En medio de damiselas en peligro, malvados que quieren apoderarse de todo, gigantescos dragones y valerosos caballeros en sus brillantes armaduras; enigmáticos hechiceros que hacen sus pociones mágicas, espíritus malignos etéreos que nunca mueren y siempre amenazan con la aniquilación total a todas las poblaciones. En medio de todo eso y muchas cosas más, navega mi mente y mi espíritu constantemente.

Soy un soñador, imagino mil historias y personajes mientras tomo mi café en la mañana, paso horas en vela por las noches porque sueño mejor despierto que dormido; narro dentro de mi cabeza los viajes de mil millones de aventuras distintas y a la vez iguales, de personajes que cruzan los mares, desiertos y el espacio exterior sin salir de mi cabeza.

Cada vez que tomo un libro y leo una historia, me adentro en los más mínimos detalles, como sería en realidad la librería de Sampere e Hijos que narra Carlos Ruiz Zafón en su colección del Cementerio de Los Libros Olvidados, por ejemplo; yo me la imagino plasmada en una pintura de aceite de un tono turquesa, con sus vitrinas grandes, de cristales un poco opacos por lo antiguo y estantes de madera llenos de libros amarillentos…

Desde muy niño mi imaginación es algo que al parecer no cabe dentro de mí, por ello sale por todos mis sentidos. Recuerdo que donde todos miraban una simple grieta en el cemento, yo podía pasarme toda la tarde, viendo un sinfín de posibilidades; desde una especie de mensaje secreto en el cemento dejado por alguna civilización antigua o quizá alguna huella fosilizada por los años, aun si la argamasa hubiese sido vertida apenas pocos días atrás.

Amo las historias que me sacan de la realidad, por eso me encantan los cuentos fantásticos que se escriben para niños, no podemos explicar como una niña hablo con un lobo en un bosque y todo lo demás y aun así lo damos por cierto; me fascina explorar las posibilidades de todo ello dentro de mi cabeza. Imagino a los tres cerditos corriendo del lobo feroz tratando de evitar ser comidos, me parece tan inaudito que, solo soplando, el lobo haya podido derribar una casa de paja y otra de madera y, todo esto puedo hacerlo mientras me como unas tortillas con chicharrones.

Vivo como diría un famoso cantautor, entre quien soy y quiero ser, mi mente se traslada automáticamente en varias dimensiones y pocas veces está en la realidad de este mundo en verdad.

Eso me ha causas en muchas ocasiones ser alguien que al parecer no encaja en ningún sitio, el casi no tener amigos y ser cuestionado por mi comportamiento casi siempre. Logré formar mi familia, después de todo, quizá no estoy tan alejado de la realidad como yo mismo he pensado, o quizá suprimí esta parte de mí por mucho tiempo. Recuerdo que, en mis tiempos de universidad, contagiado por la carrera al éxito, lo que me importaba era conseguir un empleo que me diera lo que necesitaba. Alentado constantemente por mi padre, que debía enfocarme en conseguir dinero para asegurar mi vida, creo que vendí mis sueños por el precio del resplandeciente oro, o como en este caso, de la fluidez de algunos billetes para comprar cosas que en realidad no necesitaba y que personas que en realidad no me conocían ni me importaban, me admirarán…

Deje la Universidad porque llegue al punto que no me ofrecía nada que me ayudara a conseguir lo que deseaba, como si yo supiera lo que quería en realidad.

Por misericordia divina encontré una mujer en mi vida, de la forma más casual, y se convertiría en la mancuerna perfecta para todas mis aventuras. Ella me impulso a hacer cosas que yo nunca me hubiera atrevido y que ni siquiera había supuesto hacer con mi vida, una de ellas, casarme.

La vida me ha dado tanto, dice Mercedes Sosa, y es tan cierto. Aun cuando pasamos escasez, la vida nos dio amor y agradecimiento por lo poco que teníamos. En una historia de amor que no era la convencional, de besos y arrumacos, sabíamos que nos teníamos y que también nos fallábamos constantemente, pero continuábamos juntos porque eso era lo que más queríamos…

Después de un año de estar juntos, como era de esperarse, vino nuestro primer retoño. No olvidaré las palabras de un buen amigo esa noche a las 9:00 que me dijo: “Ahora si te cambiará la vida.” No sabía a qué se refería, estaba tan lleno de alegría que no existía espacio para el miedo de enfrentar un futuro, de la responsabilidad de forjar una vida, cuando ni siquiera era del todo consiente aún de la mía.

Como el Quijote, embistiendo a los molinos de viento, emprendí mil cosas y choqué para quedar desarmado y tirado en la quiebra. Recuerdo haber sido publicista, encuestador, vendedor ambulante, payaso de fiestas infantiles, gerente, predicador… Pero todo esfuerzo era una esperanza para mi casa y sin vergüenza lo hacía.

