En el vasto océano de la vida me hallo,
navegando en las aguas de la soledad profunda,
una compañera fiel que a veces abrazo,
tan cerca y tan lejos, su felicidad me inunda.
La soledad, cual sombra que danza en la noche,
se aferra a mi ser con su sutil artimaña,
una confidente antigua, un enigma derroche,
que me susurra al oído con voz extraña.
En el laberinto de pensamientos extraviados,
me encuentro con el eco de mi propia esencia,
un eco que se desvanece en susurros dilatados,
en el silencio donde la razón encuentra ausencia.
La soledad es un vasto desierto sin fronteras,
donde el tiempo se detiene y el alma se extiende,
una metáfora que se pierde entre horas sinceras,
donde el eco del corazón apenas se comprende.
Mas en esa soledad descubro paz y consuelo,
un refugio íntimo donde la introspección florece,
en cada instante se revela un saber sin velo,
y el corazón solitario se expande y engrandece.
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