Solunier: Entre Luz y Oscuridad

Solunier: Entre Luz y Oscuridad

Dalila Garramuño

14/08/2022

Capítulo
1: Atardeceres

En
la azotea de la casa más vieja del barrio se encontraba Tomás,
sentado mirando el atardecer, como era de costumbre. Observaba el
hermoso cielo, degradé de amarillos y anaranjados, el sol
ocultándose; una gigantesca esfera reluciente en frente de sus
lentes oscuros. No pensaba en nada, no quería hacerlo. Se suponía
que ese era el momento de hacer una pausa a todo lo que se
relacionara con la escuela. Por lo general perdía la noción del
tiempo en ese lugar, no sabía con exactitud cuánto tardaba el
atardecer, pero tampoco quería saberlo ya que perdería la emoción.
Una vez el sol terminó de ocultarse tras las montañas, Tomás
emprendió el camino de vuelta a casa.

Caminaba
con las manos en los bolsillos, mirando el suelo, indiferente a
cualquier cosa que pasaba a su lado. Realmente no quería volver a
casa, debía seguir con su vida diaria y la misma rutina de siempre.
Su mente comenzaba a llenarse de una larga lista de deberes y cosas
que tiene que hacer y calculaba el tiempo que tendría para hacerlo,
los cuales disminuían demasiado. Estos pensamientos y cálculos
hacían que, inconscientemente, aumentara la velocidad de sus pasos;
esos pasos apresurados y cortos que habría de esperarse de alguien
que con suerte llega al metro y medio, lo cual de ese modo parecía
una cucaracha corriendo a un lugar oscuro. Su cabellera, marrón y
despeinada se movía como si fuese una peluca, sus rizos desborotados
saltaban como resortes dando aquella impresión. Sus ojos cafés,
bien abiertos, se fijaban en sus pies, sin prestar atención a lo que
pisaba; motivo de los constantes tropiezos cometidos al caminar. Cada
tanto observaba el collar que colgaba en su cuello, una negra tira
larga hacía la función de cadena que sujetaba un dije de un mini
reloj marrón, un poco oxidado y sin números. El mini reloj tenía
algunos engranajes sobresalientes, pero eso le daba un estilo más
llamativo. Este había dejado de funcionar hace más de 5 años atrás
pero nunca hicieron algo para que sus agujas volvieran a dar vueltas
y vueltas, señalando las interminables horas y volver a escuchar el
suave y leve sonido del «tic-tac».

Una
vez en casa, tomó sus cuadernos y se puso a «estudiar».
Cada vez que llegaba a casa luego de apreciar un hermoso atardecer se
sentía renacer, como si mientras aprecia el atardecer está muerto y
cuando termina vuelve a la vida, ¿O quizás sucedía al revés?
Puede que esa sea la razón por la que se le hacía bastante pesado
el volver.

Jueves
por la mañana, el despertador baila al compás de las vibraciones
que emite; el peor sonido que se puede oír al amanecer. Tomás se
levanta para empezar su día escolar, desayuna, prepara su almuerzo;
pues ese día deberá quedarse hasta tarde en los talleres que le
brindaba la escuela. Una vez listo, deja su casa en silencio para que
nadie despierte. Camina unas cuantas cuadras hacia la parada de
colectivo y allí espera, a veces el micro venía rápido y otras
veces debía esperar más de 20 minutos.

Generalmente
llega unos 10 minutos antes de la hora de entrada, pero esta vez
llegó unos 10 minutos tarde. Su nombre es anotado en la lista de
tardanza que sostiene una preceptora en la puerta. Adormilado y
desanimado camina hacia su aula, ahora tendría que aguantar al
profesor de Historia con el programa titulado «2da Guerra
Mundial», un tema que al parecer el profe disfrutaba enseñarlo,
explicaba hasta el más mínimo detalle sobre ese tema tan largo y
muchas veces cansador para Tomás; ya que se volvía muy repetitivo.
Para su sorpresa, el aula está vacía, todos los bancos sobre la
mesa; señal de que ninguno de sus compañeros había entrado al
salón de clases. «Lo que me faltaba» era la frase que Tomás
pensaba cada tanto, era una persona un tanto odiosa; no era de lo más
paciente. Por lo general se quejaba de todo lo que le sucedía, sea
bueno o malo. Más molesto se dirige a la preceptora a preguntar por
su curso, pero no tardó en averiguar que sus compañeros se
encontraban en la sala de video; uno de ellos había salido en busca
de una silla alrededor de la escuela y no tardó en toparse con él,
quien luego lo acompañó nuevamente a buscar una silla.

Ambos,
una vez con sus sillas, se dirigen a la sala de video ubicada al
final del pasillo del tercer piso, algo que molestó aún más a
Tomás, ya que por falta de ascensor tuvieron que subir las escaleras
con las sillas en sus espaldas; algo bastante cansador e irritante
por las burlas de los de 5to año.

Finalmente,
llegaron a la sala de video. Estaban esperándolos para comenzar la
película, todos acomodados en sus asientos ansiosos apuraron a Tomás
para que se coloque en algún lugar. No fue una sorpresa la película
que verían esa mañana, «El gran Dictador» de Charles
Chaplin de los años ´40. « Al menos no tendrían tarea» pensó el
muchacho.

Lo
cierto era que no le gustaban las películas en blanco y negro,
además de darles el toque de antigüedad que, según Tomás, hacía
que la película fuera más aburrida, le causaba una extraña
sensación fría; y más cuando la película se trataba de la 2da
Gran guerra. Si se puede decir, aunque Tomás lo haya negado más de
100 veces, que se durmió la mitad de la película y luego, una vez
finalizada, dijo que le había encantado aunque no le gustaran las
películas en blanco y negro. Todos sabemos que fue para entusiasmar
al profesor más de lo que ya estaba y la próxima clase trajera otra
película con tal de no hacer tarea.

Una
vez terminada la hora de historia, todos se dirigen al aula para
comenzar Ingles, otra materia odiada por Tomás.

Se
sentaba al final del salón junto a su amigo y compañero Andrés, un
alto y delgado muchacho. Ambos eran inseparables, no había día en
que no rieran juntos. Andrés era el payaso del curso, pero no podía
serlo sin que Tomás le diera las ideas antes de las bromas. Pero a
pesar de sus payasadas y sus jodas, eran de lo más responsables,
quizás no fueron los de mejor promedio al fin de cada año; pero
supieron llevar bien y al día cada materia. No eran de salir los
fines de semana ni de juntarse en parques o lugares de comida rápida,
preferían la vida «light», descansar los fines de semana o
estudiar de ser necesario. Las aventuras no eran para estos dos
amigos.

Todo
el día transcurrió sin ninguna novedad, sin nada fuera de lo común,
hasta que llegó el atardecer.

Tomás
llega a su casa como todos los días, más o menos a las 6:30 de la
tarde. Abre la puerta de casa, su mascota; Baltor, un bóxer cachorro
lo saluda saltando y rasguñando sus pantalones. Camina hacia su
habitación luego de saludar a su madre, arroja su mochila en una
esquina de su desordenada habitación, tira sus zapatillas y se deja
caer sobre su cama como un bolsón de papas, su mascota Baltor salta
y se recuesta sobre su espalda.

Ese
día decidió terminar sus tareas en la escuela durante los recreos y
las horas que tenía para almorzar, razón por la que está seguro de
no tener nada pendiente para el próximo día. Se recuesta de manera
en la que puede acariciar a su mascota y luego de un bostezo, se
queda ligeramente dormido.

Las
horas pasan sin apuro, Tomás sigue en su impenetrable sueño, su
cachorro había tomado la misma decisión que el dueño, ambos
compartían ronquidos. Fue entonces que en medio del silencio y el
descanso, Tomás siente una corriente eléctrica pasar desde la punta
de los dedos de sus manos hasta los de sus pies, luego esta corriente
vuelve hasta su cabeza, y se sobresalta despertando bruscamente. Lo
primero que hace al despertar es mirar el reloj de su celular, este
marca las 20:39pm, y tomando su campera y colocándose rápidamente
las zapatillas sale hacia la vieja casa del último vecindario al
este de su barrio, lugar al que iba cada tarde a ver el atardecer.

Sí,
eso era, el atardecer. En Mendoza, casi primavera, la puesta de sol
es aproximadamente a las 19:20, Tomás se había despertado más de
una hora después del atardecer. Corrió sin parar, a pesar de que ya
estaba oscuro.

Llegó
a la deteriorada casa, trepó al tejado y por desgracia descubrió
que todo había terminado. La oscuridad ya se había apoderado del
cielo y ya no se veía la hermosa estrella amarilla; sino más bien,
comenzaban a salir numerosos puntitos plateados y blancos por toda la
extensión del cielo. En lugar de degrades de anaranjados y
amarillos, el cielo esta teñido de azul y violeta, y en vez de la
gran estrella amarilla bajando se veía una gran esfera plateada, no
tan grande como el sol, subiendo por el ya estrellado cielo nocturno.

Da
una última mirada al cielo ya oscurecido, y decide volver a casa
seguramente a seguir con su sueño. Pero algo lo detiene.

Camina
por el tejado sin mirar sus pies ni en dónde pisa, pues le había
prestado más atención al día que casi nunca miraba la hermosura
que la noche refleja, cuando de repente pisa una zona resbalosa que
le provoca una brusca caída, cayó sobre un gran tacho lleno de
basura. Una vez en el gran tacho, Tomás comienza a gruñir, tenía
el tobillo torcido y habría caído sobre montón de basura
totalmente apestosa. «Lo que me faltaba», la frase rondó por su
cabeza. Se puso de pie y mientras sacudía su ropa de mal humor trató
de ver en dónde se encontraba, estaba oscuro y había caído del
lado contrario de donde está la escalera por donde subía y bajaba.
Nunca le había llamado la atención recorrer esa vieja casa, pues no
es de aventurarse en lugares desconocidos, además seguía las
estrictas órdenes de su madre de no entrar a lugares desconocidos o
hablar con gente extraña. A pesar de la oscuridad, se logra ver algo
gracias a las luces de las calles, las cuales se encuentran del otro
lado de la casa, vio una especie de pasillo ancho que parece terminar
en una pared blanca, con una puerta del lado derecho del ancho
pasillo. Deduce que debe estar en el patio de la casa abandonada y
que la puerta a unos cuantos pasos de él es el acceso al edificio.
Tomás busca la forma de subir de nuevo al tejado trepando por el
tacho de basura al que segundos atrás había caído, era inútil
porque que debía dar un buen brinco para agarrarse del tejado y
trepar, algo que no lograba por su baja estatura y sus piernas
cortas, además de tener un fuerte dolor en el tobillo. Un leve y
agudo sonido de una puerta abriéndose provoca que los pelos de la
espalda de Tomás se pararan similar a los de un gato asustado. Ante
este ruido, se apresura en subir, da un gran salto que le provoca
otra dura caída gracias al tobillo adolorido; se resbala por el
tacho de basura hasta caer al suelo. Al caer, su collar se desprende
de su cuello, el reloj rueda llegando a tan solo unos cuantos pasos
de la puerta, que ya se encuentra abierta y una potente luz amarilla
sale de ella. Tomás al ver que su reloj se encuentra junto a la
puerta, en donde ahora puede verse la figura de un hombre bastante
alto, sube al tejado lo más rápido que puede, sube por el tacho de
basura y da un buen salto para agarrar un caño con el que pudo
trepar hasta el tejado, luego baja por las escaleras ubicadas del
otro lado de la casa y una vez con los pies en el suelo sale
corriendo a una velocidad asombrosa; huyendo de aquel lugar.

Antes
de bajar al otro lado de la deteriorada casa, se escuchó una voz,
que decía — «Soldado… amanita» —. Sin importar,
Tomás corre lo más rápido que sus cortas piernas se lo permiten.

Una
vez en casa, se encierra en su habitación. Se recuesta sobre su cama
con su fiel perrito. Piensa en lo ocurrido minutos atrás, y se
lamenta por haber perdido semejante regalo, ese reloj había sido un
regalo de su abuelo antes de morir; hace 5 años atrás. Y se acusó
de ser un cobarde y estúpido por haberlo dejado ahí y no haberlo
recogido. Todo este asunto hizo que Tomás olvidara la pérdida del
atardecer esa tarde, pero hubo algo que lo inquietó más que el
haber perdido su preciado reloj; y es el misterioso hombre que halló
del otro lado de la puerta, aunque no alcanzó a verlo.

La
idea de que una persona habitaba en esa miserable casa era un
pensamiento que le puso los pelos de punta. «¿Desde cuándo alguien
vive allí?» No recuerda haber visto a alguien en ese lugar, lo
cierto es que Tomás conoce a todos los vecinos de esa zona y nunca
había oído nada sobre alguien que viviera allí. Es más, muchos
decían que esa vivienda estaba embrujada, típicos rumores de
supersticiosos como su amigo Andrés; que Tomás creía que no había
nadie más ingenuo que él.

También
le intriga la «misteriosa voz», esa que oyó segundos antes
de salir corriendo de ahí. «Soldado» era lo que había
oído; no supo el porqué de esa palabra, pero al menos pudo
entenderla, en cambio «amanita”. Para empezar no supo si había
oído bien, «¿amanita? ¿Qué quería decir?» Sospechó que
seguramente ese hombre de la casa abandonada había pronunciado esas
palabras, pero no podía estar tan seguro.
Con
cada pregunta que se hacía, más se preocupaba.

Esto
nunca se lo comenta a sus padres, sabe que si se lo decía ya no
podría volver a ese lugar para ver el atardecer, y lo más probable
era que lo regañarían por haber perdido el reloj. Y ahí está el
problema, ¿cómo les explicaría a sus padres que había extraviado
su reloj? Sus padres estaban conscientes de que todas las tardes su
hijo subía al tejado de una casa abandonada para ver el atardecer,
no les preocupaba que algo pudiera pasar por el hecho de que esa casa
era muy baja como para sufrir una dura caída, además del hecho de
que no molestaba a nadie por lo que permanecía abandonada hacía
años.

Al
día siguiente, apenas llegó a la escuela se lo comentó a Andrés,
quien primero se lo tomó como una broma pero luego vio lo serio que
su amigo se lo contaba. Primero creyó que lo de la persona y la voz
había sido toda una ilusión, a lo que discutieron largo rato.
Andrés estaba convencido de que podía ser un fantasma, quizás era
la persona que había vivido ahí hace muchos años y que como murió
dentro de la casa su espíritu andaba rondando dentro de ella. Tomás
se negaba a creer tal cosa, no creía en los fantasmas y no quería
sentirse incómodo por haber perdido su reloj en la casa de uno, y
aunque Andrés le dio miles de motivos para convencerlo de que era
sumamente probable, Tomás trató de buscar otra respuesta.
Finalmente llegaron a la conclusión de que no había sido un
fantasma por el hecho de que al estar parado frente a una luz tan
potente se generó una sombra a sus pies, algo que de haber sido un
fantasma no podría pasar ya que, según Andrés, los fantasmas
carecen de forma física lo que significa que no tienen ni pueden
provocar una sombra. Luego Andrés pensó que pudo haber sido un
extraterrestre, ya que Tomás afirmaba no haberlo visto con claridad
y que esa casa estaba abandonada desde siempre. Tenía la teoría de
que los extraterrestres se estaban ocultando de los humanos porque
planeaban conquistar la Tierra, por eso estaban en la casa abandonada
en el último barrio cerca de las montañas, algo que a Tomás le
pareció una absurda tontería; pero de todas formas su amigo
insistía en que podía ser posible por el hecho de que Tomás no
entendió lo que le había dicho cuando huía de ahí. Pero de todas
formas el problema no cambiaba: debía recuperar su reloj… y,
aunque sabía que no podía ser posible, si viviera un extraterrestre
ahí no podría regresar a buscarlo. Esa idea fue descartada
rápidamente por Tomás, que un extraterrestre viva ahí era una idea
tan absurda como la del fantasma del antiguo dueño de esa casucha.

—¡Ya
sé lo que es entonces! —exclama Andrés. Ambos están sentados en
las escaleras de la escuela a mitad del recreo, junto a ellos pasan
constantemente alumnos y compañeros.

—¿Un
criminal que se oculta de la policía? —supone Tomás pensativo.

—Hmm…
—, su amigo no había considerado esa opción, pero no le agradó
de todas formas —¡No! Eso no tiene sentido…

—Más
sentido que el que esté habitado por extraterrestres que planean
destruir el mundo, tiene —reprocha Tomás en un tono burlón.

—Destruir
no, “conquistar” —se apresura en corregir Andrés algo
ofendido.

—Bueno,
lo que sea.

—¿Sabes
qué creo? Creo que lo que vos viste parado junto a la puerta fue un
ángel —dice Andrés haciendo que su tono suene místico.

—¿Un
ángel? —repite Tomás lejos de estar convencido

—Sí,
pensalo bien… vos dijiste que había una potente luz amarilla
detrás de él ¿no? Y que dijo algunas palabras que no comprendiste.
— Tomás asentía con la cabeza—. Quizás se te apareció un
ángel a advertirte de algo —concluye simplemente Andrés.

—Hmm…
No creo que haya sido un ángel.

—Dale,
ahora me vas a decir que no crees en los ángeles —exclama con
disgusto su amigo.

—No
es eso, es que cuando lo vi me dio miedo… osea, algo me impulsó a
salir corriendo de ahí, me asustó, y no creo que cuando los ángeles
se les presentan a las personas las asustan de esa forma… —confiesa
Tomás.

—¿Te
dio miedo?

—Me
asustó, que no es lo mismo que tener miedo —responde Tomás en un
tono brusco, no quería que su amigo lo tomara como un miedoso.

—Bueno…
los ángeles son buenos, y es verdad que no asustarían a alguien…
a no ser que ese alguien sea un ser malvado —supone Andrés
pensativo.

—Pero
yo no soy un ser malvado —exclama Tomás algo molesto.

—¿Quién
sabe? Quizás en algún futuro lo vas a ser —bromea su amigo, algo
que no le hizo ni una pizca de gracia a Tomás.

—Ya…
en serio.

—Entonces
si no fue un ángel porque decís que te asustó muuucho.

—Va,
tampoco tanto —interrumpe Tomás molesto.

—Ok,
te asustó y no sos una persona mala como para asustarte de un ángel
entonces fue… —Andrés abre bien grande los ojos tras sus lentes
entre sorprendido y aterrado— ¡un demonio!

Tomás
resopla impaciente por la ridícula ocurrencia que su amigo había
sugerido, y el timbre indica el final del recreo.

Tras
discutirlo un gran rato, llegan a la conclusión de que no podía ser
un demonio ni ninguna otra clase de ser paranormal, simplemente una
persona que en ese momento se encontraba ahí y punto. Pero de ser
así Tomás debía volver allí y pedirle el reloj; algo que no se
anima a hacer por vergüenza a ser regañado o que no quiera
devolvérselo, ¿quién dice? Quizás pensaban que había querido
entrar a la casucha a robar y lo tomen como un ladrón. Quizás si
iba acompañado no tendría problemas, por eso intentó convencer a
Andrés de acompañarlo, pero por más que insistió, prometió,
amenazó y suplicó éste no quería acompañarlo, pues aún creía
que podían encontrarse con algún fantasma o algo parecido.

Esa
tarde Tomás iría como siempre al tejado. Había decidido ir sin
importar nada de lo ocurrido la tarde anterior, es más, decidió
irse uno 15 minutos antes del atardecer para poder buscar su reloj en
el otro lado de la casa. Ya estaba convencido de que allí no vivía
nadie, y si había alguien ahí solo debía pedir que le devolviera
el amuleto, que se llenó de esperanzas de que aún sugiera allí.

Hace
el recorrido de siempre hasta llegar a la última casa avejentada del
barrio, sube al tejado lo más sigiloso que pudo y desde allí vio su
collar aún en el suelo. Los rayos del sol hacían que este se viera
más hermoso y reluciente, ocultando lo oxidado que está, quizás
hasta dándole un aspecto solemne. Al principio Tomás no pensaba en
nada, solo se decía a sí mismo que fue totalmente tonto el haber
dejado ese reloj ahí. Pero una vez abajo, comienza a sentirse de
otra manera, caminaba a paso lento y silencioso.

Tomás
tiene algo de miedo, pero no quiere admitirlo. Las preguntas de si
alguien vivía ahí retumban en su cabeza, y de una pequeña parte de
él, muy al fondo, comienza a creer en que las supersticiones de
Andrés pueden ser posibles, hasta que llegó al reloj. Está de pie
junto a él, el reloj no tiene números ni marcas, solo las agujas.
Tomás ve algo diferente en él, como si la luz del sol le revelara
cosas ocultas en aquel viejo aparato, pero no se sorprende hasta que
lo alza.

El
viejo aparato hacía 5 años que no funcionaba, las agujas habían
quedado quietas marcando las 4:50hs y la aguja de los segundos
señalaba el número 6, segundo exacto en la que dejó de funcionar.
5 años no es mucho, pero fue el tiempo necesario para que los
números se borraran, o sea que ya no señala ningún número. Pero
eso fue exactamente lo que pasó, no marca ninguna hora, solo señala.
Lo curioso de ese reloj es que en la punta de sus agujas termina con
una flecha, y ahora esas flechas señalan, no una hora, sino un
lugar.

Al
principio Tomás se inquieta porque ya había intentado mover las
agujas en un pasado, y nunca lo había logrado. Nota que una de las
agujas, la encargada de marcar las horas, apunta hacia él, al igual
que la más finita (la de los segundos). En cambio la encargada de
señalar los minutos, apunta hacia la puerta de la deteriorada casa.

Tomás
agita el reloj, creía que podría cambiar la dirección de las
saetillas de esa manera. Se sorprende cuando ve cómo estas dan
vueltas y vueltas, ahora se mueven con total libertad. Pero al fin y
al cabo, cuando Tomás para de agitar el reloj, estas vuelven al
mismo lugar, las agujas de la hora y del segundo apunta al muchacho y
la aguja del minuto señala la puerta de la casa.

Esto
se repitió incontables veces, siempre con el mismo resultado. Aquí
es cuando Tomás comienza a asustarse, aunque no presenta ninguna
inquietud en su rostro. Piensa cómo era posible, pero a la vez le da
curiosidad. Si Andrés hubiera estado en ese momento, seguramente
hubiera saltado de admiración, gritando y expresando sus
pensamientos a gran voz. En cambio Tomás no era tan expresivo, por
eso es que solo se queda de pié, dudando sobre qué hacer.

No
la piensa demasiado, camina hacia la puerta, la cual estaba
semicerrada, decidido a entrar. Está a unos minutos de la puesta del
sol, la oscuridad avanza cubriendo el cielo mientras que la luz se
apaga. Tomás abre la puerta, antes de cruzar echa un vistazo hacia
atrás, solo para asegurarse de que nadie lo observara, ignorando la
estricta regla de que nunca se debe entrar a la casa de desconocidos
ni hablar con extraños en ningún momento, y mucho menos a esas
horas.

Un
pasillo con luces amarillas es lo que Tomás tiene frente a sus ojos.
El pasillo no es tan amplio, con suerte podrían entrar dos personas.
Hay un perchero junto a la puerta, en donde se hallan varias camperas
y sacos colgados, las paredes son de madera, bien lisas. El lugar se
ve bastante rústico. Un farol cuelga del el techo, la luz amarilla
es demasiado brillante, no se ve ninguna ventana por lo cual la luz
de afuera no parece tener manera de entrar. A su derecha hay una
escalera que dirige hacia las otras partes de la casa, Tomás nunca
se imaginó que esa avejentada casa tenga dos pisos, y lo que le
parece más llamativo es la forma tan rara de estar ordenada. Al
final del pasillo se puede contemplar un muy viejo reloj de caja, lo
extraño es que marca unos cinco minutos antes de las doce, cuando
son casi las siete y media. A su izquierda yacen colgados numerosos
cuadros con mariposas y libélulas de diferentes tamaños, estilos y
colores, todas con combinaciones confusamente hermosas. Pilas de
papeles y revistas están tiradas de un rincón a otro, pero como
dije recién, la casa está raramente ordenada.

Tomás
camina lentamente por el pasillo, había cerrado la puerta tras él,
solo se escucha un tic-tac repetitivo que parece provenir del otro
lado de donde está. Al mirar su amuleto, que lo lleva colgado en su
cuello, nota que la púa de los minutos señala hacia adelante, y por
más que la mueve ésta sigue señalando la misma dirección; como si
alguien la llamara con un imán. El piso también es de madera, lo
que provoca que al pisar se escuche un leve chillido, pero la
duración de ese chillido es bastante corto como para prestarle
atención. Tomás se imaginaba una casa desordenada y vacía en lugar
de una casa ordenada y rustica, como lo es entonces. Para sus pasos,
piensa en irse, ya había recuperado su reloj y el atardecer sería
dentro de unos cuantos minutos, además ya con el aspecto del lugar
supo que la casa no esta abandonada. Pero hay algo que lo incita a
seguir, si bien había algo que estaba «llamando», o
atrayendo, la aguja de su reloj, es algo que no le encontró sentido
alguno. Pues, si fuese un imán el que esté produciendo eso, también
se sentirían atraídas las otras dos agujas, pero en su lugar estas
apuntan a Tomás. Es la curiosidad lo que lo lleva al salón
principal, pero se asusta cuando ve a un hombre de espaldas a él.

El
hombre está parado a unos cuantos pasos frente a Tomás, está de
espaldas y al parecer no se percató de la presencia del muchacho.
Viste unos pantalones de dormir color bordó y unas pantuflas
amarillas, su cabello es blanco y algo largo, lo tenía sujeto en una
colita. Tomás se esconde tras unas gruesas cortinas colgadas a unos
cuantos pasos, es rápido al ocultarse, una vez oculto tras las
cortinas no se mueve ni emite un solo ruido.

«¿En
qué lío estoy metido?» Es la pregunta que merodea en la cabeza del
muchacho. Toma su reloj y se sorprende; la aguja que está siguiendo
apunta directamente hacia el hombre con pantuflas. Intenta ver lo que
hace el hombre a través de una pequeña abertura entre cortina y
cortina. Se da cuenta de que hay una ventana frente al hombre, quien
está parado junto a una mesa de madera, también rustica, y sobre la
mesa se encuentra un pequeño libro de color verde oscuro con letras
doradas. El hombre mira la ventana, que da a las montañas en donde
se oculta el Sol, pues el atardecer ya había comenzado.

Desde
esa ventana el atardecer se ve mucho más magnífico que sobre la
azotea, por eso es que Tomás clava sus ojos como hipnotizado en la
inmensa esfera amarilla que se oculta tras las montañas. Así estuvo
un buen rato, sin prestarle atención a lo que hacía el hombre que
permanecía parado a unos cuantos pasos de él, que solamente
escribía en el libro verde que estaba sobre la mesa.

Una
vez finalizado el atardecer, el hombre pronuncia unas palabras que
fueron incomprensibles para el muchacho, quien al oírlo, se oculta
tras las cortinas nuevamente volviendo en sí rogando que éste no lo
haya visto, pero no pasaron ni dos segundos que de entre cortina y
cortina aparece una mano blanca similar a una araña, agarrando una
de las cortinas y corriéndola. Efectivamente es él. Observa a Tomás
quien oculta su rostro entre sus brazos sentado en el suelo. El
hombre sólo lo mira, como si fuese de lo más normal encontrarse con
una persona espiándote en tu propia casa, su rostro es pálido, ojos
marrones saltones como huevo frito, su piel con una que otra arruga,
sus cejas grandes y bien blancas y su boca como una diminuta y fina
línea horizontal. Tomás sube su mirada un poco y ve el rostro de la
persona frente a él. Ambos quedan mirándose por unos minutos, sin
decir palabra o siquiera moverse. Tomás no sabe qué decir; no puede
simplemente pedirle perdón por haber entrado ni tampoco irse, por
eso difícilmente piensa en alguna solución, y es el primero en
hablar:

—Hola
—dice en un tono bajo, lento y muy avergonzado. El hombre se queda
mirándolo unos segundos luego del saludo de Tomás, pero finalmente
terminó por hablar.

—Hola,
Nigma, ¿Qué hace ahí tirado? ¿Acaso no puede sentarse en una
silla como la gente? —, su tono de voz es la de un hombre normal,
tranquilo y relajado, habla como si conociera al muchacho.

—¿Nigma?
No me llamo «Nigma» —corrige de inmediato Tomás.

—Qué
chistoso eres —ríe —, pues claro que su nombre no es Nigma, ni
siquiera es un nombre. Venga, levántese —toma al muchacho de uno
de sus brazos y lo ayuda a pararse. Ambos se sientan a la mesa, en
ella se encuentra el libro verde con numerosas páginas gruesas y
amarillas.

—Bien,
¿qué lo trae por aquí? —dice el hombre una vez acomodado en su
silla. El acento del hombre es un poco extraño, al oírlo ya podías
reconocer que era extranjero. Tomás realmente no sabe qué hacía
ahí, pero tendrá que improvisar.

—Hemm…
bueno, yo vivo a unas cuantas casas de acá y… quería… conocer
a… mis vecinos —responde dudoso, dice lo primero que se le vino a
la mente en aquel momento.

En
respuesta a su comentario, el desconocido solo sonríe, sus dientes
son parejos y brillantes.

—Bueno,
supongo que eres una personita muy curiosa ¿he? —dice de forma
pícara. Coloca una de sus manos en su barbilla mientras mira al
muchacho, su mirada era intimidante.

—Ejem…si,
supongo que sí… —, al terminar la frase, se pune colorado y
totalmente nervioso: el hombre puede estar tratando de descubrir la
verdadera razón por la que Tomás entró a su casa.

—¿Tu
madre nunca te dijo que no debes entrar a las casas de los extraños?

—Hemm…
lo dice cada vez que salgo… —admite el muchacho reconociendo el
error que cometió al entrar ahí.

—Pues
deberías escucharla… y obedecerla más seguido.

Tomás
nota que el tipo comienza a observar su collar de reloj, este sigue
apuntando a los mismos lugares, una a la persona frente a él y las
otras dos a Tomás, quien no es nada disimulado al sorprenderse.

—Me
imagino que sabes qué es lo que llevas en tu cuello —vuelve a
hablar en forma astuta.

—Sí,
un reloj… —, intenta sonreír, pero se sintió muy presionado
para hacerlo.

—¿Me
puede decir la hora, por favor? Creo que no voy a alcanzar a comprar
la cena.

Tomás
se queda paralizado: su reloj no anda, los números están borrados y
las agujas no se mueven si el tipo frente a él o él mismo no lo
hacía.

—Ok,
está bien, no hace falta que me digas, yo tengo el mío que si
funciona. —puede que lo haya dicho más en forma de burla que
amablemente. Sabe que el reloj de Tomás no funciona. —Hmm… Son
las 19:31hs.

El
muchacho no sabe qué decir, por eso es que solo sonríe, o al menos
eso trata.

—Sabes,
lo que llevas colgado en el cuello no es solo un reloj… —. Tomás
se queda mirándolo confundido.

—No,
también es un collar.

—Que
chico listo, de verdad, muy listo —dice de forma sarcástica, deja
pasar unos segundos de silencio, y continúa—. Mi nombre
es…espera… —frunce el ceño y pone un dedo en su cabeza—.
Bueno, mi nombre es impronunciable, bastante largo, difícil y
aburrido, por eso solo llámame Mr. F. —dice con aires de
superioridad.

—¿Mr.
F?

—Sí,
Mr. F. —repite arreglando el cuello de su camisa.

—¿Por
qué «Mr. F.» y no «Sr. F.»?

—Hemm
¿por qué tal cambio? —pregunta poniéndose de pié.

—Porque
«Míster» es «Señor» en inglés, y acá el
idioma principal es el-

—Sí,
lo sé, pero suena mejor en inglés —interrumpe con un tono de
superioridad. —ahora —fija en su reloj —, no creo que hayas
salido a conocer gente a esta hora, como ves el sol ya se ocultó y
a esta hora salen los vigilantes.

—Hemm…
bueno —se estremece en su asiento —…es que, cuando salí me
olvidé del tiempo… no pensaba conocer a tanta gente —contesta
tratando de zafar de las sospechas y miradas pícaras que Mr. F. le
lanzaba.

—»El
Tiempo»… eso explica todo —exclama hablando más para él
que para Tomás. Apoya una mano en la mesa y mira hacia el techo, con
una sonrisa en su rostro y una mirada sagaz. —Eso es, la historia
es así: te olvidaste del tiempo; o sea que te fuiste sin él, luego
volviste a buscarlo y no creíste te encontrarías conmigo.

Tomás
queda atónito con lo que había oído. Ese hombre sabe por qué se
encuentra allí solo con haberlo escuchado hablar de cierta manera.
No dice nada, su asombro congeló sus cuerdas vocales. A respuesta
del silencio de Tomás, Mr. F. comienza a reír con triunfo, pues ya
confirmó sus sospechas.

—Pero
la verdadera pregunta es… ¿Por qué entraste a mi casa, si el
reloj estaba afuera? —sigue intimidando al muchacho, quien esta
totalmente aferrado a su asiento.

—Hemm…
bueno… usted es una especie de relojero y necesito que, bueno si
puede arreglar mi reloj —dice al cabo de unos minutos observando la
cantidad de relojes y aparatos similares alrededor colgados por toda
la sala—. Se averió hace más de 5 años y, bueno, así quedó,
sus agujas están totalmente locas —mira su reloj que aún apuntan
a Mr. F.

El
hombre sonrió: sabe que Tomás improvisaba.

—¡Ja!
si, se puede decir que soy una especie de «relojero» —mueve
sus manos haciendo señas al muchacho de que le diera su reloj. Tomás
obedece, lo descuelga de su cuello y lo coloca en la pálida palma de
la mano que Mr. F. le extiende. Este lo ojea detenidamente, lo coloca
en su oído, lo agita y le limpia el vidrio de adelante, todo esto
haciendo gestos notables de no encontrar fallas en el aparato.

—¡Esta
cosa funciona de maravilla! —exclama estirando sus brazos a los
costados de su cuerpo.

Tomás
lo mira desconcertado, el reloj definitivamente no señala la hora,
solo se mueve señalando los mismos lados.

—¡¿Có-cómo
que funciona “de maravilla”?!

—Esto
no es solo un reloj —dice levantando el objeto.

—No,
también es un collar. —La intención de Tomás al decir eso no es
bromear, simplemente los nervios hacían que dijera tonterías.

—Hmm…
Eres inteligente —murmura mientras observa nuevamente el reloj de
Tomás. —…pero no tanto como para decir que esta cosa está rota.

—Por
favor, señor, ex-

—Míster,
por favor —interrumpe.

—Quise
decir, Míster, por favor explíqueme. Yo tengo entendido que los
relojes marcan la hora, pero este sólo apunta a otras cosas —dice
casi implorando.

—Yo
te explico, niño. —Toma asiento junto a Tomás, quien se encuentra
algo inquieto—. Este aparato no es un reloj cualquiera, es
especial. Como notaste, no señala la hora, ni los minutos ni los
segundos, simplemente señala —dice mostrando el reloj al muchacho.

—Este
aparato es acuerda —abre el reloj, mostrando los engranajes dañados
—y estos engranajes están oxidados —indica. —No tiene números;
otra razón por la que marcar el tiempo le es imposible. Sin embargo,
las saetillas se mueven, cada una señala algo diferente: como no
pueden señalar el tiempo, como vimos recién, deben señalar otras
cosas —su voz era suave y pasiva, algo que tranquiliza a Tomás.

—Pero
¿Qué cosas? —pregunta totalmente interesado.

—Bien
—dice satisfactorio con la pregunta del muchacho, y posa una mano
en su barbilla. —Veamos… dime ¿qué señala? —coloca el reloj
sobre la mesa en medio de ambos. —¿Hacia dónde apuntan las
saetillas?

Tomás
se echa a observar el reloj entre él y Mr. F., lleno de curiosidad.
Para su sorpresa nota que la púa de las horas y la de los segundos
aún apuntan hacia él, mientras que la púa de los minutos señala a
Mr. F., quien lo observa emocionado con una sonrisa de oreja a oreja.

El
muchacho lo mira con cara de decepción, pues creía que el reloj
cambiaría su curso pero no fue así. El hombre responde asintiendo
con su cabeza alegremente, algo que le pareció totalmente raro.

—¿Y?…
¿Hacia dónde? —vuelve a preguntar Mr. F. emocionado.

—Bueno…
dos agujas me están apuntando, y la otra lo apunta a usted —
responde desanimado.

—¡Si,
así es! Pero no lo tienes que decir como zombi, es algo bueno.

—¿Algo
bueno? ¿qué tiene de bueno? no entiendo.

—¿Entonces
por qué obedeciste? —dice con expresiones exageradas levantando
sus brazos.

—¿Cómo?
—pregunta confundido.

—Que
¿por qué le obedeciste a la púa de los minutos? — Al ver que
Tomás seguía sin entender, decide explicarle —¿Por qué estás
acá? “porque quería que arreglaras mi reloj» no es una
respuesta —dice imitando la voz de Tomás.

El
muchacho por fin comprende lo que el hombre trata de explicarle, él
había entrado a la casa porque las agujas del reloj se lo indicaron,
él estaba ahí por esa razón. Nunca había pensado en lo que podría
sucederle al haber seguido la dirección que las agujas señalaban,
solamente las siguió sin pensar. Eso es lo que Mr. F. intenta
explicarle, y al comprenderlo se maravilló, tomó el reloj con sus
manos mientras se ponía de pié.

—¿Q-quiere
decir que esta cosa me trajo hasta acá?

—¡Claro,
muchacho! —responde saltando de su silla.

—Pero…
¿por qué?

—Porque
así debía ser —comienza a tranquilizarse poco a poco.

Tomás
no entendió del todo lo que Mr. F. había dicho al final, pero no
quiso hacérselo saber, el hombre toma el libro verde que aún posaba
sobre la mesa y lo coloca en una estantería llena de libros extraños
con numerosas páginas.

Al
ver el gran reloj nota que ya eran más de las 20hs, el cielo está
totalmente oscuro y de seguro sus padres lo aguardan enfurecidos.

—¿Ya
te vas? Sabes que podes visitarme cuando queras —ofrece mientras
acomoda unos libros en la estantería. —Yo siempre estoy, además
eso no es todo, ese aparato que llevas ahí es mucho más misterioso
de lo que crees.

—Bueno,
agradezco su oferta, aunque no sé si voy a poder venir

—¿Cómo
que no? ¡Si siempre venís a ver el atardecer! —se alarma Mr. F.

—Bueno,
quizás venga mañana entonces —dice cambiando de opinión
contemplando su maravilloso reloj mientras lo colgaba nuevamente en
su cuello.

—Ok,
te voy a estar esperando, señorito Tomás —toma un libro y camina
hacia la escalera junto a la puerta principal—. La puerta está
abierta, siempre que quieras entrar y salir en cualquier momento, me
despido… ¡Ah! Casi lo olvido, quizás mañana tengamos una junta,
lo voy a anotar en mi agenda. Adiós. — Sube las escaleras sin
importarle si Tomás salía o se quedaba.

El
muchacho se sobresalta, nunca le había dicho su nombre y aun así
éste lo sabe. Cada vez le parece más raro ese hombre, tiene un
aspecto de ser sabio y más con lo que le había revelado del reloj.
Está seguro y emocionado de volver el próximo atardecer, no sabe
qué más le podría revelar.

Capítulo
2: Otra Dirección

Sábado
9 de Agosto, 10:30Am.

El
despertador comienza a sonar, esa canción de Personal totalmente
desagradable que solía sonar cada mañana retumba en toda la
habitación. Tomás duerme como un oso invernando, la noche se había
hecho bastante larga, eso quiere decir que pudo descansar bien. A
pesar de que estaba durmiendo no le molesta el sonido del despertador
ya que está emocionado por empezar el día. Eran las ganas de
conocer más «secretos», por así decirlo, de su reloj;
pues ese día había quedado con Mr. F. en que lo visitaría.

Tomás
apaga la alarma entusiasmado y se levanta. Su velocidad al levantarse
fue más rápida de la normal, no solo está entusiasmado por visitar
a Mr. F. esa tarde, también iba a juntarse con Andrés para comprar
unos materiales para las clases de geografía el próximo lunes; y
era seguro que se quedarían por ahí tomando un helado o comiendo
unas papitas fritas como era de costumbre.

