Espeluznante -séptimo acto-

Espeluznante -séptimo acto-

J. A. Gómez

11/09/2023

Miércoles 23 de Marzo de 2014

-Bienvenidos a esta nuestra primera sesión fuera del centro psiquiátrico y espero no sea la última. –Risas entre los presentes. –Mejor que nadie sabéis lo difícil que resulta reconocer un problema para, mediante la oportuna ayuda, buscarle solución. Miraros los unos a los otros ¿qué veis? Yo veo a una reducida familia distópica que ansía asimilar los verdaderos y fidedignos valores de la sociedad. Aquí estáis, desnudando el alma, y no puedo por más que estar orgullosa de vosotros.

 Como he dicho cada uno tenéis un problema el cual en realidad es, objetivamente, común a todos y que habéis enfrentado mirándoos al espejo, sin apartar la vista. Gracias a vuestra determinación la meta hacia una vida sin alcohol está más próxima. Paso a paso ganáis en confianza y esto no hace falta que lo recalque pues vosotros mismos lo percibís. A fin de cuentas yo no soy más que una herramienta para tal fin; lista y dispuesta para escucharos, aconsejaros y supervisaros.

 Sé que ha requerido de no pocos sacrificios. Demasiados escollos e infinitas tentaciones que suelen acudir cuando uno se siente más vulnerable. Pensad detenidamente que dar pasos atrás por un trago echará abajo aquello arduamente conseguido. Sabemos que hay malas rachas y las seguirá habiendo porque somos humanos. Si alguno estáis a punto de caer en la tentación acordaros del camino recorrido, de cuanto os ha costado llegar hasta este punto. Y no me cansaré de repetir que el mejor aliado para estas situaciones embarazosas se llama fuerza de voluntad. Aprovecho para daros la enhorabuena, una vez más, por ser tan valientes como para afrontar vuestros demonios internos.

 Vale, no me enrollo más. Cambiando de tercio hoy nos reunimos en casa de Fernando.

 -¡Gracias Fernando! -Dijeron todos al unísono.

 Bien, comenzaremos hablando de lo más destacado que cada uno haya hecho estos días. Fernando, ya que eres el anfitrión puedes comenzar tú. -Hasta ese momento hablaba Amanda Gómez, timonera de la nave y terapeuta del grupo.

 -De acuerdo señorita Gómez -contestó éste -realmente no tengo mucho que contar, ya sabéis lo aburrida que es mi vida. Fui como cada lunes al domicilio de mis padres a llevarles la compra semanal. Y como cada semana les he dicho que todo marcha bien, me estoy esforzando mucho…

 Fernando cuenta con algo más de cuarenta años y al igual que los demás esgrime serios problemas con la bebida. Cuando se le da por hacer balance de su vida tiende a la depresión, ahogándose en más alcohol para sobrellevarlo. Si eso tampoco funciona suma a la ecuación intentos malogrados de suicidio.

 -¿Lunes? -Interrumpió Matías, rebotando en la silla como si hubiese recibido una descarga eléctrica. -¿Tan perdido estás Nando que no sabes el día de la semana en el que vives? -Hoy es martes ¡martes y no lunes! ¡Tarugo!

 Matías de primeras resulta desagradable en el trato. Hay que estar al tanto de que pie cojea para saber llevarlo. Sus problemas no son únicamente con el alcohol y el tabaquismo sino con la raza humana en general. A ella culpa en primera y última instancia de los susodichos…

 -¿Martes? -Preguntó retóricamente Joaquín, alzando ligeramente la voz tras detener el reproductor de música. -Tú estás tan perdido como Nando. Ni lunes ni martes, hoy es jueves y lo sé porque los jueves tengo cita en el oncólogo.

 Joaquín es el graciosillo del grupo. Sus bromas no tienen demasiada gracia sin embargo no es mal tipo. Se siente cómodo en el típico papel de quitar hierro a las cosas por no atreverse a afrontarlas. De no haberse dado las circunstancias que se dieron con su persona el cáncer habría acabado con él en menos de dos años.

 -¡Patanes e ignorantes todos! -interrumpió Ariadna, llevándose la mano a la boca en señal de sorpresa ante lo soez de su arrancada verbal. -¡Perdón! Hoy es viernes, estoy segura porque los viernes… bueno no sé el porqué mas ¡estoy segura y punto!

 Ariadna es la más joven del grupo y también la más hiperactiva. No es capaz de estar más de dos minutos sentada en la misma posición ni de residir más de un año en la misma ciudad. Al ser delgada en exceso sus compañeros la llaman cariñosamente “fideo” y tal cosa la enoja sobremanera. Su problema al margen del alcohol son otras drogas menos toleradas socialmente.

 -¡Sin faltar niña! –Gritó una voz discordante.

 -¡No! Lo repito y repetiré las veces precisas. ¡Hoy es martes! -Vociferó Matías. -He dejado a mis hijos con su madre así que estamos a martes.

 -¡Jueves! –Porfió Joaquín a los cuatro vientos, levantándose de la silla para enfatizar cada letra de “jueves”. -Os repito que mi oncólogo me consulta este día. –Fue terminar y volver a sentarse. Mostraba mala cara, cansado y debilucho.

