio del 35%..”
El oficial hace una pausa, levanta la mirada y con gesto de sorpresa exagerada, comenta irónicamente al pasar:
“Recibido con mejor promedio en la Institución Educativa El Faro del Sur… Wow!
El sapo de otro pozo, mejor promedio, quién lo hubiera dicho..
¿Hasta ahora cómo vengo, señor Alvarado..?”.
El sarcasmo del inspector SANCHEZ
era evidente.
Me acuerdo perfecto que sentí un resentimiento palpable de su parte. Era hostil casi agresivo, aunque yo no estaba en condiciones de profundizar demasiado.
Era de piel morena, baja estatura, aunque morrudo, como un pilar de rugby, supongo que debido al intenso entrenamiento policial.
Tenía el pelo corto al ras, al estilo militar, y por alguna extraña razón un tipo de gel le hacía brillar las puntas cortitas que le nacían. Tenía ojos chicos y nariz aplastada, como un boxeador de los que perdían casi siempre. Me acuerdo de que cuando lo miré, me llamó la atención otra cosa, más que su nariz: junto a su boca gruesa tenía una mancha oscura que le sobresalía de la cara. No era un lunar, era como un grano irregular y saliente que se movía cada vez que hablaba. El maldito oficial tenía una montaña instalada en la cara…
Era como ese Boss que nos encontramos en el nivel 8 ó 9, no me acuerdo bien, del Destiny Ended, el juego de cabecera que teníamos los SLAYERS, ya te contaré…
Después de liquidar a todos los bichos, androids y bots enemigos, llegamos al final de ese nivel y nos encontramos de repente con un monstruo mutante, deforme y lleno de montículos pestilentes en la cara.
El custodio Primus Gelt.
Esa noche ninguno del equipo había dormido para pasar el nivel del Destiny.
Había sido un gran avance en el juego y cuando logramos vencerlo con explosiones inerciales de nitrógeno saturado, el bicho recibió la explosión a pleno, y todos sus montículos explotaron lanzando un asqueroso líquido gris viscoso. Lo vencimos. Los 8 festejamos el triunfo. En nuestro metaverso, claro.
“¿Hasta ahora cómo vengo, Señor Alvarado..?”
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