Una
vez listo, sale de su casa, sin desayunar pues está convencido de
que tomarían algo con Andrés, y parte al punto de encuentro que
habían planeado: una calle principal a unas 10 cuadras de la casa de
Tomás y a unas 6 de la casa de Andrés. A esa hora esas calles están
bastante pobladas, mucha gente entrando y saliendo de locales y
muchos autos pasando por las avenidas, también se encuentra la
parada del metro y diversos gimnasios, una plaza más adelante es el
centro de todo, se puede encontrar a mucha gente corriendo y paseando
a sus mascotas, otras andando en bicicleta y en patineta. Es común
ver a tanta gente por esos lados, el sábado por la mañana todos
quieren disfrutar del día libre, al menos los más jóvenes. Pero el
punto de reunión no sería ahí ya que tardarían mucho en
encontrarse por la variedad de jóvenes que estaban instalados ahí,
su punto de reunión es aún más lejos, un par de cuadras más.

Tomás
camina a paso lento, relajado y entusiasmado, tiene auriculares en
sus oídos por donde escucha variedad de música rítmica y
tradicional, podríamos decir que está escuchando Rock Nacional.
Camina decidido y confiado, como siempre lleva su inseparable reloj
colgando en su cuello; no le había prestado atención esa mañana.

Cuando
llega a la plaza es cuando se acuerda del reloj. Lo toma para
observarlo, a ver si esta vez el reloj señala aún la dirección de
la casa de Mr. F., como lo hizo el día anterior. Pero las agujas del
reloj están en otra posición, cada una apuntan un lugar diferente;
la aguja de los segundos apunta hacia el lado derecho de Tomás, la
aguja de las horas lo apunta a él mientras que la de los minutos
apunta hacia su noroeste. Tal como había hecho el día anterior,
Tomás comienza a agitar el aparato haciendo que las agujas giren
como locas en su eje pero al final quedan en la misma posición que
al principio. Esto se repitió varias veces, llegando a confundir
otra vez a Tomás.

«¿A
dónde apuntaría si no es a la casa de Mr. F?»

Mr.
F. le había dicho que el reloj lo había llevado hasta él porque
así debía ser, esa respuesta merodea por la cabeza de Tomás, quien
se había sentado en uno de los bancos de la plaza. Luego de unos
minutos de pensar y meditar esa respuesta decide seguir su camino, ya
le preguntaría a Mr. F. esa misma tarde cuando lo visite.

Una
vez en el punto de reunión, que era una cafetería que no solía
llenarse, se sienta en una de las mesas al notar que su compañero
aún no había llegado. Toma su celular y comienza a jugar «Piano
Tyles», el famoso juego del piano, así pensaba matar el tiempo.

Luego
toma el reloj, que apenas ocupa la mitad de su mano, y lo contempla.
Nota que aún apuntan a las mismas direcciones que antes, a excepción
de la aguja de los segundos la cual ahora lo apunta a él. Decide
caminar en la dirección marcada por la aguja de las horas ya que su
compañero no aparecía. Estas agujas lo llevan a la parada del metro
situado en una de las rotondas que conformaban la gran parte del
centro, en ese sector por lo general siempre estaba poblado de
personas, y más los fines de semana; por eso Tomás se sorprende al
notar que no hay casi nadie en aquella zona. Contempla a una mujer
sentada en un banco esperando el metro, vestía una larga campera de
cuero bordó con unas relucientes botas blancas, pantalones negros y
una blusa también blanca. La mujer mira al pequeño espejo que tenía
a su disposición en un contenedor de pintura de sombras arreglando
su cara ligeramente maquillada, esta cómodamente sentada en una de
las bancas en la parada del metro. No aparenta tener más de 40 años,
pues su rostro no tiene arrugas muy marcadas ni tampoco se le puede
ver un semblante agotado, más bien parece estar desconcentrada de
todo lo que pasa a su alrededor.

Tomás
decide acercarse a ella, pues la aguja del reloj se apuntaba a su
dirección. No sabe exactamente qué le dirá, pero bueno, ya se le
ocurriría algo para decir.

Se
acerca lentamente, pues no quería alertar a la mujer. Una vez que
está junto a ella, esta lo ve, lo estudia con su mirada por varios
segundos, luego vuelve a mirarse en el espejito un par de segundos
más y luego lo guarda en su cartera bordó. Se pune de pié y se
coloca frente al muchacho.

—Al
fin llegaste, muchacho —su voz es chillona y potente. Tomás se
queda sorprendido, nunca había visto a esa mujer en su vida y esta
estaba esperándolo, al parecer, hace vario tiempo.

—Hemm,
yo… no sé de qué está hablando, señora —atina a responder.

—¡Ah!
—exclama en modo de suspiro —¡Debí suponer que Mr. F. no te iba
a decir nada! Ese hombre está perdido, pobre hombre, muchos años de
trabajo lo están desgastando —habla poniéndole énfasis a lo que
dice haciendo movimientos exagerados con sus manos. Su acento también
suena diferente, la mujer a simple vista parece extranjera, quizás
por el semblante o por sus expresiones súper exageradas.

—¿Mr.
F? ¿Usted lo conoce?

—¡Sí!
Claro, trabajo con él —dice alegremente.

—¿Trabajo?

—¡Sí!
Bueno, si es que se le puede decir «trabajo» a lo que
hacemos, es más bien una misión —habla rápido— ¿Qué fue lo
que te dijo Mr. F. específicamente?

—No
me dijo nada sobre usted, señora.

—Supuse
que no te diría nada sobre mí, me llamo Valeria, Miss Valeria —hace
una referencia como lo hacían las mujeres en la edad media,
simulando que agarraba su vestido.

—¿Miss?
—su voz suena como si la palabra fuese totalmente ridícula.

—Sí,
Miss Valeria. ¿Qué tiene de malo? —dice con algo de disgusto
hacia la pregunta del muchacho, quien la miraba con un semblante de
confusión.

—No,
nada, es que no entiendo nada de lo que pasa —confesó el
muchacho—¿Usted estuvo esperándome?

—¡Claro!
—grita la mujer extendiendo sus brazos hacia el cielo y poniendo
sus manos en su cintura—. Ahora ven, que te voy a hacer un par de
preguntas, ¿Ok? —Toma al muchacho del brazo y ambos se sientan en
uno de los bancos situados en la parada del metro.

La
mujer se ve bastante emocionada, Tomás desconoce totalmente el
motivo. Ambos se sientan enfrentados, y la mujer saca de su bolso un
pequeño lente redondo, su vidrio es negro como los lentes de sol.
También saca un pequeño libro, numeroso de páginas, tiene
aproximadamente el tamaño de su mano. La tapa es de un vivo color
bordó, las hojas parecían quemadas por el color marrón de estas.
Coloca el librito en sus piernas y mantiene el lente en su mano
derecha.

—¿Qué
te dijo Mr. F? —vuelve a hacer la misma pregunta.

—Bueno…
me dijo que… me dijo muchas cosas —dice tratando de recordar cómo
había iniciado su charla con el hombre de la última casa de su
barrio.

—Tengo
que ser más específica… —suspira para sus adentros —¿te
acuerdas de lo primero que te dijo?

Tomás
comienza a recordar, sabe que el día, o mejor dicho la tarde
anterior, no había sido la primera vez que Mr. F. le había dirigido
la palabra. Inmediatamente se le vino a la mente una palabra, bueno
en realidad fueron dos, que había oído cuando huía de la casa de
Mr. F. dejando su pequeño reloj ahí, motivo por el cual luego
volvería y entraría a la casucha.

—Sí,
Mr. F. me llamó «Soldado» —dice algo inseguro.

—¿»Soldado»?
—repite la mujer, quien lo mira con la cabeza caída en uno de sus
hombros, como lo hacen lo perros cuando no entienden una orden.

—Sí,
«Soldado» —afirma más inseguro que antes—. Pero —se
apresura a agregar— también creyó que me llamaba «Nigma»
—su voz baja a medida que habla.

La
mujer solo se le queda mirándolo, en su rostro se puede ver que esta
recalculando lo que el muchacho le acaba de decir. Tomás solo espera
impaciente, la verdad es que tiene mucha intriga de saber qué esta
sucediendo.

Al
cabo de unos minutos, la mujer endereza su cabeza, abre el pequeño
libro y coloca el lente oscuro sobre las páginas, las cuales corren
y corren. Se agacha para poder observar el libro mediante el lente
oscuro, las páginas siguen pasando hasta que por fin paran, y a la
mujer se le escapa una exclamación de triunfo.

—Bueno,
esa parte ya está casi confirmada —dice emocionadamente.

—¿Casi
confirmada?

—¡¡Sí!!
Hace mucho que no me encontraba con alguien como tú —dice más
emocionada.

—¿Alguien
como yo? —repite sin comprender.

—Sí,
no es común en estos tiempos.

—¿No
es común?

—¿Entiendes
lo que te estoy diciendo, o no? —dice impaciente por las preguntas
de Tomás, quien responde con una mirada insensata—. Bueno, es algo
largo de explicar y no tenemos mucho tiempo. Don Alejandro se va a
poner muy feliz cuando se entere de esto—. Poniéndose de pié toma
al muchacho de su brazo derecho y ambos se dirigen a las vías del
metro.

—Por
favor Miss Valeria, explíqueme qué está pasando —dice rogándole
tal como le había rogado a Mr. F. para que se explicara mejor.

—Hijo,
ya lo vas a ver con tus propios ojos —dice mientras saca algo de su
bolso: una curiosísima llave con una piedra en el centro de color
carmesí, en toda su figura recorre una espléndida serpiente que al
final de la llave termina con su boca abierta haciendo de sus
colmillos los encargados de mover los engranajes de las cerraduras,
también saca de su bolso un picaporte de una puerta. Extiende el
picaporte frente a ella, coloca la llave en ella y comienza a darle
vueltas simulando abrir una puerta la cual no había, lo único que
puede verse frente a ellos son la vías del metro recorriendo a lo
largo del trayecto.

—¿Quién?
¿a dónde vamos? —No alcanzó a terminar la pregunta cuando una
luz amarilla comenzó a proyectarse frente a ellos. Parece salir de
la dirección en la que Miss Valeria había extendido la llave, como
si una puerta invisible comenzara a abrirse. Comienza a salir
numerosos brillos blancos, mientras que unos sonidos de motores y
chasquidos de metales hizo que Miss Valeria no pueda escuchar la
pregunta incompleta de Tomás, esos sonidos se escuchan más y más
fuertes mientras la potente luz amarilla se expandía rodeándolos a
ambos; el muchacho ve el semblante que la mujer tiene en ese momento,
la emoción era lo que más denota en su semblante, contrariando al
de Tomás que moría de intriga. Ven cómo los objetos a sus
alrededores comienzan a desvanecerse a medida que la potente luz
avanza rodeándolos por completo, y el muchacho se maravilla al ver
cómo diversos objetos comienzan a materializarse tomando el lugar de
los que se desvanecen, tomando forma y creando un nuevo y desconocido
escenario alrededor de ellos.

Capítulo
3: La Junta

La
luz, una vez que terminó de rodear todo, comienza a perder brillo
dando así una nueva y favorable vista al nuevo lugar en el que ambos
se encuentran, los brillos blancos también se hicieron cada vez más
invisibles hasta desaparecer por completo al igual que la luz
amarilla.

Tomás
y Miss Valeria ya no están en la estación del metro en medio de un
ambiente silencioso, más bien se encuentran en una estación de tren
subterráneo: con murmullos de gente caminando y hablando por todas
partes y una luz bastante vaga iluminando todo a lo ancho de la
estación. Lo curioso es que ambos aparecen en medio de las vías del
tren, dan un gran grito pues un tren avanza hacia ellos; Miss Valeria
toma otra vez el brazo del chico y se adentran rápidamente en medio
de la estación salvándose de ser atropellados por un tren.

Miss
Valeria camina a paso rápido tomada del brazo de Tomás, a quien lo
lleva casi arrastrando porque éste se distrae con todo lo que pasa a
su alrededor. La peculiaridad de las multitudes es raramente hermosa,
su forma de vestir, de expresarse, todo el diseño de la estación
son totalmente espectaculares a la vista de Tomás, había dejado de
pensar en sus dudas para contemplar este maravilloso lugar.

Las
luces son escasas y amarillas, las paredes son marrones con diversos
posters
y carteles publicitarios rotos y avejentados, también hay diversas
cabinas telefónicas en donde se hacen largas filas para entrar. Un
aire lleno de vapor se respira en aquella zona, se oyen los silbidos
de los ferrocarriles, el chasquido que hacen al frenar y el sonido
del humo cuando sale de la chimenea. La campana suena cada vez que el
tren llega avisando a todos los que esperan para subir a medida que
otros bajan.

Se
ven personas de distintas edades y culturas, si bien no estaba tan
repleto de gente, todas llamaron la atención de Tomás. Ve un grupo
de mujeres caminando y charlando vestidas con un estilo extravagante
y nunca antes visto, el grupito es de 5 chicas de más o menos unos
25 años que caminan muy sonrientes, usan vestidos como los que las
mujeres usaban en España en la edad media pero a diferencia de
ellas, estas mujeres usan unos hechos con hojas de palmeras decorados
y pigmentados con colores bastante interesantes. También ve a un
hombre con traje, lleva un moño en su cuello y posee un largo bastón
en su mano derecha. Este bastón tiene en la parte superior una
especie de coco pelado colgado, son dos: uno marrón y el otro de un
color madera claro, también tiene una máscara de gas que solo tapa
su nariz y su boca. Usa un ridículo sombrero verde que es imposible
no verlo, entra a un salón más adelante y ahí Tomás ya no puede
seguirlo con la mirada.

Mientras
caminan, tres chicas jóvenes pasan junto a ellos. Tomás observa
detenidamente el rostro de cada una pues tienen marcas en sus
rostros: la primera es una alta, flaca con cabellos lacios y ojos
marrones claros, en su rostro tiene una estrella de ocho puntas que
son líneas que recorren todo el trayecto de su cara, esta estrella,
cuyo centro es la nariz, es de color celeste brillante.

La
segunda chica, una mediana con cabello blanco y ondulado tiene
exactamente la misma estrella que la primera, a diferencia que su
centro esta en su ojo izquierdo. Y por último, la más pequeña de
las tres que tiene el cabello también blanco y lacio con un corte
desmechado, tiene la estrella con su centro en el medio de su frente,
pero a diferencia de las otras dos la estrella posee un color dorado
y no brilla tanto como las otras dos muchachas.

Al
pasar junto a ellas, el reloj de Tomás comienza a vibrar aunque no
se haya dado cuenta hasta que el reloj paró de hacerlo, el cual se
sintió una diferencia, pero no hubo tiempo de meditarlo ya que Miss
Valeria lo lleva casi arrastrando debido a la velocidad en la que
caminan. Ambos entran a la misma habitación en la que segundos atrás
Tomás había visto entrar al hombre con sombrero verde. Los ruidos y
los murmullos cesaron, en la habitación se encentran seis personas,
incluido el hombre con sombrero verde, es un lugar pequeño con una
mesa cuadrada en el centro de la sala similar a la que Mr. F. tenía
en su casa.

Es
una sala en donde se hacen reuniones, pues cuando Tomás y Miss
Valeria entran al salón se sientan en las dos sillas que están del
lado con más longitud de la mesa, las seis personas reunidas
comienzan a acomodarse alrededor de la mesa, cuatro de ellos se
sientan en frente de Miss Valeria y Tomás mientras que los dos
restantes se colocan a los lados de la mesa, uno en cada lado. De las
seis personas que se encuentran en el salón, tres son mujeres y tres
son hombres. Están acomodados en el orden de derecha a izquierda
«Hombre-Mujer…» quedando como primera persona del lado
derecho (la persona parada al costado de la mesa) hombre y terminando
del otro lado de la mesa con una mujer. Estas personas visten como lo
hacía la gente de la época de Cristóbal Colón, 1460. Tomás pudo
diferenciarlo por el hecho de que los hombres en ese salón usan
pantalones muy apretados y unas chombas inglesas bastante sueltas que
les llegan a la cintura, zapatos de elfos con punta larga y unos
sombreros grandes con una larga pluma parada, entre ellos se
encuentra el hombre de sombrero verde que es el único que está
vestido diferente; mientras que las mujeres llevan puesto unos
sombreros puntiagudos y largos, similares a los de una bruja, con un
velo cayendo de la punta. Estas seis personas pasan de los 45 años,
pues se podían notar arrugas y sus rostros denotaban cansancio.

—Buenos
días, señores. He traído lo que querían —comienza a hablar
vivamente la señorita Valeria.

—Sí,
ya lo veo… —dice con cierto disgusto en sus palabras una de las
mujeres sentada del lado derecho de la habitación, es una mujer con
cara de bulldog
y una gran papada se le armaba en el cuello.

—Bueno,
Miss Valeria, entréguenos el plaboceok —dice el hombre sentado
junto a la mujer con gran papada. Miss Valeria le extiende el pequeño
libro bordó que anteriormente había utilizado frente a Tomás, y se
los entrega al hombre.

El
hombre que se lo había pedido, quien portaba un gran bigote negro y
con espirales en las puntas, lo examina detenidamente hasta luego
dejarlo por fin sobre la mesa, sus ojos denotan seriedad, y un poco
de asombro. Se echa al costado izquierdo para decir un par de cosas
en el oído de la mujer junto a él, luego se incorpora y vuelve a su
postura normal.

—¿Sabes
dónde está Mr. Fredewatchrickmaker? —pregunta a Tomás, quien se
aferra a la silla cuando éste le habló, se puso tan nervioso que no
había prestado atención a la pregunta.

—Eh…
¿Quién?

—Fredewatchrickmaker
—repite con paciencia el hombre con bigote. Pasaron unos segundos
luego de que respondiera.

—No
conozco a ninguno de ustedes, ni siquiera sé en dónde estoy —dice
en modo de reproche.

Las
personas de la junta se miran los unos a otros, decidiendo entre
miradas quién hablaría primero. Y el turno le toca a la mujer
parada junto a la mesa en el lado izquierdo.

—Estás
en una junta, pues tú eres uno de nosotros, o al menos eso creemos.

—Eso
es lo que debemos discutir aquí —aclara con seriedad el hombre del
bigote, que hasta ahora parecía ser el jefe de la junta.

Miss
Valeria mira con cierta preocupación a Tomás —¿Mr. F. no te dijo
que te traeríamos? —le pregunta en un susurro.

—Me-me
dijo que tendríamos una junta hoy… —al recitar las palabras
dichas por Mr. F. la noche anterior pudo entender a qué se refería
con “una junta». Queda mirando fijamente a Miss Valeria, quien
no logra entender al muchacho.

Luego
de unos terribles minutos de silencio, y las diversas miradas
entrecruzadas que le tiraban a Tomás, éste explota de nervios, y
poniéndose bruscamente de pié comienza a gritar.


¡¿Alguien sería tan amable de explicarme qué rayos hago
acá?!¡¿Quiénes son todos ustedes?! —señalaba a cada uno de los
presentes —¡¿Y qué está pasando?! —antes de que pudiera hacer
otra pregunta u otra acotación, la puerta se abre y una figura se
dibuja en la entrada; es Mr. F. quien acaba de entrar al salón,
viste una muy elegante camisa blanca con un chaleco formal color
bordó con un moño negro y un saco negro, y viendo cómo el chico
había explotado se acerca a él y colocándole una mano en el hombro
lo tranquiliza.

—¡Hey,
hey! Baje un cambio, señorito Tomás, yo le voy a explicar todo
—toma una silla y se sienta junto a Tomás, quien ya se había
vuelto a sentar más tranquilo.

—Mr.
Fredewatchrickmaker, ¿qué hace aquí? —dice el hombre del bigote,
pero antes de poder terminar la oración, el hombre de sombrero
verde que estaba parado en la esquina derecha de la mesa lo
interrumpe.

—Deja
que le explique al niño.

—Bueno…
es una historia muy larga… —comienza diciendo Mr. F. en voz
baja—. Ya viste que este lugar es totalmente diferente a lo que tú
conoces, bueno eso es porque estás en una interdimension —Tomás
al oír esa palabra un escalofrío sube por su espalda. Mr. F. tenía
en sus ojos color miel una mirada profunda.

—¿Q-qué
quiere decir?

—Quiero
decir que estas en otro mundo, muy diferente al que conoces —comienza
a hablar pausadamente moviendo sus manos poniendo énfasis a lo que
decía—, este lugar es mucho más pequeño que tu mundo, esta
interdimension está creada para funcionar de una manera totalmente
diferente a lo que tú conoces y solo muy pocas personas de tu
realidad pueden entrar.

Tomás
no puede creer lo que le explican. «¿Cómo es posible?» Nunca se
había imaginado que esas cosas podrían existir, ya comenzaba a
pensar que todo eso es un sueño, solamente un sueño.

—Y
ahí está el punto, muy pocas personas pueden entrar —continúa
Mr. F. —y tú eres uno de esas «pocas personas».

El
silencio reina en la sala, luego de que Mr. F. termina la última
oración. Tomás se encuentra procesando el significado de las pocas
oraciones que el señor F. había utilizado para explicarle el dónde
estaba. No sabe si sentirse maravillado o más bien preocupado, aún
no entiende el porqué estaba ahí, tampoco podía saber si es bueno
o malo poder entrar a esa interdimension y lo más importante: ¿Qué
importancia tenía?

—¿Eso
es bueno o malo? —se anima a preguntar. Esta pregunta hizo que Miss
Valeria ria muy por debajo.

—Depende
de cómo lo tomes.

—Pero…
¿cómo? Bueno, en realidad sigo sin entender… —dice en voz baja,
ya comienza a tener vergüenza el hecho de no saber absolutamente
nada.

—Bueno,
solo unos cuantos pueden saber que todo esto existe y es posible,
todo lo que ves es un secreto para tu realidad; uno que nunca debe
saberlo. Por eso es que pocas personas pueden saber este gran
secreto, y hay un grupo de personas que se las llaman «Nigmas».

Tomás
abre los ojos como huevos fritos, pues ahora comienza a entender por
qué cuando conoció a Mr. F. éste lo había llamado así.

—¡Wow!
Espere, usted me llamó así cuando me encontró en su casa… pero
antes me había llamado de otra forma.

—Bueno,
por eso es que estamos en esta junta; para definir tu lugar en esta
dimensión —dice algo incómodo.

—¿Mi
lugar? —se apresura a preguntar Tomás.

—Sí,
tú lugar —responde el hombre con bigote mientras se pone de pie
algo malhumorado —ahora, Mr. Fredewatchrickmaker, podría
explicarme cómo es posible que este niño sea un Nigma cuando aquí
dice que es un amanita —dice señalando el cuadernito bordó que
Miss Valeria le había pasado momentos atrás.

—Bueno
—se pone de pie —es claro que el puesto de este joven es
complicado; la primera vez que lo vi, creí que era amanita. Pero
luego me di cuenta de que es un Nigma. Tardé un par de horas para
darme cuenta que el puesto que menciona el plaboceok es el puesto de
un antepasado de este muchacho, Ricardo, un excelente amigo de Don
Alejandro, retirado de su puesto, falleció hace 5 años atrás
dejando su reliquia a su nieto; Tomás.

El
muchacho no podía creer lo que estaba escuchando «¿Están ablando
de mi abuelo? ¿Y desde cuándo Mr. F. sabía que el reloj le había
pertenecido a él hace 5 años atrás?» Estas preguntas merodeaban
por la cabeza de Tomás, quien se sentía cada vez más confundido.

—¿Insinúa
que el plaboceok se ha equivocado al nombrar a este niño un amanita?
—dice la mujer con gran papada.

—Nunca
dije eso, Miss Barda, todo lo contrario; el plaboceok es bastante
claro al respecto. Déjeme explicárselo: como sabrán, este año es
el cambio de etapa; el Eclipse, y hace más de un siglo que no
aparecen Nigmas por estos lados. Puede ser que el plaboceok se haya
desorientado. —El silencio de la sala es tal que solo puede oírse
el sonido de la respiración de cada integrante de la junta, todos
mirando y aceptando seriamente lo que Mr. F. estaba contando.

—¿Qué
tiene que ver esto con el muchacho? —pregunta el hombre del bigote
algo molesto.

—Si
bien no sabemos de qué lado está ya que no podemos descifrarlo, lo
que sabemos es que es un Nigma y su reloj lo hace un amanita. Su
abuelo era un amanita, fue nombrado así y le entregaron el amuleto
con poder solar, este pequeño heredó ese amuleto. Ante el
plaboceok, el muchacho es uno de nosotros porque su reloj está
registrado bajo el nombre de Ricardo; pero en realidad este niño es
un Nigma, no ha recibido poder alguno ni ha manifestado alguna
habilidad amanita ni alguna mutación que así se merezca ese puesto.
Ahora, como corresponde, debería ser puesto en observación y
entrenamiento para ver algún desarrollo o aceleración de
habilidades; bueno si es que está dispuesto.

Luego
de que Mr. F. termina de hablar, todos en la sala clavan sus ojos en
Tomás, quien tiembla y suda de vergüenza. El hombre de sombrero
verde nota que el muchacho no se encuentra en forma de hablar (el
único que pudo notarlo) y dirigiéndose al hombre del bigote, quien
es el jefe de toda la junta, habla con voz gruesa.

—Mr.
Moubisgotach, al parecer el muchacho no se encuentra en condiciones
de presenciar esta junta.

—Humm…
¿Usted sabe lo que le pasa, Mr. Fredewatchrickmaker? —dice el
señor Moubisgotach, el del bigote, molesto.

Al
ver la condición del muchacho, Mr. F. decide salir —Disculpen,
caballeros, señoritas, por las circunstancias presentes es necesario
hacer una pausa a la junta. Si me disculpan, llevaré al niño a
tomar algo de aire, estará de vuelta en unos minutos. —Tomás
contempla a Mr. F. con los ojos bien grandes y la boca entreabierta.

—¿Unos
minutos? Lo siento, Mr. Fredewatchrickmaker, pero no podemos
concederle tiempo —se apresura a detener Mr. Moubisgotach, que al
parecer no se encontraba de buen humor.

—Solo
serán un par de minutos, con su permiso —. Mr. F. toma al muchacho
y ambos, seguidos por Miss Valeria, se dirigen a la puerta y salen de
la sala de Juntas.

Una
vez fuera de la sala, en la estación de vuelven las murmuraciones de
la gente y los ruidos que emiten los trenes al pasar. Mr. F. camina
con gran prisa por la estación seguido de Miss Valeria y tomado del
brazo de Tomás, entran a una habitación a unos cuantos metros más
alejado de la sala de la que acababan de salir.

Una
vez en la habitación, es una sala muy similar a la anterior, pues
hay una mesa en el centro de la sala y sillas rodeando la mesa. A
diferencia de la sala de juntas, esta tiene una lámpara colgando del
techo con velas que alumbran todo el salón, dejándola iluminada de
un color azul. Mr. F toma asiento en una de las sillas y le hace
señas a Tomás de hacer lo mismo. Miss Valeria queda de pie junto a
la puerta, vigilando por si alguien viene. Mr. F. saca un pañuelo y
lo pasa por su cabeza, luego acomoda su silla de modo que queda
frente a Tomás, quien lo mira desconcertado. Apoya sus codos en sus
rodillas, juntando sus manos tratando de quedar tranquilo, y por fin
habla.

—¿Por
dónde quieres empezar?

Sentado
en medio de una sala iluminada con velas en el techo, en una
interdimension dentro de la realidad que conocemos, Tomás se
encuentra desconcertado. La verdad es que no sabe por dónde empezar
a preguntar, en respuesta a la pregunta de Mr. F., tiene demasiadas
dudas como para ordenarlas una por una, o como para empezar
preguntando con respecto a una. Desde que se había topado con Miss
Valeria no parecía real lo que vivía, desde que decidió seguir las
agujas de su reloj. Comienza a recordar lo que había oído en la
sala de juntas; sobre que el reloj lo volvía un «amanita»,
tal como supuestamente lo había sido su abuelo, y trata de
relacionarlo con lo que Mr. F. le había dicho cuando hablaron en su
casa; cuando se conocieron le había dicho que su reloj no es tan
solo un reloj, ni un collar, sino que es algo más.

—¿Qué
es todo esto? —supone que esa es la pregunta que le aclararía
varias cosas.

Mr.
F. al oír la pregunta insegura del muchacho, suspira largamente y,
con pesar, comienza a responder la pregunta de Tomás, tratando de
ser lo más claro posible.

—Bueno…
como dije antes, es una larga historia —se acomoda en su silla y
comienza a contar.

«Este
lugar es un mundo diferente al que conoces, es un mundo que resguarda
la sabiduría al igual que se guardan los secretos del mundo y la
historia, junto con la luz y la oscuridad. Todo esto es prácticamente
el eje del mundo. Aquí a las personas se les otorga la misión de
proteger y organizar todo lo relacionado al «espacio-tiempo»,
o sea todo lo relacionado a las distintas dimensiones y épocas
temporales. A cada miembro se le es entregado un reloj, como el que
llevas colgado en tu cuello, que como mencioné antes no es solo un
reloj sino también una brújula, que te guía, te muestra qué hacer
y a dónde ir. Así es cómo organizamos todo lo que ocurre en el
transcurso del día y de la noche, y de esta forma esta organización
se divide en dos grandes grupos: los amanitas y los atanitas, que
traducido serían «Los Soldados» y «Los Vigilantes».

«
Los amanitas, o soldados, como quieras llamarlos; somos los
guardianes de la luz solar y todos sus derivados, y los atanitas o
vigilantes son los guardianes de la luz de los astros junto con la
oscuridad nocturna. Nuestro trabajo es proteger y asegurarnos de que
todo esté en orden antes y después de que amanezca y atardezca,
teniendo bajo nuestro cuidado las distintas artes y poderes
otorgados. Pero ocurrió que la magia comenzó a manifestarse de
forma codiciosa en el mundo, tanto que se convirtió en algo vil y
maligno, aparecieron personas que quisieron apoderarse de estas
virtudes que nos brindó la Luz Majestuosa, la primera luz, dando
origen a la magia negra y a la hechicería recitada. Nuestros
ancestros tuvieron que tomar medidas extremas: esconder este mundo de
la verdadera realidad, la que llamamos Realidad 1 ya que gracias a
ese mundo existe todo esto, de ese lugar venimos todos… bueno, la
gran mayoría.»

Tomás
había estado escuchando el breve relato de Mr. F. totalmente atento,
pues todo ese relato fue suficiente para poder entender lo que
ocurría. Ahora se mantiene al tanto y ya no esta preocupado, solo
sorprendido. Está de más decir que nuevas dudas habían entrado en
su mente, pero no había porqué preocuparse.

—Es
por eso que te necesitamos —dice Mr. F. al cabo de unos incómodos
minutos de silencio —pues tú perteneces a aquí.

Tomás
abre grandemente sus ojos, los cuales apuntan a los ojos del hombre,
esos color miel profundos que intimidan a Tomás. Una rápida mirada
hacia Miss Valeria es la señal que Mr. F. utiliza para cederle la
palabra.

—Mira,
no todas las personas en Realidad 1 están destinadas a conocernos,
ni a nosotros ni a este lugar. Lo que nosotros te pedimos es que
aceptes quedarte aquí, entrenarte, ver si eres capaz de dominar
algún poder o manifestarte como un amanita —hace una pequeña
pausa y sigue —Tú eres el primer Nigma en estos últimos mil
cuarenta y siete años, y se acerca un nuevo eclipse, que esta vez es
inevitable. Los eclipses son el fin de una etapa y el comienzo de
otra.

Ambos
se quedan mirando a Tomás, quien se encontraba pensando en la
propuesta de Miss Valeria y Mr. F. Piensa en todas las personas
extrañas que había conocido hasta ese entonces, esos lugares y los
nombres tan peculiares que posee la gente en aquel lugar. Maravillado
en saber y entender que todo eso es real y no un sueño, convencido
de que esa es realmente su vida. En ese mundo extravagante y bastante
interesante al que acababa de entrar ya estaba destinado a ser algo.
Cómo no lo descubrió antes, todas las tardes subiendo al tejado de
Mr. F., todos eso años sin saber que había alguien en esa
deteriorada casa.

Luego
de unos minutos de silencio, Tomás se anima a hablar.

—¿Ustedes
me están pidiendo que me quede? O sea, ¿dejar a mi familia? —dice
algo alterado, pues esa idea no le gustó.

—No,
te estamos pidiendo que nos dejes entrenarte para ser un amanita —le
aclara Mr. F.

—¿Amanita?

—Sí,
te enseñaremos cómo hacer nuestro trabajo y todo lo que debas saber
sobre las artes del Sol, que se rigen a través del conocimiento —Mr.
F. al ver el rostro de Tomás decide seguir—. Hay muchas cosas que
puedes aprender aquí, ya que bueno, aquí se resguarda la sabiduría.
No vamos a obligarte si no quieres, pero debes tener en cuenta que es
importante que lo consideres, ya que es un tanto raro que aparezcan
personas como tú en estos tiempos.

—Mira,
ustedes son nulos, no son ni amanitas ni atanitas, son
independientes. Tú puedes elegir ser Soldado o Vigilante, en cambio
nosotros ya estamos destinados a ser soldados, no tenemos elección,
al igual que los Atanitas —explica calmadamente Miss Valeria.

—La
elección está en tus manos, Tomás —termina diciendo Mr. F.

Tomás
no sabe qué hacer, le están dando la oportunidad de pertenecer a
algo único, pero tendría que guardar el secreto a sus amigos y
familia.

—Mira,
Tomás, yo sé que es una decisión complicada. Tienes que saber que
si aceptas no sabemos cuánto estarás sin ver a tu familia, quizás
puedas estar con ellos la mayor parte del tiempo, pero eso depende
del trabajo que se te asigne —dice con pesar Mr. F. —Te entiendo,
yo también tuve que tomar la misma decisión hace mucho tiempo, fue
muy difícil, estuve pensándolo mucho pero te aseguro que no me
arrepiento de esa decisión. Si me arrepiento de varias, muchas
decisiones malas que tomé a lo largo de esta misión, pero no me
arrepiento de poder pertenecer a esta obra divina. Además, si el
reloj te envió hacia nosotros, es porque tienes un gran destino en
este lugar.

Tomás
esta inseguro de sí mismo, sabe que tiene responsabilidades que
asumir, pero nunca se imaginó ese tipo de responsabilidad. Sabe que
todo eso no es un juego y cree, de una manera u otra, las palabras de
Mr. F., desconoce el por qué si lo había conocido la tarde
anterior, no habían pasado ni siquiera 24 horas desde que lo conoce.
Sucedía lo mismo con Miss Valeria, quien lo mira entusiasmada.

Pasan
un par de minutos, Mr. F. mira su reloj y se pone de pie —Tenemos
que regresar a la junta —arregla sus ropas—. Ellos te preguntarán
si estás dispuesto a ser parte de nosotros, espero que tengas una
respuesta para entonces —termina por decir Mr. F., toma el
picaporte de la puerta mientras acomoda su largo saco dispuesto a
salir.

Miss
Valeria acomoda las sillas en sus lugares respectivos, Tomás se pone
de pie y camina hacia la puerta, junto a Mr. F. a quien se le puede
ver un semblante de angustia. Tomás supone que se debe al recordar
el momento en el que descubrió esa gran interdimension, en verdad no
sabe nada acerca del pasado de Mr. F., apenas lo conoce; pero puede
descifrar el pesar en sus ojos.

Salen
a la estación para finalmente concluir la junta, Tomás ve todo de
otra manera ya que ahora entiende todo lo que esta pasando a su
alrededor; bueno, no todo pero más que en la primera impresión.
Aunque aún sigue nervioso por la junta porque ese hombre de bigote
no le da buena espina, puede que haya sido por su malhumor. Recorren
el mismo trayecto que hace apenas unos cuantos minutos, y se pregunta
cómo habían podido crear ese lugar dentro de lo ya existente, algo
que le pareció confuso preguntarse a sí mismo. A lo lejos ve a las
mismas chicas que había visto antes de entrar por primera vez a la
junta; esas que tienen una estrella de ocho puntas en sus rostros.
Estas muchachas acaban de salir de la sala de juntas a la que ellos
estaban por entrar.

Parados
en la entrada de la habitación, Mr. F. acomoda sus ropas y abre la
puerta dejando pasar primero a Miss Valeria seguida por Tomás.

El
muchacho no sabe qué le espera al cruzar esa gran puerta de madera,
pero sabe que debe tomar una decisión segura y ya no se encuentra
nervioso… bueno, al menos no tanto. Se llena de valor y entra a la
sala de Juntas.

Una
vez dentro, se acomodan tal como estaban la primera vez, todos los
integrantes de la junta habían estado discutiendo entre ellos y se
podía ver a Moubisgotach (el hombre del bigote) más enojado que
antes. Tomás desconoce la causa en aquel momento, una vez ubicados
todos en sus respectivos puestos, dieron comienzo nuevamente a la
junta.

—Bien
¿el muchacho se siente mejor? —comienza el hombre del sombrero
verde.

—Sí,
Ronalder —contesta Miss Valeria.

—Antes
de empezar, queremos informar que todos estamos de acuerdo con que
Mr. Fredewatchrickmaker presencie esta reunión y que sea el vocero
del muchacho aquí presente —dice el hombre que esta parado en la
esquina de la mesa, tiene una voz muy gruesa.

—Muy
bien, entonces ¿en qué nos habíamos quedado? —dice de forma
irritante Moubisgotach.

—En
la parte en la que usted estaba equivocado —responde Mr. F. Se
puede ver una relación bastante fría entre ambos.

—Este
muchacho es en realidad un nigma, el reloj que posee no está
registrado bajo su nombre sino bajo el nombre de su abuelo. Esto
provocó que el plaboceok lo reconociera como un amanita —explica
Mr. F.

—O
sea que no necesariamente el plaboceok está equivocado —termina de
aclarar Miss Valeria.

—Bien
—toma la palabra el hombre con voz gruesa —según las normas
Solares creadas y dictadas por la luz Majestuosa, se debe decidir
cómo actuar ante un nigma encontrado; cualquier decisión debe ser
para averiguar si es Regular o Irregular ante las manifestaciones
amanitas.

Tomás
se acerca a Mr. F. quien está entre él y Miss Valeria, justo detrás
—¿Qué es lo que quiso decir ese hombre? —pregunta en un
susurro.

—Lo
que él quiso decir es que debemos o dejarte aquí y averiguar tus
poderes y límites o dejarte ir, así los averiguarías tu solo, que
no es seguro que los llegues a averiguar solo —susurra en modo de
respuesta a Tomás.

—¿Y
qué es eso de “regular” o “irregular”?

—Quiere
decir que-

—Cualquier
duda que tengan pueden exponerlas ante nosotros, Mr.
Fredewatchrickmaker —interrumpe Moubisgotach de mala manera.

—Favor
de explicar el estado de “Regularidad” e “Irregularidad” de
un nigma —dice Mr. F.

—Un
nigma es regular cuando al ser expuesto a la magia Solar su cuerpo y
mente son resistentes, de lo contrario se denomina nigma Irregular
—explica la mujer de gran papada, que por cierto que su nombre es
Barda.

—¿Algo
más que quieran saber?

—¿Qué
es “manifestaciones amanitas”? —pregunta Tomás.

—Se
refiere a los poderes que nosotros, los amanitas, manipulamos. Tal
como Mr. F. debió haberte explicado, los Nigmas son tibios lo cual
hay algunos que son inmune a nuestra magia tanto como hay otros que
la magia los afecta de gran manera —sigue explicando Miss Barda.

—¿De
qué manera la magia puede afectarme?

—Hay
gran variedad, desde unas marcas en la piel hasta grandes mutaciones.
Todo depende de cuánto tiempo estés expuesto a nuestra magia y cuán
inmune seas a ella. Recuerda que somos Solesales, nuestro poder se
complementa con los rayos UV, y estos rayos a menudo suelen dañar a
los humanos normales, tal como lo puede ser un nigma.

—¿Y
su deber es exponerme a los rayos UV? Porque no me parece una buena
idea —dice nervioso, la idea de quedar afectado grandemente por la
magia amanita lo aterra.

—Descuida,
eso aún no se ha decidido —Miss Valeria trata de calmarlo —además
no es tan peligroso a cómo te lo imaginas.

—Mr.
Fredewatchrickmaker, favor de exponer su propuesta para con la junta
—continua Moubisgotach.

—Bueno,
en realidad no hay muchas opciones que considerar. Creo que debemos
llevar a Tomás con Don Alejandro para que éste lo instruya y le
muestre todo lo que haría si decide quedarse.

—Recién
cuando decida quedarse se le podrá asignar tutores —agrega Miss
Valeria.