 -¡Viernes! -Replicó Ariadna, enfadada al haber escuchado lo de “niña”.

 -Señorita Gómez usted que no tiene testosterona como todos estos gallos dígame ¿a qué día estamos?…

 La señorita Amanda Gómez permanecía seria. Bastante tenía con semejante elenco de despistados a los que había cogido especial cariño. Sus métodos poco convencionales habíanle provocado más de un problema con los colegas de profesión. No obstante sus innovadoras metodologías de trabajo funcionaban, arrojando resultados prometedores a medio plazo. Esto le permitía ejercer, a pesar de las presiones, con relativa autonomía.

 -Sinceramente ninguno de los presentes lleva razón. Hoy es miércoles y lo sé perfectamente porque hoy Ariadna me mató…

 -Pero ¿qué dice? -Preguntó sobresaltada la señalada. -¿Qué la maté? ¡Pero si está aquí con nosotros, viva y coleando! –Los demás quedaron mudos de la impresión.

 -Haz memoria Ariadna. Sé lo difícil que te resulta dejar atrás la niebla de tu culpa. Míranos como debes vernos. Somos nosotros y a nuestros cuerpos los has bañado en sangre y asfalto. Puedes reconocer cada cara y cada gesto porque cielo ¡tú nos mataste a todos!…

 Las palabras de la terapeuta resonaron en su sesera como diez mil piezas de artillería abriendo fuego a la vez. Y recordó, vaya que si recordó. Fernando fue el primero en desvanecerse porque nunca había llegado a casa de sus padres con la compra semanal. Una conductora temeraria y ebria se lo llevó por delante, dándose a la fuga. Dejó atrás un charco de sangre, leche derramada, una docena de huevos rotos, una barra de pan y otros productos alimenticios esparcidos por la calle…

 Como cada martes Matías llevaba sus hijos a casa de la exmujer. De normal terminaban batallando a cuenta de la manutención. Generalmente él gastaba lo que tenía y lo que no en alcohol y tabaco. Nunca llegó al que fuera hogar familiar por culpa de una conductora borracha que se lo llevó por delante así como el viento se lleva las hojas marchitas. Pero antes de ser arrollado de muerte logró apartar a sus vástagos a un lado, salvándoles la vida. Se convirtió en padre del año y héroe del barrio, recibiendo una medalla a título póstumo. Sin embargo, al igual que Fernando, desapareció de la reunión igual que desaparece el hielo dejado al sol.

 Joaquín regresaba optimista del oncólogo porque por primera vez aquella maldita enfermedad mostraba síntomas (engañosos) de mejora. Lástima que una inconsciente al volante le sesgara cualquier conato de esperanza. Quedó tirado en la cuneta desangrándose hasta morir y con él su dolencia. También se desvaneció de allí y también dejó vacío su asiento…

 Por su parte la señorita Gómez conoció a Dios un día aparentemente igual a cualquier otro. Resultó no ser así porque el destino tiene la boca muy pequeña pero las manos muy grandes. Se ausentó de su despacho para bajar a la calle a buscar unos informes que había dejado olvidados en el auto. A pocos metros del mismo fue manteada, volteada y arrastrada más de ochenta metros por una conductora que daría positivo en drogas y alcohol.

 Ariadna se resquebrajó ante el omnipotente peso de la culpa. Cerró los párpados para luego gemir como niña pequeña a la que han castigado sin postre. Su mirada se perdió lejos de allí; cualquier localización sería más bella y acogedora. Se escurrió de la silla para hacerse una bola en el suelo, cerrándose sobre sí misma.

 Todos sin excepción se evaporizaron hasta dejar de existir. Ni el triste hueco de sus presencias quedó a modo de huella imborrable. Aquellas almas retornaron al día de autos para rememorar a título personal aquellas tragedias grupales…

 Ariadna al menos vive pero ¿cómo y quién tiene la sabiduría absoluta para definir el complejo concepto de vida? Se llevó las manos a la cara balbuceando, después hizo como que pintaba con el dedo algo en el piso. Había recordado, solía hacerlo cada mañana y solía olvidarlo cada noche.

 Hora de medicarse. Accede a la sala la adusta señora Campos, encargada de repartir las medicinas. A cada cual la suya, sin errores ni concesiones. De impecable uniforme blanco, paso marcial y gesto serio. A su alrededor pacientes mixtos, algunos más humanizados que otros. Muchos perdidos del juicio mas ello no les evita, desde sus poltronas de colores, jugar a juegos de niños de hasta siete años. Ariadna eres el típico ejemplo del que, a pesar de su juventud, cree saber más que las manchas de las manos o las arrugas del cuello…

 Hoy se portará bien y así no le pondrán camisa de fuerza. De hecho se portará tan bien que ni la entrarán por la puerta seis, famosa por sus descargas eléctricas capaces de dejar manso hasta al más brutal de los australopitecos.

 Se mira las manos, tiemblan; se mira las piernas y tiemblan más. Pronto sus ojos limpios y brillosos por el llanto otean afuera de los muros. Reza para olvidar y sus oraciones nunca caen en saco roto porque son atendidas por el Altísimo… al menos hasta el nuevo día.

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