Terminar una relación es doloroso, pero muchas veces, es preferible antes que arriesgar tu porvenir.
O eso es lo que pensaba Natasha, mientras descolgaba una antigua foto de la pared. El cuadro enmarcaba a dos personas, una de ellas era Natasha, siendo abrazada por un hombre, cuyo nombre había sido remplazado de su memoria, por el termino «exnovio».
Pero la amargura de una despedida es prontamente apocada por la dulce alegría de un saludo, y de la misma manera, el hueco en la pared fue llenado por un portarretratos con la imagen de la nueva pareja feliz. Los ojos brillantes llenos de amor, las sonrisas plenas y las manos entrelazadas eran las protagonista de la fotografía de los dos.
De esa manera, la convivencia de los dos enamorados en un mismo domicilio, convirtió aquella pequeña casa en un hogar. Aun así, incluso en las moradas mas felices, no todos los días se come miel sobre hojuelas, y esta casa no era la excepción; pues cuando llegaba el manto estrellado de la noche, la cena se tornaba amarga.
El silencio noctambulo era interrumpido por el gorgoteante sonido de la sangre brotando de la garganta de un pobre desafortunado, y cuando este se detenía, era rápidamente remplazado por el sonido que solo un cuerpo humano siendo arrastrando sobre un delgado piso de tablones de madera puede producir.
Y se preguntaran, ¿quién era aquel que se hacia a la tarea de cargar con semejante «huésped»?. Pues verán, no era otro que el nuevo y flamante novio de Natasha; el cual, con una expresión llena de amargura y terror en el rostro, tiraba de los flácidos brazos del inerte sujeto, para deshacerse de la evidencia de un crimen de muerte.
El joven desmembró todas las piezas que se unían al torso del desdichado, cavo una fosa bastante profunda y cubrió con tierra los restos mortales de la victima, antes de llenar el agujero por completo, coloco encima el cadáver de un mapache y lo cubrió con la tierra restante; hay que reconocer que era un hombre bastante ingenioso. Para finalizar su tarea el hombre limpio el piso de la casa, lavo la sangre, quemo la ropa del difunto y se deshizo de cualquier prueba incriminatoria con suma cautelosa.
Ojala pudiera decirles que aquello fue algo de una sola ocasión, un terrible error que no volvió a repetirse; pero sería una mentira.
Cada cierta cantidad de noches, la macabra escena se repetía, cada vez mas desesperada y descuidada por parte de su autor; no paso demasiado tiempo antes de que Natasha no pudiese ignorar los perturbadores sonidos que venían desde su sótano, su sala y su patio. Se levanto de su cálido lecho, a inspeccionar el origen del bullicio, y con ojos llenos de sorpresa y miedo, pudo observar a su amado en medio de lo que, para él, se había convertido en una trágica rutina; los ojos de la chica contemplaron el rostro del muchacho, que se pintaba con una expresión llena de horror, de espanto… una expresión que parecía clamar por ayuda; o al menos eso pensó Natasha.
¿Qué hubieran hecho ustedes ante esta escena?, pue seguro no fue lo que hizo Natasha. Ella solo se volteó, comenzó a subir las escaleras y regreso a su cama para intentar volver a dormir.
Desde aquella noche la dinámica de la pareja cambió, pero en vista de la situación, no podrían culparlos. La tensión entre ambos era tan densa que casi podría cortarse con un cuchillo, los almuerzos eran monótonos y las cenas silenciosas; la expresión de mutua incomodidad se apreciaba sin disimulo en ambos rostros.
Uno creería que este sería el punto de inflexión, pero no lo fue para ellos; los escabrosos sonidos nocturnos se detuvieron por un tiempo y los amantes volvieron a la normalidad, los dos volvían a sonreír, a tomarse de la mano y a acurrucarse en las noche. Pero pronto recayeron en los viejos hábitos, y el «trabajo» nocturno regreso a sus vida.
Una de esas tantas noche, la escena se repitió, el chico arrastraba un cadáver y la chica lo espiaba en silencio y a la distancia, pero ya no existía expresión alguna en sus rostros, en ninguno de los dos, mas allá de una cara de póker.
Supongo que no importa cuanto fuerces las cosas, o cuanto te esmeres por hacerlas funcionar, al final lo que no es para ti, simplemente no es para ti; así es como el final de nuestros enamorados llegó. En la noche que el peso fue demasiado para nuestro muchacho, quien finalmente soltó el cuerpo que arrastraba y al fin rompió en llanto.
– ¡Ya no puedo más!, ¡ya no puedo más! – lloraba y gritaba.
Su sufrimiento fue prontamente consolado por las amables palabras de su novia, quien entro en la habitación, se inclino frente a él y seco las lágrimas de su mejilla con su mano.
– Esta bien tranquilo.
El hombre no paraba de llorar y la chica empezaba a ponerse incomoda, pero aun asi continuo hablándole para consolarlo.
– Está bien, ya no tienes que hacerlo más, se que lo hacías por mí, porque me amas, pero ya se acabó.
Entonces Natasha lo abrazó, apegó el tembloroso e intranquilo cuerpo de su novio hacia el de ella, y cuando los brazos de este la envolvieron, ella estiro una de sus manos y le clavo un cuchillo en la espalda, una y otra y otra vez.
Esa noche fueron dos los cuerpos arrastrados y enterrados.
De nueva cuenta, Natasha había quedado soltera; terminar una relación es doloroso, pero muchas veces, es preferible antes que arriesgar tu porvenir. O eso es lo que pensaba Natasha, mientras descolgaba una antigua foto de la pared y la remplazaba por una nueva, donde salían ella y su nuevo amor.
Hay muchos peces en el mar, así que si pierdes a un amor, pronto podrás remplazarlo por otro.
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