—Un
momento —interrumpe la señora Barda —, éste muchacho ya está
en este lugar, no creo conveniente que lo devolvamos a su mundo
sabiendo todo lo que sabe, sea mucho o poco. Las leyes dicen que
cualquiera que entre aquí, ya se vuelve parte de Solunier.

—Propongo
asignarle tutores ahora mismo —dice Moubisgotach.

—¿E
ignorar la decisión de Tomás? —cuestiona Mr. F. —No podemos
hacer eso, para empezar no saben si el quiere quedarse aquí.

—Pero
esas son las leyes —interrumpe Moubisgotach.

—Una
de las leyes —confronta Mr. F. —pero están dejando de lado las
leyes del Tiempo-Historia, y son más importantes… —, mientras
Mr. F. habla con los integrantes de la junta, Tomás se acerca un
poco a Miss Valeria para hacerle un par de preguntas en susurros.

—Miss
Valeria ¿Qué rayos es el “Tiempo-Historia”?

—Es
una de las formas de dividir el tiempo.

—¿Dividir
el Tiempo? ¿Cómo es eso?

—Pues,
el Tiempo-Historia son los famosos pasado, presente y futuro, todas
las historias desde el comienzo hasta el final.

—Wow…
¿Cuáles son las demás formas de dividir el Tiempo?

—También
están el Tiempo- Clima, que es todo lo relacionado a la temperatura,
el clima… todo eso; y el Tiempo-Humano, que es la duración de un
ser, como las edades, nacimiento, muerte, envejecimiento, niñez,
adolescencia, juventud y etc., etc.

—Wow…
cada vez se vuelve más complejo este lugar.

—No
sabes lo mucho que es.

—…por
este motivo, las acciones que este chico cometa en Realidad 1 son de
lo más importante —Mr. F. sigue con su gran explicación teórica—.
Conclusión: debemos dejar que lo que le pase a este muchacho sea por
causa de sus decisiones, de lo contrario nosotros cargaremos ante la
ley dictada por la luz Majestuosa todos los errores y equivocaciones
que Tomás cometa a partir de esa decisión. Y no queremos eso,
sabemos muy bien lo que podría llegar a pasar.

—Pero
hay algo en su contra, Mr. F. —toma la palabra Miss Barda — Este
niño es inexperto, apenas lo conoce a usted, ¿cómo sabrá si está
bien lo que hace? No podemos dejar que decida a ciegas, es peligroso
para él tanto para nosotros.

—Porque
yo le enseñaré.

—Acaba
de decirnos que no es conveniente asignarle tutores por ahora, ¿y
usted se ofrece para enseñarle? — expresa Moubisgotach en forma de
burla.

—Tal
como le dije, señor Moubisgotach, no hay muchas opciones que
considerar. Solo digo que me dejen encargado al muchacho por uno o
dos días para que pueda mostrarle lo que significa ser un amanita,
todo lo que corresponde ser parte de esta interdimension, para que
luego él pueda tomar una decisión sabia. No seré su tutor, al
menos no hasta que él decida quedarse.

—Pero
es peligroso enseñarle tanto al muchacho, pues a fin de cuentas él
decidirá si quedarse o no. ¿Y si decide irse? —plantea Miss
Barda.

—Se
irá.

—No
puede ser así de fácil, Mr. Fredewatchrickmaker, recuerde que todo
esto está oculto ante los ojos de los humanos de Realidad 1, no
podemos dejarlo ir con tanto conocimiento de este lugar.

—¿Y
qué pretenden hacer? ¿Matarlo? Es seguro que así no dirá nada
—dice con sarcasmo Miss Valeria.

Tomás
al escuchar ese comentario se aterra, si bien sabe que era sarcasmo
pero puede ver la complejidad de ese nuevo mundo y bien sabe que no
se le iba a hacer fácil el ocultarlo a sus amigos y familia. Muy
dentro de él considera esa opción como más segura, aunque no
quiera admitirlo.

El
salón queda en silencio luego del comentario de Miss Valeria, todos
ahí saben que no era lo correcto pero a ninguno se les ocurría otra
opción.

—Tiene
razón, Mr. Ronalder, eso no asegura nada. Pero por fortuna tenemos
la operación “insuternoxia” —esa palabra provocó inquietud en
la sala.

—Esa
operación está prohibida, Mr. F. —confronta Miss Barda.

—Y
con grandes motivos —agrega Ronalder.

Todos
los integrantes de la junta comienzan a discutir entre ellos, todos
en contra de lo que Mr. F. acaba de decir, reprochan su idea de forma
desesperada y alarmada. Entre todos los integrantes de la junta dos
de las jueces no habían opinado nada desde que entraron, es más,
una de esas dos no había dicho palabra alguna desde la primera junta
en la que Tomás asistió; y ni en medio de todo ese alboroto ambas
comenzaron a opinar cuando se desató el caos.

Tomás
se encuentra desconcertado con todo lo que acaba de pasar, pues todos
hablan al mismo tiempo alarmados y nadie escucha a nadie, y ve cómo
Mr. F. está tan calmado; como si nada estuviese pasando. Mr. F. toma
asiento tranquilamente, esperando a que todos se calmen.

—Mr.
F ¿Por qué están todos así? ¿Qué fue lo que dijo que hizo que
todos se alteraran? —pregunta Tomás al hombre una vez ubicado en
su silla.

—Yo
solo dije que, en el caso que no quisieras quedarte, podemos utilizar
la operación “Insuternoxia”.

—¿Y
qué es eso? —pregunta algo temeroso de saber lo que era, porque
para que todos se pusieran así debía ser algo muy malo.

—Es
una magia de convencimiento, hace creer a las personas que sean
tratadas que todo lo que viven, vivieron o vivirán es solo un sueño.
—Ante tal respuesta, Tomás se tranquiliza pero no logra entender
por qué hacen tanto alboroto por eso, si aparentemente es
inofensivo.

—¿Y
qué tiene de malo?.

—Es
una operación que originalmente fue utilizada por los Vigilantes
para deshacerse de amanitas, por eso es que en toda la península
Solar está prohibido todo acto de Insuternoxión. Como ves no es
necesariamente malo, solo es un arte que no se practica en estas
regiones.

—Y
usted piensa hacerme una “insuternoxia” si decido irme de aquí.

—Exacto.

—Pero…
¿Por qué los atanitas pueden utilizar esa operación y ustedes no?

—Bueno,
en realidad es malo que la utilicen, porque los atanitas hicieron
esas operaciones en muchos soldados, osea muchos de los nuestros, por
eso es que nosotros no somos tantos como ellos.

—Pero,
¿por qué hicieron algo así?

—Hemm…
eso te lo explicaré luego ¿de acuerdo?

—Mr.
Fredewatchrickmaker, favor de explicar el porqué de utilizar una
operación atanita para nuestros asuntos —llama Ronalder.

—Para
empezar, no es necesariamente mala esta operación, si bien está
prohibida podemos hacer una pequeña excepción en respuesta a
nuestros problemas. No veo el peligro de utilizarlo bajo ley. Todos
sabemos que muchos de nosotros fueron víctimas de esta operación,
perdimos a demasiados soldados gracias a este proceso, pero es lo que
necesitamos. Los Vigilantes utilizaron este método en contra de
nuestra ley, no veo nada de malo en utilizarlo bajo nuestra ley —dice
Mr. F.

—Lo
que usted está olvidando es que es un método atanita —dice muy
disgustada Miss Barda — y nosotros nunca utilizaríamos un método
atanita.

—Lo
sé, Madame, pero es necesario en esta situación.

—Eso
va en contra de las leyes amanitas, nosotros no podemos utilizar su
magia al igual que ellos utilizar la nuestra —explica Meyoserdóromo
pacientemente —Es sentido común. Es la ley primordial.

—Sí,
y la primera en ser corrompida por los Vigilantes también.

Hubo
un silencio incómodo.

—Esa
ley ya está rota, ellos están utilizando el poder que nos
correspondía en esta etapa, el Tiempo. Gracias a eso, la dimensión
Tireacélity se está quebrando poco a poco. Con estas dos simples
oraciones ya hay más de 40 leyes corrompidas, tanto leyes naturales,
como sociales, políticas, humanas, civiles, divinas, celestiales, y
hasta existenciales. No les estoy pidiendo destruir una mundo, solo
les pido lo necesario para hacer una; tan solo una operación
insuternoxia. —Ante estas palabras todos los integrantes de la
junta intercambian miradas y, luego de unos minutos de silencio,
todos quedan de acuerdo con lo que están por decretar.

—Muy
bien, Mr. Fredewatchrickmaker. Le concederemos lo que pida. Hable
—concede Mr. Meyoserdóromo.

—Quiero
ser responsable de Tomás nigma por un día, enseñarle y mostrarle
el significado y el deber de un amanita. De esta forma también
quiero que Tomás nigma tenga el derecho de libremente decidir lo que
quiera hacer siempre y cuando esté de acuerdo con la ley Solesal.
Quiero el permiso de traslado por la península Solar. Y, por último
pero no menos importante, si luego de las 24 horas el muchacho decide
abandonar se utilizará la operación Insuternoxia para que regrese a
su vida normal como si nada de esto hubiese pasado, protegiendo la
mente del muchacho tanto como la existencia de los mundos.

—Muy
bien —comienza diciendo Meyoserdóromo mientras se ponen todos de
pie—. La junta, bajo la ley Solesal dictada por la luz Majestuosa
te damos todo lo que has pedido al pie de la letra. Te daremos 24
horas desde exactamente cuando las agujas de los relojes ubicados en
la ciudad de Tomás marquen las 13 horas del día, a partir de esa
hora ustedes tres tendrán el permiso peninsular de traslado. Apenas
terminen esas 24 horas deberán estar inmediatamente en este salón,
ni un minuto más ni un minuto menos, de lo contrario anularemos
todos los demás pedidos. El muchacho tendrá 2 horas más para
considerar la propuesta que tendremos para esa hora, si el muchacho
pasadas esas dos horas no ha formulado una respuesta, es deber de la
junta contestarla por él. Y si el muchacho decide abandonar la
interdimensión pasadas las 28 horas, se utilizará el método de
Insuternoxión para proteger la vida del muchacho, la continuidad
tiempo-historia y los secretos de la existencia. Si el muchacho desea
irse a Realidad 1 antes de las 28 horas se anulará todo lo pedido
por Mr. Fredewatchrickmaker en esta mañana con excepción del método
operación insuternoxia —termina de hablar Meyoserdóromo.

—Y
así se da por concluida la junta. Pueden retirarse —concluye Miss
Barda.

Capítulo
4: Cruce

La
junta por fin había terminado, Miss Valeria, Tomás y Mr. F. salen
del salón de juntas para dirigirse a una de las paradas de la
estación. Mr. F. esta muy entusiasmado, pues a fin de cuentas obtuvo
todo lo que pidió, desde ser responsable de Tomás hasta utilizar un
método prohibido en toda la región Solar. Miss Valeria se contagia
de la alegría de Mr. F., pero no podemos decir lo mismo de Tomás
quien camina junto a Miss Valeria ya que esta lo toma del brazo, y
siguen los pasos de Mr. F. que va por delante de ellos.

—¿Qué
haremos ahora, Mr. F? —pregunta Tomás con un tono cansado.

—Ahora
empieza lo bueno —es lo último que dice Mr. F. antes de adentrarse
en la gran estación subterránea, que esta poblado de gente,
murmullos por todos lados, ruidos de aceros y vapor en el aire; no
son buenas condiciones como para seguir su charla.

Una
vez en la estación, caminan adentrándose mucho más de lo que Tomás
quería. Miles de personas totalmente extrañas pasan junto al
muchacho, quien comienza a deducir que toda esa gente no pertenece a
su época, pero a la vez esa idea se le hace bastante extraña. Pero
está más preocupado en saber hacia a dónde se dirigen, por un
momento comienza a recordar que debía juntarse con Andrés para
comprar los materiales de geografía para el próximo lunes, pero
«¿cómo podía hacerlo si estaba metido en una rarísima estación
de ferrocarriles con miles de personas totalmente raras en una
interdimensión dentro de la realidad en la que no se encuentra
Andrés, ni los materiales y ni las clases de geografía los lunes?»
Perdió la noción del tiempo y su preocupación subió al no saber
la hora en ese momento, pues era muy probable que desde que se
encontró con Miss Valeria hasta ese instante ya hubiese pasado por
lo menos una hora. Se escandalizó aún más el no poder preguntarle
bien a dónde se dirigían, Mr. F. está muy adelante caminando a una
gran velocidad mientras que Miss Valeria intenta seguirlo llevándolo
por el brazo y casi arrastrándolo.

Finalmente
llegan a la parada subterránea que Mr. F. estaba buscando. Los tres
toman asiento en una de las bancas a esperar.

—¿A
dónde vamos? —pregunta Tomás por segunda vez.

—Tomaremos
el tren a Realidad 1, te dejaremos ahí —responde Mr. F. mientras
abre un diario que recogió del suelo cuando se sentó.

—¿Qué?
Creí que usted me enseñaría cosas de este lugar.

—Sí,
pero recuerda que eso es a partir de las 13horas en realidad 1, y
recién son las 11hs — dice mientras lee el diario.

—¿Cómo?
¡Si hemos estado aquí como por una hora y media! —responde
alarmado Tomás.

—Sí,
eso sí. Pero en realidad 1 es diferente.

Tomás
no entiende lo que dijo el hombre, pero como lo ve relajado decide
tranquilizarse. Comienza a pensar en el lugar en el que está, ese
mundo, y se piensa que si su familia está en, como la llaman,
realidad 1, «¿Cómo debía llamar a este mundo?»

—Mr.
F.

—¿Si,
Tomás?

—¿Cómo
se llama este lugar?

—“Hufamorreil’s”,
el centro de transportes más famoso de toda la península —contesta
mientras aún lee el diario.

—No,
no me refiero a este lugar. Me refiero a… TODO este lugar —dice
poniendo énfasis con sus manos a la palabra “todo”. En respuesta
a su pregunta, Mr. F. lo mira algo confundido y baja el diario que
tiene en sus manos para ver al muchacho.

—¿Te
refieres a en dónde estamos? Porque bueno, creo que es más que
obvio que estamos en la Península Solar.

—No,
tampoco es eso.

—Hemm…
¡Ah, sí! Estamos en el centro de la península, la magnífica y
gran ciudad de Reiveyonas, la ciudad más iluminada que puedas
encontrar.

—¡No!
Tampoco me refiero a eso —gruñe impaciente.

—Creo
que lo que Tomás intenta saber es el nombre de esta interdimensión
—interviene Miss Valeria muy amablemente.

—¡Ah!
Sí. Esta interdimensión se llama “Solunier”, la dimensión del
Sol, la Luna y el Cielo, o como también suelen llamarla: “La
dimensión de la Luz”.

—¿”Esta
interdimensión”? ¿Hay otras además de esta? —pregunta curioso.

—Tireacélity,
la dimensión del tiempo, en donde se escribe toda la historia y en
donde se encuentra el gran laberinto que lleva hasta el reloj de la
existencia —contesta mientras vuelve a poner el diario frente a él
para seguir leyendo.

—Ah…
pero ¿Solo esa?

—Bueno,
hay muchas más… pero esas son las que debes saber primero; cuando
empiecen las 24 horas quizás te enseñe las demás —hablaba no
poniendo mucha atención a lo que decía.

—Wow.
Un momento, ¿O sea que ustedes conocen los secretos del universo?
—pregunta aún más entusiasmado que antes.

—Vamos
bajando un cambio, ¿sí? —se apresura a responder Mr. F. dejando a
un costado el diario—. Para empezar nuestra identidad y todo lo que
hay aquí es un secreto tanto para Realidad 1 que para otras
dimensiones, así que podemos decir que nosotros
somos el “secreto del universo” —dice apresuradamente.

—¿O
sea que ustedes tienen todo el conocimiento sobre… no sé, los
secretos de la vida, sobre vida en otros planetas o en otras
galaxias-

—Momento
—interrumpe —creo que eres muy supersticioso.

—¿Supersticioso
yo?

—Si.

—¡Nunca!
—exclama ofendido.

—¿Entonces
a qué vienen esas preguntas?

—Pues,
porque quiero saber.

—Para
empezar este lugar no es solamente una fuente de sabiduría, sino
también es un espacio que tuvimos que hacer para mantener los
poderes liberados en la creación del mundo bajo control —comienza
a explicar Mr. F. —De no ser así, muchos fenómenos paranormales
pasarían en la verdadera realidad y mucha gente como esos
científicos locos intentarían controlarla y armarían un gran caos
solo por querer ser dioses.

—Oh,
¿Pero existen los extraterrestres? —Ante la pregunta incrédula de
Tomás, Mr. F. lo mira por unos segundos, pues había saltado a otro
tema de la nada. Al parecer Tomás no había prestado atención a
todo lo que Mr. F. le había explicado.

—¿Qué
tienen que ver los extraterrestres con lo que acabo de decir?

—No
lo sé.

Se
oye el sonido de una campana, que proclama la llegada de un tren
justo frente a ellos.

—Este
es el tren —confirma ansiosamente Miss Valeria.

—Esperen
¿por qué nos tomamos un tren para ir a Realidad 1 si Miss Valeria
me trajo cruzando una puerta invisible? —dice Tomás poniéndose de
pie junto a Mr. F. y Miss Valeria.

—Ah,
el muchacho tiene razón —asegura Miss Valeria dejando caer su
cabeza sobre su hombro.

—Primero:
la “puerta invisible” de la que hablas no es eso, es un picaporte
con una llave, eso se llama mecanismo Pinviblarte y se usa para abrir
entradas a diferentes partes de Solunier —explica mientras los tres
se dirigen al tren, de donde mucha gente baja y muy poca intenta
subir—. En segundo lugar: si utilizas ese mecanismo nunca sabes en
dónde aparecerás, por eso es que no es muy seguro que digamos.

—Por
eso es que aparecimos en medio de las vías del tren —agrega Miss
Valeria mientras sube al tren sujetada del brazo de Tomás.

—Exacto.
Y en tercer lugar, es mucho más divertido viajar en tren.

—¡Yupi!
—exclama Miss Valeria ubicándose junto a Tomás en los asientos
frente a Mr. F.

Una
vez ubicados en sus asientos, la campana vuelve a sonar, el fuerte
silbido del tren anuncia su partida. Las puertas se cierran.

—Sujétense
bien fuerte —advierte Mr. F. justo antes de que el tren emprenda su
viaje. El tren acelera con total brusquedad, haciendo que todos
salten de sus asientos, Tomás luego de esa sacudida se agarra bien
fuerte de su asiento y de Miss Valeria, quien estaba a su lado de
igual manera.

El
viaje en tren es como estar en una montaña rusa pero la diferencia
es que en los carriles de la montaña rusa si tienes cinturones y
protección, es menos probable salir volando de ahí. El tren va a
una velocidad increíble, y empeora cuando pasa por las curvas, las
vías parecen estar algo dañadas por lo que a veces el tren salta y
se tambalea como si de bailar se tratara. No han pasado ni 5 minutos
desde que arranca el tren que Tomás ya de siente descompuesto, en
cambio a Miss Valeria no le sobran las risas y Mr. F. también parece
estar divirtiéndose demasiado. Lo peor del viaje pasa cuando de
golpe frena, tiene paradas en distintos lugares, y cuando llega a una
parada frena con toda la fuerza que tiene, y si no te agarras bien
puedes hasta salir volando de tu asiento. Gente baja, gente sube y
otra vez acelera a toda violencia. Para Tomás el viaje duró una
eternidad, pero en realidad solo fueron unos 15 minutos. Cuando el
tren llega a destino, Mr. F. se pone de pie seguido por Miss Valeria,
Tomás esta muy mareado como para caminar solo, por eso es que se
sujeta de Miss Valeria y ambos bajan finalmente del tren.

Para
la sorpresa de Tomás, han bajado en la parada del metro en la que
había conocido a Miss Valeria. Ve cómo el tren se aleja por las
vías originales del metro a gran velocidad mientras que rayos salen
de las vías junto con brillos amarillos (como los que había visto
antes) asiendo que poco a poco el tren desaparezca. Ese fue el peor
viaje del mundo, según Tomás, pues había sufrido mucha
desesperación y se le había hecho eterno.

—Bien,
ya estamos de nuevo aquí —exclama Miss Valeria.

—Sí,
pero antes de irte necesito decirte un par de cosas —dice Mr. F.
tomando al muchacho de los hombros—. Tienes exactamente 1 hora y 50
minutos para hacer lo que debas hacer aquí, a las 12:50hs vendremos
a buscarte —comienza a darle explicaciones mientras Tomás se
mejora del mareo —. Recuerda que no debes hablarle a nadie de lo
que viste en Solunier, ni sobre nosotros ni el reloj. Ni mucho menos
de que eres un Nigma ¿sí?

Tomás
asiente con la cabeza y repite—¿A nadie?

—A
nadie —vuelve a repetir Mr. F.—. Es un secreto, y aparte puede
que no crean ni una palabra de lo que digas.

—¿Y
a dónde me vendrán a buscar?

—A
donde estés en aquel momento.

—¿Cómo
van a saber en dón-

—No
importa el cómo, lo sabremos ¿Si? —interrumpe apurado mientras
ojea el reloj de su muñeca—.Ya es tiempo irnos, Miss Valeria.

—Sí,
lista para hacerlo —exclama la mujer mientras toma lo que parece
ser una pequeña esfera plateada.

—Muy
bien, Tomás no hagas algo estúpido mientras no estemos. Necesito
que hables con tus padres, tus amigos y todo ser querido ¿sí?

—¿Habla
de despedirme de ellos?

—Si
decides quedarte en Solunier no se sabe cuánto tiempo estarás lejos
de casa.

—Pero
creí que si decidía quedarme podría estar aquí y allá.

—En
realidad, los amanitas tienen diferentes funciones, al igual que los
Nigmas; para eso es el “Tour” que Miss Valeria y yo te daremos,
para que conozcas más de nuestro mundo y puedas tomar una decisión
segura. No todos los Nigmas vuelven a Realidad 1, otros vuelven pero
luego de mucho tiempo, hay otros que están en constante movimiento y
si pueden estar aquí y volver a Solunier pero no son todos.

—Ya
es tiempo, Mr. F. —apresura Miss Valeria mirando su reloj.

—No
debes preocuparte, en Solunier no puedes envejecer, o sea que siempre
tendrás la oportunidad de volver con tu familia, pero es necesario
que hagas lo que te digo —dice hablando rápido.

—¿Debo
despedirme?

—No
es una despedida… es un “hasta pronto” —luego de estas
palabras, Mr. F y Miss Valeria se alejan un poco de Tomás, quien los
mira muy curioso.

Mr.
F. sacó de su bolsillo una esfera plateada igual a la que Miss
Valeria tiene en sus manos, ambos presionan las esferas y de estas
salen numerosos círculos amarillos y brillantes, que los rodean a
ambos. Miss Valeria y Mr. F. repiten a la par una especie de
canción, en un idioma que Tomás nunca antes había escuchado, es
asombroso ver cómo lentamente los círculos brillantes rodean a Miss
Valeria ya Mr. F., encerrándolos en una esfera de reluciente luz
amarilla, y poco a poco se vuelve transparente hasta desaparecer por
completo. Ambos desaparecen en aquel círculo de luz. Tomás ahora se
encuentra en la parada del metro a un par de cuadras de la cafetería
en donde habían quedado de juntarse con Andrés, en ese mismo
momento su teléfono comienza a vibrar en su bolsillo apartándolo de
su asombro. Es Andrés.

—¡Hey!
¿En dónde estás? —gruñe su amigo desde el otro lado del
celular—. Te he estado esperando como hace más de 20 minutos.

—Bueno,
perdón.

—No
me digas que se te olvidó —exclama Andrés molesto.

—¡No!
Nada que ver —dice, y recuerda que son recién las 11 en punto y él
había estado esperándolo a Andrés desde antes —¿En dónde
estás?

—En
la plaza.

—¡¿Va?!
—exclama Tomás enfadado—. Pero si habíamos quedado en juntarnos
en la cafetería.

—¡Bueno!
Me confundí —responde bajando el tono de voz.

—Te
estuve esperando ahí.

—Bueno,
ya voy en camino —corta la llamada.

Tomás
emprende su viaje de vuelta hacia la cafetería a encontrarse con su
amigo. Recuerda todo lo que había pasado hasta el momento «¿Cómo
puedo guardar un secreto tan grande como este?» piensa. Camina y
mira su reloj, todas las agujas lo apuntan a él, pero no quiso
despistarse con eso, «ya tendré bastante tiempo para aprender de
ese místico aparato, ahora solo debo preocuparme en hacer lo que
tengo que hacer: juntarme con Andrés y comprar los materiales de
geografía para el próximo lunes.»

«¿2
horas alcanza para hablar con mi familia y amigos?» se repetía
mientras caminaba. Llega a la cafetería y para su sorpresa Andrés
aún no había llegado. Se sentó en una de las mesas, otra vez, a
esperarlo. No pasó mucho tiempo que a lo lejos logró ver a su
amigo, ese muchacho alto y simpático que camina vivazmente hacia él.
De lejos Andrés le hace señas para que Tomás se levantara y lo
siguiera, y así fue. Tomás se dirige hacia su amigo, y luego de
saludarse comienzan a caminar. Andan un largo rato, pero desde que se
encontraron Tomás no había dicho ni una palabra, el único que
hablaba era Andrés.

Repite
en su mente que no puede guardarle el secreto a su mejor amigo, se lo
repitió todo el tiempo que estuvo con Andrés. Tomás no quiere
perder el tiempo vagando de tienda en tienda buscando los materiales
de geografía, pero tampoco quiere hacer sentir mal a su amigo.

—Andrés,
ya me tengo que ir —dice Tomás disgustado, sabe que Andrés no se
lo tomará muy bien.

—¿Después
de comprar los materiales? ¿A dónde?

—No…
ahora me tengo que ir —su voz a bajaba a medida que habla.

—¡¿Qué?!
Pero si habíamos acordado juntarnos hoy —exclama Andrés
desilusionado.

—Sí,
ya sé, pero no puedo… se me acaba el tiempo… —dice lo último
casi en un susurro.

—¿Por
qué no podes? —dice su amigo exagerando con sus gestos.

—Hemm…
¿Fa… milia? —contesta lentamente sin saber qué responder a esa
pregunta. Mr. F. le había pedido claramente que no mencionara lo que
le había ocurrido en la mañana. Pero entonces, ¿cuál sería su
excusa?

—Sí,
dale — dice sarcástico.

—No
te enojes, te doy la plata y compras todo, ¿Si?

—¡Dale!
Dejame todo el trabajo a mí, no hay drama —vuelve a exclamar con
un tono sarcástico.

—Bueno,
perdón, pero no puedo.

—¿Qué
tenés que hacer? —pregunta Andrés de mal humor, era fácil
hacerlo enojar.

—Tengo
que…tengo… —busca una posible respuesta—. Es el cumpleaños
de una prima y tengo que ayudar a decorar… debo ir a comprar un par
de cosas más tarde.

—¿Más
tarde? Pero si hoy es sábado, todo cierra en la tarde ¿A dónde vas
a comprar? —protesta su amigo disgustado.

—¡No!
En la tarde es el cumpleaños —se apura en responder.

—Ya,
en serio, has estado callado en todo el camino, y eso es raro de vos,
¿Qué te pasa? —insiste por última vez.

—No
te puedo decir, perdón —como respuesta Andrés lo mira fijamente
sin apartar su mirada de él—. Es en serio, prometí no decirlo, es
un secreto.

—¿Secreto
de quién? ¿Tuyo o de alguien más? —sigue intimidando a su amigo.

—Ambos
—responde—. Pero no te puedo contar.

Tomás
se siente presionado, no puede guardarle el secreto a su amigo, y no
se resistió.

—Es
que no me vas a creer… —dice dudando —es algo difícil de
explicar.

—¿De
qué se trata? ¿Tiene que ver con el “hombre misterioso” del que
me contaste ayer?

—Si…
bueno todo empieza con esa situación.

—¿Fuiste
a la casa embrujada solo? —pregunta sumamente interesado.

—¡Y
si! Tenía que recuperar mi reloj y nadie quería acompañarme —gruñe
recordando que Andrés se había negado a ir con él.

—Buueeno,
perdón —exclama bajando la cabeza—. Pero contá —continúa
ansioso —¿Qué te sucedió en ese lugar?

—Bien,
resulta que ese hombre si es real, vive en esa casucha y es una
especie de relojero mágico —comienza su corto relato —.Al
principio me dio miedo porque la casa no está abandonada, está
amueblada y ¡tiene dos pisos! El viejo resultó ser buena onda y me
dijo que este reloj no es sólo un reloj, y yo le dije que además
era un collar, pero él siguió insistiendo que era algo más. Luego
me di cuenta, él me lo explicó, que esta cosa como no tiene
números no puede señalar el tiempo por eso es que señala lugares.
Esto me animó a entrar, ¿Recuerdas que no funcionaba? Bueno, cuando
lo recogí del piso ¡si andaba! Hasta ahora, mira —le muestra el
reloj entusiasmado, ambos vieron cómo las agujas se movían con
facilidad, pero luego volvían a su respectivo lugar: las tres
señalaban a Tomás—. En aquél momento una de ellas señalaba la
entrada a la casa, y me pareció muy raro por eso es que entré.
Bueno, hoy en la mañana te estuve esperando en la cafetería y como
no venías seguí al reloj otra vez y éste me llevó hacia una mujer
que estaba en la parada del metro. Ella abrió una puerta invisible y
¡me llevó a otra dimensión! Son “interdimensiones” dentro de
esta realidad, que le dicen realidad 1. Y ahí todo estuvo bien loco,
tuvimos una especie de reunión y me explicaron muchas cosas. Después
de esa reunión, nos vinimos en un tren mágico, ¡fue horrible! Peor
que una montaña rusa. Odié ese viaje, súper rápido y
desesperante, pero al final me dejó acá. Luego el hombre y la mujer
sacaron dos esferas plateadas y con eso desaparecieron, con una
canción y magia. Ahora solo tengo 2 horas para estar en este lugar
porque luego debo volver a esa interdimensión que por cierto, se
llama Solunier —mientras Tomás cuenta lo que había vivido en los
últimos momentos, Andrés lo mira desconcertado creyendo que su
amigo ya había perdido la cabeza—. Bueno… eso es todo.

Al
ver la cara que su amigo tiene al terminar el relato se da cuenta que
fue mala idea contarle todo eso. Ahora se siente muy arrepentido de
haber desobedecido las ordenes de Mr. F.

—¿E-es
en serio? —fue lo único que su amigo alcanzó a tartamudear, muy
lejos de estar convencido de que ese relato pudiera ser cierto.

—Claro…
que no —responde arrepentido. Se preparó para el estallido de
Andrés.

—¿¡”Claro
que no”!? Anda con tus historias a otro lado, si tenías algo más
que hacer tendrías que habérmelo dicho en vez de contarme toda esa
mentira —salta enfurecido.

—¡Pero
si eso es lo que te dije primero! —intenta defenderse, pero Andrés
ya se había dado vuelta y marchaba a largos y rápidos pasos
alejándose de él.

Camina
pensando en lo tonto que fue al haberle contado el secreto de
Solunier a Andrés y luego decirle que era mentira, ahora su amigo
estaba enfurecido con él porque creía que le había tomado el pelo.
Tomás siempre se burlaba de lo supersticioso e ingenuo que era su
amigo, y siempre que peleaban era porque Andrés se cansaba de que lo
tomaran de tonto con esos temas, que para él eran bastante serios.
Lamenta el hecho de no poder demostrarle que lo que había dicho era
real y que su idea no había sido jugarle una broma. Pero luego
pensaba en lo que diría Mr. F. si se enterara de que le contó todo
a alguien más, seguramente lo regañaría.

Marcha
de regreso a su hogar, son las 11:30hs cuando entra a su casa, su
madre está en el comedor limpiando y sus hermanos están en el
living, cada uno haciendo lo suyo. Su padre estaba trabajando y no lo
vería como hasta las 12:30hs.

Al
entrar recuerda que debe hablar con todos y cada uno de sus
familiares, pero no sabe qué les dirá. No es el tipo sentimental y
tampoco lo sería en ese momento; tampoco podía despedirse,
realmente no sabe lo que le espera en la otra dimensión; en aquel
momento nunca hubiera imaginado todo lo que podría vivir en
Solunier.

Se
dirige al comedor donde su madre está barriendo, supone que hacerle
un par de preguntas sutiles lo ayudarían a la hora de tomar la
decisión definitiva, pero luego recuerda que no es muy bueno siendo
sutil, pero no perdía nada intentarlo.

—Hola,
Ma —saluda sentándose junto a la mesa.

—Hey,
Tomás, ¿No ibas a llegar más tarde hoy?

—Se
suponía que si.

—¿Qué
pasó?

—Nada,
Andrés se va a encargar de comprar los materiales —responde
jugando con sus dedos.

—Pero,
¿no lo vas a acompañar? — dice sin parar de barrer.

—No,
él se enojó conmigo —se cursa de brazos.

—Oh,
¿por qué? —dice entre pequeñas risas.

—Porque
le hice una broma que al parecer no le gustó mucho… y estalló
—dice comenzando a reír también.

—Ya
se le va a pasar.

Mientras
su madre barre, su hermano mayor ve la tele mientras su hermanita de
6 años juega con sus muñecas en la alfombra del living.

—Mamá
¿Puedo hacerte una pregunta? —dice buscando las palabras que
utilizaría a continuación.

—Ya
la estás haciendo —responde su madre de forma distraída.

—Bueno,
otra… ¿Qué dirías si uno de tus hijos… decidiera irse?
—pregunta muy pausada y detenidamente, intenta ser sutil.

—¿Por
qué “uno de mis hijos” decidiría irse? —A plena vista se
podía notar que no prestaba mucha atención a lo que su hijo decía,
pero no es así.

—Hemm,
no lo sé.

—Si
“uno de mis hijos” —repite —decidiera irse estaría feliz si
lo hiciera bajo su propia voluntad y por buenas razones, como
estudiar en alguna buena universidad del exterior o algo así.
Mientras que no lo obliguen a hacerlo está bien, además creo que
eres muy chico para pensar en irte —responde su madre con un tono
de dulzura.

Tomás
queda satisfecho con la respuesta de su madre, solo asiente con la
cabeza.

—Y
obviamente debe saber muy bien el por qué lo hace y en qué se está
metiendo —agrega su madre pero esta vez sin el tono de dulzura con
el que solía hablar—. ¿A qué va esa pregunta?

—Solo
quería saber.

—Saber…
—dice su madre con el propósito de que Tomás continuara.

—Saber…
qué pensabas —Tomás intenta zafar de la curiosidad de su madre, y
comienza a mirar para otro lado.

—¿Tomás
se va? —dice su hermano mientras se acerca a la heladera y saca un
jarrón con jugo.

—No,
Nahuel, solo está haciendo preguntas —su madre ya terminó de
barrer el piso de la cocina y ahora se dirige al living.

—Qué
raro, Tomás y sus “preguntontas” —dice a modo de burla
mientras se sirve un vaso de jugo fresco.

—¿Y
vos qué pensás? —le pregunta a su hermano ignorando la burla.

—Que
está genial eso de vivir solo, hacer lo que se te plazca y todo eso
—dice de cierta forma entusiasmada su hermano.

—¿Vos
lo harías? —las preguntas que hacía iban en serio, pero su
hermano las toma como un juego.

—Claro,
pero mi vagancia puede más que mi entusiasmo.

—Pero,
¿Lo harías aunque supieras que podes estar solo?

—Siempre
va a haber alguien —toma su vaso de jugo y se dirige al sofá a
seguir viendo la televisión. Tomás lo sigue y se sienta junto a él.

—¿Y
si te fueras a otro país? —continúa Tomás.

—Sería
genial —sus ojos no se apartan de la pantalla.

—¿Y
si viniese un hombre y te diera por elegir entre seguir tu vida
normal o mudarte a, no sé, un lugar súper diferente en el que no se
sabe si podrás volver?

—Huuff…
—bufa blanqueando los ojos —¿de dónde sacas tantas tonterías?

—Te
estoy preguntando en serio —gruñe Tomás sin darse cuenta lo
aniñado que sonaba.

—Y
yo también te estoy hablando en serio, por qué no vas a molestar a
la Luisiana, ella también tiene una imaginación que vuela. Y
seguramente querrá que juegues a las muñecas con ella.

Tomás
se levanta del sofá sin ganas y va junto a su hermanita Luisiana, se
sienta frente a ella. La niña juega entretenidamente con sus muñecas
Barbie y sus ositos de peluche, simula estar en un restaurante
cocinando para sus clientes. Al ver a Tomás ubicarse frente a ella,
esta le extiende un osito de peluche, Tomás luego de meditarlo y de
mirar fijamente a su hermanita lo recibe. Nahuel, su hermano mayor,
se da vuelta para ver qué es lo que haría Tomás con el peluche
para burlarse de él, pero Tomás sin pensarlo dos veces lo arroja
dándole justo en el rostro de su hermano, y ahí comienza una guerra
de almohadones y muñecos que vuelan de un lado a otro.

Jugó
con sus hermanos unos pocos minutos, haciendo payasadas y diciendo
cosas sin sentido. Los tres hermanos pasaron un buen tiempo riéndose
uno del otro. No solían ser así, generalmente peleaban por
cualquier cosa y aunque acababan de iniciar una guerra de muñecos
estaban felices, pero cada minuto que pasaba Tomás se sentía más
seguro en la decisión que iba a tomar; ya estaba casi seguro, lo
había estado pensando desde que habló con su madre. Luego, Tomás
deja las muñecas a un lado y se sienta junto a su hermano mayor a
ver la tele, aún hacen tonterías y se ríen por cualquier cosa que
ven.

Suena
el timbre de la casa y su madre abre la puerta recibiendo a su
querido esposo. Son las 12:30hs, tan solo quedan 30 minutos para
irse. Al ingresar el padre de la familia al hogar, se sorprende al
oír las risas de sus hijos retumbar por toda la casa, pero a pesar
de su confusión comenzaron a sumarse sus carcajadas.

Para
Tomás todo estaba saliendo bien, era una mañana perfecta para ser
real, él junto a sus hermanos se divertía y sus padres se reían de
ellos. Pero luego se acordó de que Andrés seguía enojado con él.
Ya se acercaba la hora y aún no había podido pedirle perdón.

Cuando
Tomás quiso acordar, ya eran las 12:48hs, tan solo tiene 12 minutos
para dejar Realidad 1. Abraza a cada miembro de su familia, quienes
están algo confundidos por el comportamiento de su hijo, y comienza
a correr hacia la cafetería en donde se habían reunido
anteriormente, te sorprendería la velocidad a la que una persona de
baja estatura puede correr.

Corre
y corre, sin parar. Pero piensa que posiblemente no esté allí, pues
su amigo se encontraba haciendo las compras en quién sabe dónde.
Sólo tiene diez minutos para pedirle perdón a su mejor amigo y no
era tiempo suficiente para encontrarlo en la multitud de gente que se
encuentra en ese lugar. Mientras corría, le echa un vistazo al reloj
que lleva en su cuello, nota que una de las agujas señala en otra
dirección. Anteriormente las tres señalaban a Tomás, pero ahora
una se ha desviado, supone que debe estar señalando el lugar en
donde se encuentra Mr. F. dado que solo quedan unos cuantos minutos
para marcharse a Solunier, pero una parte de Tomás cree que, quizás,
la aguja esté apuntando en dirección a donde se encuentra su amigo.
Solo tal vez.

Sin
parar de correr, da la vuelta y sigue la dirección indicada por su
brújula-reloj.

Corre
y corre, al igual que los minutos, llega a la entrada de un negocio
del que sale un muchacho alto con muchas bolsas en sus manos. Tomás
viene tan rápido que al verlo salir de repente del negocio no tiene
tiempo de frenar, y choca con él. Todos los materiales vuelan por el
aire y ambos caen al suelo sentados de frente.

—¡¡Andrés!!
—exclama Tomás con alegría una vez que se recuperó del golpe.

—¡¡Tomás!!
—le contesta su compañero al contrario, muy enfadado.

Ambos
se quedan en el suelo mirándose a la cara por un par de segundos,
uno totalmente enfadado y el otro muy contento, sin mover siquiera un
dedo. Luego ambos comienzan a reír al mismo tiempo, la gente que
pasa los mira como si fueran un par de locos. Luego de eso ambos se
paran y comienzan a recoger todos los materiales que se encuentran
desparramados por toda la vereda.

