Artefacto

Conciencia: Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios.

—Y lo sabes, ojalá fuera simple existir. Mejor dicho, ojalá entendiéramos la sencillez de nuestra vida, la que debería tener. Suena trillado, pero realmente es cierto que paradójicamente tardamos más tiempo en preocuparnos por cómo estar mejor que nunca nos alcanza el tiempo. Ah… el tiempo, es tan difícil de comprender ¿Lo es? Hay tantas verdades que no podemos conocer de la existencia, que me hace dudar sobre lo que realmente existe, en realidad lo real es ilusorio y la ilusión es más cierta que la verdad. Pero en mi opinión todo existe, aunque sea en nuestras ideas, o en las de los que nos implantan cada una de ellas. A su vez cada idea tiene que surgir en algún momento ¿De cuál? ¿De la nada? No, tuvo que ocurrir una idea original, un primer pensamiento ¿De dónde surgió este? —dijo Atlas por altavoz, en un intento de utilizar el escaso tiempo que le quedaba. —De qué nos sirve pensar si nos complica la vida cuando nuestro peor enemigo es nuestro ser, de qué nos sirve estar si no podemos pensar. Hay tanto ruido ingenuo y tanta sabiduría que calla, que la ironía me duele más que la dosis de impotencia de sujeto común. Y la confusión, el dudar, lo difuso es el más grande contraste de mi vida, mi alegría y tristeza. Ya no sé, el único camino de sentido que he encontrado terminó y en su final la blancura solo deja incertidumbre. 
Ante estas palabras, su compañero no supo qué responder, y dejando un eco de su voz, desapareció, siendo la última invención de su mente. Fue desconectado ante su baja en el Centro y la nada surgió. 
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El artefacto había impactado unos días atrás. Las formas de pasear por el jardín, de esquina a esquina, expresaban el cambio en su actitud. Parecía que el golpe no tendría consecuencias, pero su creatividad iba en aumento y los frutos de su arte brillaban en comparación a su trabajo anterior. Atlas era muy lúcido, aparentemente su desempeño era bueno. Se dedicaba a construir relaciones entre las investigaciones de sus compañeros y a respaldar la matemática con teoría, no le pagaban, pero estaba conforme con las tareas que en el Centro le asignaban.
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Contemplaba sus cálculos, que aún no lograba descifrar, esperando que progresivamente cobren vida. Le habrían dicho que estaba loco, pero él creía que cada paso tenía valor si lo ayudaba a cumplir su meta: dedicarse a pensar. La astronomía siempre había sido una pasión, hacer enojar a sus colegas también lo era, no se caracterizaba por ser muy querido en la comunidad. 
El primer indicio del artilugio había sido el seis de agosto, pero aún no había logrado observarlo en el cielo. No fue sino hasta el día siguiente que las pruebas se confirmaran con imágenes. Estimó que su tamaño sería de entre ocho y dieciocho metros de largo, era bueno en medición. No se equivocó. Intentó descifrar de qué tipo de objeto se trataba. Buscó pistas de su procedencia, pero tampoco llegó a conclusiones adecuadas, tal vez se tratara de un meteorito, pero no estaba seguro. Posteriores pruebas le dirían que no era un peligro inminente, pero no podría dejar lugar a la duda.
El objeto era muy pequeño para ser un asteroide cualquiera y muy insignificante para ser considerado por el Centro. Utilizó la Escala de Turín asumiendo que le correspondería el color verde, pero no estaba seguro. Recordó a Apofis y sintió frustración al meditar sobre los doce años que aún faltaban para su posible impacto. Puede que no esté para ese momento.
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Recorrió el jardín del Centro, repasó sus cuentas y observando el cielo sintió un dolor punzante. En el suelo, a su lado, había un material de color gris oscuro, hizo un acercamiento. Parecía ser una roca pequeña con destellos plateados similares al hierro. Su compañero lo asistió inmediatamente.
En investigaciones posteriores llegó a la conclusión de que se trataba de un fragmento del asteroide que estudiaba a escondidas. Parecía tener una estructura simétrica con marcas en forma de cuña. ¿Sería algún mensaje extraterrestre? —se preguntó. Imposible. Si fuera un comunicado de otra civilización fuera de la Tierra para formar lazos con la humanidad, no lo hubiesen elegido como destinatario. Reflexionó según la base de datos sobre las primeras formas de escritura e imaginó que podría tratarse de algo simplemente antiguo, que habría sido arrojado misteriosamente hacia él. Razonó, equívocamente, que se trataba de una elipsis en la realidad. Y perdió tiempo, como si su rol no fuera sistematizar y resumir procesos para sus colegas.
Curioso, cotejó el dispositivo, ya no asteroide ni meteorito, asumiendo su naturaleza artificial. Escaneó la estructura que parecía mesopotámica, tal vez de una región cercana al Éufrates, pero el material era extraño. ¿Por qué una cultura arcaica usaría un sistema de grafía en una roca ferrosa para impactar a un pseudoinvestigador? —concluyó, con ánimos de complicar el asunto. No habría respuestas rápidas, eso era seguro, pero las preguntas crecían cada vez más y ocupaban todo el universo de su pensamiento. 
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Comenzó a ver los colores menos nítidos, no debía ser tan grave dadas las leves secuelas de la lesión. El elemento había caído sobre él, y si bien no tenía dolores, la situación comenzaba a preocuparlo. Llamaron a un profesional y siguieron la receta a la perfección. No realizaba actividad física, no debía preocuparse por los ejercicios de alto impacto. 
Comparó su anatomía con una esfera de Hill, aunque no encontró una relación entre el periodo orbital y su perímetro. Se llamaba a si mismo excéntrico, para evitar autodenominarse raro. Lo era, pero los demás no debían saberlo.
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Vio sus tendones de metal y se extrañó con su cuerpo electrónico. Era su oportunidad para hacer todo lo que un sistema astronómico haría. Revisar ecuaciones en milésimas de segundo, mirar constelaciones distantes y compararlas en un mismo recuadro o leer archivos de bases de datos remotas. Era increíble, pero despertó.
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El ahora meteorito aparentemente natural, no demostraba demasiado interés por ser relevante. El Centro cubrió los gastos técnicos y no dio lugar a la profundización de los hechos. Atlas se encontró desorientado ante lo sucedido y desmotivado para buscar el origen de ese enigma cuneiforme. Los días pasaron lentamente y la lesión se reparó, siguió trabajando para los demás. Prescindieron de sus servicios.

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