Siete años después vendría la princesa de todos mis cuentos de hadas a nuestras existencias, a dar un aliento de vida tan necesario a mi cansado espíritu, nuevos bríos a nuestros corazones con mi pareja, que nos esforzábamos duramente por mantenernos unidos como en el inicio, gracias al hastío y la rutina que todas las parejas en algún momento deben enfrentar.

Tiempos oscuros llegaron, de tristeza y soledad, como toda historia fantástica debe atravesar por la prueba y la dificultad, yo en mi cabeza toque fondo y mi imaginación se llenó de oscuridad. Parecía que todo acababa, que lo que muchos decían era verdad, que mi forma de ser había llevado a mi vida al fracaso. Sin amor ahora, sin dinero nunca, alejado de los que debí apreciar mucho más y creí que siempre estarían a mi par, me eche a llorar, relamer mis heridas, pero luego, a tratar de armar los pedazos de un corazón hecho trizas.

Perdí a mi familia, perdí mi empleo de aquel tiempo y luego a mi padre, todo en menos de un año. Pero nunca estuve solo, mi madre y mi imaginación que la mayoría de las veces me jugaba en contra estaba conmigo. Aprendí que para bailar se necesitan dos, y que lo que pensé que era imperdonable era lo que debía perdonar para poder continuar.

Reuní a mi familia, a lo mejor no somos felices todo el tiempo, pero entendimos que no debemos serlo. Estamos agradecidos de mantenernos juntos y apoyarnos, porque eso es ser familia, todos podemos caer y todos podemos colaborar en seguir adelante.

Encontré que mi imaginación es una cascada de tantas cosas, que de ahí emanan ideas maravillosas, pero también mortales venenos para mi existencia. Que nadie es tan fantástico y peligroso como yo mismo y, soy el único responsable de mí. Recuerdo que en algún sitio leí algo parecido a esto: “Si crees que la terapia psicológica es cara, no tenerla puede costarte toda tu vida.”

La aventura más aterradora quizás he tenido que enfrentar en mi vida no ha sido decirle a mi padre, cuando tenía 17 años, que choque el carro; tampoco el enfrentar la venida de mi primogénito y sin empleo, tratando de levantar un incipiente negocio. Ni siquiera cuando estaba solo y me despidieron de la empresa donde laboraba y debía cumplir con la manutención de mi familia. La aventura más espeluznante ha sido hurgar en mi interior, encontrarme conmigo mismo, con el niño lastimado, con el adolescente frustrado y con el adulto desmoralizado por todas las decisiones que he tomado equivocadas en la vida; poder perdonarme quizá por mi mediocridad en algunos aspectos, los cuales eran los que muchos esperaban de mi brillantez… ¡Eso ha sido horroroso y gratificante a la vez!

Pero como un purgante puede ser desagradable, hace tanto bien sacar lo que está haciendo daño a nuestro estómago, la terapia saco todo lo que tiene importancia dentro de mí, cosas que eran lastre, que no me permitían abrir las alas de mi potencial en la vida, no para conseguir absolutamente nada, para ser feliz conmigo mismo.

Hoy en día, volteo a ver atrás en la vida, veo que solo por misericordia divina, en realidad, las cosas han salido bien. Doy gracias al universo por las experiencias que he vivido, por mi fantasiosa mente que quizá no es la mejor para muchas cosas de este mundo, pero ahora entiendo que no debe serlo.

Mi mundo ha cambiado tantas veces que en realidad no sé en donde vivo hoy, sigo teniendo en mi cabeza las historias de mi niñez, si cavilando en las aventuras que nunca hice, pero siempre las pensé. Sigo siendo el mismo que observa con grandes ojos, aunque ahora con menos visión, detalles como si fuera un niño, me sorprendo y maravillo con cosas que para otros son simples, como el atardecer en la playa, como una flor en el campo, como ver un pajarillo llegar a su nido, se me estruja el corazón cuando veo a mis mascotas, y me lleno de orgullo al ver a mis hijos grandes, hechas personas de bien, que espero sepan enfrentar sus propias vidas mejor de lo que yo pude hacer con la mía.

Mañana me levantaré, y seguiré soñando despierto, cavilando en historias y cuentos de fantasía, que para muchos será una perdida de tiempo, pero para mí y un puñado de seres humanos podría ser algo donde depositamos esperanza, anhelo e incluso fe. Siempre estaré dispuesto a viajar a Otro mundo, para traer de lo que rebosa mi mente a esta realidad y viceversa…

FIN

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