Ya
el reloj da las 13hr, el mediodía ha comenzado y es hora de que
Tomás se vaya de Realidad 1. El muchacho camina de regreso a casa
muy contento, pues el suceso de la caída con su mejor amigo había
sido muy divertido, además ambos finalmente quedaron reconciliados y
había sido una mañana perfecta. Camina con sus manos en los
bolsillos de sus pantalones mientras escucha música en sus
auriculares, no sabe qué hacer ya que había llegado por fin la hora
señalada pero tampoco se preocupa, Mr. F. le había asegurado que
ellos estarían en donde él estuviese en ese momento. O sea que en
poco tiempo aparecerían y emprenderían el viaje de vuelta a
Solunier.

Una
mano agarra el hombro por detrás a Tomás tomándolo por sorpresa,
una vez dado vuelta nota que eran Miss Valeria y Mr. F.

—¿Y?
¿Ya estás listo? —dice Miss Valeria muy emocionada, aunque se
veía algo preocupada.

—Si
—afirma Tomás con mucha seguridad.

—Ah,
una cosa antes, ¿Acaso no has visto a una mujer con cabello blanco o
a alguien extraño… siguiéndote? —pregunta rápidamente Mr. F.

—Hemm…
no, ¿Por qué?

—No
importa, pero debemos irnos ahora.

—Bien,
porque ahora estarás unas 24 horas aprendiendo todo sobre Solunier —
aclara Miss Valeria, pero es interrumpida por Tomás.

—Antes
de empezar el viaje quiero decirles algo importante.

Miss
Valeria y Mr. F. Intercambian miradas entre sorprendidas, curiosas y
con algo de temor por lo que les diría a continuación el muchacho.

—Sí
¿Qué es? —se atreve a preguntar Miss Valeria.

—Ya
he tomado una decisión.

El
viento corre suave, es frío y con un aroma a primavera. Hay más de
20 personas en aquella parada de ómnibus y entre tanta gente y
palabras yendo de aquí a allá, se encuentran Miss Valeria y Mr. F.
reprochando lo que Tomás les había dicho segundos atrás.

—¿Cómo
que ya has tomado una decisión si ni siquiera has visitado Solunier?
—fue lo primero que Miss Valeria atina en decir.

Las
palabras que el muchacho había dicho anteriormente alteraron de
alguna forma a los dos adultos. Sólo lo miraron confundidos y
siguieron el camino sin decir palabra alguna, hasta que finalmente
llegaron a una parada de ómnibus y continuó la charla.

—Bueno,
es que creo que ya lo pensé bien y yo quiero-

—No
—interrumpe bruscamente.

—¿No
Qué?

—Aún
no es tu hora de decidir —aclara Mr. F.

—¿Por
qué?

—La
cosa es: llevarte de paseo por Solunier y mostrarte lo que significa
atribuir en esa tarea. Luego de ese paseo de 24 horas podrás
decidir… bueno en realidad luego de 28 horas.

—Pero
yo ya tengo en claro lo que quiero.

—¿Y
qué es lo que quieres? —pregunta Miss Valeria.

—No
se trata de eso, quedamos con las personas de la junta que así sería
—interrumpe Mr. F.

—Perdón,
Ustedes quedaron en eso, yo no —reprocha Tomás poniendo énfasis
en la palabra “ustedes” y “yo”.

—He…
pero… tú eres el centro de todo esto.

—Si,
pero yo no quedé en eso con nadie.

—¿A
no? Bueno, pero yo sí, así que debo llevarte a Solunier otra vez.

—Pero
no quiero pasear, ya tomé mi decisión.

—Pues
es lo que acordamos con la junta, y debo hacerlo así —responde
comenzando a enfadarse.

—Usted,
pero yo no quiero eso, quiero ir con esas personas de la junta y
decirles lo que quiero —se cruza de brazos como un niño mañoso.

—Hay
Tomás, ¿por qué no nos vamos ya? Supongo que si tu decisión está
clara será la misma dentro de 28 horas —Miss Valeria trata de
calmar un poco el ambiente que se estaba creando entre Mr. F. y
Tomás.

—Es
que… no quiero esperar 28 horas —rezonga.

—¿Qué
hacemos? — Mr. F. le pregunta con pesar a Miss Valeria.

—Creo
que hay que hacer lo que Tomás quiere —responde Miss Valeria en un
tono lento, luego de unos minutos—. Pero hay que hacerlo ahora.

Unos
minutos incómodos de silencio comenzaron a correr. Era notable que
la última palabra la tiene Mr. F., pues Miss Valeria espera su
orden. Tomás desea que al final lo dejaran tomar su decisión y
exponerla ante los de la junta, está ansioso por empezar.

Mr.
F. mira fijamente al muchacho y termina por decidir—. Vamos con la
Junta.

Los
tres emprenden el viaje hacia algún lugar, Tomás ca contento pero
no se puede decir lo mismo de Miss Valeria y Mr. F. Caminan un par de
cuadras largas hasta llegar a una pequeña plazoleta, no hay gente,
está completamente vacía.

—¿Cómo
iremos a Solunier? —Tomás desea no tomar un tren devuelta, pues
con solo pensarlo se le revuelve el estómago; esa idea lo aterra.

—Déjame
pensar… —responde Mr. F. mirando para todos lados.

—Podríamos
utilizar el método de la puerta invisible —sugiere Tomás.

—Ya
te dije que es peligroso… y no es una puerta invisible —reprocha
Mr. F. con un dejo de soberbia.

—Bien,
pero por favor no utilicemos el tren —ruega el muchacho.

—El
tren solo se puede usar de vuelta, jamás de ida.

—Oh,
¿por qué?

—Porque
no hay paradas de trenes interdimensionales en Realidad 1 ni en
ninguna otra dimensión, solo en Solunier.

—Y…
¿Si utilizamos las bolitas de acero que utilizaron cuando me dejaron
acá?

—No,
esas bolitas no nos llevarán a Solunier —responde mirando para
todas partes.

—¿A
dónde fueron entonces?

—A
Fronsirea —responde Mr. F. comenzando a cansarse de las preguntas
del muchacho —Val, ¿Felipe sigue viviendo por aquí?

—Viviendo
no, pero seguro que trabaja en aquel local —señala un lugar justo
en frente de ellos, cruzando la plazoleta. El local que señala es
una pequeña biblioteca.

—¿Biblioteca?
¿Una biblioteca nos llevará a Solunier? —pregunta Tomás algo
confundido.

—No,
no una biblioteca, sino algo dentro de ella —luego de esta oración
se dirigen a la deteriorada y pequeña biblioteca. Mr. F. y Miss
Valeria tienen un semblante de preocupación, y en todo el camino
estuvieron mirando para todas partes, como si intentaran encontrar a
alguien.

Al
entrar, una campanilla colocada arriba de la puerta suena cuando ésta
se abre, Miss Valeria va delante seguida por Tomás y Mr. F. Por
fuera se veía más pequeña, pero la verdad es que la biblioteca es
grande por dentro; no tanto pero la palabra pequeña queda sobrando
dentro de esa biblioteca. No hay ventanas por lo que las luces están
encendidas, luces amarillas como las que Mr. F. tenía en casa, hay
gran variedad de libros apilados desde el suelo hasta llegar casi al
techo. A pesar de que el local esta completamente lleno de libros, no
necesariamente colocados en estanterías, el espacio es bastante
amplio. Se puede ver gran variedad de libros, de enormes y gordos
libros antiguos con páginas amarillas hasta pequeñas revista de
crucigramas y laberintos. El lugar está cubierto por una nube de
humo que proviene del otro lado de la estantería, en donde apenas se
asoma una cabeza blanca; está manoseando cosas en la estantería,
revolviendo hojas y papeles. Al parecer esa persona estaba muy
distraída ya que una vez parados en el mostrador seguía revolviendo
hojas y tirando libros por todo el suelo. En el mostrador hay una
pequeña campanita, la cual Mr. F. no duda en utilizar. Al sonar la
campanita inmediatamente la persona se pone de pie, es una muchacha
con cabello blanco y largo como hasta la cintura y en medio de su
frente se ve claramente una estrella de ocho puntas color dorada que
todas sus puntas recorren todo lo ancho y largo de su rostro. Si, era
exactamente la misma chica que Tomás había visto en la estación de
tren junto a otras dos muchachas. Cuando Tomás la ve, el pequeño
reloj comienza a vibrar, pero esta vez sí se dio cuenta de eso. La
muchacha se sobresalta al oír el sonido de la campanita, pero al ver
a los visitantes da un suspiro de alivio.

—¡Oh!
¡Pero si es Mr. F! Que alegría es tenerlo aquí —exclamó la
muchacha lo bastante nerviosa.

—A
nosotros nos da alegría verla aquí, Arda —Mr. F. hace una
reverencia en respuesta a su saludo.

—De
seguro están buscando a Felipe, temo decirles que no se encuentra en
este momento —su voz es demasiado dulce y habla muy lento, algo que
al parecer molesta a Miss Valeria.

—¿No
puedes decirnos en dónde está? —pregunta con impaciencia Miss
Valeria.

—Me
temo que no.

—¿Y
qué hace una muchacha como usted en una biblioteca sola en este
plano dimensional? —pregunta con rapidez y descaradamente Mr. F.

—Hee…
bueno, me mandaron a buscar unos planos, mis hermanas están
buscándolos en otras bibliotecas de la zona —contesta Arda en
forma de lamento.

—Y
supongo que cuando llegaste el local estaba abierto pero deshabitado,
¿o no?

—Oh…—exclama
la muchacha al entender a qué se refería Mr. F. —. El señor
Felipe está aquí cuando llegué, pero unos soldados vinieron a
buscarlo de urgencia y me dijo que volvería en unos cuantos
minutitos. Eso fue hace una hora.

—¿Quiénes
vinieron a buscarlo?

De
repente se oyó una serie de ruidos proveniente de lo que parecía
ser una sala detrás del mostrador, detrás de la muchacha colgaba
una cortina color amarillo viejo que no dejaba ver al otro lado de
donde provenía el ruido. Fue un estrépito de cosas cayendo.

El
ruido paró, Mr. F. y Miss Valeria miran a la muchacha de forma
desagradable.

—¿No
que estabas sola? —modula Miss Valeria.

—Bueno,
yo nunca dije que estaba sola.

—Si
me disculpas… —Mr. F. camina hacia el otro lado del mostrador
seguido por Tomás y Miss Valeria. Mr. F. corre la cortina amarilla y
se encuentran con un pequeño hombrecito tumbado en medio de cientos
de páginas, lápices tirados por toda la sala y una gran estantería
completamente derrumbada. El pequeño hombrecillo de tez tostada
tenía el rostro cubierto de rulos similares a los de Tomás, y se
acomodaba un sombrero verde; está vestido con camisa blanca y
tirantes rojos. En su cara se ve reflejada la vergüenza mezclada con
enojo que sentía al estar siendo observado por los burlescos rostros
de Mr. F., Miss Valeria, Tomás y la muchacha Arda.

Mr.
F. se acerca al hombrecito y lo ayuda a ponerse de pie, tiene la
estatura de Tomás, hasta un poco más pequeño, y ambos se dan un
cordial saludo un tanto forzado.

—¡Mr.
F! Tanto tiempo que no nos vemos, amigo mío —dice el pequeño
hombrecillo.

—Aunque
me late que usted quería esperar aun más para vernos, Felipe —dice
seriamente Mr. F. El hombrecito parece ser amigable e inquieto, pero
Mr. F. no parece tolerarlo demasiado.

—No,
no, es que ya sabe cómo es este lugar. Ya nadie viene a leer libros,
todos los que vienen lo hacen porque algo les debo. Por eso es que
cuando preguntan por mi nombre directamente no contesto, je.

—Bueno,
pero veo inadecuado exponer a una estrelleza ante las personas de
esta dimensión —dice Mr. F. señalando a Arda, quien volvió a lo
que hacía, revolver libros tras en el mostrador.

—Ah…
es la primera vez que lo hago, Mr. F., le juro que esa chiquilla anda
por su cuenta, yo nunca la mandé a atender a mis clientes, además
es verdad que hace una hora me vinieron a buscar unos soldados, pero
no quise ir con ellos; pues si no compran algo no los atiendo —las
expresiones del hombrecillo, Felipe son demasiado exageradas.

—Bien,
pero nosotros no hemos venido a hablar de sus métodos de “atención
al cliente” —interrumpe Miss Valeria al ver que la conversación
empezaba a irse por las ramas.

—Ah,
sí es verdad. Felipe, necesitamos volver a Solunier.

—¿Qué
quieren que haga por ustedes?

—Necesitamos
unas cuantas linternas.

—¿Unas
linternas? Oh… no lo sé, Mr. F., no me quedan muchas y son algo
caras… ya sabes, además ya casi nadie las tiene y eso me
beneficiaría mucho, pues últimamente me las piden demasiada gente
—comienza a lamentarse Felipe.

—Por
favor, Felipe, si quiere le compro algunas. No traigo conmigo dinero
de esta realidad, pero puedo pagarle con cubritas si es que lo desea—
comienza a persuadir al hombre.

En
este momento Tomás había estado contemplando su reloj, cómo
vibraba estando junto a la muchacha, es algo que luego se lo
preguntaría a Mr. F. Luego prestó un poco de atención a la
conversación que estaban teniendo con Felipe y comenzó a
preguntarse ¿para qué necesitarían linternas? Y no dudó en hacer
pública su pregunta.

—¿Para
qué necesitamos unas linternas? —había hecho esta pregunta en voz
demasiado alta sin darse cuenta. Tras haberla hecho se vuelve el
centro de atención, pues todos, hasta la muchacha, se quedan
mirándolo; viendo quién se animaba a responder semejante pregunta
al pequeño muchacho.

—Hijo,
las necesitamos para volver a Solunier para tener la junta, tal como
pediste —responde finalmente Mr. F. en un tono impaciente. Luego se
vuelve a Felipe quien contenía una enorme sonrisa —¿Me las
venderá o qué?

—Ah!
Si, si, por supuesto Mr. F., como diga Míster —su tono es más
como si le tuviera miedo que como si de verdad quisiera vendérselas.
Apresuradamente se adentra más al fondo de la sala y en unos pocos
minutos aparece con unas tres cajas negras apiladas en sus brazos las
cuales entrega a Mr. F. mientras que Miss Valeria se desespera
tratando de sacar lo que parecen ser pequeñas bolitas doradas de una
billetera, claro está que ese era el pago: unas seis bolitas
doradas.

—Aquí
tiene, Señor Felipe, unas seis cubritas —dice Miss Valeria
mientras le entrega esas bolitas al pequeño hombre.

—Bien,
un gusto. Nos vemos —. Mr. F. luego de saludar, se voltea y sale
del lugar rápidamente seguido por Miss Valeria y el muchacho.

Una
vez afuera de la biblioteca, Tomás decide hacerle la pregunta a Mr.
F.

—Mr.
F., cuando estaba cerca de esa niña este reloj comenzaba a vibrar.
¿Por qué pasa eso?

—¿Eso
hacía tu reloj?

—Si.

—Eso
sucede cuando el ritmo cardíaco de la persona junto ti es similar al
tuyo, aunque también puede estarte dando un mensaje —dice tratando
de ser lo más directo posible.

—Hemm…
creo que no entendí.

—Mira,
Tomás —se prepara para explicar pacientemente Miss Valeria—.
Cada persona tiene algo llamado “Alma”, que a su vez tiene-

—Eso
lo sabrás si decides quedarte con nosotros —interrumpe Mr.F., que
se puede notar que está malhumorado.

—Yo
quiero saberlo ahora —dice comportándose como un niño caprichoso.

—No,
lo sabrás si decides quedarte con nosotros —vuelve a aclarar Mr.
F. En respuesta a sus palabras, Tomás se cruza de brazos.

—¿Y
ahora a dónde vamos? —espeta de forma caprichosa.

—¿Siempre
tienes que estar preguntando eso? —le dice Mr. F. pero en su tono
se notó la picardía.

Capítulo
5: Regreso a Solunier

Caminaban
por la vereda a un ritmo constante y de repente Mr. F. toma por el
brazo a Tomás y a Miss Valeria y los arrastra rápidamente a un
callejón. En aquella parte no llegaban los rallos del sol en plena
siesta, pero era justamente por eso que se detienen ahí.

—¿Qué
pasa, Mr. F? ¿Por qué nos detenemos aquí?

—Tendremos
que irnos desde aquí —dice Mr. F.,quien aún sostiene las cajas,
no las había abierto hasta entonces. Las coloca en el suelo y saca
una linterna de cada uno del paquete, pero cada una era de diferentes
diseños.

—¿Alcanzó
a vernos? —pregunta Miss Valeria, todo rastro de alegría en su
rostro se había borrado.

—No
lo creo —le responde Mr. F.

—¿Qué
sucede? ¿Acaso nos escondemos de algo? —le molesta que no le
dieran las respuestas y en vez de eso sigan hablando como si no
estuviese con ellos.

—Es
una larga historia, Tomás —dice Mr. F. evadiendo la pregunta
mientras saca las linternas de las cajas—. Pero todo se resume a
que te han estado siguiendo. —De la primera caja saca una linterna
como la que poseen los policías, con un foco grande y una manija
flaca. Luego, de la segunda caja, saca una linterna que más bien
parece una cámara de video, toda plateada y de no gran tamaño. Y
por último, de la tercera caja, saca una linterna que tiene el
aspecto de ser una caja plateada con una manija arriba, es grande y
es el modelo más viejo que puedas imaginar.

—¿A
mí? ¿Quién puede ser? —Tomás se dirige a la entrada del
callejón para ver a la persona que lo había estado siguiendo, pero
Miss Valeria lo agarra antes de llegar.

—¡No
salgas! —exclama Miss Valeria —¿Estás loco?

Mr.
F. les da a elegir una linterna a cada uno, Tomás escoge la segunda
linterna, pues su similitud a una cámara de video le parece más
atractiva y moderna que las demás. Miss Valeria toma la linterna más
antigua, que a pesar de tener un aspecto pesado es lo bastante
liviana como para llevarla con una mano. Y Mr. F. se queda con la
linterna común de policía.

—¿Van
a decirme quién me ha estado siguiendo? —insiste Tomás, aunque
presiente que no le gustará la respuesta.

—Unos
vigilantes, alguien debe haberles informado sobre ti —respondió
Mr. F. —. Por eso no creo que sea seguro que sigamos más tiempo
aquí.

Luego
de elegir las linternas, los tres se paran en fila mirando hacia la
pared más oscura del callejón.

—¿Tiene
alguna idea de por qué me seguirían?

—Porque
quieren capturarte —dice Miss Valeria, lo que hace que Tomás se
sienta asustado con esa nueva información: los vigilantes buscan
capturarlo, y no parece ser algo bueno.

—Bien,
cuando yo de la orden, todos encenderemos las linternas —dice Mr.
F. A continuación todos apuntan con sus linternas a la pared. A
Tomás ya no le importa hacer preguntas debido al malhumor que Mr. F.
presenta, y que no hace esfuerzo alguno por ocultar. Cuando da la
orden, los tres encienden sus linternas al mismo tiempo, las luces
que éstas proyectan son amarillas, a excepción de la de Mr. F. que
era blanca, y todas se mezclan en la pared de tal forma que
contemplan cómo la pared comienza a desaparecer dejando en su lugar
una especie de círculo de luz.

—Ya
las pueden apagar —ordena nuevamente Mr. F. al cabo de unos
minutos, y al instante apaga su linterna seguido por los demás.

Tomás
contempla maravillado todo lo que ha sucedido, aun estando apagadas
las linternas el circulo se proyecta con tal brillo que si te quedas
mirándolo mucho tiempo puedes incluso quedarte ciego.

Miss
Valeria toma por el brazo a Tomás y los tres se adentran en aquel
magnífico túnel brillante formado en la superficie de la pared. La
figura de tres personas desaparece a medida que avanzan, y el círculo
de luz se va cerrando, perdiendo su brillo hasta quedar de nuevo
fundido con la oscuridad del callejón.

Un
amplio salón lleno de personas totalmente extrañas es el gran
escenario que Tomás contempla luego de haber salido del magnífico
túnel de luz. Un cartel se extiende sobre sus cabezas que dice
“Centro de Bienvenida” con unas letras cursivas y doradas. El
túnel de luz se cierra a sus espaldas, Mr. F. toma por el brazo a
Miss Valeria, la cual aún se mantenía aferrada al brazo de Tomás,
y así los tres se mezclan en la gran multitud. El salón es gigante,
el techo está demasiado alto y tiene una forma ovalada, como el
interior de una cúpula, todo teñido de un color manteca con
minúsculos detalles que se extienden desde el centro del techo
cayendo hacia todas las paredes y columnas del local. Las columnas
son blancas con aros turquesas, los detalles y dibujos de hojas y
flores de colores dorados y manteca dispersados a lo largo y ancho
del salón. Todo el salón es circular, cada detalle en la pared así
también como cada baldosa en el suelo hacen un recorrido circular (o
más bien espiralado) hasta llegar al centro, en donde reposa una
tarima hecha con un mármol blanco que dispone de distintos niveles
de altura teniendo así escaleras en todo su alrededor. Sobre esa
tarima hay una gran esfera color turquesa con un brillo transparente
que parecía que colgaba del centro del techo, pero en realidad
estaba suspendida en el aire y giraba tal como lo hace un globo
terráqueo. Alrededor de la esfera turquesa se abrían diversos
túneles de luz tales como los que ellos acababan de tomar y se
cerraban cuando personas entraban. Luego aparecían otros y entraban
otras personas y así era como sucesivamente se llenaba el lugar,
mucha gente saliendo de los túneles de luz y otras saliendo por las
grandes puertas que se extendían de un extremo a otro. Junto a estas
puertas doradas cuelgan grandes cortinas bordos, como las que hay en
teatros, y junto a estas cortinas varios hombres trabajan de
porteros; sus ropas son como las que usan los porteros en los hoteles
de alta clase. Una vez saliendo del gran “Centro de Bienvenida”,
se puede ver que éste por fuera es más pequeño, pero tiene
ventanas dando a pensar que a lo mejor cuenta con más pisos.

Una
vez en la vereda, hay muchos “taxis”, carros con caballos como
los de la edad media, los cuales toman aquellos que salen del Centro
de Bienvenida.

—¿Nos
tomamos un taxi o nos vamos en tren?

Tomás
al oír la pregunta que Mr. F. había hecho inmediatamente se le
viene la horrible sensación del viaje en tren.

—Nos
tomemos un taxi, es más rápido —responde Miss Valeria.

—¿Más
rápido? ¿Un carro más rápido que un tren? —espeta con ironía.

—Sabe
de lo que hablo, nos tomemos un carro aquí en vez de bajar a la
parada subterránea, y esperar el próximo tren. Es más rápido.

Luego
de la pequeña charla, Mr. F. le hace señas al chofer de uno de los
carros estacionados a orillas de la calle. Así, los tres se suben a
ese antiguo carro y viajan hacia el centro de transportes más famoso
de toda la península, Hufamorreil’s.

No
tardan mucho en llegar, aunque una vez que bajan se puede ver que Mr.
F. y Miss Valeria discuten sobre el tiempo que podrían haber
ahorrado si hubieran tomado el metro. Bajan unas escaleras y se
mezclan entre la gran variedad de gente en la estación, a medida que
se acercan a la sala de juntas Tomás se pone cada vez más ansioso,
estaba más cerca. Y así finalmente entran a la sala de juntas, pero
para sorpresa de Tomás solo hay una persona, y esa es Mr.
Meyoserdóromo.

—Buenas
tardes —saluda Meyoserdóromo—. No esperaba verlos a ustedes aquí
si no dentro de 27 horas —tenía asombro en su expresión.

—Hemos
tenido una inconveniencia —explica Mr. F. algo cabizbajo—. Verá,
el muchacho Tomás ya ha tomado una decisión —dice pausadamente.

Mr.
Meyoserdóromo al oír eso, mira al muchacho sorprendido.

—Pero
solo han pasado 94 minutos.

—Es
lo mismo que intentamos decirle al muchacho pero él está convencido
de lo que quiere.

—Nosotros
teníamos un acuerdo, Mr. F., ¿tanto perdimos el tiempo en usted
para que al final anulemos todo? —reprocha mientras revisa unas
hojas que tiene sobre la mesa, pero su tono de voz es dulce.

—Hemm…
perdone, Mr. Meyoserdóromo, pero una de las pautas que nos autorizó
fue que el chico tenía la libertad de elegir, y él eligió anular
todo.

—No
sabe lo que acaba de pasar, ¿verdad? —pregunta Mr. Meyoserdóromo
mientras lee las hojas.

—Acabamos
de llegar.

—El
chico no fue el único que quiso anular el contrato, hace no más de
una hora los portales que nos conducen a otros mundos fueron
desactivados.

—¿Qué?
—Mr. F. y Miss Valeria intercambiaron miradas, ambos desconcertados
y preocupados—. ¿Cómo?

—Miss
Arkiria.

Un
silencio se interpuso en la charla, todos en el cuarto mantienen un
semblante preocupado. Tomás intenta relacionar lo que acaba de oír,
y al escuchar ese nombre tiene una extraña sensación fría que
recorre todo su esqueleto.

—¿Qué
pasa, Mr. F? —pregunta el muchacho algo asustado al ver el
semblante de Mr. F.

—Ya
nadie puede salir de Solunier —responde abiertamente.

—Todos
nosotros estamos atrapados aquí, muchacho. Si deseabas volver con tu
familia ya no puedes hacerlo. —Mr. Meyoserdóromo sigue leyendo
algunos papeles, todo el cuarto aguarda en silencio y Tomás al igual
que Mr. F. están nerviosos.

Tomás
se siente horrible tras la noticia, «¿no podá volver a casa?»

Cinco
minutos corren sin ninguna prisa, el hombre sigue leyendo de forma
despreocupada como si se encontrara completamente solo. Luego baja
las hojas y voltea hacia Tomás, quien está tiritando de los
nervios.

—Bien,
hijo, se ve que no tienes opción, ahora debes quedarte aquí.

—¿Por
qué no puedo volver a mi casa? —pregunta en un tono alarmado.

—¿Recuerdas
que te pregunté si habías visto a una mujer con cabello blanco? ¿O
cuando te comenté que nos estaban siguiendo? Bien, esa mujer es
Arkiria, y ella junto con sus vigilantes estuvo siguiéndote para
capturarte —explica Mr. F. con un peso en su voz— …y ella es
quien prohibió los viajes entre mundos.

—Eso
quiere decir —Tomás queda pensativo unos segundos antes de
continuar— que estamos atrapados aquí.

—Hay
que avisarle a los amanitas que aún están fuera, decirles que no
vengan o se quedarán aquí —advierte Mr. F. a Mr. Meyoserdóromo,
quien ahora guarda todas las páginas en un portafolios.

—Ya
es tarde, Mr. F. Al cortar con la tele-transportación también cortó
con la comunicación —dice Mr. Meyoserdóromo poniéndose de pie
para dirigirse a la salida—. Ya no podemos hacer nada —tras estas
palabras, hace una reverencia con pesar y sale del lugar, cerrando la
puerta tras de sí.

Todo
el cuarto queda en silencio, Miss Valeria se mantiene distante,
preocupada al igual que los demás, pero mira hacia afuera por la
ventana con un semblante de melancolía.

—Pero
¿por qué hizo eso? —se atreve a preguntar el muchacho.

—Como
te dije, es una larga historia… — Mr. F. toma asiento, Tomás y
Miss Valeria hacen lo mismo, ahora Mr. F. empieza el relato—
¿Recuerdas que te mencioné sobre una dimensión del Tiempo?
¿Tireacélity? Bien, esa es la dimensión más poderosa de todas.
Una de nuestras tareas también es ocuparnos del tiempo, y lo hacemos
con el Mobaronsun, un bastón que fue creado en esa dimensión que
controla el tiempo. Ese bastón debía cambiar de península cada fin
de ciclo, osea cada vez que había un eclipse acá en Solunier, que
vendría siendo lo que conoces como “fin de año”. Solunier está
compuesto por dos grandes continentes: la Península Solar y la
Península Lunar. La Solar abarca todo lo que es el norte del planeta
mientras que la Lunar abarca el sur. Vendrían siendo como América
con Oceanía y por otro lado el continente Europeo con Asia y África,
como para que te des una idea, nada más que la Solar y la Lunar
están en los polos del planeta. El bastón debía pasar tiempo
primero en una y, en el eclipse, se pasaba a la otra.

«
Como te dije antes, el sol y la luna son contrarios por lo que no
pueden estar juntos, pero en el día del eclipse es cuando ambos se
unen. Pero llegó un eclipse en donde la atanita encargada del
Mobaronsun se negó a entregarlo a los amanitas, y había planeado un
ataque sorpresa para el día del eclipse. Desde entonces, cada
eclipse es una batalla por conseguirlo, esa atanita que inició todo
este caos es Arkiria, la mujer que aún posee el Mobaronsun y la
mujer que provocó que no puedas volver a casa.»

«
Ella creó un ejército de vigilantes muy poderoso, y eso se debe a
que buscó y capturó a todos los Nigmas que habían, tanto en la
Península Lunar como en la Solar, y se volvió en una maestra del
tiempo; por eso es que quiere cazarte a ti también.»

—Perdón,
Tomás —se disculpa al cabo de unos minutos después de acabar con
el relato—. No debí haberte traído aquí, de haber sabido que
ella haría esto te hubiera dejado en Realidad 1. —Se lo ve
amargado, cargando con toda una responsabilidad que no le pertenece.

—Descuide,
igual pensaba quedarme —dice Tomás dejando toda preocupación de
lado.

Tras
las palabras de Tomás, Mr. F. y Miss Valeria se sorprenden. Miran al
chico con ojos de huevo, no se esperaban que Tomás dijera eso sino
más bien que deseaba volver con su familia. Miss Valeria está tan
contenta que solo contiene una enorme sonrisa de oreja a oreja.

—¿Quedarte?—
exclama Mr. F. entre emocionado y confundido—. Pero… no conoces
nada… no sabes los riesgos ni qué se supone que vas a hacer en
este lugar.

—Bueno,
me han dicho que posiblemente no vuelva a ver a mi familia o sino
dentro de mucho tiempo—Tomás habla con un tono diferente de voz—.
Y también está el tema de Arkiria, aunque no me han explicado bien
o contado mucho sobre ella parece ser algo muy grabe. Este lugar es
peligroso.

—Entonces
¿Por qué quieres quedarte? —pregunta Miss Valeria.

—Porque
siempre soñé con ser parte de algo grande, algo especial. Algo que
no todo el mundo pueda hacer, diría que único pero sé que no voy a
estar solo en esto. Además ustedes necesitan ayuda, yo me ofrezco;
quizás algo pueda hacer. Pienso que mi abuelo aceptó esto porque
realmente es importante, en aquel momento lo era y también ahora.
Además, no puedo salir de aquí. —Tomás intenta sonar firme y
decidido, a pesar de que lo que decía no era toda la verdad.

—Pero
ten en cuenta todo eso, debes dar tu vida por este lugar. Puede que
no te hayamos explicado detalladamente el por qué existe esto, pero
veo que tienes agallas —dice Miss Valeria.

—Me
tenías asustado, muchacho —le confiesa Mr. F. Ahora se lo puede
ver con una sonrisa.

—Perdón,
pero usted no me dejó decirle, así que fue culpa suya.

—Bienvenido
a Solunier, Tomás. Desde un principio me lo imaginaba —dice
alegremente Miss Valeria.

—Bien,
¡ahora hay mucho trabajo por hacer! No hay ni un minuto que perder
—pronuncia Mr. F. tomando a Miss Valeria de un brazo y a Tomás de
otro.

Los
tres salieron de la sala de juntas, caminaban alegremente por el
centro de transportes.

—Lo
primero que haremos será ir con el buen don Alejandro, luego quizás
podamos llevarte a conocer los lugares más importantes de Solunier;
si es que pasas las pruebas —organiza Mr. F. mientras caminan por
la estación subterránea.

—Wow,
un momento… ¿Cómo que si paso las pruebas? ¿Cuáles pruebas?—
pregunta Tomás.

—Las
que te dijimos antes, veremos si eres regular o irregular ante la
magia —explica amablemente Miss Valeria.

—Y
supongo que si soy regular paso la prueba, ¿o no?

—No
—contesta Mr. F.

—Entonces
¿cómo?

—Si
eres regular, significa que puedes estar expuesto a la magia, no es
algo muy bueno que digamos. Pero si eres irregular quiere decir que
la magia te afecta pero depende de cuál.

—Sigo
sin entender.

—Bien,
los Nigmas regulares tienen la habilidad de manipular cierto tipo de
magia, pero son indefensos ante ella. Puedes sufrir cambios si te
exponen a ella. Los Nigmas irregulares también manipulan cierto tipo
de magia, pero tal como dice la palabra, “irregularmente” lo
hacen; pero esta no los afecta de gran manera, no sufren cambios ni
padecen desgracias al ser expuestos.

—Y…
¿Qué pasará con Arkiria? Si ustedes me dijeron que quería
capturarme cuando estábamos en Realidad 1 también puede que quiera
hacerlo aquí ¿no?

—Lo
más probable es que sí, pero no te preocupes, ella no puede saber
en dónde estás ahora, además sus vigilantes no pueden entrar a la
Península Solar —le dice Mr. F. dándole seguridad al muchacho—.
No vamos a dejarte solo de todas formas

Suben
las escaleras hacia la superficie, no hay tanta gente como la primera
vez que Tomás estuvo ahí. Una vez en la superficie, es la primera
vez que puede contemplar la ciudad de Reiveyonas, ya que cuando
llegaron por el “Centro de Bienvenida” tomaron el taxi apenas
salieron, Tomás de sentó en el medio y no pudo ver a través de la
ventanilla. Está totalmente de acuerdo con Mr. F.: esa es la ciudad
más brillante que había visto antes, todos los edificios son altos
y de un color crema que al hacer contacto con el sol brillan como si
fuesen diamantes. Los edificios son adornados con esculturas y
pinturas en ventanales, la mayoría cuenta con numerosas torres que
se unen a través de puentes; más tarde Tomás sabrá que todas las
construcciones de Solunier son de estilo gótico, un estilo que
surgió en el siglo XII en el norte de Francia que se caracteriza por
del tamaño imponente y de la altura exagerada, y por la masiva
utilización de la luz, un arte sonriente que en Solunier toma una
extremada belleza. Las calles son de grandes y blancas piedras, por
donde no paran de pasar carros, gente a caballo, bicicletas
totalmente antiguas y se puede ver algún auto pero no es a menudo.
Una multitud de gente camina por las calles, por las vereda y por
las calles, los carros andan rapidísimos y siempre al tanto de
esquivar a quienes se atraviesan.

El
sol brilla de una forma que nunca antes había visto, un brillo tan
fuerte y penetrante que hasta podía dejarte ciego. Pero era muy
extraño, porque a pesar de su tal brillo no hace tanto calor. Es un
clima totalmente diferente al de Mendoza ya que la temperatura es
fresca a pesar de los rayos del sol.

Tomás
se siente dentro de una película ambientada en la época victoriana,
la mayoría de las cosas que ve son muy antiguas; como el diseño de
los carros, las vestimentas de los ciudadanos, hasta el mismo traje
que Mr. F. está usando. Todo es perteneciente a una época anterior
a la suya, pero todo se ve como nuevo, tan relucientes y nuevos como
recién fabricados, los objetos como relojes grandes que cuelgan de
los altos edificios, o los bastones que llevan algunos hombres.

Caminan
por un largo rato en el cual Tomás disfruta de la gran vista que esa
ciudad le brinda, hasta que llegan a lo que parece ser un establo. Al
entrar hay muchos caballos enormes, más enormes de los que Tomás
hubiera visto alguna vez. Un pasillo se extiende hasta llegar a una
puerta, a los costados del pasillo yacen los enormes caballos en sus
establos. No se adentran mucho ya que se puede vislumbrar la figura
de una persona que está con uno de los caballos al fondo del
pasillo.

Mr.
F. golpea una columna de madera que hay junto a su lado para llamar
la atención de aquella persona. Del fondo un hombre sale de uno de
los establecimientos al final del pasillo, un hombre de estatura
normal, cabello y barba marrón, un poco robusto y con un delantal de
cuero azul colgando desde su cuello hasta sus rodillas. Su ropa está
completamente manchada con lo que parece ser tierra, al ver a sus
visitantes su rostro denota alegría.

—¡Mr.
F! Qué bueno es tenerlo aquí —saluda cordialmente el hombre.

—Hola,
Don Alejandro, ya ha pasado mucho tiempo desde la última vez —ambos
se dan un apretón de manos.

—Señorita,
buenas tardes, también es bueno tenerla a usted aquí.

—Mucho
gusto, Don Alejandro —ambos hacen una reverencia como saludo.

—¿Y
quién es este muchachito?—dice al ver a Tomás.

—Esto
es lo que venimos a traerle —dice Mr. F.

Al
escuchar las palabras de Mr. F., el muchacho se alarma.

—¿E-es
en serio? ¿El es un nuevo recluta? —pregunta asombrado Don
Alejandro.

—Sí,
Don Alejandro, pero no cualquier recluta —aclara Miss Valeria, se
acerca un poco a él y lo siguiente lo dice en un susurro—. Es un
Nigma.

Al
oír esas palabras, en el rostro de Don Alejandro se dibuja una larga
sonrisa, entre sorprendido y contrariado.

—¿En
serio? ¿Tú eres un Nigma?


Si —dice Tomás medio incómodo.

—Maravilloso,
¿Cuál es tu nombre, muchacho?


Me llamo Tomás —apenas alcanza a terminar la frase cuando Mr. F.
lo interrumpe.

—Todavía
no tiene un nombre, ese es su nombre en Realidad 1.

—¡Ja!
Con que vienes de Realidad 1, mejor aún —exclama Don Alejandro sin
borrar la sonrisa de su rostro.

—Bien
sabes por qué acudimos a ti, necesitamos que hagas tu trabajo con él
—dice Mr. F.

—Si,
por supuesto, es un honor que me hayan buscado.

—¿A
quién más? Usted es el mejor en esto —halaga Miss Valeria.

—De
eso no estoy tan seguro ¿Gustan pasar? —ofrece Don Alejandro
amablemente, en respuesta Miss Valeria estaba por aceptar cuando Mr.
F. la interrumpe.

—Lo
siento, pero ahora debemos hacer un par de cosas más, solamente
veníamos a dejarle al muchacho. ¿A qué hora podemos venir por él?

—Vengan
ambos esta noche, a cenar y de paso se llevan al muchacho, ¿Si?

Mr.
F. y Miss Valeria intercambian miradas por unos segundos.

—Muy
bien, esta noche estaremos aquí —termina por responder Miss
Valeria vivazmente.

—Ah,
una cosa más —dice Mr. F. y luego baja la voz—. Ten mucho
cuidado, porque Arkiria sabe de él, y no dudo que quiera atraparlo.

—Usted
tranquilo, no lo perderé de vista.

—Un
momento ¿A dónde van? —pregunta Tomás al escuchar los planes de
los mayores.

—Ahora
debemos hacer unas cosas, tú te quedarás con Don Alejando. Él te
mostrará un par de cosas que debes saber —dice Mr. F. antes de
despedirse.

Tomás
ve cómo Miss Valeria y Mr. F. salen del estadio. No ha estado en
Solunier con otras personas, lo que lo hace sentir incómodo por
quedarse con una persona y en un lugar completamente desconocidos.
Ahora comienza a comprender el giro drástico que le ha hecho dar a
su vida.

Un
rechinar de caballos, golpes de metales y olor a estiércol rodean
llenan el vacío que dejan Mr. F. y Miss Valeria al salir del establo
dejando a Tomás junto con Don Alejandro.

—Ven,
hijo, pasa —invita el hombre rompiendo el silencio.

Tomás
no dice nada, simplemente obedece y ambos se adentran al pasillo del
establo hasta llegar a la puerta del fondo. Desde lejos no parecía
ser tan grande y gruesa como lo es por dentro. Don Alejandro abre la
gran puerta blanca, rústica y dañada por los años, y deja pasar
primero al muchacho dejando en evidencia su cortesía. Tomás
atraviesa la puerta y todo el nuevo entorno lo golpea de repente.

Una
habitación totalmente simétrica de madera desde el suelo hasta el
techo, su color le da un aspecto como si estuviera todo teñido de
oro cuando tiene contacto con el sol, que entra desde los inmensos
ventanales que se encuentran del otro lado de la sala. Un olor a pan
casero endulza el ambiente, una mesa de una madera más oscura
modelaba en el medio de la sala; rodeada de sillas simétricas y casi
perfectas del mismo color que la mesa. Detrás de la mesa alcanza a
verse la mesada de la cocina, el lavaplatos de un acero brillante al
igual que cualquier metal que se ve dentro de esa sala. Del lado
izquierdo, hay una abertura, como si ahí faltara una puerta, que
dirige a otra parte de la casa.

Tomás
queda maravillado el aspecto de la casa del buen hombre, quien invita
a sentarse. Se escuchan ruidos provenientes de la sala de al lado,
pero el muchacho desconoce a qué se deben esos ruidos. El techo no
es muy alto, el hombre apenas entra erguido en aquel lugar. Hay una
hoguera más alejada de la cocina, y ahí es donde Tomás presta
atención: un horno y un pequeño refrigerador son parte de la
cocina. Nota que sobre esos objetos el techo es de vidrio, dándole
una entrada a la luz del sol, que reposa solamente sobre esos
objetos.

—Y,
cuéntame, ¿cómo fue que te encontraron? —comenzó a charlar Don
Alejandro.

—Hemm…
en realidad yo los encontré, bueno, no yo sino que este reloj me
dirigió a Mr. F.

—Wow,
interesante… un momento —el hombre comienza a imaginárselo —¿Ya
tienes un reloj?

—¿Cómo
que si ya tengo un reloj?

—Digo,
éste reloj —saca un aparato que colgaba de su cuello, el cual
estaba bajo su delantal.

Tomás
se acerca un poco para contemplar el objeto, ve que ese reloj está
en mejores condiciones. La púa de las horas es de color roja, no
tiene números, en su lugar hay diminutas rayas negras, pero lo que
llama más la atención del muchacho son los símbolos colocados en
donde corresponde el 12, el 3, el 6 y el 9. Al verlo con
detenimiento, se da cuenta de que esos símbolos son letras: una N,
una E, una S y una O; lo que corresponde a una brújula. Su cara de
admiración no pasa desapercibida ante los ojos oscuros de Don
Alejandro.

—¿Tú
tienes un reloj como este? —vuelve a preguntar.

Tomás
automáticamente, y sin dejar de mirar el reloj de Don Alejandro,
saca el suyo y lo pone junto al reloj del hombre, con intención de
compararlos.

La
diferencia es notable, pues el de Tomás evidencia lo descuidado que
ha sido, avejentado y muy maltratado, por los años y maltratos.

—No,
este me lo obsequió mi abuelo.

—¿Tu
abuelo? ¿Cuál es su nombre?

—Era
Ricardo, me dijeron que él también era parte de este… ¿Mundo?

—Ricardo…
¿Ricardo?…. Ricardo, Ricardo, Ricardo, Ricardo, Ricardo, Ricardo…
—repite para recordar—. ¡Claro! Ricardo, con razón Arkiria
quiere cazarte. —exclama triunfal—. Perdón a veces me olvido de
los nombres reales de los amanitas o los nigmas.

—¿Nombres
reales? —pregunta con gran interés.

—Una
vez que te vuelves parte de este nuevo mundo te otorgan un nuevo
nombre, uno que solo utilizaras en este lugar —explica amablemente
Don Alejandro poniéndose de pie—. Te lo dan junto con un reloj,
bueno en tu caso sería un nuevo reloj. ¿Qué? ¿Acaso creías que
el verdadero nombre de Mr. F. es Fredewatchrickmaker? —comienza a
reír, una risa grave y potente.

Cuando
el hombre termina de reír, una mujer corpulenta y robusta entra a la
sala. A diferencia de todas las mujeres que Tomás ha visto en
Reiveyonas, esta no usa vestido, sino que lleva una blusa celeste con
unos pantalones verdes de jogging. La primera persona que veía
vestida de ropa casual.

—Al,
debiste haberme avisado que llegaste con visitas —su voz no es tan
chillona como la de Miss Valeria, más bien es una voz clara y
potente.

—Pasó
todo muy rápido, Nilda.

—Hola
muchacho, ¿Cómo te llamas? —La mujer a pesar de su apariencia;
grande, robusta y con un rostro que parecía estar enojada, en
realidad es inofensiva y dulce.

—Mi
nombre es Tomás.

—Bienvenido
a nuestra casa. De seguro tienes hambre. —La mujer se dirige a la
cocina que está justo delante del muchacho, comienza a sacar ollas e
instrumentos para comenzar a cocinar—. El almuerzo ya está casi
listo, solo falta que llegue Galas con las verduras para la ensalada.

—¿Galas?
—pregunta Tomás al oír aquel nombre, le causó risa lo ridículo
que sonaba, pero se contuvo.

—Nuestro
hijo —aclara la señora Nilda—. Ustedes se llevarán bien, ¿qué
edad tienes, jovencito?

—Catorce
y medio.

—Sí,
de seguro que se llevarán bien. Galas tiene diecisiete, en este
momento está trabajando en un taller; pero volverá pronto —ahora
la mujer toma asiento junto a su marido—. Y ¿De dónde vienes,
Tomás?

—Vengo
de Realidad 1— se le hace raro tener que decir algo como eso, ya
que por lo general cuando a uno le preguntan eso no se tiene en
cuenta la dimensión ni nada de esas cosas extrañas que Tomás debe
empezar familiarizarse.

—Realidad
1 ¿Qué parte específicamente? —pregunta muy curiosa.

—Del
sur del continente Americano. ¿Ustedes conocen realidad 1? —pensó
que si les decía que venía de Argentina, quizá ellos no sabrían
de qué estaba hablando.

—¡Si,
es hermoso! —exclama Nilda —Don Alejandro es de aquellos lugares.

El
muchacho se sorprendió al oír eso, en ningún momento se había
imaginado que el hombre junto a él viene del mismo lugar que él.
Recuerda lo que Mr. F. le había dicho sobre que no todos pueden
entrar a Solunier, y ahora entiende que a pesar de estar en un mundo
ajeno, la mayoría de sus habitantes provienen del mismo mundo. En
Solunier todos son inmigrantes y extranjeros.

—¿De
qué lugar? —pregunta Tomás entusiasmado —¿De Latinoamérica
también?

—Latinoamércia,
claro—responde Don Alejandro con algo de dificultad—. Aunque es
un poco complicado ¿sabes?

—En
ese entonces, cuando él vivía allí, solo estaba habitado por
aborígenes —agrega la esposa del buen hombre olvidadizo.

El
muchacho quedó contrariado, ¿acaso estaban hablando de otra época?
Aunque descartó la idea rápidamente, eso sí que sería una locura.

—¿Y
tú de dónde vienes, específicamente? —vuelve a preguntar la
mujer.

—Yo
vivo al sur del América Latina, un país ubicado justo al final en
la punta del continente, más abajo solo hay hielo y pingüinos.
Argentina.

En
ese momento, el sonido de una puerta los interrumpe. De la sala de al
lado, aparece un muchacho alto, con cabello oscuro y ojos turquesas
igual a los de Nilda. Viste con ropa blanca manchada con aceite y
trae en sus manos una bolsa de tela llena de hojas de lechuga y
zanahorias, es el hijo de Don Alejandro y la señora Nilda; Galas.
Entra saludando a sus padres primero, y luego a Tomás, estrechando
manos.

—Hola
¿Quién eres tú? —saluda y coloca las verduras sobre una fuente.

—Tomás.

—Está
bajo nuestro cuidado por un día —dice alegremente la señora
Nilda.

—¿Bajo
su cuidado?

—Tu
padre tiene que probarlo en un par de cosas, luego entregarlo
nuevamente a Mr. F. y Miss Valeria.

—Con
que eres el nuevo protegido de Mr. F. —exclama Galas preparando la
ensalada de verduras.

Nilda
coloca los platos sobre la mesa, una fuente con trozos de pollo,
otras con verduras horneadas y una gran jarra de cristal llena de un
líquido totalmente rojo.

—Algo
así —murmura Tomás ante el comentario de Galas.

—¿Cuántos
protegidos ha tenido ese hombre? —pregunta abiertamente Galas.

—Tres,
al menos los que recuerdo—responde Don Alejandro ya a punto de
empezar a comer.

—Sírvanse,
hay suficiente para todos —ofrece la señora Nilda y se sienta a la
mesa junto a su esposo, quien ya se ha adelantado al servirse una
gran porción de pollo y una gran cantidad verduras horneadas.

—Y…
¿Cómo terminaron esos cuatro protegidos de Mr. F? —seguía
insistiendo el Galas. Terminó de preparar la ensalada y la coloca en
el centro de la mesa.

Por
alguna razón, Tomás se molesta al escuchar las preguntas
relacionadas a los antiguos protegidos de Mr. F. Ni siquiera sabía
que él ya había sido tutor antes, no lo había pensado, pero se
moría de ganas por saber sobre el misterioso pasado de Mr. F.

—De
los tres protegidos que Mr. F. tuvo, yo solo conocí a dos —comienza
a relatar Don Alejandro—. Pero eso fue hace mucho tiempo, yo lo
conozco hace mucho tiempo. Verás, Mr. F. fue elegido para ser parte
de un pequeño grupo de jóvenes que harían misiones alrededor de
todos los mundos. Él siempre fue una persona inteligente y
sobresaliente en todo lo que hacía, por más pequeño que eso fuera.
No nos veíamos muy a menudo en ese entonces, él viajaba por todos
lados. Pero llegó una época en la que muchos nigmas terminaron en
nuestro mundo, fue entonces cuando me asignaron la tarea de instruir
a los nigmas. Mr. F. apareció con un muchachito curioso, muy
parecido a ti. Ese pequeño era muy poderoso, pero no era inmune a la
magia. En su primera misión el niño comenzó a manifestar cambios
en su cuerpo, mutó en algo muy extraño. Tuvieron que llevarlo a
Fronsiria, el gran mundo. Ese fue el primero, lo habían nombrado
Holes y provenía de Gesred, pero luego del accidente todos lo
llamaban Kirberguend. Un nombre muy chistoso ¿no?

—¿Y
qué con el segundo? —insiste Galas, que ya estaba sentado a la
mesa.

—El
segundo fue el único que no conocí. Creo que nadie de la Península
Solar llegó a conocerlo, es por eso que todos crean rumores sobre
él, es uno de los rumores más transitados —confiesa Don Alejandro
entre risas.

—Yo
escuché que el segundo protegido había sido una niña —dice Nilda
sirviéndole ensalada a Tomás.

—Sí,
yo también escuché lo mismo —se le suma Galas.

—Hay
gente que lo ha visto, pero no era una niña —dice Don Alejandro en
un tono fuerte —, sino una muchacha, apenas unos años más joven
que Miss Valeria, unos… cinco años…, solo sé que no era una
niña. Era mayor cuando Mr. F. la acogió, provenía de Oríntia: el
mundo de las Artes. Anteriormente había sido pupila de Mr. Rolander,
o al menos eso dicen los rumores, pero como se dejaba llevar mucho
por sus emociones Mr. Rolander no quiso seguir siendo su tutor.

—Y
Mr. F. quiso hacerse el héroe —se mofa Galas.

—Un
día de mucha furia huyó. Se reveló contra Mr. F. y escapó a
Gesred, un mundo muy peligroso. Todos la llamaban Clarton antes de
eso, pero los rumores dicen de que ahora se hace llamar Freen.

—¿Usted
la conoció? —pregunta Tomás.

—No
—niega con la cabeza—. En ese entonces Mr. F. vivía en la
Península Lunar, y cuando Clarton escapó, o al menos eso es lo que
se cree que izo, él regresó y nunca habló sobre el tema. Es una
persona muy recerbada ¿sabes?

Al
cabo de un rato, todos terminan de comer, la señora Nilda levanta
los platos junto con Galas, y Tomás no duda en ayudarlos.

—¿Y
el último? —insiste, esta vez, Tomás.

—El
último si llegó muy lejos, se llamaba Jirkeles, un excelente
muchacho. Era de esta dimensión, así que no tuve tanto trabajo con
él, se puede decir que fue el mejor protegido que tuvo, hasta que
apareció Arkiria. Nos atacó por sorpresa en el cuarto eclipse,
perdimos a muchos, pero luego nos preparamos para cuando llegó el
quinto eclipse. Cuando llegó pudimos retener su marcha, pero
perdimos a mucha gente, y entre todos ellos estuvo Jirkeles. Fue
capturado por Arkiria —dice Don Alejandro lamentándose—. Nadie
sabe lo que pasó luego, pero hay muchos rumores que dicen que
Jirkeles siempre trabajó para Arkiria, incluso antes de que Mr. F.
fuera su tutor.

—Pero
yo creía que los Atanitas eran los malos —duda Tomás.

—Contra
ellos estamos luchando, pero no son necesariamente malos, muchacho.
Jirkeles no era amanita, era un nigma —aclara el buen hombre
mirándolo fijamente.

—Bien,
ya fueron muchas historias, luego dile a Miss Valeria que te cuente
más si lo deseas, pero ahora deben empezar con las pruebas —dice
el Nilda—. Vamos, no hay tiempo que perder, Galas puede
acompañarlos si quieren, creo que necesitarán su ayuda —exclama
emocionada.

—Perfecto
—exclama Don Alejandro poniéndose rápidamente de pie.

Los
tres saludan a Nilda y salen de la sala por el establo. Tomás ya no
se siente tan seguro de estar ahí. «¿Y si fallaba? ¿Se
convertiría en otro mal rumor sobre el buen hombre de Mr. F? No
puedo hacerle eso» piensa. Muchas dudas rondan por su cabeza, no
todas son buenas. Siente una gran carga: debe ser el mejor, debe
convertirse en el mejor protegido que Mr. F. puede tener. Una enorme
presión, un nudo se le hace en la garganta «¿Podrá ser mejor?
¿Podrá hacer que Mr. F. se sienta orgulloso de mi?»

Capítulo
6: En casa de Don Alejandro

—¿Sabes
cabalgar?

Esa
pregunta lo apuñala como una flecha en medio de su pecho. En
Argentina había tenido oportunidades de subir a un caballo ya que
sus abuelos maternos eran dueños un enorme terreno en donde crían
caballos y siempre había rechazado las propuestas de su abuelo en
enseñarle; ahora se encuentra en un mundo totalmente diferente al
suyo, con la mentalidad de ser el mejor, pero casualmente debe
cabalgar para llegar a su destino. «Lo que me faltaba», su célebre
frase hace acto de presencia en la cabeza de Tomás.

—No
te preocupes, muchacho, no es gran cosa —dice Don Alejandro al ver
el semblante afligido de Tomás.

Sacó
a dos hermosos caballos, uno de un color marrón totalmente brillante
y el otro color negro con lo que paren tener botas blancas. Les
coloca la silla de montar mientras Galas prepara su propio caballo al
otro lado del establo.

—Elije
muchacho —le dice a Tomás, quien se queda observando a los dos
caballos, ambos son hermosos y gigantes.

No
sabe cuál elegir. Baja su mirada al reloj que cuelga de su cuello,
desde que entró Solunier no le había prestado atención a lo que
señalan. Toma el reloj y observa con detenimiento la dirección de
las saetillas, y descubrió que señalaban a uno de los caballos.
Igual que antes, la púa de los minutos señalaba a uno de los
caballos mientras que las otras dos lo señalaban a él. No duda en
obedecer y escoge el caballo que el reloj le estaba señalando, el
caballo negro con patas blancas.

—Buena
elección —lo felicita Don Alejandro al ver la forma en que el
muchacho eligió al caballo—. El caballo marrón es mi favorito,
menos mal que no lo escogiste —le confiesa al muchacho antes de
ayudarlo a subir.

Una
vez acomodado sobre el caballo, le entra pánico y piensa en las
veces que había jugado sobre el toro mecánico, y ruega que no sea
igual a eso.

—Bien,
Tomás, solo agárralo firme y el caballo sabrá qué hacer —son
las únicas instrucciones que el buen hombre le da antes de subir al
caballo y alejarse ligeramente del establo. Galas lo sigue, dejando
al pobre Tomás solo y asustado sobre el caballo de patas blancas.

—Hey…
Don Alejandro… ¡Espere! —llama Tomás. No sabe qué hacer para
que ese hermoso caballo comience a caminar. El animal bufaba y movía
una de sus patas traseras, pero además de eso no se movía de su
lugar.

—Vamos,
muchacho, no te quedes ahí —le responde Don Alejandro alejándose
cada vez más, mientras junto a él a Galas le da un ataque de risa,
lo que enfada a Tomás.

—Dale,
caballo, caminá —le ordena dándole leves golpes con sus pies tal
como ha visto en películas de vaqueros, pero no da resultado. Solo
provoca que el caballo le responda con rechinidos.

—Huff,
esto es inútil… y vergonzoso. —Aún está parado viendo cómo
Don Alejandro y Galas se alejan adentrándose en la brillante ciudad
de Reiveyonas—. Ok… calma Tomás, calma… ¿Qué fue lo que te
dijo Don Alejandro? “agárralo firme y el caballo sabrá qué
hacer”… bien, veamos. —Tomás agarra las riendas del caballo
lentamente, luego les da un tirón hacia atrás con una leve fuerza y
el caballo da un paso adelante. Una sonrisa complacida se dibuja en
el rostro del muchacho, comprendiendo lo que debe hacer. Lo repite
poniendo un poco más de fuerza provocando que éste dé tres pasos
adelante. Vuelve a repetirlo varias veces, cada vez poniendo más
fuerza; hasta que el caballo comienza a caminar.

—¡Sí!
¡Lo hice! —festeja, y sin querer se echa hacia atrás tirando de
las riendas con mucha fuerza.

De
repente, el caballo se para en dos patas y sale corriendo a toda
velocidad. El joven se pega un gran susto, se afirma al animal y
cuando quiere acordar llegan hasta donde se encuentran Don Alejando y
su hijo, sorprendidos al verlo correr. El animal no para ahí, sino
que sigue de largo, esquiva todo lo que se le cruza frente a él,
desde un carro de verduras hasta carretas en movimiento. Las personas
que lo ven pasar hacer exclamaciones de admiración, Tomás disfruta
del momento pero luego de unos minutos de andar pirueteando sobre el
caballo, el vértigo se apodera del joven y se desespera por hacerlo
parar. Para ello, Don Alejandro intervino para calmar al enloquecido
caballo; todo un espectáculo. La primera vez que Tomás cabalga, lo
más divertido que ha hecho. No se parecía en nada a un toro
mecánico.

Más
tarde, los tres llegan a su destino: una gran casa alejada de la
ciudad. No es una casa cualquiera, el acero con el que está
construida brilla ante el contacto del sol, el pasto se mueve a un
compás marcado por el suave viento que rosa las mejillas de Tomás.
A los alrededores no hay más que campo verde, los ruidos de la
ciudad no llegan a aquel lugar y no hay señal de personas cerca, es
un lugar apartado de todo el caos de la vida agitada de Reiveyonas.
Ellos tres junto con sus caballos son los únicos que están allí.

—Bienvenido
a la sala de pruebas —dice Don Alejandro bajando de su caballo. Los
dos jóvenes hacen lo mismo, una vez en tierra atan a los caballos en
un poste vertical que hay junto a la entrada de la gran casa de acero
y siguen al maestro. Don Alejandro abre el lugar tras sacar unas
grandes y gruesas cadenas unidas por un enorme candado, los altos
portones de acero se abren a la par, y las tres personas entran al
oscuro salón que se presenta frente a ellos. Una vez dentro, el
lugar está envuelto en tinieblas, el buen hombre les ordena esperar
en la entrada y se dirige por un pasillo ubicado a su derecha. En
unos minutos el lugar se ilumina con unas potentes luces blancas, el
edificio tiene un aspecto ovalado, un gran patio con suelo de acero y
alrededor sobre la parte superior yacen máquinas y computadoras por
donde se maneja todo el lugar.

A
lo lejos Tomás nota una especie de pecera que está arrinconada en
una de las paredes al final del pasillo, dentro de ella hay un
líquido blanco que parece ser espeso, manchas negras que se mueven
de un lado a otro, el efecto visual es muy parecido a las lámparas
de lava. Por curiosidad, le pregunta a Galas qué es aquello, quien
le le responde que se trata de una fuente de energía. En ese
edificio no utilizan energía eléctrica ni solar, como en la mayoría
de los edificios de la ciudad, sino que utilizan una a la que llaman
energía “glácida”, un mineral similar al agua pero espesa, más
efectiva ya que nunca se acaba.

Don
Alejandro sube a los pisos de arriba en donde están las
computadoras, desde arriba manejará todo el entrenamiento que Tomás
está por empezar, y Galas le indicará lo que deberá hacer. Hay
muchas máquinas y objetos totalmente desconocidos y extraños para
Tomás, maquinas grandes que se ven en perfecto estado, aunque
parecen no haber sido usadas hace mucho tiempo, incluso algunas se
encuentran tapadas con sábanas blancas o telas marrones. Galas
destapa algunas, dejando relucir el extraño aspecto que le da
escalofríos a Tomás al imaginarse para qué servirán aquellos
aparatos.

—Bien
Tomás, ya es hora —se escucha la voz de Don Alejandro retumbar por
todo el salón a través de unos parlantes ubicados en las esquinas—.
Galas te guiará.

—Primero
hacemos un calentamiento, tienes que sacarte todo lo que sea de
metal, acero, oro, y cosas así. Nada de pulseras, collares, aros,
anillos ni nada por el estilo —recita Galas como si lo dijera de
memoria. Tomás solo se saca el reloj, un collar de una púa de
guitarra y un alfiler que llevaba en su bolsillo. Todo lo deposita
sobre una mesa ubicada justo al lado de la puerta de entrada. Galas
lo imita, pero deja muchas cosas más como balitas de acero, un reloj
de bolsillo, múltiples pulseras, unas varas finas de acero y unos
tres anillos, luego sigue con sus órdenes.

—Sácate
las zapatillas y las medias, luego ponte junto a aquella máquina
—señala una gran máquina con una pantalla plana cuadrada lo
suficientemente grande, él también se saca sus zapatos. Tomás
obedece de forma mecánica y ambos jóvenes se colocan frente a la
pantalla.

—Vamos
a exponerte ante la radiación del sol, si vemos que resistes la
radiación aumentará hasta que indiques lo contrario.

—¿Qué
pasa si no resisto? —pregunta Tomás jugando con sus dedos de forma
nerviosa, pues ya se imagina la respuesta que le dará.

—Si
no resistes a la primera tanda, significa que eres regular ante la
magia amanita, entonces es probable que seas más irregular ante la
magia atanita.

—No
entiendo.

—Si
no pasas esta, hay probabilidades de que no seas un Nigma amanita
como lo creen Mr. F. y Miss Valeria, sino que seas un Nigma atanita
—explicar rápidamente Galas—. Esta es la magia irradiada por el
sol, también hay magia irradiada por la luna, tú puedes resistir y
manipular solo a una. Eso es lo primero que veremos.

—¿La
radiación no es mala para la salud?

—No
la de este mundo —dice provocando que Tomás se sienta más
tranquilo—. Aquí la radiación tiene magia. Si te expones a más
de la que puedes soportar, probablemente tengas algunos efectos
secundarios, como le pasó a uno de los protegidos de Mr. F.
¿recuerdas la historia?

—Si
—asiente el joven.

—Pero
descuida, solo ocurre cuando te expones por demasiado tiempo a una
radiación del doble del 100% de potencia, las máquinas de pruebas
solo llegan hasta el 60%—dice Galas tranquilizando a su compañero.

La
máquina enciende, de la gran pantalla una débil luz brilla y a su
vez los rayos de luz chocan contra Tomás, quien está de pie a unos
cuantos pasos frente a la pantalla. Galas se encuentra a un costado
de la pantalla observando a Tomás, si llega a pasar algo fuera de lo
común tiene que hacerle señas a su padre para parar la máquina.
Tomás cierra los ojos, pero una vez que la máquina enciende siente
un ligero viento de calor chocando con él. Abre los ojos,
sorprendido de que eso fuese todo, solo un leve calor en su rostro,
ni siquiera siente algún dolor. Mir a su compañero, quien puede
verlo frente a él justo al lado de la gran pantalla, donde no le
llega la luz que ésta irradia,le inmediatamente Galas sabe que no le
ha pasado nada. Ambos intercambian sonrisas, Galas le hace señas a
su padre informándole lo que ocurre.

—¡Resististe
la primera tanda! ¡El primer nivel! ¡¿Me oyes?! —informa Galas a
los gritos ya que del lado Tomás no puede oír muy bien por el
ruido que emite la máquina.

—¡Sí!
¿Ahora qué sigue?

—¡Ahora
debes resistir el nivel 2! ¡¿Estás listo?!

—¡Eso
creo! —Tomás aún esta preocupado, al principio creyó que eso
sería todo, pero ahora descubre que existen más niveles por los que
tendrá que pasar.

Galas
vuelve a hacerle señas a Don Alejandro para pasar al siguiente
nivel. La luz irradiada desde la gran pantalla aumenta, es como si
Tomás estuviese contra un ligero viento, al pasar al segundo nivel
el joven siente que es empujado por la aquella luz. Ahora puede
sentir una resistencia, pero no es lo suficientemente fuerte para
derribarlo o hacerlo retroceder. Otra vez intercambian miradas
asegurando que Tomás es capaz de resistir el segundo nivel de
radiación. Entre señas y gestos, Don Alejandro sube de nivel.

Ante
el nivel 3, Tomás tiene que esforzarse un poco más. Ahora la luz
era más brillante y casi no puede ver a Galas junto a la máquina.
Apenas puede abrir los ojos, y escucha una leve melodía que acaricia
sus oídos, parece provenir de la luz. Con dificultad, Tomás le hace
señas a Galas, si puede resistir el nivel 3; ahora pasa al 4.

Don
Alejandro sube el nivel, ambos están contentos con lo que Tomás
esta logrando, ya ha resistido tres niveles sin descanso. El nivel 4
es activado, la luz se hace más brillante y más fuerte que antes, y
arrastra al joven. La magia amanita del nivel 4 es potente, Tomás
hace lo posible por no caer ni dejarse llevar por la radiante magia.
Resiste pero un escalofrío lo invade, sube por su cuerpo tal como lo
había sentido aquella tarde que perdió el reloj; cuando se había
quedado dormido y una corriente eléctrica subió por todo su cuerpo,
esa había sido la sensación que lo había impulsado a corres hacia
el atardecer, y ahora le daba pánico. Ya no puede ver, la luz
cegadora frente a él, y apenas puede mantenerse de pie, se siente
electrocutado y lo invaden pensamientos que solo logran
desestabilizarlo más. «¿Y si esa corriente eléctrica es la señal
de algo malo?» No podía estar seguro pero tampoco quiere
arriesgarse, por eso no duda en pegar un corto grito, suficiente para
alertarle a Galas sobre su situación. La máquina se apaga al
instante, y el muchacho se deja caer al suelo asustando a Don
Alejandro y a su hijo quien ahora corre hacia él.

Nada
le ha pasado, solamente la radiante luz le ha provocado cansancio.
Galas acudió en su ayuda pero Tomás se encontraba bien, un gran
susto se han pegado padre e hijo. Luego de unos minutos de descanso y
risas, era hora de pasar a la siguiente actividad.

—La
siguiente actividad es igual a la anterior, pero no la haremos ahora
porque estás agotado —explica Galas.

—Bien,
entonces ¿qué toca hacer ahora?

—Sígueme.

Ambos
muchachos se dirigen a una máquina ubicada al fondo del salón justo
a la izquierda de la gran “pecera” de energía glácida. Galas
destapa la máquina, ambos paran frente a una pantalla y en la
alfombra hay barios símbolos totalmente desconocidos para Tomás,
círculos cruzados que tienen extraños garabatos en el centro y
fuera del círculo. Galas parece tener mucha experiencia en eso, algo
que intimida un poco a Tomás que aún desconoce la función del
aparato.

—Lo
que estás pisando es un mapa, una guía de movimientos. Los poderes
básicos siempre se aprenden mediante la lectura y el pensamiento.
Los primeros días deberás aprender a leer estos símbolos para que
tu cuerpo se acostumbre y luego no harán falta porque con solo
pensar en esos símbolos ya podrás utilizar algunos artefactos
mágicos. —Galas se acerca a un teclado frente a las pantallas y
presiona algunos botones.

—¿Y
qué significan esos símbolos? ¿Son letras o una serie de números?

—Claro,
no sé si te comentaron que Solunier se maneja con un abecedario
múltiple, eso quiere decir que cualquier persona sabiendo este
abecedario, este idioma, puede comunicarse con cualquier otra persona
de cualquier otro mundo —Galas enciende la pantalla frente a ellos—
por eso es que nosotros podemos comunicarnos contigo, porque en
realidad estamos hablando en el idioma… “universal” por así
decirlo. Tú hablas español, Mr. F. habla un inglés antiguo y Miss
Valeria habla en un extraño francés ¿entiendes?

—Eso
explica todo —exclama admirado, no se había puesto a pensar en ese
tema, y ahora que lo mencionan, no le había resultado curioso el
hecho de que todos con los que ha hablado y ha oído hablar lo hacían
en su idioma, podía entenderlos perfectamente. Ahora entiende la
razón.

—De
todas formas no creas que eso nos salva de no tener que aprender
otros dialectos —agrega Galas—. La comunicación es muy esencial
en Solunier.

—Eso
quiere decir que también pueden escribir en varios idiomas, pero no
entiendo cómo lo hacen. Ni siquiera puedo pronunciar bien la palabra
“hola” en inglés y ustedes pueden hablar en cualquier idioma sin
ningún problema.

—Es
que pasamos la mayor parte del tiempo estudiando… no es algo
divertido pero a fin de cuentas es muy efectivo, ya que bueno…
estamos en el mundo de la sabiduría y el entendimiento —levanta
sus manos señalando el lugar —, es obvio que debemos estudiar.

—Pero
yo también paso todos los días en la escuela.

—No
lo dudo, pero Solunier se maneja con un mecanismo de horas, no días
como en Realidad 1. Entonces estamos 12 horas estudiando distintas
artes y luego nos tomamos un receso de 4 horas para descansar o
comer, luego volvemos unas 6 horas más hasta que terminamos y no
volvemos sino dentro de 8 horas.

—Un
momento, ¿12 horas en la escuela? ¡Eso es una locura! Para colmo
después tienen que volver 6 horas más… y yo me quejo de mi
escuela… —exclama Tomás algo indignado—. Hay algo que no
entiendo, sumando esas horas nos da… 30… ¿30 horas? ¿No que los
días tienen 24?

—A
eso me refiero, ustedes separan los días cada 24 horas, nosotros
cada 30 y a veces cada 40 horas por día, depende la estación
—explica Galas riéndose—, y eso solo cuando contamos los días,
pero en la mayoría se maneja solo por horas.

Galas
le indica a Tomás que se acerque a la pantalla frente a él, y
muchos símbolos, unos más extraños que otros, aparecen en la
pantalla.

—Bien,
volviendo a lo que hacíamos, primero deberás aprender a leer en
este idioma y este aparato te ayudará a memorizar los símbolos, es
muy fácil, es como un juego. En la pantalla te aparecerá un símbolo
y tú debes localizarlo en los símbolos que están en el suelo,
luego debes presionarlo con el pie así —en la pantalla de Galas
apareció un extraño garabato y éste lo presionó con el pié en
donde está dibujado en el suelo, a Tomás le recuerda mucho al juego
de la alfombra mágica; por lo que no le es difícil entenderlo.

De
repente en la pantalla frente a Tomás aparece un símbolo y éste
comienza a girar en su eje mirando el suelo para encontrarlo, cuando
lo encuentra deja de girar y presiona el símbolo marcado con el pie
izquierdo, inmediatamente aparece otro garabato y repite el
movimiento pero sin apartar el pie izquierdo que presiona el símbolo
anterior, y con el derecho presiona el símbolo que aparece en la
pantalla. Inmediatamente otro símbolo aparece y cada vez Tomás los
presiona más rápido, poco a poco empieza a hacer movimientos
graciosos como si de bailar se tratara, como se hace en el juego de
la alfombra mágica. Así estuvo un buen rato hasta que, cansado,
presiona el símbolo equivocado y se echa a un lado fuera de la
máquina.

—Entonces
para poder utilizar “magia” debo aprender a bailar —exclama
agitado.

—Yo
no lo llamaría bailar. Pero si en tu mundo eso es bailar, entonces
tienen un muy mal concepto —se burla su compañero—. Ahora deja
de merodear y presta atención, porque tal parece que tendremos mucho
trabajo que hacer —dice Galas entre risas—, hay otras cosas en
las que debemos probarte, ven.

Ambos
muchachos se dirigen a otra sala en donde dejan el entrenamiento
atrás para comenzar pruebas de conocimiento de parte de Don
Alejandro, lo que dura toda la tarde.

La
señora Nilda acababa de hacer las compras para la cena de esa noche,
cuando a lo lejos ve llegar a su marido junto con su hijo y el
muchacho que está bajo su cuidado por todo ese día. Los tres vienen
a caballo, riéndose a carcajadas y muy agotados. Al llegar al
establo, ubican a los caballos en sus lugares y Don Alejandro les da
de comer, Galas les saca la silla de montar a los tres y Tomás les
da agua.

Luego
de asistir a los caballos, entran a la casa y se encuentran con la
señora Nilda preparando las ollas y lavando verduras para empezar a
cocinar. La mujer al verlos entrar da un suspiro de indignación.

—¡Que
tarde que han llegado! Mr. F y Miss Valeria llegarán en cualquier
momento y ustedes aún siguen mugrientos —reprocha la mujer, en
realidad no está enojada, más bien es un juego. Los recién
llegados iban a sentarse a la mesa pero la señora Nilda no los deja,
y los manda a todos a bañarse, entonces los tres no dudan en
obedecerla.

Los
muchachos se bañan y se recuestan un rato hasta que llegaran los
invitados. Tomás cae en un largo sueño pero los invitados a la cena
no tardaron en llegar, y sus tutores ya estaban ubicados en la mesa
cuando Tomás aparece luego de una pequeña siesta. Galas le había
prestado ropa a Tomás, ya que la suya estaba toda sudada y apestosa;
una camisa blanca que le quedaba un poco larga de las mangas, una
especie de chaleco marrón de cuero, unos pantalones de vestir
exactamente iguales al chaleco y unos extraños zapatos marrones
completan la vestimenta que el muchacho tiene en ese momento.

Todos
se sientan a la mesa luego de saludar, a excepción de Galas y la
señora Nilda quienes se encargan de las cosas en la cocina.

—¿Y
cómo les fue en el entrenamiento? —pregunta la muy curiosa Miss
Valeria.

—Muy
bien, muy bien, acá tengo los resultados de los entrenamientos
—responde Don Alejandro sacando unas hojas de un maletín —si
quiere verlos —se las pasa a Mr. F.

Desde
que la pareja llegó, Tomás pudo notar en el semblante de Mr. F.
preocupación. Recuerda que debía hacer unas cosas mientras Don
Alejandro lo entrenaba, ahora se preguntaba ¿qué clase de cosas son
tan importantes para Mr. F? o ¿qué cosas debía hacer? Tenía en
cuenta que era un hombre muy importante, pero ¿qué tanto?

La
incomodidad sube por Tomás mientras Mr. F. y Miss Valeria chequean
los resultados de su entrenamiento, ni siquiera sabía que Don
Alejandro había anotado todo. A medida que chequean los resultados
Mr. F. asiente siguiendo la lectura, y la sonrisa inquietante de Miss
Valeria se hacía más y más grande.

—Obtuvo
muy buenos resultados, eso es magnífico —se maravilla Miss Valeria
una vez que terminaron de chequear las hojas.

—No
está mal —opina, de lo contrario, Mr. F. rascándose la cabeza; su
mente no estaba tan concentrada en ese tema, todos pudieron notarlo.

Ante
el comentario no tan alentador de Mr. F, Miss Valeria le da un
pequeño y disimulado codazo, lo que hizo que su mente de alguna
forma vuelva al tema.

—Quiero
decir que está muy bien —se corrige, pero una rápida mirada de
Miss Valeria le comunica que debe decir algo más que esas simples
palabras si no quiere recibir otro codazo—. Muy bien, muchacho. Se
ve que te has esforzado —posa su mano sobre el hombro de Tomás,
éste ya sabe que lo dijo porque Miss Valeria lo obligó; podía ver
la pícara sonrisa de la mujer detrás de Mr. F. mientras éste le
hace vagos cumplidos.

—Debo
admitir que al principio no estaba seguro de que obtendría buenos
resultados ya que no es amanience y viene de la realidad que nada
sabe de magia, así que digamos que no le tenía fe y me pareció
raro que ustedes le tuvieran. Bueno, no tan raro, en realidad ustedes
le tienen fe a todo el mundo. Igual el muchacho aprendió rápido,
aunque le costó un poco el entrenamiento… no tanto… bueno en
realidad si le costó mucho…no paraba de moverse y era muy gracioso
ver los raros movimientos que Tomás hacía en aquella máquina
¡Debieron haberlo visto! —Don Alejandro se refiere a la máquina
que según Tomás parece el juego de la alfombra mágica. El buen
hombre intentaba dejar bien a Tomás pero simplemente provoca que se
sienta aún más avergonzado.

—Si,
menos mal que no estuvieron —susurra Tomás para sí, molesto.

—Y
cuénteme, Mr. F. ¿Cómo le va en la Organización? —pregunta la
señora Nilda cambiando el tema— ¿Ya tienen alguna solución sobre
la tele-transportación?

—No.
—Ante la fría respuesta de Mr. F, Miss Valeria se siente obligada
a darle otro codazo. Una rápida mirada basta para pasarle la palabra
a ella.

—Lo
que Mr. F. quiso decir es que es algo que tomará tiempo en
resolverse.

—¿Cuánto
tiempo, más o menos? —insiste Nilda poniendo la mesa junto con
Galas, Tomás también se levanta para ayudar.

—Tenemos
una posible solución, pero el consejo no quiere aprobarla —confiesa
Mr. F. — Moubisgotach cree firmemente que tendremos que esperar
hasta después del eclipse para solucionarlo —agrega algo irritado
al pronunciar ese nombre.

—No
me parece una buena idea —opina Don Alejandro indignado— ¿Los
miembros de la Junta lo apoyan?

—Digamos
que yo soy el único que opina diferente —responde Mr. F. con
cierto orgullo —, pero como ya no formo parte de la Junta, sino
solo del grupo de Organización, prefieren apoyar a Moubisgotach.

—He
notado que usted no lo llama “Míster” —encara la señora Nilda
sentándose a la mesa.

—Bueno
—murmura, una pequeña sonrisa pícara se dibuja en el rostro de
Mr. F. mientras mantiene su mirada en el suelo. Luego de un
intercambio de miradas de reojo con Miss Valeria, Mr. F. se dispone a
continuar—. Hay personas que no merecen el puesto que tienen.

Luego
del comentario de Mr. F., todos quedaron en silencio, sin saber qué
responder.

—Y…
¿qué más saben sobre Arkiria? —cambie de tema el buen hombre de
Don Alejandro.

—Es
como un fantasma; cuando aparece todo se va abajo y luego desaparece
sin dejar rastro. Hace no más de 50 horas un grupo de vigilantes
atacó una de las plantas solares en las islas mediadas. Aún no se
sabe por qué lo hicieron, o si se llevaron algo, pero en cualquier
momento aparecerán de nuevo.

—Y
nos atacarán, nos robarán y luego nadie sabrá cuál es el
propósito, ¿Me equivoco? —reprocha la señora Nilda sirviendo los
platos.

—Es
aterrorizarnos —responde Miss Valeria—. Solo quieren mostrarnos
que tienen más poder contra nosotros, pero son muy cobardes para
enfrentarnos cara a cara, por eso prefieren atacar las tierras
Mediadas. Saben que las nuevas especies son las más vulnerables en
este mundo.

—¿Nuevas
especies? —se suma Tomás a la charla. La mesa ya está servida, y
una vez que todos se ubican en sus lugares, comienzan a comer.

—Sí,
nuevas especies —repite Galas siendo cortante.

—Cuando
se juntaron amanitas y atanitas, nuevas especies se formaron. No
hablamos solo de humanos, también animales —explica Miss Valeria—.
Ésto ocurrió antes de la aparición de los Nigmas.

—Si,
como los hombres lobos, las luciérnagas, los minotauros, los
nogardes y las estrellezas… entre otros, claro —agrega Galas
restándole importancia al asunto.

—¿Qué?
¿Enserio existen esas cosas?

—Y
sí, Tomás. ¿Cómo no van a existir?

—¿Y
viven acá? ¿En este… lugar? —pregunta emocionadamente Tomás
moviendo sus manos para ponerle más énfasis a la palabra “lugar”,
ya se imagina conociendo a esas criaturas que siempre creyó que eran
puro cuento.

—No
—responde Mr. F.—. Acá solo vas a encontrar a las estrellezas y
luciérnagas. En la Península Lunar encontrarás a los hombres lobos
y a los nogardes…bueno, los nogardes que quedan.

—¿Se
están extinguiendo o algo por el estilo?

—No,
Arkiria utilizó mucho a los nogardes en sus tropas y la mayoría se
convirtió en cenizas luego de caer en la última batalla —responde
Miss Valeria.

—Ah…
Y… ¿qué son nogardes? —pregunta el muchacho que casi ni tocaba
la comida por la curiosidad de saber más sobre aquel tema.

—Son
una mezcla entre dragones y humanos, existen muchas variaciones pero
los más comunes son los hombres con alas y cola de dragón—responde
Mr. F. siendo muy expresivo con sus manos.

—¡Wow!
—exclama Tomás al imaginarse cómo son esas criaturas — ¿Y las
estrellazas?

—Estrellezas
—corrige Miss Valeria levantando el tenedor—. Son mujeres que
llevan constelaciones de estrellas en todo su cuerpo. ¿Recuerdas
cuando entramos a la biblioteca? Pues ahí había una.

—¿Hablas
de esa chica que tenía una gran estrella dorada de seis puntas en su
frente?

—Ocho
—corrige Mr. F.

—¿Ocho
qué?

—Ocho
puntas, una estrella con ocho puntas doradas —aclara Mr. F. —.
Las estrellezas son mujeres de la realeza. Nunca encontrarás a una
que sea plebeya ya que la realeza corre por sus venas, ellas son las
doncellas que cuidan y mantienen a las princesas. Es raro encontrarte
con una fuera de un castillo o de la dimensión —su expresión se
cambia a una confundida, y se queda mirando el plato de comida a
medio terminar.

Miss
Valeria al notarlo, cambia de tema repentinamente— ¡Qué rica que
está la comida! Nilda, cocinas excelente.

—Gracias,
Miss Valeria —agradece la señora.

Mr.
F. se ha quedado mirando el plato, parece estar uniendo cabos en su
mente. Desde que llegó a la casa de Don Alejandro que se veía
despistado, pero ahora ni siquiera presta atención a lo que sucede a
su alrededor. Pasaron algunos minutos en los que solo hablaba Miss
Valeria con la señora Nilda y Don Alejandro sobre temas sin
relevancia. De repente, Mr. F. se pone de pie cortando la charla.

—Me
disculparán, pero ya debemos irnos, todo estuvo de maravilla.
Lamento tener que hacer esto, pero espero que entiendan —Mr. F. se
ve mas acelerado de lo habitual, le hace señas a Tomás para que lo
siga.

—¿Ya
se van? Pero aún no sirven el postre —comenta Don Alejandro.

—Lo
sentimos, pero hay algo que debemos hacer… algo muy importante
—intenta aclarar las cosas Miss Valeria, ya que Mr. F. acababa de
salir de la casa sin decir más—. Tomás, agarra tu abrigo, rápido.

Tomás
obedece las órdenes de Miss Valeria tan rápido como puede. Ambos
salen de la casa y ven que Mr. F. ya está una cuadra más adelante
que ellos y no paraba de avanzar. Miss Valeria y Tomás corren para
alcanzarlo, la mujer toma al muchacho por el brazo como lo ha hecho
veces anteriores, mientras que él se pregunta «¿Qué le habrá
pasado a Mr. F? ¿Por qué estará tan apurado? ¿A dónde irá?»

Capítulo
7: Cuestión de Tiempo

Es
una noche lluviosa, si es que se le puede decir noche a un cielo gris
con destellos anaranjados y una reluciente esfera amarilla a un
costado del cielo. Las gotas caen rápidamente, pero a diferencia de
las que nosotros conocemos, estas son de un color anaranjado y
brillante; como si del cielo cayeran pequeñas gemas. Mr. F. camina a
una gran velocidad, que de seguro se debe por su ansiedad más que
por la lluvia. En cambio, Miss Valeria y Tomás corren tras él
intentando seguir sus apresurados pasos, hasta este punto ambos lo
habían estado siguiendo por casi cinco cuadras sin alcanzarlo. Miss
Valeria lleva un paraguas que recién pudo sacarlo cuando el semáforo
cambió y tuvieron que esperar; eso fue recién en la tercer cuadra,
asique se encuentran empapados.

Mr.
F. llega a las escaleras para bajar a la parada del subterráneo, es
ahí donde se queda esperando a sus compañeros, quienes no tardan
en llegar. Miss Valeria cierra el paraguas y los tres se adentran en
el oscuro pasadizo. Los tres, totalmente empapados, bajan las
escaleras hasta la estación, que se encuentra completamente vacía,
solo escuchan sus propios pasos retumbando.

—¿Cómo
se le ocurre acabar una cena de ese modo? —comienza a regañar Miss
Valeria a Mr. F. mientras ésta saca un pañuelo.

—Ya
dije que lo sentía. Ya pedí perdón —intenta zafarse de las manos
de Miss Valeria en sus intentos de secarle el rostro con el pañuelo.

—Igual,
¿qué le sucede? ¿por qué se comporta de esa manera? —ambos
siguen forcejeando, hasta que Mr. F. se dio por vencido y planta sus
pies en el suelo quedándose inmóvil mientras Miss Valeria le pasa
el pañuelo por todo su rostro—. Y con esta lluvia, solo se le
ocurre a usted salir corriendo —sigue con sus regaños.

—Escuche
—agarra las manos de Miss Valeria y la mira fijamente—. No
tenemos mucho tiempo.

—¿De
qué habla? Mucho tiempo para… —dice Miss Valeria sin entender lo
que Mr. F. quiere decir.

—Para
el eclipse —completa la oración.

—¿Cómo
puede estar tan seguro? —replica Miss Valeria algo inquieta— .
Nadie salvo Arkiria conoce el momento en que sucederá.

—Pero
ella ya está moviendo sus tropas —exclama alarmado—. El ataque
en las tierras Mediadas fue una advertencia: ella ya está lista.

—¿Qué
es lo que sucede? ¿Los vigilantes van a atacarnos? —pregunta Tomás
con voz temblorosa.

Ambos
adultos intercambian miradas, por un momento no están seguros de
responder a su pregunta, pero luego Mr. F. le hace señas al muchacho
de acercarse, lo toma del hombro y se sientan en una banca que está
junto a la pared. Tomás se ubica en medio de ambos adultos, a su
derecha se sienta Mr. F. y a su izquierda acaba de acomodarse Miss
Valeria. Tel joven se preocupa al notar en los rostros de ambos
adultos que lo que le dirán ahora no será bueno; quizás nada
bueno.

—Hay
muchas cosas que debes aprender todavía para lograr entender este
“nuevo mundo” —dice Mr. F. —. Hay una batalla que se desatará
pronto.

—En
el próximo eclipse, ¿no saben cuándo sucederá?

—Es
difícil saberlo si no contamos con el Mobaronsun, o si el portador
no quiere revelarlo.

—Un
momento —detiene Miss Valeria —. El último eclipse fue apenas
hace dos años ¿por qué cree que se avecina otro tan pronto?

—Solo
piénselo: corta los traslados de un mundo a otro, las comunicaciones
y ahora ataca una planta solar en las tierras Mediadas como una forma
descarada de demostrar su poderío. Hay dos opciones: o un nuevo
eclipse se acerca o ella planea invadir la Península Solar, lo cual
es más improbable que la primera opción.

La
estación se inundó de un silencio sepulcral por unos minutos, el
muchacho trata de relacionar todo lo que ha escuchado desde que llegó
a Solunier, los relatos de Mr. F. le contó y lo que logra deducir de
algunos temas de los que apenas tenía una pequeña noción.

—¿Qué
pasará si los vigilantes nos invaden? —pregunta sabiendo que la
respuesta no le agradaría.

—Bueno…
es una pregunta difícil ya que nunca ha pasado algo parecido…
—dice Mr. F., ahora tratando de buscar alguna posible respuesta—.
Pero si sucede cambiaría todo el orden del tiempo, la forma en la
que la luz está organizada.

—La
noche podría volverse eterna —aclara Miss Valeria—. Solo un
atardecer eterno tanto para Solunier como para todos los demás
mundos, incluyendo Realidad 1, la dimensión que más quedaría
afectada ¿Te imaginas un mundo sin amanecer? ¿Sin luz? ¿Envuelto
en un mar de tinieblas que busca ahogar todo pequeño as de luz?

Ante
las palabras de Miss Valeria, un escalofrío recorre todo el cuerpo
de Tomás. Es verdad que a él nunca le llamó la atención la noche,
la luna ni las estrellas; siempre estaba atento a la luz del sol y al
atardecer, y no podía imaginarse un mundo si aquello.

—Hum…
no había pensado en eso —exclama Mr. F. más alarmado.

Un
silbato anuncia la llegada de un tren. Mr. F. y Miss Valeria se ponen
de pie, la mujer toma por el brazo al muchacho quien no había
atinado a pararse y suben al tren que acaba de frenar frente a ellos.

El
tren es diferente al que habían tomado la vez pasada, junto con los
asientos hay mesas y varias personas comen como si fuera una especie
de restaurante o café. Los tres se sientan en una mesa más al
fondo, el pasillo es un tanto angosto, apenas suben el tren comienza
a avanzar lentamente. No hay demasiados pasajeros a esa hora de la
noche, pero los pocos que están se encuentran comiendo y hablando,
llenando el lugar de murmullos y voces. Ahora que el tren se mueve
mucho más rápido, aunque no como lo hacía el primer tren al que se
subió Tomás, se oye el brusco sonido de aceros chocando entre sí.

—¿A
dónde vamos, Mr. F?— Tomás recordaba que habían tomado un tren
para viajar a Realidad 1, y cree que a lo mejor en esta ocasión
sería igual.

—A
casa. —Su respuesta suena un tanto vacía, ya que la casa del
muchacho es Realidad 1, pero sabe que ahora no pueden hacer ninguna
clase de viajes a ningún lugar fuera de Solunier.

—¿Qué?

—Como
tú estás bajo mi cuidado, mi casa es tuya.

—Pero…
creí que usted vivía en Realidad 1, en esa casucha vieja.

—No…
bueno si… la verdad es que como hago viajes de aquí para allá
necesito tener un lugar donde quedarme vario tiempo.

—¿Usted
de dónde es?.

—En
realidad he vivido tanto tiempo viajando que no creo que sea de un
solo lugar —responde restándole interés al asunto. Tomás
recuerda que Don Alejandro contó que Mr. F. había sido elegido para
hacer misiones en distintas partes del mundo, y que fue gracias a
esos viajes que su relación se perdió.

—Ya,
en serio, ¿de dónde es? —No le gusta que Mr. F. hablara
haciéndose el misterioso, a veces pensaba que lo hacía a propósito.
Ante la pregunta insistente de Tomás, Mr. F. deja pasar unos
segundos antes de responder a su pregunta.

—Nací
en Inglaterra, aunque en aquella época era una monarquía.

—¿Aquella
época? —pregunta luego de unos minutos al darse cuenta que Mr. F.
no se disponía a seguir hablando.

—1425.
— Tomás se sorprende al escuchar la fecha, pues se imaginaba que
diría mil novecientos cincuenta o sesenta y algo, pero nunca “1425”.
Unos segundos más de silencio son suficientes para que Tomás
recuerde lo que Mr. F. le había dicho antes: en Solunier el tiempo
no pasa, osea que una persona no envejece por más tiempo que se
quede. « Ahora con más razón podía llamarlo viejo» dice para sí.

—¿Y
usted, Miss Valeria?

—Nací
en Francia, 1800 —responde portando una sonrisa.

—Eso
quiere decir que ¿ambos tienen más de cien años? —Ante esta
pregunta Miss Valeria comienza a reír.

—No
—respondió directamente Mr. F. un tanto serio—. Solo cumplimos
años cuando nos quedamos en Realidad 1, o en algún otro mundo en
donde el tiempo nos afecte. —Ante esta corta explicación, Tomás
mira a Miss Valeria sin tener la idea clara, insistiendo en que
continuase—. Por más que viva cien años en Solunier tanto mi
cuerpo como mi mente van a seguir siendo de la misma edad tal como lo
fueron cuando dejé 1841 —continúa— y solo cumpliré años en
Realidad 1.

—¿Eso
quiere decir que los viajes en el tiempo existen?

—Creo
que la respuesta es evidente —responde Mr. F.—, desde que Arkiria
tiene el poder, el viaje en el Tiempo es posible.

—¿Qué
hacían cuando no existía el viaje en el tiempo?—.

—Era
muy difícil proteger el conocimiento, ya que no alcanzábamos a
cubrir todas las áreas, además se perdía a menudo. Muchas
civilizaciones se perdían sin que nosotros lo supiéramos, y mucha
información era robada o destruida por seres de oscuridad que
merodeaban la tierra en aquellos tiempos. Digamos que la ignorancia
era mucho más fuerte que la sabiduría. Pero Arkiria vino a cambiar
todo eso, y gracias a ella pudieron recuperarse todas aquellas cosas
perdidas.

—Yo
creía que Arkiria era malvada.

—Es
un ser humano, tiene sus luchas y comete sus errores. Debes saber que
ella se convirtió en una maestra del Tiempo; la mejor. Al principio
gobernaba el Tiempo de forma muy majestuosa y digna, en esa etapa
muchas cosas fueron posibles; como el viaje en el tiempo y los
bucles temporales, pero luego ya no podría crear cosas si no tenía
el Mobaronsun —su voz suena diferente, una pena acompaña su
narración. Tomás ve nostalgia reflejado en los ojos de Mr. F., que
se pierde en la lluvia que cae del otro lado de la ventana del tren.
Miss Valeria también había cambiado su semblante, ahora mira a Mr.
F. compartiendo esa sensación.

Antes
de que el muchacho pueda seguir haciendo preguntas, Mr. F. se pone de
pié y toca una campana que está en el fondo, para anunciar que
bajarán en la próxima parada. Miss Valeria también se pone de pie
seguida por el muchacho, la bocina del tren suena demasiado fuerte
antes de hacer un brusco frenazo. Mr. F. baja primero de un gran
salto seguido por Miss Valeria y Tomás, quien mira a su alrededor el
nuevo escenario en el que se encuentra.

—Ya
llegamos —dice Mr. F. tomando a Miss Valeria de un brazo y al
distraído Tomás del otro, y los tres caminan adentrándose en un
barrio oscuro y con altos edificios.

El
tren se había detenido en una parada en la superficie, cuando ellos
anteriormente lo habían tomado en una estación subterránea.
Tuvieron que cruzar un amplio descampado, llegando así a la entrada
de lo que parece ser un movido barrio. La noche es aún joven y el
barrio está poblado de gente que toca música y baila, como si
estuviesen de carnaval. Mr. F., Miss Valeria y Tomás caminan a
través de todo ese espectáculo que la misma gente del barrio monta.
Tomás contempla cada vivienda, siente que está en la época de las
revoluciones, las casas tienen techo de madera, o paja, o palos, se
ven hornos de barro fuera de las casas y la gente se viste con ropas
antiguas; las mujeres con vestidos y los hombres con camisas y
tirantes. Los niños corren de un lado a otro con palos que en uno de
sus extremos tienen papeles de colores, otros van de un lado a otro
con antorchas y otros tocan música mientras merodean por las calles.
No se ve ninguna clase de vehículos andando, las calles son de
tierra de manera que no se distingue la calle de la vereda, y Tomás
cree que esa es la razón por la que las personas atravesaban las
calles sin prevenir ninguna clase de peligro.

A
medida que se adentran al barrio, la gente que los ve pasar los
saluda a Mr. F. haciendo reverencia, quien les devuelve el saludo de
igual manera.

—Qué
lugar más peculiar —exclama Tomás sin dejar de prestar atención
a su alrededor.

—Le
llamamos “Zona Danzante”, o “Los pies Alegres”, es un barrio
muy pequeño que como vez la gente es muy simpática —comenta Mr.
F. mientras saluda a unas personas a lo lejos.

—¿Usted
conoce a todos aquí?

—No,
no a todos.

—Pero
se saludan como si se conocieran —dice contrariado.

—Solo
están siendo amables, Tomás. No todo tiene que tener alguna
explicación.

Llegan
hasta un pequeño edificio, tiene dos pisos solamente pero es ancho y
debe tener unas seis habitaciones distribuidas en el amplio pasillo
detrás del mostrador. Entran en aquél lugar, aunque se ve viejo y
deteriorado es agradable estar ahí, estaba bien ordenado e iluminado
con luces amarillas. Mr. F. retira unas llaves en la recepción
mientras Tomás y Miss Valeria esperan en una sala junto a la
recepción. Una vez que Mr. F. tiene las llaves a su disposición se
despiden de Miss Valeria, quien pasará la noche en ese lugar. Luego
de despedirse, Mr. F. y Tomás salen del edificio y se adentran más
al interior del barrio.

—Tengo
una pequeña casa cerca de aquí, ahí pasaremos la noche —informa
el hombre al suponer que el joven no tardaría en preguntar a dónde
se dirigen.

—Y
¿qué pasará mañana? Digo, porque… aún no puedo volver a mi
casa aunque quiera y con lo que usted me contó hace rato… digamos
que no sé qué podría pasar.

—No
estés preocupado por el futuro, Tomás. Mañana hablaremos con gente
que puede hacer algo para ayudar, tengo un pequeño plan si acaso no
quieren escucharme. Debemos avisar a las autoridades de la Península
sobre el ataque venidero de Arkiria —responde con la mirada
enfocada en el camino de tierra bajo sus pies.

—Ok…
pero no sé qué tengo que ver yo, siento que solo soy un estorbo en
todo esto.

—Tú
tienes un lugar muy importante en esto —exclama con toda
sinceridad—. Eres el primer nigma en años, además unos vigilantes
te estuvieron persiguiendo, eso nos da a suponer que no solo eres
importante para Miss Valeria y para mi, sino también para ella.

Tomás
quiere creer que así lo es, pero al mismo tiempo le da miedo el
hecho de que Arkiria esté buscándolo.

Ambos
entran a una pequeña casa, en donde luego de tomar algo, se fueron a
dormir, el muchacho tiene una habitación solo para él en el segundo
piso; lo que le agradó demasiado. Tomás pasa toda la noche
preguntándose lo mismo que tú debes estarte preguntando « ¿Qué
pasará ahora?»

La
luz del día comienza a cantar entrando por la ventana de la
habitación en donde duerme Tomás, tan profundamente que no oye
cuando Mr. F. deja la casa esa misma mañana. El sueño del muchacho
se interrumpe cuando un reloj suena, y tras ese sonido todos los
relojes que hay en la casa comienzan a sonar a gran volumen. El
muchacho se despierta de un gran susto y se levanta de un salto,
basta con unos segundos para que el muchacho atine a apagar el primer
reloj que había sonado; al ser apagado los demás también dejan de
sonar. Tomás mira a su alrededor, al no oír ningún otro ruido se
siente extraño al estar en un lugar desconocido.

—Mr.
F. —llama, pero al no haber respuesta, vuelve a llamar elevando la
voz— ¡Mr. F!—. No oye sonido alguno y confundido comienza a
caminar por toda la casa llamando a Mr. F. La casa es pequeña, muy
parecida a la casucha de Realidad 1, en donde lo conoció, con la
diferencia de que ésta es más grande. Las paredes son de madera y
tiene lindas talladuras que recorren todas las paredes de la casa,
hay columnas de roble oscuro y bien lisos, al igual que el techo.
Esta casa dispone de dos pisos y uno subterráneo pero está cerrado
con candado. Las puertas también son de roble, altas y anchas. El
piso es lo único que se ve deteriorado en ese lugar, porque los
muebles y los objetos que puede contemplar están en perfecto estado;
esta casa está mucho más ordenada que la de Realidad 1.

Al
descubrir que no había nadie en la casa además de él, no entró en
pánico más bien se dirigía nuevamente a su habitación para seguir
durmiendo, nada pasaba por su mente; aún tenía sueño. En eso, vio
una nota sobre la mesa de la sala principal, un pedazo de papel
amarillento escrito con tinta. El muchacho lo tomó, el papel decía:

«
Tuve que salir de urgencia, llego en exactamente 36 minutos a partir
de cuándo suenen los despertadores. No hagas algo estúpido.

Mr.
F.»

Bueno,
ahora sabe que lo de los despertadores había sido a propósito, una
broma que no le agradó demasiado. Un pequeño reloj había servido
como pisa papel de esta nota, Tomás observa la hora: 8:34hrs AM,
Tomás deja escapar una exclamación de desagrado, pues ya supone que
Mr. F. quería que permaneciera despierto. El joven vuelve a su cama
para recostarse unos segundos, luego lentamente comienza a vestirse.
Una vez levantado se dirige a la cocina, busca en las alacenas que
están arriba del lavaplatos algo para desayunar cuando ve otra nota
de Mr. F. pegada en la heladera. Esta nota dice:

«
En los cajones de abajo hay frascos de té y café. En la heladera
hay manteca y dulce de girasol, también hay una jarra de leche. Si
quieres calentar algo utiliza el aparato que está guardado dentro
del horno, es un aparato circular con un pequeño cable.

Mr.
F.»

Tomás
abre los cajones ubicados debajo de la cocina y encuentra muchos
frascos, cada uno con una etiqueta diferente. Busca específicamente
el frasco que contiene café, saca una taza de la alacena de arriba,
abre la heladera y saca la leche. Se prepara una gran taza de leche
con café, pero estaba frío, entonces opta por sacar el aparato del
horno. Es parecido a la pava eléctrica, con la diferencia de que la
pava era más parecida a una jarra para el café. Cuando lo saca lo
pone sobre la mesa y ve otra nota pegada sobre el aparato. Dice:

«
No es mucha ciencia, solo enchúfalo y vierte lo que quieres calentar
dentro de este jarrón, luego oprime el botó amarillo y ve
controlándolo. Cuando ya esté caliente oprimes otra vez el mismo
botón, luego límpialo
sin
mojarlo

y guárdalo otra vez en donde estaba. Por favor, lávalo apenas
termines de usarlo.»

Tomás
ya comenzaba a cansarse de las notitas que Mr. F. le había dejado.
Hace exactamente lo que dice la nota, calienta su café con leche y
luego toma un trapo para limpiar el pequeño aparato. Saca la manteca
y el dulce de girasol de la heladera, le llama la atención ese dulce
pues nunca había oído hablar de él. Cuando coloca la manteca y el
dulce sobre la mesa descubre otra nota en la tapa del dulce que dice:

«
El pan está en una bolsa marrón al costado de la heladera. Ahí
también hay tortitas por si las prefieres.

Mr.
F.»

El
muchacho saca unas 3 tortitas de la bolsa y finalmente comienza su
desayuno. El sol que entra por las ventanas era demasiado brillante,
ilumina toda la casa, algo que a Tomás le molesta por lo que recién
se levanta y, de mala gana, se pone de pie y corre las cortinas
tapando algunas ventanas de la sala principal dejando la casa a
oscuras.

No
había terminado de desayunar cuando el reloj que llevaba en el
cuello comienza a vibrar. El muchacho lo toma y lo observa por unos
minutos, puede ver cómo la púa de los segundos comienza a moverse
cambiando su posición, cuando antes lo apuntaba a él ahora apunta
hacia una de las ventanas por donde la luz apenas entra debido a la
cortina que tapa gran parte de ella. Tomás tiene en cuenta que la
púa de los minutos señala la dirección a la que debe ir mientras
que la púa de las horas señala lo que debe ser llevado, pero « ¿y
la de los segundos?» Este pensamiento entra en su mente, y recuerda
que antes de conocer a Miss Valeria la aguja de los segundos también
apunta hacia otra dirección. El joven se pone de pie y, sin pensarlo
dos veces, se dirige a la ventana para ver qué había. Para su
sorpresa no hay nada más que un pequeño jardín iluminado, entonces
observa nuevamente el reloj y ve que la aguja se mueve señalando la
parte izquierda del jardín. De aquel lado una cerca de alambres, en
donde termina el jardín, se puede ver que luego de esa cerca sigue
un descampado pero no se puede ver más allá.

Decide
salir al jardín, camina hacia la puerta trasera y sale de la casa.
Se dirige a la cerca que no esta tan lejos de la puerta, y ve lo que
hay más allá: es una pradera que se extiende hacia abajo como si
la casa estuviera en una montaña, allá abajo hay un campo de
girasoles, tan amplio que no se ve un final. Este paisaje se extiende
desde su izquierda y a medida que corre su mirada hacia la derecha se
ve más y más cerca, pero ve que la aguja de los segundos señala a
su derecha. Tomás no duda en pasar al otro lado de la cerca y seguir
el camino que le indica esa púa. El muchacho camina tratando de no
caer por esa bajada al campo de girasoles, pero luego ve que de
repente la aguja de los segundos le señala ese gran campo, Tomás
queda algo confundido y como no miraba dónde pisaba se tropieza y
cae rodando por el monte.

Una
vez abajo, rodeado de girasoles, intenta ponerse de pie pero una
suave voz a su derecha lo inquieta.

—¡Oh!
¿Está bien? —es una dulce voz de mujer, pero Tomás no puede
verla por lo grandes que son aquellos girasoles. El muchacho se pone
de pie rápidamente al oír esa voz, una vez de pie se sacude la ropa
y levanta su mirada. Una mujer espera parada frente a él, tiene un
enorme sombrero blanco con una tira celeste y una flor, le llama la
atención que llevara un canasto con varios girasoles colgando de su
brazo. Los enormes girasoles le llegan hasta un poco más arriba de
las rodillas, mientras que a Tomás le llegan casi hasta la cadera

La
mujer al ver a Tomás luce una sonrisa, el muchacho aún está lleno
de pasto hasta en el cabello.

—¿No
se lastimó? —pregunta la mujer con la misma voz dulce de antes.

—No,
estoy bien —Tomás vuelve a sacudirse, al contemplar su reloj
nuevamente se da cuenta que la aguja de los segundos estaba señalando
a la mujer. Tomás se reincorpora— ¿Qué es este lugar?

—Bueno,
la verdad es que no tengo idea.

—¿No
es de por acá?

—Digamos
que no —tenía un tono un tanto misterioso en su voz—, pero
supongo que usted tampoco es de por aquí.

—No,
yo no —luego de responder, considera que quizás no sería
conveniente decir que venía de Realidad 1, es solo un pensamiento
que realmente no lo encontró tan importante.

—¿Está
de visita? —insiste.

—Algo
así —responde el joven en un tono cortante.

La
mujer comienza a observar el camino que el muchacho había
recorrido—. Usted debe venir de la casa de Mr. F. ¿me equivoco?

—Si,
digo no —se apresura a corregir—. Sí vengo de la casa de Mr. F.,
no se equivoca —aclara nervioso, lo que hace sonreír a la mujer.

—Tú
debes ser su nuevo aprendiz, un Nigma.

—Perdone
¿usted es?

—Me
llamo Grinda —responde risueña acomodando sus largas trenzas
rubias.

—¿De
dónde viene? O ¿qué hace aquí? —está un poco inquieto con el
tema del reloj « ¿por qué me habrá guiado hacia ella?»

—Bien,
temo que no puedo responder a su primera pregunta, pero sí puedo
decirle qué hago aquí —responde animada, deja la canasta de
girasoles en el suelo y continúa—. Verá, caminaba por una pradera
y raramente terminé aquí. Estoy perdida.

—Y,
¿a dónde iba? —El corto relato no convence demasiado a Tomás,
pero un pensamiento fugaz pasa por su mente: quizás el reloj lo guió
hacia ella para ayudarla.

—La
cuestión es que estoy buscando a alguien que me ayude a volver a mi
hogar, y apareciste tú —responde siendo directa. El joven se
siente aliviado porque ya lo había adivinado.

—Pero
apenas conozco este lugar, creo deberá pedirle a otra persona.

—No.
Tú ayuda es la única.

—¿Por
qué?

—Porque
eres el único Nigma que ha respondido a mi auxilio.

El
joven queda confundido, esa mujer estaba buscando a un nigma y su
reloj lo había llevado hacia ella. Ahora comprende cómo funciona la
aguja de los segundos, al parecer si alguien necesita su ayuda el
reloj lo lleva hacia allá. Le resulta muy curioso y útil, pues si
su reloj responde a pedidos de ayuda, supone que él también puede
pedir ayuda y alguien más responderá.

—Bueno
pero no sé cómo ayudarla.

—Si
tú respondiste a mi llamado, significa que posees un reloj
individual, él te trajo hacia mí y él es el único que puede
llevarme a mi hogar.

—Y…
¿Eso dónde sería?

—Realidad
1. —El muchacho quedó atónito ante la respuesta de Grinda.

—Pero…
¿no que no se puede hacer viajes así ahora? —exclama confundido.

—Pero
eso no es un problema para los Nigmas, ustedes pueden viajar cuando
quieran y con quienes quieran.

—Pero,
Mr. F. dijo que no puedo volver-

—No
es así, claro que puedes hacerlo, a no ser…

—¿A
no ser qué?—insiste ansioso, mientras se pregunta «¿Mr. F. me
habrá mentido? ¿Hay algo que no quiere decirme para que crea que no
hay forma de regresar?»

—A
no ser que no tengas la suficiente magia para hacerlo.

Ahora
recuerda la reacción que Mr. F. había tenido cuando vio sus
resultados. Es probable que esa fuese la razón por la que Mr. F. no
le había comentado que podía volver.

—Bueno,
al parecer esa es mi situación —confiesa el muchacho avergonzado.

—¿Vas
a ayudarme?

—No
sé cómo hacerlo, de veras quiero ayudarla pero-

—Solo
debes prestarme tu reloj individual y yo te mostraré qué hacer
—interrumpe casi tropezándose con sus palabras.

El
joven no está seguro de confiar en Grinda, pues acaba de conocerla.
Recuerda que Mr. F. le había dicho que su reloj era muy importante,
pero no comprende cuán importante es en realidad.

—¿Acaso
usted no tiene uno?

—Claro
que tengo uno pero solo puedo volver con un reloj que pertenezca a un
nigma.

Considera
la petición de Grinda: puede confiar en esa dulce mujer o
consultarle a Mr. F. cuando llegue, pero ahora que lo piensa quizás
su tutor se enoje por haber salido de la casa.

—Es
que… no sé si debería… Mr. F. quizás se enoje conmigo.

—No
se enojará, lo prometo. Además ¿no estás cansado de obedecer
órdenes? Me imagino lo que debe ser tener que hacer todo lo que te
digan por estar en un lugar desconocido ¡Qué horror! —exclama con
expresiones un tanto exageradas.

Luego
de pensarlo por unos minutos, decide confiar en esa mujer, después
de todo es verdad lo que decía: con solo recordar las notitas que su
tutor había dejado en su casa diciéndole qué hacer ya es motivo
suficiente para molestarlo. Desde que llegó todo el mundo decidía
por él, ya está cansado de que lo lleven de acá para allá, lo
dejen en lugares desconocidos y lo abandonasen por ahí. Cree que ya
ha tenido suficiente con todo lo relacionado a Solunier. Por eso es
que, decidido, descuelga su reloj del cuello y se lo extiende a la
mujer, quien ahora mantiene una mirada codiciosa.

—Un
momento —advierte Tomás antes de que la mujer agarrase el
amuleto—. Si yo le doy este aparato ambos nos iremos a Realidad 1
¿no?— La verdad es que nunca quiso estar allí, cuando les
informaron que no podría volver a su casa él le mintió a Mr. F. y
a Miss Valeria diciéndoles que quería quedarse; pero en realidad
era porque no tenía opción. Ahora le revelan que en realidad sí
existe una opción y le ofrecen la oportunidad de volver con la
posibilidad de que Mr. F. no se entere de que lo izo, por un lado le
pesa tener que dejarlo pero son más las ganas de volver que de
quedarse.

—Sí,
claro que si —contesta la mujer impacientemente. Ante la forma en
que Grinda respondió, el muchacho vuelve a desconfiar de ella, pero
aun así le da el reloj. Solo quiere volver a casa.

Capítulo
8: Perdido

—Lamento
que tenga que ser así —dice la mujer una vez con el reloj en sus
manos—, pero seguramente luego lo entenderás. —En ese mismo
momento el muchacho comprende que acababa de cometer un error al
haber confiado en ella. « Lo que me faltaba.»

Grinda
desaparece tras una onda expansiva, lo que hace que el muchacho caiga
nuevamente sobre los girasoles. Tomás ahora está
solo en el campo, sin su reloj y con una amargura que crece en su
interior. «¿Qué fue lo que hice?» piensa preocupado. «¿Cómo
pude haber caído en esa trampa?¿Habrá sido verdad que podía
volver a Realidad 1 con el reloj de un Nigma? ¿Se habrá ido a donde
dice que iría?», y más preguntas similares rondan por su cabeza,
emprende el viaje devuelta por la meseta por la que había caído
momentos atrás hacia la casa de Mr. F.

Piensa
en lo que le dirá a Mr. F., pero no se le ocurren las palabras para
formar alguna oración que explicara lo sucedido. Amargado entra a la
casa por donde había salido momentos atrás y descubre una nota en
una ventana ubicada del lado derecho de la puerta que da al jardín
por el que acaba de entrar, una nota de Mr. F. que dice:

«
No salgas por ninguna razón.»

Con
esta nota habrá un castigo seguro, se lamenta no haber visto esa
nota ahí. Saca la nota, la hace bollo y la arroja por ahí, enfadado
vuelve a sentarse en donde aún yace su desayuno a medio terminar y
comienza a ordenar, limpiar y guardar las cosas que ha utilizado en
su desayuno luego de concluirlo. No pasa mucho tiempo cuando de
repente se oye un sonido proveniente de una campana que está del
otro lado de la puerta de entrada, haciendo la función de timbre; se
trataba de Mr. F. y Miss Valeria que llaman a la puerta. El miedo
sube por Tomás al oír que son ellos, se dirige hasta la puerta de
entrada y recibe a sus tutores intentando ocultar su inquietud. Luego
de unos alegres saludos de parte de los recién llegados, Tomás se
dispone a contarles sobre el robo de su collar, pero un pensamiento
fugaz pasa por la mente del muchacho. « Quizás no lo noten, ya que
desde que llegué a acá no me han preguntado por él»

Este
pensamiento se borra cuando de repente Miss Valeria pregunta
repentinamente— ¿Cómo está tu reloj? —como si le hubiese leído
la mente. Mr. F. no escucha la pregunta de Miss Valeria ya que estaba
de espaldas buscando algún que otro papel en los escritorios, por
eso es que Tomás le hace señas de no hablar, señas que la mujer
entiende perfectamente. Ambos lentamente se trasladan al living para
tener una pequeña charla en susurros.

—Por
favor, no le diga nada a Mr. F. —le ruega el joven.

—¿Qué
es lo que no debo decirle?

—Esta
mañana una mujer me robó el reloj —confiesa portando una sonrisa
avergonzada.

—¡¿Qué?!
—exclama elevando la voz.

—¡¡Shhh!!
Baje la voz —se apresura a callar.

—¿Cómo
fue que te lo robó? —pregunta alarmada volviendo a hablar en
susurros.

—Salí
al campo de girasoles y ella me engañó, sin querer le presté mi
collar y se esfumó —contó el muchacho siendo lo más claro
posible.

—Oh…
eso es algo malo —opina la mujer volviendo a elevar la voz poco a
poco.

—¿Qué
tan malo?

—Justo
ahora íbamos a registrarte en el plaboceok.

—Y
¿Qué significa eso? —pregunta temiendo lo peor.

—Que
íbamos a darte una identidad dentro de Solunier, un nombre, un nuevo
reloj, quizás un cargo… pero Mr. F. necesita el reloj que tenías,
el de tu abuelo, sino no puede hacerlo.

—¡Miss
Valeria, Tomás, nos vamos en 8 minutos! —grita el alegre Mr. F.
mientras sube las escaleras a su cuarto.

—¿Qué
vamos a hacer? —pregunta Tomás más preocupado que antes.

—Mr.
F. se va a enojar mucho si lo descubre por su cuenta. Debes decirle
la verdad —aconseja Miss Valeria. Tomás no se anima a decirle la
verdad, ya que fue culpa de él que le hayan robado el reloj.

—Es
que-

—Oye
—interrumpe—, Mr. F. lo va a saber tarde o temprano, por boca
tuya o mía.

—¡Hey!
Le pedí que no le dijera a Mr. F. —le recrimina el muchacho.

—¡Yo
no le diré nada! Debes hacerlo tú, y ahora. —lo agarra al por el
brazo y ambos se dirigen a la habitación en la que Mr. F. había
entrado minutos atrás. El hombre está guardando y acomodando unos
papeles en su maletín, papel que no sirve lo arroja por ahí y sigue
revisando. Tomás no quiere decirle, sabe que además de enojarse se
pondría mal; ve lo emocionado que está y se imagina la decepción
que sentirá cuando le diga lo del reloj.

Miss
Valeria golpea la puerta, a pesar de que se encontrara abierta, para
llamar la atención de Mr. F., quien inmediatamente se da la vuelta.

—Perdón,
Mr. F., pero Tomás debe decirle algo importante. Y con decirle
importante, quiero decir noticia de último momento —dice Miss
Valeria con el mismo tono inquieto de siempre.

—Bien,
mientras sean buenas noticias…—exclama mientras ojea unas hojas
que tiene en sus manos.

—Eso
es parte de lo “importante” que es lo que va a escuchar. —Miss
Valeria empuja a Tomás, quien queda justo frente de Mr. F., quien
ahora lo mira atentamente. Tomás se pone más nervioso y le cuesta
comenzar a hablar, pero finalmente se pone firme y no le queda otra
que confesar.

—Mire,
Mr. F., yo… extravié el reloj de mi abuelo. —Contempla cómo el
rostro de Mr. F. cambia de ser alegre a un rostro contrariado y
preocupado.

—¿Cómo…
cómo que lo “extraviaste”?

—Es
una larga historia, yo salí al campo de girasoles y una mujer me lo
pidió y, bueno, yo se lo di —cuenta sintiéndose la persona más
estúpida de Solunier.

—¿Quién
era esa mujer? —se alarma.

—Se
llamaba Grinda, pero ya no está, pues cuando se lo di se esfumó,
desapareció en una… bruma o algo así.

Mr.
F. tira los papeles que sujeta y se toma la cabeza. Miss Valeria
estaba en la puerta observando todo lo que pasaba, un poco
indiferente a la escena, y Tomás se siente mal por Mr. F., mientras
que al mismo tiempo se pregunta si existe la forma de recuperarlo.

—¿Cómo
puedes ser tan descuidado, Tomás? —exclama Mr. F. lentamente—
¿Cómo era esa mujer? ¿Era como la que te describí la otra vez?

—No,
tenía el cabello rubio, o medio castaño, y tenía más o menos la
estatura de Miss Valeria. ¿Hay algo que podamos hacer para
recuperarlo?— pregunta casi implorando.

Mr.
F. intenta contenerse mientras que Miss Valeria simplemente observa
la escena como si lo sucedido no fuera de mayor importancia.

—Sí,
hay algo —dice Miss Valeria rompiendo aquel tenso silencio.

—¿Enserio?
—exclama el muchacho llenándose de esperanzas.

—Sí,
pero… — Mr. F. aún se lo veía enojado— hay que… hablar con
Moubisgotach. —Tomás entiendo que ambos no se llevan del todo
bien, y que no es agradable pedirle un favor a la persona que más
odias. —Aunque…— Mr. F. queda pensativo unos segundos—. Miss
Valeria ¿la señorita Monka sigue trabajando en la Sala de
Bienvenida?

—Sí

—Bien,
entonces será mejor apresurarnos. —Toma su abrigo y sale disparado
hacia fuera, Miss Valeria y el muchacho hacen lo mismo casi sin
entender los planes de Mr. F.

—Entonces
¿Qué vamos a hacer? —pregunta Tomás una vez afuera.

—Moubisgotach
no querrá ayudarnos, por eso le pediremos ayuda a otra persona
—responde Mr. F. más animado esta vez.

—Pero
¿cómo pueden hallar mi reloj? —Los tres caminan velozmente por el
tan peculiar barrio dirigiéndose a la estación de tren ubicada unas
casas más allá.

—Los
relojes no fueron creados solamente para guiar a los amanitas,
también para saber en dónde están. Cada reloj emite ondas de
calor, en realidad todos lo hacemos pero solamente se puede saber la
ubicación de la persona si posee el reloj individual. En este caso,
la persona que robó el reloj de tu abuelo tiene una señal calórica
más fuerte que la de cualquiera al tener dos relojes individuales
juntos.

—Pero,
¿qué pasa si Grinda no lo lleva puesto?

—En
ese caso, no habría problema porque existen diferentes formas de
rastreo: busca relojes específicos sin la necesidad de un portador;
como el caso que acabas de plantear. Además hay que tener en cuenta
que, de por sí, tú no eres el verdadero portador del reloj; el
verdadero portador ya no está, por eso es un reloj muerto.

—¿Quiere
decir que yo, ahora, no puedo ser rastreado? Bueno, usted dijo que
solamente podían saber la ubicación de las personas que tengan un
reloj y yo no tengo uno.

—Si
los amanitas entramos a la península Lunar ellos pueden rastrearnos
en segundos porque en aquellos lugares no hay señales calóricas. Lo
mismo pasa si ellos vienen aquí; los atanitas, vigilantes, emiten
señales húmedas-

—En
cambio los Nigmas no tienen… eso, por eso es que no podemos ser
rastreados —interrumpe Tomás terminando así la explicación.

—Exacto,
ustedes no tienen ondas específicas.

—Lo
que es una ventaja, porque si yo viajo a la Península Lunar, Arkiria
no lo sabría, ¿verdad?

Suben
al tren, es exactamente igual al que habían tomado la noche. A pesar
de la cantidad de pasajeros, no tardan en llegar a destino, la Sala
de Bienvenidas, a la que habían aparecido la segunda vez que
entraron en esa dimensión. Tomás la recuerda mucho más pequeña de
cómo la ve ahora, y supone que se debe a que se encuentra
completamente vacía. El motivo es el mismo por el que Tomás aún
sigue atrapado en esa realidad en vez de estar en su casa quién sabe
haciendo qué. El silencio en ese lugar reina como en ningún otro,
al entrar solo se escuchan los pasos de nuestros tres personajes; ni
siquiera están los porteros en las entradas, la gran esfera azul
ubicada en el centro del salón ya no gira como lo hacía antes. El
joven se siente mucho más pequeño ahí dentro que en cualquier otro
lugar ya que el techo es lo suficientemente alto como para dar esa
sensación hasta a la persona más alta que exista. Los tres se suben
a un ascensor que los transporta a unos cuantos pisos más arriba.
Los pisos se encuentran rodeando la sala de Bienvenidas, desde los
pisos superiores se puede contemplar todo lo que sucede en la sala
principal (en donde antes aparecían las personas que venían de
otras dimensiones). A Tomás le da vértigo una vez que se detienen
en un piso superior, llegaron a gran altura en tan solo unos
segundos.

En
esa sala hay unas que otras personas caminando de aquí para allá,
el salón parece una biblioteca, las paredes parecen estar hechas con
libros de todo tipo y tamaños apilados horizontalmente desde el
suelo hasta el techo. Mr. F., Miss Valeria y Tomás se acercan a una
recepción ubicada en un costado, hay muchas recepciones desocupadas
pero Mr. F. específicamente se dirige a la recepción 5.

La
mujer tras el mostrador contempla expectante a Mr. F. y a Miss
Valeria cuando se acercan, y se acomoda los gruesos lentes antes de
atender.

—Buenas,
señorita Monka —saluda Mr. F.

—Buenas,
Mr. F. ¿Qué lo trae por aquí? —La señorita Monka hablaba como
si lo hiciera con la nariz.

—Necesito
un favor —da una rápida mirada a su alrededor antes de continuar—.
Un rastreo.

—Oh,
bueno, es que-

—Es
urgente —interrumpe bajaba la voz—. Ya estamos cerca de hallarla,
por favor, estamos a un paso.

La
señorita Monka mira a ambos por unos segundos, con semblante
inexpresivo, pero luego deja salir un bufido dándose por vencida.

—Muy
bien, pero conste que me lo deben. —Saca unas hojas y una lapicera
para pasárselas a Mr. F.

—No
sabe cuánto se lo agradezco —exclama Mr. F. dejando relucir una
simpática sonrisa, y escribe una serie de símbolos muy extraños en
la hoja—. Es un caso especial, el reloj no tiene portador y no
sabemos qué clase de persona pudo haberlo robado.

—Puede
ser cualquier clase de persona, ¿otro Nigma, quizás? —dice Monka
acomodando un mechón de su cabello turquesa tras la oreja.

—No
estoy seguro. —Le entrega la hoja con la combinación de símbolos.

—Porque
si es un nigma tendremos más trabajo si es que huyó de la
Península.

—No
creo que haya hecho eso —mira a su alrededor nuevamente y por
desgracia descubre que Mr. Moubisgotach se acercaba al lugar en donde
ellos están—. Bueno, eso es todo. Por favor, me avisa si tiene
alguna novedad —termina la conversación rápidamente, le hace
señas a Tomás para salir de ahí antes de que Moubisgotach llegase
a ellos, pero ya es tarde, está lo suficientemente cerca para
ignorarlo.

—Qué
sorpresa encontrarlo aquí, Mr. Fredewatchrismaker —saluda el
hombre triunfante.

—Para
mí no es nada sorprendente —espeta con mucha sinceridad— Oh, y
es “…watchriC maker” no “watchriSmaker” —corrige en un
tono contenido.

—Usted
siempre tan amable —exclama irónico—. Buenos días, Miss Valeria
—saluda cambiando su voz a uno mucho más amable.

—Bonjour
—responde distante.

—¿Necesita
ayuda con algo, señorita?

—No
necesitamos ayuda —se adelanta a responder Mr. F. antes de que Miss
Valeria pudiera decir algo—, y mucho menos la de usted. Asique, con
permiso. —Se abre paso empujándolo del hombro, ya que Moubisgotach
bloqueaba el paso a la salida frente a ellos.

—No
sé qué trama, Mr. F., pero le aseguro que será detenido —dice
Moubisgotach de espaldas a ellos. El aludido se detiene en seco, y se
devuelve.

—No
estoy tramando nada, y si usted no lo cree lo animo a presentar
cargos contra mí a la Junta. ¿Qué lo detiene? —desafía Mr. F.

—Se
persigue demasiado, no debería hacerlo si tanto dice ser inocente
—exclama sin perder la calma.

—No
me persigo, solo respondo a lo que creo que fue una amenaza de su
parte.

—¿Amenaza?
—exclama dejando escapar algunas risas.

—Si,
amenaza. ¿Quiere saber qué es lo que “tramo”? —se enfrenta
Mr. F. más relajado—. Busco la forma de proteger la Península
Solar de un ataque venidero de Arkiria. No veo por qué un miembro de
la Junta, no… perdone, el líder de la Junta, en vez de desearme
suerte, desea que me detengan.

—No
se haga el víctima, sé que hay algo más —insiste Moubisgotach,
esta vez, dejando su tono calmado por uno más enfadado.

—Dígame
qué —desafía, pero al no haber ninguna respuesta por parte de su
oponente, se aleja dando unos pasos hacia atrás—. Que tenga un
buen día —espeta como si el saludo fuese un último golpe.

Tomás
se había quedado atento a todo lo que acababa de suceder en aquel
incomodo enfrentamiento, pudo notar la rivalidad que existe entre
ambos pero aún no comprende por qué, aunque cree que Mr. F. actúa
de esa forma porque ya había estado enojado por lo del reloj
extraviado. Miss Valeria y Tomás se habían quedado junto a
Moubisgotach durante todo el intercambio de palabras. Antes de que
Tomás pudiese hacer movimiento alguno, Moubisgotach lo agarra del
hombro para decirle unas cuantas palabras.

—No
deberías confiar mucho en él. —El muchacho lo mira
indiferentemente, en ese momento no comprende la razón por la cual
Moubisgotach le dice eso, y tampoco le da importancia. Intercambian
miradas un par de segundos y luego el muchacho continua su camino
tras Miss Valeria.

A
partir de ese encuentro, todo el día transcurre sin que Tomás
intercambie palabras con él, Miss Valeria también mantuvo una
cierta distancia con Mr. F. Unos viajes de acá para allá, idas y
venidas en el tren y en carretas fueron las cosas que Tomás hace en
ese día, sin nada importante que podamos resaltar ahora. Un día
movido y silencioso llega a su fin cuando la noche cae acompañada de
gotas doradas y el silbido de un viento más helado que la noche
anterior.

El
joven se encuentra recostado en su cama mirando la lluvia por la
ventana, no puede conseguir el sueño y se encontraba agotado. Piensa
en su familia, amigos, escuela, y se pregunta cómo deben de estar
sin él; es más que probable que hayan notado su ausencia por esos
dos días que lleva en Solunier « ¿Me estarán extrañando?», «
Si el tiempo es diferente acá ¿cuánto tiempo ha pasado allá?» .
También piensa en lo que Mr. F. le había mencionado en la cena hace
más de una hora atrás, sobre que a partir de mañana pasará gran
parte de la mañana en casa de Don Alejandro para que éste lo
instruya y le dé clases. Sus pensamientos son interrumpidos cuando
de repente una piedra golpea la ventana por la que Tomás observaba
la lluvia, el muchacho se sobresalta pero bastan unos segundos para
reponerse y creer que ha sido el viento o la lluvia. Ese pensamiento
se esfuma cuando otra piedra golpea nuevamente la ventana, como si
alguien quisiera romperla desde fuera. El muchacho esta vez se sienta
en la cama, intentando ver lo que pasa afuera a través de la ventana
pero solamente se ven las ramas de los árboles bailando al compás
del viento. Pasan unos segundos más y otra vez una piedra golpea la
ventana, definitivamente había alguien que estaba molestando. Tomás
se levanta y se asoma, solo ve el jardín solitario, pero otra piedra
que golpea el vidrio le da la dirección en dónde debe mirar: al
final del jardín, detrás de un arbusto se asoma la cabeza de una
persona, no puede verla con claridad pero Tomás nota que le está
haciendo señas. No comprende las señas al no poder ver bien, pero
deduce que lo está llamando, y por un momento duda si debe salir
pero no la piensa dos veces ( dejando en evidencian que la
experiencia de esa misma mañana no le ha enseñado nada), se viste
rápido y sale por la misma ventana trepando un árbol que hay justo
frente a la ventana. Al caer en el jardín se coloca la capucha de su
campera y se dirige al arbusto, pero a unos pasos de llegar, la
persona comienza a correr dirigiéndose al campo de girasoles, Tomás
corre tras ella sin dudarlo.

Del
campo de girasoles corren a unas cabañas ubicadas unas al lado de
otras, pero la persona sigue aún más allá, hacia unas calles
asfaltadas y veredas anchas. A pesar de la lluvia, hay mucho
movimiento de gente, carretas y autos viejos andando por las calles.
Tomás aún sigue al extraño sin poder alcanzarlo, pues corre como
un rayo y los pasos cortos del muchacho no ayudan demasiado en el
suelo mojado. En momentos el extraño paró para esperar a Tomás
cuando éste se quedaba muy atrás, y era más que evidente que
quería que lo siguiera. Finalmente se introdujo en una pequeña
cabaña abandonada escondida entre árboles y plantas a las afueras
de ese vecindario, el muchacho al verlo desaparecer entre las
cortinas que cuelgan en la entrada deja de correr y se acerca
lentamente.

Se
detiene a pensar en lo que está haciendo, y solo ruega que Mr. F. no
note su ausencia, la idea de volver a su casa no la quiso escuchar ya
que se había agitado mucho y sabe que se quedará con la duda de
aquel extraño si decide volver. Con sutiliza, desliza la cortina que
cubre la entrada y para su sorpresa descubre que no es una pequeña
cabaña después de todo, por dentro es más grande y está llena de
pantallas de computadoras viejas, cables colgando de aquí para allá
y montañas de papeles apilados en varios rincones. Se oyen varias
voces que provienen de más al fondo de la cabaña, un pasillo que
dobla a la derecha fue lo que Tomás tuvo que atravesar para
descubrir que un grupo de personas lo están esperando. Una pequeña
mesa gris en el centro, una computadora mucho más grande que las que
había visto en la entrada y cuatro personas ubicadas alrededor de la
mesa esperan al muchacho empapado que acaba de entrar. Cuando todos
voltean hacia Tomás, éste se intimida y queda perplejo. Entre las
cuatro personas que están alrededor de la mesa se encuentran Galas,
y quedó mucho más confundido cunado reconoció a la mujer que le
había robado el reloj esa misma mañana, Grinda, sentada junto a
Galas. Del otro lado de la mesa, un muchacho de piel oscura con una
visera moderna lo observa de pies a cabeza, y a su lado una chica se
saca una campera totalmente empapada, revelando el rostro pálido de
la persona a quien Tomás había perseguido. Un grupo muy peculiar,
es evidente que la persona más adulta es Grinda, pero Galas es quien
a simple vista cumple el rol de líder.

—¡Hey!
Tomás —exclama Galas a modo de saludo, pero Tomás no dice palabra
alguna, en respuesta levanta la mano desconcertado—. Perdón por
traerte aquí de esta forma.

—¡Hola!
—saluda la ladrona en un tono muy alegre, desconcertando aún más
al joven.

—Los
presento —ofrece Galas, y señala a cada uno de los presentes—.
Él es Rex, el tipo que se come todo, también es muy bueno con la
tecnología. —señala al chico de visera, quien acaba de sacar un
alfajor de su bolsillo—. Ella es Sue, conoce toda la historia de
memoria—señala a la chica de colitas y vestido blanco—. Ella es
quien te trajo —agrega como si Tomás no lo hubiese notado—. Y
ella, bueno tú ya la conoces —exclama señalando a Grinda, quien
sonríe inquieta—. Es la persona que robó tu reloj, y no se llama
Grinda, le decimos Ardilla. Ella es… hamm… la… alentadora
motivacional del grupo y la que más sabe sobre la magia.

—Perdón
por robar tu reloj —Grinda, o mejor dicho Ardilla, saca el reloj de
uno de sus bolsillos y se lo extiende a Tomás—. Está tal como me
lo diste.

—No
la culpes, todo fue idea de Galas —dice Sue.

—¿Tú
idea? —pregunta dirigiéndose a Galas— ¿Robarme el reloj fue tu
idea? —exclama molesto, pues piensa en la mala mañana que tuvo por
eso.

—Es
algo… no es tan complicado, ya lo entenderás, solo déjame
explicarte —intenta calmar su amigo, pero no funciona a la primera.

—¿Por
qué me trajeron aquí? O ¿para qué necesitaban mi reloj? —encara
Tomás— ¿Saben en el lio que pudieron haberme metido? Y, bueno
¿ustedes son un… grupo?

—Estaba
a punto de decírtelo, Tomás, no interrumpas. Nosotros somos….
hemm…. aún no tenemos un nombre preciso, aunque preferimos no
tener un nombre.

—Somos
un grupo de ladrones de información que trabaja para un miembro de
la Junta —explica Ardilla restándole importancia.

—¿De
la Junta? ¿Para quién?

—Es
secreto. Ni siquiera nosotros lo sabemos, pero ayudamos a la causa
“Contra Arkiria”, asique sabes que somos de los buenos.

—Y
¿por qué estoy aquí? —exclama en un tono cansado, ya se había
cansado de los misterios.

—Hemos
descubierto algunas cosas muy interesantes y sospechosas sobre ti, tu
llegada, tu reloj… y unas cuantas cosas más —confiesa Galas
frotándose las manos con ansias.

—Miren,
gracias por el reloj, pero Galas —interrumpe Tomás sin ánimos de
seguir escuchando— sabes que apenas conozco algunas cosas sobre
este lugar, Arkiria y quizás algo más pero… sinceramente estoy
harto de que cada momento que estoy acá me hablen como si estuviera
en una película. Dejen de hacerse los misteriosos y díganme de una
buena vez qué hago aquí. —Puede que esté malhumorado por lo que
comenzaba a bajarle el sueño, pues son como las tres de la mañana.

—Eso
es justo lo que vamos a contarte, no interrumpas. —Galas le señala
una silla al muchacho indicándole que tome asiento. —Para empezar
te contaré qué es lo que pasa contigo y tu preciado reloj, pero
para eso debo retroceder en el tiempo y recordarte a tu abuelo
Ricardo. ¿Qué sabes sobre él? —pregunta muy intrigado mientras
Tomás se sienta en un lugar frente a él, la mesa es circular.

—No
mucho… era una persona que viajaba demasiado para su edad.

—¿Recuerdas
alguna charla o algo importante que te haya dicho? —pregunta Rex
que está ubicado del lado derecho de Tomás.

—Hablaba
mucho de sus viajes, nunca mencionó este lugar pero, bueno igual sé
que no debía hacerlo.

—Entonces
sabes que tu abuelo era Amanita —dice Ardilla.

—Sí,
Mr. F. lo dijo.

—Curioso
—murmura Rex.

—¿Nunca
mencionó algo de suma importancia? —insiste Galas.

—No
lo recuerdo pero, igual hay muchas cosas que pueden ser de “suma
importancia”.

—Bien,
entonces pasemos eso. Sabes qué es Tireacélity ¿verdad?

—La
dimensión del Tiempo.

—Exacto…
pero… ¿Algo más?

—Hemm…
ahí se escribe toda la historia o algo así, hay un “reloj de la
existencia” —dice fingiendo dramatismo —, y creo que también
ahí se creó el… moborunson.

—Mobaronsun
—corrige Sue.

—Sí,
eso.

—La
persona que nos contrató nos comentó sobre ti, dijo que eras un
Nigma y sabemos que estas bajo el cuidado de Mr. F. —dice Rex—.
También sabemos que tu situación es complicada ya que al principio
el plaboceok decía que eras amanita, pero en realidad no lo eres.
También sabemos que justo cuando iban a decidir qué hacer contigo
Arkiria bloqueó cualquier tipo de tele transportación, por lo que
estas atrapado.

—Esto
es lo que tuvimos que investigar sobre ti —aclara Galas.

—¿Qué
cosa? ¿El que me haya quedado atrapado en este mundo?¿Me ayudarán
a salir? —pregunta emocionado.

—No.

—¿No?
—repite desilusionado ante la negativa cortante de Garlas, por un
momento había creído que al fin podría volver a casa.

—No
podemos hacer nada para que vuelvas, ni tu ni nadie puede salir de
aquí —aclara Galas— y, como decía, eso es justamente lo que nos
llevó a investigarte.

—¿No
te parece demasiada casualidad que Arkiria haya impedido tu regreso a
casa? —pregunta Rex juntando sus dedos sobre la mesa. Ante esta
pregunta todos miran fijamente a Tomás.

—Nunca
lo había pensado así —responde incómodo.

—¿No?

—De
verdad —. Al ver que todos lo miran siente una gran presión. «No
estarán pensando que yo soy seguidor de esa loca» piensa mientras
un silencio reina en el lugar— ¿Creen que estoy con Arkiria? ¿Por
eso es que robaron mi reloj?

—No,
todo lo contrario. Sabemos que no la conoces, ni siquiera has visto
una foto; apenas conoces su nombre —aclara Sue— ¿Acaso sabes por
qué estamos en esta guerra?

—Mr.
F. me contó que ella se adueñó del bastón del tiempo, y no piensa
devolverlo. Los Amanitas quieren recuperarlo, Arkiria quiere destruir
o apoderarse también de la Península Solar, o al menos eso es lo
que Mr. F. cree.

—Ahora
la pregunta es: ¿por qué aún no ha cambiado la Historia, si tiene
el bastón del Tiempo? —pregunta Sue.

—No
lo sé.

—Porque
aunque poseas el Tiempo no puedes cambiar lo que ya está escrito,
para cambiar lo que está escrito debes borrarlo, y volverlo a
escribir. Si es posible hacer eso, entonces solo puedes hacerlo en
Tireacélity —responde Galas.

—Pero
nadie puede entrar ahí —recuerda Tomás.

—Exacto,
pero el Mobaronsun fue construido ahí por amanitas y atanitas —dice
Sue.

—Esperen
un momento, si fue construido ahí dentro por personas… entonces
antes si se podía entrar ¿por qué no ahora? —cuestiona Tomás
comenzando a entender algunas cosas.

—El
Mobaronsun se construyó con el poder de la Luz Majestuosa, al igual
que todos los instrumentos y aparatos que nos otorgan magia, pero a
diferencia de los demás objetos, antes de crearse se tuvieron que
crear planos. Podemos decir que tuvo toda una planeación totalmente
compleja, todo debía ser exacto. Por eso es que la Luz Majestuosa
les encargó ese trabajo a cinco personas, los Tireasianos. Estas
cinco personas fueron las únicas que entraron a la dimensión, entre
ellas construyeron el Mobaronsun, y solo ellas podían entrar y salir
de esa dimensión —relata Sue como quien le cuenta historias para
dormir—. Cada uno obtuvo la forma de entrar. Muchos piensan que se
entra como a cualquier dimensión, pero no es así. Si o si debes
pasar por una puerta, si tienes las llaves podrás entrar, pero ese
era justamente el problema; únicamente estas cinco personas tenían
la llave: era solamente una, y esas cinco personas ya murieron.

—¿Y
qué pasó con esa llave? —pregunta Tomás totalmente interesado.

—Creíamos
que tú nos lo dirías —admite Rex y todos, otra vez, voltean a ver
al muchacho.

—¿Yo?
¿Por qué?

—Porque
tu abuelo era unos de los cinco —confiesa Sue.

La
sala queda en silencio nuevamente, el muchacho digiere toda la
información que ha recibido. ¿Su abuelo? ¿Una de las cinco
personas que crearon la dimensión prohibida, la más poderosa, y el
que creó el Mobaronsun? No puede creerlo. Relaciona todo lo que le
ha ocurrido desde que entró a Solunier: desde la reunión con la
junta hasta esa misma noche antes de conocer el glorioso pasado de su
abuelo. Ahora entiende esa “coincidencia” que había surgido
cuando Arkiria impidió que regresara a casa, porque sabía que era
nieto de la persona que tenía acceso a las llaves de Tireacélity y
no lo dejaría escapar. Conociendo esa nueva realidad, Tomás
comprende que era muy probable que Arkiria estuviera detrás de él,
y eso lo aterra.

—Yo…
no lo sabía —balbucea el muchacho rompiendo el incómodo silencio.

—Si,
ya nos parecía —murmura Rex.

—Ustedes
intentan decirme que… Arkiria quiere las llaves de las puertas de
Tireacélity y que cree que yo las tengo, ¿verdad?

—Ella
no es la única que piensa eso —responde Galas—. Yo también
pensaba que las tenías pero bueno, Arkiria no es la única que se
desilusionará.

—Arkiria
lleva años intentando entrar a Tireacélity, años buscando las
llaves, y ahora, justo unos años antes del eclipse, en donde declaró
la perdición de la Península Solar es cuando apareces tú: un Nigma
actual, familiar y heredero de uno de los cinco creadores del
Mobaronsun, sin mencionar que quien te encontró fue uno de los
hombres más respetados en la Península Solar. Además, no hay que
olvidar que Arkiria se deshizo de todos los Nigmas dejando solamente
un puñado de ellos, que solo trabajan para ella —relata Sue.

—¿Me
estas culpando de… eso?

—No,
solamente digo que es muy probable que Arkiria haya planeado todo
esto. Hasta me atrevo a decir que fue ella quien te reveló realmente
este mundo —confiesa la muchacha.

—No,
Mr. F. me trajo, él me enseño este lugar.

—¿Estás
seguro que fue él quien te buscó?

—No
comprendo.

—¿Él
tocó tu puerta y te dijo qué eres realmente? O ¿fuiste tú quien
tropezó con él?

Ahora
Tomás comprende lo que la muchacha gótica intenta decirle. También
fue pura coincidencia el haber entrado a la casa de Mr. F., el haber
perdido su reloj antes en el patio de la casa en la que estaba el
amanita que le reveló ese mundo.

—No
estamos seguros de eso, es solo una suposición —interviene Galas
al notar la tensión.

—Pero
se ajusta mucho con lo que pasó realmente —dice Tomás algo
entristecido.

—¿Tu
abuelo no te dio algo más? —pregunta Rex cambiando el tema.

—Solo
el reloj. ¿Fue por eso que me lo robaron? ¿Creían que esto era la
llave?

—No,
en realidad te lo robamos porque si lo que sucede es tal como
pensamos, Arkiria querrá ir tras de ti y si posees este reloj será
más fácil que dé contigo —responde Ardilla—. Además ya nos
dimos cuenta de que se lo darías a cualquier persona.

—Bueno,
además de eso, la persona que nos contrató nos lo pidió— agrega
Rex.

—¿Qué?
No me digan que piensan darle el reloj de mi abuelo a alguien
desconocido.

—Bueno…

—No,
definitivamente no. ¿Cómo sabes si el hombre realmente es parte de
esa Junta? O ¿Que realmente está en contra de Arkiria?

—Porque
lo vamos a averiguar —se apresura Galas para calmar al muchacho.

—¿Cómo?

—Ese
hombre nos dijo que le enviemos tu reloj a esta dirección. —En la
pantalla aparece un gran mapa de la península Solar, una flecha roja
marca un lugar cerca de la costa—. Y de ahí el paquete viajará
hasta esta dirección. —En el mapa se marca el recorrido que Galas
va señalando—. Y ahí es cuando finalmente este hombre lo
retirará.

—Nuestro
plan es enviarle el reloj y seguirlo, así averiguaremos quién es
—continua Sue.

—Eso
quiere decir que se quedarán con mi reloj —dice Tomás no tan
convencido del plan de aquellos jóvenes.

—Sí,
y tú nos acompañarás —ordena Galas poniéndose de pie.

—¿Qué?
¿A dónde? —se alarma Tomás.

—Y,
¿De qué estamos hablando, genio? —espeta en un tono burlón y sin
darle mucha importancia.

—No,
no voy a acompañarlos. ¿Qué quieren que le diga a Mr. F?

—No
vas a decirle nada, ni a él ni a Miss Valeria. —Todos comenzaron a
ordenar los papeles y objetos que estaban desparramados sobre la mesa
del centro, apagan las computadoras y las pantallas.

—¿Y
cómo quieren que vaya con ustedes?

—Igual
que ahora, te escaparás —dice Galas apagando un monitor.

—¿Escaparme?
¿Estás loco?

—Mañana
Mr. F. tiene una reunión, irá junto con Miss Valeria y es más que
seguro que te quedarás otra vez solo. Su reunión empieza a las 7hs
eso quiere decir que Mr. F. abandonará la casa a las 6hs. Apenas se
vaya, tú vendrás con nosotros: Sue irá a buscarte otra vez, ambos
se dirigirán al muelle, a donde enviaremos el reloj y ahí los
estaré esperando con Rex. Además mañana supuestamente Don
Alejandro irá a buscarte para que inicien tus clases, pero Galas ya
arregló eso —explica Galas, haciendo de líder.

—¿Por
qué no esperarlo en la otra ubicación? En esa —propone Tomás y
señala el segundo lugar, último destino del paquete—. Digo,
porque se supone que ahí es cuando aparecerá él.

—Porque
es probable que ese hombre nos haya pasado otra dirección. Nos dijo
que le enviemos el reloj al muelle, y luego viajará hacia allá.
Como no quiere que lo descubramos es probable que la segunda
dirección sea falsa o que el paquete se desvíe —explica Rex
pacientemente.

—Entonces
no tengo opción.


No, no la tienes. Recuerda que esto es por todos, te pedimos que por
ninguna razón utilices algún reloj individual o algo que pueda
rastrearse, y bueno, ya aprenderás a manejar la magia —ordena
Galas.

—¿Y
qué pasará con el tema de la llave?

—Por
ahora es una leyenda. Nadie sabe nada y tú no tienes idea de eso.
Solo nos queda suponer que la llave fue tirada a la fosa de la nada.

—¿Qué
es eso?

—Cuando
alguien muere todos los objetos mágicos que esta persona poseía son
echados a la “Fosa de la Nada”, así esa magia vuelve a la Luz
Majestuosa —cuenta Ardilla.

—Pero
todavía tengo el reloj de mi abuelo.

—Ese
es un misterio, por eso es que no debemos perderlo por nada. Todas
las cosas de tu abuelo fueron echadas a la Nada excepto su reloj
individual, eso deja mucho que decir —comenta Sue poniéndose una
campera.

—Entonces
quedamos así: mañana a las 7:30am nos reuniremos en el muelle
Jaboth, en donde enviaremos el reloj —recuerda Ardilla.

—Si,
desde ahí lo seguiremos hasta nuestro contacto —continua Sue.

—Deberíamos
poner nombres claves —propone Rex— Osea, en vez de decirle
“reloj” al reloj de Tomás le digamos… “el erre”.

—¿”El
erre”? ¿Y por qué haríamos eso? —cuestiona Tomás asiendo que
la palabra “erre” suene más ridícula de lo que pensaba.

—Para
que las oraciones sean más cortas —responde el muchacho, se saca
la gorra de la cabeza dejando a la vista sus desmoronados cabellos
negros como hilos que saltan de su cabeza—. Además no vamos a
estar revelando nuestro plan por todos lados.

—No
me parece mala idea —opina Galas acercándose con una hoja y una
lapicera en cada mano para anotar el plan—. Entonces el reloj que
enviaremos le diremos “erre”, cada vez que queramos decir algo
como “debemos seguirlo” o “sigámoslo” diremos “Or”.

—¿Por
qué “Or”?— Vuelve a cuestionas Tomás.

—Fue
lo primero que se me vino a la cabeza.

—Solo
faltaría ponerle un nombre clave a Tomás —opina Sue.

—¿Ustedes
ya tienen uno? —pregunta extrañado.

—Bueno,
digamos que sí; yo soy Onu, Rex es Sod, Sue es Sert y Ardilla es
Ortauc. Lo que nos lleva a…—queda pensativo unos segundos—
Ocnic.

—¿Y
qué significa eso?

—Son
los números al revés, tonto.

—¿Por
qué no decir los números como son y listo? —cuestiona Tomás un
tanto malhumorado.

—Como
quieras. Ahora es mejor que te vayas porque no tendrás mucho tiempo
para dormir.

Capítulo
9: El Secreto

Luego
de dejar en claro el plan que el pequeño grupo de jóvenes tenía,
Galas acompaña a Tomás hasta la casa de Mr. F. La lluvia ya había
cesado y el viento ya no era tan frío, ahora no se encuentra un alma
en la calle; el pequeño pueblo esta apagado, oscuro y tranquilo. Se
apresuran en llegar a casa, pues es el mejor momento para dormir y
un largo día se acerca.

Ambos
muchachos apenas intercambian palabras en el camino, no hay mucho que
decir. Tomás intenta permanecer tranquilo a pesar de las cosas que
ha descubierto sobre su abuelo, y también sobre lo que está metido;
cuando sus pensamientos lo llevaban más al fondo del problema
comenzaba a sentirse preocupado y más ganas le daban de salir de
ahí. Un mundo maravilloso, un lugar soñado por mucha gente, pero
Tomás no lo ve así, la imagen de Solunier que ahora se presenta
ante sus ojos era totalmente diferente a la que había visto la
primera vez, cuando desconocía muchas cosas, cuando no podía sentir
la lluvia cayendo por su rostro, cuando su abuelo solo era esa
persona con la que apenas había intercambiado palabras cuando aún
vivía. Cada vez que aprendía más de ese lugar, más le atemorizaba
permanecer en él.

Al
noche era fría y en pocas hora acabá, desde que Tomás llegó a
Solunier llovía cada noche, gotas tibias y amarillas, como si todo
Solunier entristeciera más cada noche. El muchacho trepa el árbol
que yace junto a la ventana de su habitación, por donde momentos
atrás había escapado. Una vez dentro de su oscura habitación,
saluda de lejos a Galas y a Rex que se encuentran ocultos en el
jardín, luego ve que ambos se alejan corriendo. Toma su celular, el
cual no había utilizado desde que llegó a esa dimensión, y lo
ajusta a la hora que marcan los relojes que rodean la habitación,
luego coloca una alarma a las 6:30 am y deja su celular bajo la
almohada para sentir la vibración del despertador. Se mantuvo
despierto media hora más, toma una toalla para secarse mientras
piensa en el plan que han armado para conocer a la persona que desea
poseer el reloj de su abuelo, y es inevitable que se le vengan
preguntas como «¿Quién será?» o «¿Por qué lo querría?
¿Tendrá buenas intenciones? ¿Será verdad que es de la Junta?
¿Quién de los que conocí en la Junta será?» Teme conocer a la
persona que pidió vigilarlo, algo le dice que puede que esa persona
sepa más de lo que el grupo de Galas investigó sobre él. «¿Y si
es la mismísima Arkiria?» Era verdad lo que Galas le había dicho,
ni siquiera la conoce pero le da pavor pensar que el camino que tome
inevitablemente lo llevará a ella en algún momento. Su abuelo había
sido uno de los creadores de Tireacélity, y le dijeron que Arkiria
quiso deshacerse de su abuelo, lo que lo lleva a pensar que también
querrá deshacerse de él. Ya le habían dicho que está atrapado en
esa dimensión debido a ella, entonces inevitablemente tendrá que
toparse con esa mujer. A lo mejor si debería decírselo a Mr. F. por
su seguridad, quizás sabría qué hacer, pero ahora que lo piensa
bien, Mr. F. era una persona extraña, casi desconocida para él. Aún
no sabe qué es lo que lo hace tan importante y conocido en Solunier,
también mantiene las palabras dichas por Mr. Moubisgotach sobre que
no debía confiar mucho en él. Mr. F., ahora que lo piensa, era un
misterio. Se recuesta en la cama y observa la lluvia amarilla caer
por la ventana, las noches son muy diferentes a las que conoce, éstas
solían ser noches claras, brillantes y cálidas, pero esta vez la
noche es fría, o quizás Tomás así lo cree al extrañar las frías
noches de otoño en Mendoza.

Poco
a poco, el muchacho se va quedando ligeramente dormido, la noche
transcurre tranquila y la lluvia cesa poco después que Tomás se
queda completamente dormido.

Cuando
el amanecer inicia, unos potentes rayos que entran por la ventana de
la habitación que da al jardín chocaron con el rostro del muchacho,
lo que le provocaron un molesto despertar, segundos después el
celular bajo su almohada comienza a vibrar. Tomás se sienta
rápidamente en la cama y se viste, tiene que cambiar su campera que
trajo de Realidad 1 por un abrigo de cuero marrón que encuentra por
ahí ya que su campera seguía empapada, y el abrigo marrón, aunque
le queda un poco largo de las mangas, es necesario llevarlo porque
afuera el viento es helado. Se viste en silencio a pesar de estar
completamente solo porque, aunque sabe que Mr. F. se había ido a las
6:00hs, le incomoda de cierta manera provocar mucho ruido. Tiene en
cuenta que Sue pasará a buscarlo a las 7hs, por lo que decide tomar
algo antes, se dirige a la cocina y se prepara lo mismo que la mañana
anterior, hace el mismo procedimiento que el día anterior, y cuando
se sienta a la mesa para comenzar su desayuno descubre que su tutor
otra vez le ha dejado una nota:

—“Fui
citado a una reunión de la Junta, necesito que te quedes en casa
hasta que Don Alejandro venga por ti. Las cosas están en el mismo
lugar. No podrás contactarme, pero si necesitas algo te dejé
anotado el número de Miss Valeria en el teléfono negro de mi
escritorio. Por favor, no toques nada de mi escritorio, y no hagas
algo estúpido como ayer, volveré a eso de las 10hs, perdón por
dejarte solo pero fue algo inesperado.

Mr.
F.”

Si
tan solo supiera la estupidez que Tomás estaba por hacer, ahora
piensa que quizás no es una buena idea escaparse pero de todas forma
ya no hay vuelta atrás, no puede decirles que no irá, además
descubrirían a la persona que desea saber sobre él y poseer el
preciado reloj de su abuelo. No podía negarse porque también está
ansioso por desentrañar ese misterio. Puede que luego tenga que
confesar todo a su tutor, pero es mejor no pensar en eso por el
momento, luego se encargaría. Cree que será más fácil hablarlo
con Miss Valeria, le daba mucha más confianza, pero recuerda cuando
lo obligó a confesar todo a Mr. F. sobre la pérdida del reloj, y
cree que al fin y cabo su charla con él será inevitable. Intenta
convencerse de que es por un bien mayor, asique eso lo deja aliviado.

Al
cabo de un rato, descubre que faltan un par de minutos para la hora
acordada, corre a la puerta del jardín y se dirige al otro lado de
la cerca, en donde ya se encuentra Sue, quien parece haber llegado
hace unos instantes. Lleva puesto un vestido blanco largo hasta las
rodillas, de mangas largas y transparentes, unas medias blancas que
terminan justo debajo de la rodilla, botas y sombrero blanco que la
protegen del sol. En una de sus manos lleva un paraguas transparente,
Tomás no entendía el porqué de su vestimenta tan extravagante,
pero no le dio importancia, puesto que todos en ese mundo tenían una
extraña forma de vestir.

Ambos
se saludan estrechando la mano y se ponen en marcha. El joven
desconoce el medio que utilizarán para llegar al muelle, ni siquiera
se imagina para qué lado queda, por eso solo sigue a la muchacha que
camina muy decidida; dándole la confianza de saber lo que hace. El
pequeño barrio es muy vivo, todos visten ropas de múltiples
colores, escuchan música a todo volumen y bailan en las calles de
forma despreocupada, los niños corren de un lado a otro y no hay
cuidado de cruzar la calle ya que son de tierra y no pasa un solo
carro ni de casualidad. Ambos salen de ese barrio por donde Tomás
recuerda haber entrado hace dos noches atrás, una vía de tren yace
a unos metros de ellos y se dirigen ahí, a esperar el próximo tren
que según Sue no tardará en aparecer.

—¿Dónde
están los demás? —se atreve a preguntar Tomás ya que desde que
se juntaron no habían intercambiado palabra alguna.

—Ardilla
y Galas ya están en el muelle, y Rex creo que viene en el tren que
vamos a tomarnos —responde fríamente la muchacha sin mover su
mirada de las vías del tren.

—Y…
¿Cómo se formó el equipo? Bueno, ya sé que un hombre de la Junta
les pidió que me espiaran pero… ¿Desde cuándo? —pregunta más
que nada para llenar el vacío del silencio que mientras más se
prolongaba más incómodo se volvía.

—¿Cómo
nos conocemos? —resume Sue antes de continuar—. Galas y Rex se
conocen desde pequeños, el padre de Rex creó las máquinas que el
padre de Galas utiliza para tomar las pruebas a los amanitas y
entrenarlos. Ardilla es maestra de una escuela rural a las afueras de
las ciudades centrales, enseña magia y a utilizar objetos mágicos
más que nada a los niños pequeños, fue maestra de Galas. Cuando
comenzamos con este equipo no pasó mucho tiempo cuando ella nos
descubrió, y quiso ayudar. —Un ruido a lo lejos comienza a sonar
más y más fuerte, es el ruido que se produce cuando el metal
chocando contra metal a toda velocidad.

El
tren para frente a ellos dejando salir bastante humo como para que
Tomás se sienta asfixiado. Sue y Tomás no son los únicos que
esperaban el tren, otras personas se arriman una vez que el tren para
frente a ellos, y la gente se amontona para abordar. Sue sujeta a
Tomás del brazo para que no se pierda entre el amontonamiento, y
ambos se dirigen al fondo del vagón, donde Rex aguarda comiendo un
delicioso alfajor. Tomás alcanzó a sentir la fría mano de la
muchacha cuando lo sujetó, pero cuando quiso acordar ya estaban
sentados en el interior del tren, que es idéntico al que había
tomado antes con Mr. F. y Miss Valeria; tenían mesas como si fuera
un restaurante, faroles cuelgan del techo y el piso está tapizado de
un color bordó.

Una
vez en sus asientos, el tren emprende el viaje. Sue está sentada
junto Rex, frente a Tomás, la muchacha se quita el sombrero y lo
pone sobre la mesa, y automáticamente Rex corre las cortinas
cubriendo las ventanillas.

—Hola,
Rex, ¿Qué onda? —saluda Tomás siendo amigable.

—¿Qué
onda? —repite sin entender el saludo.

—Sí,
qué onda —repite, pero al no haber respuesta de ninguno de sus dos
nuevos amigos se siente incómodo—. Es una expresión… una forma
de decir “¿Cómo estás?” o “¿Todo bien?”.

—¿Así
hablan en tu mundo? —pregunta Rex con la boca llena de alfajor. Esa
pregunta le sonó extraña a Tomás, más que nada por el “tu
mundo”.

—Bueno,
así hablan los jóvenes —responde sencillamente, dando a entender
que ya no quería hablar del tema—. Y ¿vos cómo conociste a… a
ellos? —quería que Sue siguiera con la pequeña narrativa
interrumpida al subir al tren.

—Yo
vengo de las costas mediadas, de la ciudad de Lurdian —continúa su
relato la joven.

—¿Costas
mediadas? ¿No es como le dicen al lugar en donde viven los
vigilantes? —interrumpe Tomás recordando la charla que había
tenido en la cena en la casa de Don Alejandro—. Bueno, creo que era
un lugar en la Península Solar en donde si pueden vivir atanitas.

—Bueno…
algo así— Responde sencillamente Sue—. Aunque Lurdian está
ubicado en las costas de la Península Lunar.

—Pará,
me estás diciendo que sos…

—Sí,
soy una vigilante —afirma con toda naturalidad.

—Pero,
¿no que los vigilantes sirven a Arkiria?

—No
todos, los que vivimos en las costas mediadas estamos en su contra, o
muchos no tienen una postura—aclara la joven.

—No
sabía que podían haber “grises” en una guerra —opina Tomás.

—No
somos grises —dice algo ofendida—, solo somos personas intentando
evitar que sigan destruyendo nuestro hogar, las costas mediadas son
las más afectadas en esta guerra—. Tras ese comentario, Tomás se
siente mal por lo que había dicho antes, habló sin pensar—.
Además—siguió la joven en un tono más relajad—, tú también
vendrías siendo un “gris”.

—Eso
mismo me dijo Mr. F., asique supongo que eso es lo que soy: un gris
—admite Tomás animado—. ¿Y cómo terminaste acá?

—Mis
padres se mudaron a las costas mediadas cuando Arkiria comenzó a
expandirse, yo era una niña. Tuvieron que otorgarme tutores amanitas
a pesar de ser atanita, y hace unos años nos vinimos a Reiveyonas.
Como no puedo manipular magia en este lugar tuve que dedicarme al
estudio, asique estudio historia— Narra Sue.

—¿Y
ahí conociste a Galas? —pregunta Rex esta vez, confundido.

—¡No!
—le niega la muchacha bruscamente—. Ahí te conocí a ti—.
Tomás comienza a reír a causa de lo perdido que se encontraba Rex,
se imagina que siempre ha de ser así de distraído. Rex y Sue
también comienzan a reír.

—¿No
te acuerdas? —le pregunta Sue entre risas.

—No—
Responde Rex de lo más sincero, lo que le causa más risa a Tomás.

Luego
de veinte minutos de viaje en tren, entre risas y comentarios sin
sentido, pasan junto a un gran cartel que dice: “Bienvenidos a
Jaboth”.

Un
fuerte y potente sol pega en aquella zona, un desagradable olor a
pescado llena el aire y una humedad se levanta cubriendo el pequeño
pueblo en el que se encuentran al bajar del tren. Definitivamente
están en un muelle, recorren una plazoleta muy calurosa hasta llegar
a una costa, desde ese punto se puede ver la entrada al muelle a solo
unos metros de distancia; pero cambian su curso hacia una pequeña
galería a un costado de la entrada, de madera rustica edificada
sobre la cálida arena. Allí se dirigen.

Tomás
contempla el mar con asombro, caminan por la arena que le da la
impresión de ser más blanca que como la recuerda, y el mar que se
extiende desde la costa hasta desaparecer se mezcla con el cielo, da
a pensar que puede ser un mar cálido ya que la potente luz del sol
se refleja perfectamente en esa superficie cristalizada. También
nota que la muchacha intenta protegerse del sol colocándose el
sombrero blanco y abriendo el paraguas transparente, aunque ahora que
lo ve abierto se da cuenta de que es de un color gris que termina en
las orillas trasparente. Supone que al ser atanita el sol de la
Península Solar es dañino para ella, a lo mejor Sue es irregular
ante la radiación o la magia amanita, convirtiéndola en una especie
de vampiro en aquellas zonas. Le parece la respuesta más razonable,
y se siente conforme de poder saber lo que sucede a su alrededor sin
andar preguntando por primera vez desde que llegó a Solunier.

Al
entrar en la galería una campanilla anuncia su entrada, y encuentra
a Galas y a Ardilla esperándolos sentados tras el mostrador. Por
dentro esa galería es más pequeña, está llena de cosas y objetos
extravagantes, como peces petrificados, anclas de todos tamaños,
muchas baratijas y calendarios. Aparentemente es una tienda de
recuerdos, pero parecía estar en desuso hace vario tiempo por lo
antiguo y deteriorado de los objetos dentro de ella. Es la primera
vez que Tomás ve algo viejo y deteriorado en Solunier.

El
equipo ya está reunido nuevamente, Ardilla y Galas habían estado
trazando mapas para repartirlos a cada integrante, también habían
planeado la estrategia que usarán para descubrir a la persona que
desea el reloj de Tomás.

—Ya
que estamos todos puedo empezar a explicar el plan —comienza
diciendo Galas, a pesar de estar solos en una casucha abandonada
llena de baratijas hablaban despacio—. Haremos tres grupos: Sue y
Rex, serán el equipo A, Tomás y Ardilla serán el B y yo seré el
C.

—¿Grupo
de uno solo? —interrumpe Tomás, quien está algo distraído
observando las cosas a su alrededor.

—Hemm…
sí —afirma como si la respuesta fuera obvia, y toma uno de los
mapas que había trazado junto con Ardilla—. Aquí hemos marcado
los lugares en donde debe estar cada uno, espero por el bien de
ustedes que no pierdan el mapa —dice lo último fingiendo un tono
enojado.

Ardilla
les reparte el mapa correspondiente a cada uno, en él está
representado el muelle visto desde arriba, y líneas de colores
recorren lugares específicos. Cada mapa está marcado con un número
escrito en la parte superior, el de Tomás decía “Cinco”, ya que
era el quinto integrante del equipo. Puede entender los trazos en su
mapa, pero no logra entender qué eran esos símbolos escritos a los
costados de los trazos, que en su caso son de color rojo.

—Exactamente
a las 7:45hs sale el próximo camión de mensajería — sigue Galas
con la explicación.

—Un
momento ¿por qué un camión de mensajería sale desde un muelle?
—pregunta Tomás contrariado.

—Porque
sí, así es en todos lados —responde Galas algo impaciente por esa
pregunta que no tiene relevancia para lo que están planeando.

—De
donde yo vengo no —replica Tomás con un comportamiento caprichoso.

—Bueno,
eso no importa, presta atención. —Galas continúa hablando de cómo
se repartirán las tareas.

Más
tarde, luego de dejar en claro el plan y de responder las
irrelevantes preguntas de Tomás, cada uno se divide tal como lo han
previsto, habían quedado de acuerdo que Tomás se quedaría con
Ardilla y que no era recomendable que se expusiera, ya que como era
nuevo podría llamar la atención fácilmente. Por eso, ambos
esperarán al camión de entrega dentro del auto de Ardilla, una vez
que el camión de entrega saliese ellos lo seguirán. Tomás esta
algo molesto por no tener participación en todo eso, en partes
piensa que de ser así no debería por qué estar allí, al fin y al
cabo no tenía ningún papel importante que cumplir, y más le
molestó que le hayan entregado un mapa que no debía perder.

Ardilla
se sienta en el asiento de conductor y Tomás se ubica en el de
acompañante, es un modelo muy antiguo, no tiene vidrios en las
ventanas de las puertas y tira mucho humo, su forma es cuadrada y el
techo es plano; como si el auto fuera una simple caja. Pero a pesar
de todo eso, tiene un aspecto elegante, con focos delanteros con una
forma redonda y el volante pegado al piso al igual que la palanca de
cambio. Las sillas son similares a sillones comunes de sala. Ardilla
arranca el auto, pero antes de empezar el viaje, la mujer le pasa un
sombrero un tanto ridículo a Tomás.

—Ponte
esto —le ordena, el sombrero es muy ovalado en la parte de arriba,
de un color marrón desgastado.

—No
quiero —niega el muchacho sin recibirle el sombrero.

—Póntelo
—le exige la mujer sin perder su tono chillón con el que habla.

—¿Por
qué? —pregunta malhumorado.

—Es
para ocultarte, si la persona que buscamos está aquí puede
reconocerte, póntelo—. Tomás de mala gana se coloca el sombrero y
se echa atrás en su asiento.

—También
esto —ahora le extiende un manto negro de un lado y rojo por el
lado de adentro.

—¡No!
—vuelve a negar bruscamente.

—¡Vamos,
póntelo! —insiste Ardilla sin perder los estribos, a diferencia
del joven.

—¡No
voy a ponerme una ridícula capa, ya con el sombrero estoy bien!

—Que
te lo pongas —vuelve a ordenar firmemente Ardilla sin perder la
ternura en su tono de voz. Tomás se rinde y recibe la capa, se
coloca en sus hombros, muy malhumorado, y Ardilla en respuesta a
aquella actitud caprichosa suelta una risita triunfante. Se quedan un
par de minutos quietos en donde Ardilla solo contempla el rostro de
Tomás, que le causa gracia.

—¿No
piensas conducir? —exclama el muchacho, un tanto brusco, y como
respuesta Ardilla comienza a reír a carcajadas y hace avanzar el
auto.

Rodean
el muelle en pocos minutos y encuentran el camión que saldrá a
hacer las entregas esa mañana. Galas había llevado un paquete vacío
a la estación de mensajería para enviarlo a donde había acordado
con el hombre al que buscan, mientras que Sue y Rex descubrieron cuál
camión llevaría el paquete y estaban atentos a si aparecía alguien
de la Junta, pero nadie apareció. Todo el plan estaba saliendo de
acuerdo con lo planeado, Ardilla y Tomás siguen al camión mientras
que Sue y Rex se toman el tren para llegar al segundo destino en
donde supuestamente llegará el reloj y en donde lo recogerá la
persona que buscan, mientras Galas se toma un taxi.

Ardilla
y Tomás están detrás del camión, a unos doscientos metros de
distancia, todo el trayecto que éste recorre. Nada inusual sucede,
el camión llega al segundo destino al que habían acordado, y ahí
se encuentran con Sue y Rex, quienes suben al auto de Ardilla una vez
que ella lo estaciona frente al edificio por donde se entregan los
mensajes.

—¿No
han visto a nadie de la Junta?— pregunta Tomás ansioso.

—No,
hemos recorrido todo este lugar antes de que llegara el camión, pero
no hemos localizado a nadie de la Junta —informa Sue.

—Eso
puede decir dos cosas: o no es de la Junta o no piensa venir a
retirarlo ahora —deduce Ardilla.

—O
puede haber enviado a alguien más a buscarlo —exclama Tomás
rápidamente asomado a la ventana—. ¡Miren!

En
efecto, un niño, no más de 10 años, acaba de recibir el paquete
que ellos habían enviado, lo habían envuelto de un vivo color verde
con líneas amarillas para identificarlo. Una vez que el niño tuvo
el paquete sale corriendo del lugar, adentrándose entre los altos
edificios.

—¡¡Or!!
—grita Rex e inmediatamente baja del auto junto con Sue con el
objetivo de seguir al muchachito. Ardilla enciende nuevamente el
motor del muy antigua auto y lo sigue por la calle a una velocidad
exagerada, Tomás se tapa con la capa y el sombrero que Ardilla le
había exigido que usara considerando que quizás no había sido una
mala idea. Al doblar la esquina de la mensajería, ven a Galas bajar
de un taxi, entonces paran junto a él para que el recién llegado
aborde, Ardilla y Tomás le mencionan lo que está sucediendo en un
par de palabras y nuevamente emprenden el viaje.

Apenas
anduvieron un par de cuadras cuando Tomás logra ver que el
muchachito introduce el paquete por el orificio de mensajes de una
ancha y gruesa puerta de una enorme casa en el medio de una manzana.
Tomás señala la casa y Ardilla decide estacionar a la vuelta para
no generar sospechas, así Galas, Ardilla y Tomás bajan del auto y
caminan hasta el costado izquierdo de la casa. Esperan a que Sue y
Rex lleguen, y al cabo de unos instantes ya ese encontraron todos
reunidos. De ese lado de la casa hay unas ventanas un poco más
arriba de sus cabezas, Galas se asoma lentamente para ver dentro y no
ve a nadie, solo un cuarto con poca entrada de luz, muchas columnas,
un piso de madera y un aspecto de deterioro, casi ni había muebles.

—Bien,
creo que vamos a tener que entrar —propone Galas en susurros.

—¿Estás
loco? —exclama Tomás también en susurros— ¿Cómo vamos a
entrar a la casa de alguien que no conocemos?

—No
me mientas diciendo que nunca lo has hecho —reprocha—. De no
haber hecho eso no estarías aquí.

—Podemos
usar la ventana —señala Sue cambiando de tema.

—Van
a creer que somos unos chorros —opina Tomás cruzándose de brazos.

—¿Chorros?
¿Por qué creerían que somos gotas de agua?— pregunta Rex muy
confundido.

—¡Ladrones!
—aclara Tomás elevando el tono de voz— Es una forma de decir
ladrones.

—No
creo que esta persona viva con alguien más, desde aquí parece que
no le da importancia a la decoración —supone Galas mirando por la
ventana—. Hay dos teorías: está ocupado en otra parte de la casa
o no está. La casa es muy grande, quizás no reciba el paquete hasta
más tarde.

—Pero
¿Y si nos encuentra? —No sabe cómo funciona la policía en ese
mundo, ni siquiera está seguro de que existan, pero está seguro de
que no quiere conocerlos.

—Cinco
son más que uno, además esa es la idea, que nos diga para qué
quiere información tuya.

Luego
de unos minutos de planear en lo siguiente que harán, deciden entrar
a la casa. Galas abre la ventana y entra primero, subiendo por unos
tachos de basura que tuvieron que que colocar para entrar más
rápido. Luego le siguen Sue, Rex, Tomás y por último Ardilla.

Una
vez dentro oyen un desagradable silencio en donde solamente el sonido
de su respiración era apenas audible. La sala es de circular y
vacía, solo hay columnas circulares que sostienen el techo que
parece tener un segundo piso. Puede verse claramente el paquete
tirado sobre un tapete ubicado bajo la puerta, ahí yacen barias
correspondencias y cartas bajo el paquete verde en donde
supuestamente se encuentra el reloj de Tomás, el paquete es lo único
que resalta en aquella asfixiante sala. El equipo que acababa de
invadir esa casa empieza a formular un plan pero un desagradable
sonido los interrumpe, el suelo es de madera maciza que provoca
chillidos marcando los pasos de una persona que se acerca a la sala
en donde aguardan. De forma instintiva, cada uno corre a esconderse
tras una columna, hay 8 columnas rodeando la sala y es lo único que
pueden usar de escondite. Una enorme sombra aparece en los pisos de
madera acompañado del rechinar de la madera, la luz de la sala es
algo escasa y amarilla, ninguno se atreve a asomarse para ver de
quién se trata por lo que la espera los tortura.

Observan
cómo la sombra pasa frente a la columna en la que están ocultos ya
que la sombra se proyecta en las paredes, Tomás está dado vuelta
mirando la pared y no se atreve a averiguar quién es esa persona,
pero cuando oye el sonido de la envoltura del paquete siendo
arrancado tuvo coraje y lentamente se asoma por un lado de la
columna. Con un nudo en la garganta por el conjunto de emociones que
siente ve al hombre frente a él: alto, cabello negro y vestido de
traje, pero no logra verle el rostro ya que está de espaldas a él.
Descubre que Galas acaba de asomarse y seguido por él los demás
también asomaron sus cabezas, ahora solo deben aguardar a que el
hombre se de vuelta para al fin saber de quién se trata. Ven que el
paquete fue tirado al piso bruscamente y un gruñido sale del hombre,
descubrió que no estaba el reloj, y una rápida mirada de Galas les
anuncia que ya llega la hora de enfrentarlo. Todos se preparan para
salir a la luz, cuando de improvisto el desconocido se da la vuelta y
todos, excepto Tomás, vuelven a su escondite. Tomás es el único
que se queda plantado, no cabe en su asombro al descubrir a la
persona parada frente a él clavando sus ojos en el muchacho que
acababa de descubrir, e igualmente asombrado.

Ambos
se miran perplejos por unos segundos hasta que Tomás con una palabra
rompe el silencio.

—¿Mr.
Moubisgotach?

El
hombre malhumorado del bigote que conoció en la sala de Juntas la
primera vez que llegó a Solunier, ese hombre alto y delgado del que
había oído hablar en la cena con la familia de Don Alejandro y ese
hombre que había tenido un extraño enfrentamiento que Mr. F. había
intentado evitar el día anterior. Pensándolo bien, ahora no le
asombra tanto que él sea la persona que quería saber todo acerca
del nuevo aprendiz de Mr. F., conociendo la rivalidad entre ambos
que tan solo había podido vislumbrar, pero aún desconoce cuáles
son sus intenciones.

—¿Tomás?
—exclama Mr. Moubisgotach tan asombrado como el muchacho. En ese
momento, todos los demás salen de sus escondites rodeando al hombre
que habían estado buscando, y sobra decir que Moubisgotach se
asombra aún más.

—¿Usted
quería esto? —pregunta Tomás mostrándole el reloj de su abuelo
de una forma burlesca.

—¿Qué
están haciendo aquí? No debían estar aquí —gruñe el hombre con
el rostro tornándose rojo, no se sabe si de la ira o la vergüenza.

—No
importa, ahora tendrá que decirnos cuáles son sus intenciones —dice
Galas firmemente.

—Sí,
¿Por qué quería mi reloj? —pregunta Tomás molesto.

—Porque
es lo que necesita —responde Mr. Moubisgotach enfadado.

—¿Para
qué lo necesita? —insiste Rex.

—No
me refiero a mí —la respuesta de Mr. Moubisgotach fue seguida por
un incómodo silencio.

—¿De
qué habla? —pregunta Galas.

—¿No
lo saben? Se están metiendo con la persona equivocada —dice
Moubisgotach comenzando a calmarse—. No soy yo de quien deberían
desconfiar —toma aire y se tranquiliza—. Yo solo intento alejar
el reloj que Tomás posee, por su bien y por el bien de Solunier.

—¿Alejarlo
de quién? —insiste Galas otra vez.

—De
la persona de quien realmente deberían alejarse —. Y Tomás supo
de inmediato a quién se refería—. Mr. F.

—¿Por
qué? —pregunta Tomás sin rastro de asombro en su semblante, no
porque cree en Moubisgotach, sino porque no le sorprende que él
desconfíe de Mr. F.

—Es
común que las personas en quienes más confías terminen siendo las
que no deberías haber puesto tu confianza jamás —responde
simplemente.

—¿Por
qué quieres alejar el reloj de él? —pregunta Sue intrigada, como
todos en la sala.

—Porque
les aseguro que no tiene buenas intenciones con él. Mr. F. ha
buscado esa pieza desde que empezó la guerra con Arkiria —explica
con calma—. Si aún no se han dado cuenta, ese reloj es lo único
que queda de las personas que construyeron Tireacélity, y por ende
también es lo que podría conducir a ese mundo.

—¿Usted
está diciendo que esa es la llave? —pregunta Ardilla lejos de
estar convencida.

—¿Por
qué dice que no debemos confiar en Mr. F? —interrumpe Galas
cambiando de tema.

—La
ambición de Mr. F. es entrar a esa dimensión, lo sé porque he
seguido sus pasos durante años, y les aseguro que es la misma
ambición que Arkiria siempre ha tenido —espeta Moubisgotach con
una semi-sonrisa burlesca.

—No
estará insinuando que…—Rex deja la frase sin terminar ya que
todos saben que eso podría significar una sola cosa: que Mr. F. y
Arkiria podrían estar del mismo lado.

—¿Pero
por qué querría entrar a Tireacélity? —pregunta Tomás con
recelo.

—Por
la misma razón que Arkiria —responde Sue esta vez—. Recuerda lo
que hablamos anoche, sobre cambiar la historia.

—No,
no puede ser él, Mr. F. fue quien me recogió.

—Eso
solo lo vuelve más sospechoso —argumenta Galas más resuelto—.
Si lo que Mr. Moubisgotach insinúa es cierto, Mr. F. te quiere bajo
su “custodia” para utilizar tu reloj, y así llegar hasta
Tireacélity.

—Pero
ustedes mismos dijeron que para entrar a ese lugar se necesita una
llave —dice el joven nigma entre confundido y decepcionado.

—Mr.
F. es una persona inteligente, no hace las cosas porque sí, siempre
tiene una razón —comenta Moubisgotach—. No habría pedido ser tu
tutor porque sí, él sabe algo que nosotros no acerca de ese reloj.

—Él
no es mi tutor —niega en un tono seco.

—Aún
—agrega el hombre del bigote moviendo la nariz, como quien ha
olfateado algo desagradable.

—¿Y
cuáles son sus razones para creer que Mr. F. podría estar del otro
bando? —pregunta Ardilla, a lo que todos clavan sus ojos en él.

—Tomás
¿acaso Mr. F. alguna vez te contó de tu abuelo? —pregunta el
hombre del bigote evadiendo la mirada de todos.

—No…
solo me dijo que mi abuelo era de aquí.

—Eso
es verdad, ¿sabes que tu abuelo fue uno de los que construyeron
Tireacélity? —continuó, a lo que Tomás asiente con la cabeza
como respuesta—. Y si algo tan importante como eso nunca te lo
mencionó dudo que te haya mencionado lo que te contaré a
continuación. Pero de todas formas déjame preguntarte algo más —se
toma unos segundos para relajarse y toma aire— ¿Sabías que Mr. F.
y tu abuelo trabajaron juntos?

—No.
— Tomás está decepcionado y sorprendido por lo que le estaba
sucediendo, y nadie en ese salón pude imaginar lo que Mr.
Moubisgotach está por contar.

—Fue
hace años, muchos años atrás —comienza a relatar atrayendo la
atención de todos y manteniendo la intriga—. Tu abuelo ya era una
persona mayor, pero Mr. F. aún era joven, no hacía mucho que había
sido seleccionado para hacer misiones entre diferentes mundos. La
guerra se desató en ese eclipse, y fue una época de mucha
confusión. Ricardo tuvo la brillante idea de mandar espías a la
península Lunar para reunir tropas de vigilantes que estén en
contra de Arkiria y recolectar información, Mr. F. fue uno de los
elegidos ya que se había ganado la confianza de muchas personas
importantes debido al éxito de sus misiones.

«
Los amanitas dejan rastros calóricos en tierra de vigilantes, por
eso era muy arriesgada la misión, pero aun así Ricardo hacía un
muy buen trabajo, y hubo un momento en el que le tocó ir a una
ciudad específica en donde se encontraría con Mr. F. para
intercambiar informes sobre las tropas y el ataque que Arkiria estaba
planeando. Ambos se encontraron ahí, pero fueron capturados por unos
vigilantes y llevados ante Arkiria, quien los encierra en su castillo
infernal. Estuvimos mucho tiempo buscándolos, pero era imposible
rescatarlos de donde estaban. Cuando se acercaba el próximo eclipse,
mandaron una tropa a aquel lugar en donde estaban Mr. F. y tu abuelo,
pero cuando llegaron no los encontramos. Luego de mucho tiempo, Mr.
F. apareció de forma milagrosa con apenas unas cuantas heridas,
diciendo que gracias a Ricardo pudo escapar, pero que Arkiria condenó
a Ricardo utilizando la operación de Insuternoxión y llevándolo a
Realidad 1 de donde nunca más podrá volver, y no solo lo había
hecho con él sino que con todos a los que había capturado hasta
aquel entonces.

«
Nunca más habló sobre ese suceso, siendo la única persona que ha
escapado de las garras de Arkiria y vivido para contarlo. Yo nunca
creí una palabra de lo que dijo aquella vez, incluso ahora, pero
todos los demás sí»

La
sala estaba en silencio, todos estaban atando cabos en sus mentes con
el relato que Mr. Moubisgotach contaba. Tomás es el más afectado de
los cinco del grupo al acabarse el relato, y no quiere creer una
palabra de lo que Moubisgotach decía.

—Eso
no prueba nada —dice Tomás cruzándose de brazos.

—¿Por
qué nunca te contó esa historia? —ataca Moubisgotach molesto.

—Apenas
he pasado tres días en este lugar, es obvio que no me lo contó
—replica el joven.

—¿Y
cómo usted conoce esa historia? —pregunta Ardilla.

—Porque
yo fui quien organizó las tropas para rescatarlos a ambos, y yo
estuve ahí cuando no los hallamos —responde Moubisgotach con
melancolía—. Ricardo era mi amigo.

Aún
así Tomás no quiere creer eso, pero cada vez se hace más compleja
la situación y entiende la razón del odio se tenían el uno al
otro; porque Mr. F. fue la última persona que estuvo con su abuelo
en Solunier, quizás hasta la última persona que lo vio antes de que
le quitaran la memoria, y Moubisgotach lo acusaba de traidor por ser
el único que sobrevivió.

—Entonces,
usted dice que Mr. F. y Arkiria tienen una tregua —dice Rex lo que
todos estaban pensando en ese momento.

—Yo
creo que Arkiria lo dejó vivir a cambio de algo —aclara Mr.
Moubisgotach.

—Con
una condición —dice Sue.

—Entregarle
la llave de Tireacélity —concluye Galas abriendo grandemente los
ojos.

Capítulo
10: Confianza

Todos
parecen quedar satisfechos con la hipótesis que sacaron, ya que
nadie dice nada en contra. Tomás es el único al que no le gusta
para nada la idea de ver a Mr. F. como un traidor, pero a sus amigos
no parece importarle defender esa posición.

—¿Y
ahora qué?— pregunta dándose por vencido.

—Ya
que sabemos que Mr. F. puede tener algo con Arkiria necesitamos
averiguar cuáles son sus planes contigo —responde Mr.
Moubisgotach.

—No
estamos seguros de que Mr. F. trabaja con Arkiria —dice Ardilla
poniéndose de lado de Tomás.

—Tenemos
mucha información que prueba que es así, ustedes— Galas señala a
Ardilla y a Tomás— tendrán que demostrar que nos equivocamos.

—¿Me
estás desafiando?—pregunta Tomás algo molesto.

—Tómalo
como quieras, pero eres tú el protegido de ese hombre, entonces
serás tú quien puede confirmar nuestras sospechas o negarlas,
depende de la información que encuentres.

—Ok,
lo haré —acepta Tomás violentamente—. Les mostraré que Mr. F.
es una persona buena, y sus intenciones están lejos de ser malas.

—Como
quieras, pero ¿qué pasará con el reloj? —interrumpe Rex—.
Porque si Mr. F. lo quiere para entrar a Tireacélity entonces no
sería buena idea devolvérselo a Tomás.

—Tienes
razón —dice Sue, y todos comienzan a pensar en lo que acaba de
plantear el muchacho de gorra, que ahora saca un alfajor de su
bolsillo totalmente despreocupado.

—Me
llevaré el reloj —decide el joven nigma— pero lo mantendré
oculto. Prefiero tenerlo yo antes que dárselo a cualquiera de
ustedes, ayer Mr. F. le pidió a una mujer que lo buscara, y si esa
mujer logra localizarlo ustedes podrían estar en problemas, en
cambio, sí lo tengo yo, nadie sabrá quién realmente lo robó.

—Me
parece bien —aprueba Mr. Moubisgotach con la voz autoritaria de
siempre—. De esa forma mantendremos estancado los planes que Mr. F.
tiene, y nos dará tiempo para averiguarlos.

—Usted
no se queda atrás —confronta Galas al hombre del bigote que
pretendía salir de la casa—. No confiamos en usted del todo, si
quiere que sigamos ayudándolo tendrá que ser lo más transparente
que se pueda.

—Bien,
seré el hombre más sincero con ustedes —dice con la mano en el
picaporte de la puerta—. Y para probárselo, propongo volver a
reunirnos aquí la próxima vez.

—¿Y
eso cuándo sería? —pregunta Tomás.

—Dentro
de… ¿60 horas les parece bien?

—Sí,
está bien —dice Galas respondiendo por todos.

—Eso
sería dentro de… 2 días, o un poco más —comenta Tomás, le era
muy extraña esa forma de organizar el tiempo.

—Ok,
dentro de 60 horas, pero Tomás —recuerda Sue—, se supone que
tendrías que estar en la casa de Don Alejandro en este momento.

—De
una —exclama, se había olvidado por completo de ese detalle—.
Pensé que Galas se iba a ocupar de eso.

—Ahora
nos vamos, Tomás —anuncia Galas y no hay nada más que decir, pues
Mr. Moubisgotach abre la puerta invitándolos a todos a salir en
fila.

Luego
de despedirse, cada uno se va por su lado, Sue y Rex toman un taxi y
Mr. Moubisgotach se ofrece a llevar a la señorita Ardilla a casa,
por lo que ella le deja las llaves de su auto a Galas, y así
emprenden el viaje de regreso a casa de Don Alejandro.

No
hay nada más que decir sobre el encuentro que acaban de tener,
tampoco sobre los planes que cada uno tiene sobre el tema; por lo que
el viaje transcurre en silencio. Al llegar a la casa de Don
Alejandro, Tomás tiene que quedarse en clases, y es tal como Galas
le había dicho antes; tendrá que quedarse en clase 12 horas antes
de tener algún descanso. Pero antes de que desmayes al imaginar lo
aburrido que será, debo decirte que no es así, en realidad estará
tan entretenido que por un buen rato olvidará todo lo relacionado a
Mr. F. y a su reloj. Don Alejandro esa mañana le dará clases de
Geografía, y como son clases particulares sobra decir que toda la
atención es para el muchacho realita, y que nunca aprenderá tanto
como aquella mañana.

Doce
horas estudiando únicamente geografía de Solunier, hablan sobre las
penínsulas, Lunar y Solar, sobre cómo están compuestas, cómo son
esas regiones, similitudes y diferencias entre ellas; también sobre
las tierras e islas mediadas (que si no lo recuerdas, Sue viene de
esos lugares), el clima en las diferentes tierras, las ciudades más
importantes de las penínsulas y los reinos que la rodeaban, entre
muchas otras cosas.

El
buen Don Alejandro deja que Tomás se marche antes por ser su primer
día, misma razón que utiliza para regalarle los materiales que
utilizaron esa misma mañana. El muchacho sale de la casa de Don
Alejandro con un cuaderno lleno de anotaciones y comentarios sobre
toda la clase, y piensa que quizás tendrá que comprar más
cuadernos si continua con las clases. Sube a un taxi y da la
dirección de la casa de Mr. F., con la preocupación de que debe
aprender cómo llegar ya que esa casa ya es su nuevo hogar, al menos
por tiempo indefinido. Al llegar comienza a meditar sobre lo que
había sucedido esa misma mañana temprano, recuerda que debe
investigar a Mr. F. y que solo cuenta con dos días, aunque ya no le
queda tanto de este. Cuando entra a casa se sorprende encontrar a Mr.
F. sentado en el sillón de la sala de estar tocando una flauta
dulce, una melodiosa canción que le recuerda a la que había oído
cuando Mr. F. y Miss Valeria lo dejaron en Realidad 1 luego de la
Junta, esa canción que habían cantado para viajar a otro mundo.

El
día transcurre sin ninguna novedad que podamos resaltar, Tomás no
encontró posibilidad de hablar con Mr. F. sobre su abuelo y éste no
pareció tener novedades sobre el reloj que creía extraviado, Miss
Valeria tampoco apareció por la casa; al parecer tenía otros
asuntos que no los involucraba. Ambos se pasaron hablando sobre
música toda la tarde ya que Tomás no debía asistir a clases, pero
aunque pasaron la tarde juntos el muchacho se mantenía un tanto
distante por las sospechas que habían levantado esa misma mañana.
La noche cae, cenan más temprano que las veces anteriores por lo que
al día siguiente deben levantarse más temprano que de costumbre;
Mr. F. tenía otra de sus reuniones importantes y Tomás debe ir a
sus clases.

El
muchacho tiene 2 días para buscar pruebas que demuestren que Mr. F.
es inocente, que no es un traidor como todos sus amigos creen. Aún
no sabe cómo podrá probarlo, con lo poco que conoce de ese mundo
cualquier cosa que diga podría provocar que sospecharan más de su
tutor. Da vueltas en la cama mientras piensa en cómo puede obtener
información, entonces se le ocurre que quizás puede hablar con Miss
Valeria sobre el tema, pues ella debe conocerlo bien. Es la persona
más amable y simpática que ha conocido, y le duele pensar que si
Mr. F. trabaja con o para Arkiria, entonces Miss Valeria también
puede estar involucrada. Solo debe encontrar la ocasión justa en el
que pueda hablar con ella sin la presencia de Mr. F.

Al
día siguiente, Mr. F. acompaña a Tomás a casa de Don Alejandro, y
el muchacho se extraña porque Miss Valeria no aparece esa mañana.
Le toca estudiar matemáticas, 12 horas aprendiendo matemáticas sin
parar. El maestro del muchacho se sorprende lo rápido que éste
aprende, con solo explicar el tema una vez Tomás ya capta y puede
hacer los ejercicios, por eso es que esa mañana terminan antes de lo
previsto; con solo haber estado 8 horas en clases el joven ya sale
para tener un descanso de 10 horas. Sus clases en la tarde inician
luego de la hora de la media tarde, la hora del té, y desde que está
en Solunier siempre ha almorzado y merendado junto con Miss Valeria;
y pensaba que ésta vez iba a poder hablarle sobre Mr. F. pero se
decepciona cuando no llega. Almuerza junto a Mr. F. en un restaurante
a unas cuadras de su casa, y Tomás no quiere intercambiar palabras
con él, ya que ahora lo ve diferente, puede que con temor a que los
rumores sean ciertos. En todo el día no pudo encontrarse con Miss
Valeria, y lo peor es que desconoce el motivo de su ausencia, no se
atrevió a preguntarle a Mr. F., y él tampoco tuvo intenciones de
hablar de ella, además no estuvieron juntos mucho tiempo ya que
tenía muchas cosas que hacer fuera de la ciudad.

El
siguiente día no fue diferente, tampoco pudo ver a Miss Valeria y
también pasó la mayor parte del día en las clases, esta vez, de
Historia, la materia que más había odiado en su vida pero que esta
vez se interesó demasiado. Luego de sus clases de la mañana, Tomás
regresa a casa muy agotado y se acuesta a dormir, dentro de seis
horas debe volver a sus clases de la tarde.

Tan
profundo es su sueño que se le pasa la hora de almorzar, Mr. F. al
llegar a casa no se percata de la presencia del muchacho por lo que
estaba durmiendo en el cuarto de arriba, por eso es que cree que se
ha quedado a almorzar en casa de Don Alejandro. Toma las cosas que
necesita y se marcha, el sonido de la puerta al cerrarse despierta a
Tomás, al instante se levanta, se estira con pereza, se fija la hora
para descubrir que solo quedan 4 horas para volver a sus clases, y
también que se salteó la hora de almorzar. Camina escaleras abajo y
descubre que está completamente solo, un abrigo tirado sobre el sofá
de la sala principal le indica que Mr. F. había estado ahí; y tal
como sospecha acaba de salir. Los ojos aún los tiene algo pegados y
no para de bostezar, pero el sueño se esfuma de él cuando una idea
aparece en su cabeza. Escaleras arriba hay 4 habitaciones y un baño,
tiene entendido que una de esas habitaciones es la de Mr. F. Ahora
que lo pensaba nunca había entrado ahí, y las veces, que fueron
pocas, que ha pasado junto a ella siempre la encontró cerrada. Tomás
sube las escaleras con mucho sigilo, pues aunque está completamente
solo en la casa se siente perseguido, intenta que la madera de los
escalones no rechine fuerte haciendo que ese sea el único sonido que
se oiga. Con el mismo cuidado camina por los pasillos acercándose
más y más a la habitación de Mr. F., y tal como creía la puerta
estaba cerrada, toma el picaporte, lo gira y lo suelta rápidamente,
la puerta se abre lentamente dejando ver el interior de la
habitación. Luego entra y descubre una sala totalmente oscura
gracias a que las ventanas se encuentran cerradas, apenas unos hilos
de luz entran por ellas dejando ver la silueta de varios muebles
comunes de una habitación: una cama, un armario, una mesita de luz,
un reloj colgado en la pared, una lámpara y un pequeño escritorio
frente a una de las ventanas. La luz que entra por la puerta ayuda a
que Tomás distinga los muebles y poderse guiar hacia el escritorio,
un aire frío rosa el rostro del muchacho cuando entra, y una rara
sensación de temor lo invade.

Sobre
el escritorio hay una pila de hojas en blanco y muchos cartuchos de
tinta ordenados en un costado, también en un lapicero descansan
varias plumas de diferentes diseños, está compuesto por muchos
cajones de diferentes tamaños y Tomás no sabe por dónde empezar a
ojear. Abre el primer cajón, pero descubre un montón de lapiceros
también de diferentes modelos que parecen en mal estado, el muchacho
supone que ahí coloca los lapiceros cuando no funcionan y que,
posiblemente, luego se olvida que los deja ahí. Busca entre los
lapiceros pero no encuentra ninguna otra cosa, entonces decide seguir
buscando en los demás cajones. Abre el siguiente y encuentra una
pequeña pila de hojas, las saca y las coloca sobre el escritorio
pero rápidamente comprueba que también están en blanco; por eso
las vuelve a guardar. Cuando abre el tercer cajón se asusta al oír
algo dentro de la casa, pero se convence a sí mismo que no es nada y
que debe continuar rápido. Encuentra unos libros, entre ellos el
plaboceok, pero el que más le llama la atención es uno muy parecido
al plaboceok pero de un color turquesa oscuro. Lo saca con cuidado
porque estaba en muy mal estado y no quiere romperlo, lo abre
emocionado pero descubre que el libro está escrito en otro idioma.
Vuelve a colocarlo en el cajón, molesto por no encontrar nada que
pueda entender, es entonces cuando el reloj que guardaba en su
bolsillo comienza a vibrar. El muchacho lo saca y con la poca luz lo
observa notando cómo la aguja del minuto se desliza cambiando su
posición inicial, ahora señala la mesita de luz ubicada junto a la
cama a unos cuantos pasos del muchacho. No duda en obedecer a su fiel
reloj, pues las veces que lo había obedecido siempre lo había
llevado al lugar que necesitaba. Camina lentamente hacia la mesita de
luz, sobre ella se encuentra una lapicera y un libro con tapas de
cuero marrón y con numerosas hojas amarillentas, cuando lo tuvo en
sus manos observa detenidamente ambos lados del libro para buscar
algún título o alguna inscripción, lo cual no encuentra, entonces
decide abrirlo. Se sorprende al ver los mismos símbolos con los que
había trabajado en el primer entrenamiento con Don Alejandro y
Galas, el libro está escrito en el idioma múltiple del que Galas le
había dicho que debía aprender a leer para utilizar magia amanita.
Corre las páginas contemplando esa forma de escritura, corrobora que
ese libro era una especie de diario por la estructura que tiene los
textos y además por el simple hecho de que estaba en la mesita de
luz y no en el escritorio. Mientras corre las páginas observa las
hojas y se sobresalta al oír el sonido de una puerta abrirse y
rápidamente deja el libro en la mesita de luz corriendo fuera de la
habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Como
el muchacho sale prácticamente corriendo de la habitación, los
pasos retumban en la casa por lo que la persona que acaba de entrar
inmediatamente se dispone a averiguar de quién se trata. Tomás oye
la madera de las escaleras crujir avisándole que alguien se acerca,
entonces corre al baño que está al final del pasillo, tira la
cadena y abre la canilla del agua fría del lavamanos.

—¿Tomás?
—exclama Mr. F. de pie al final de las escaleras—. No sabía que
estabas aquí.

—¡Ah!
Hola Mr. F. —saluda Tomás casi tartamudeando por el susto que se
dio—. Es que… a…acabo de llegar —miente mientras se seca las
manos.

—¿A
esta hora? ¿Te quedaste a almorzar con la familia de Don
Alejandro?—pregunta Mr. F. un tanto extrañado.

—Si,
hoy nos quedamos más tiempo en la clase adelantando algunos temas, y
como ya se había hecho la hora de almorzar me pidió que me quedara.
—Está muy nervioso, solo espera que Mr. F. no se entere de que ha
estado husmeando entre sus cosas, porque sabe que eso si lo haría
estallar.

—Qué
bien —exclama de lo más natural, y el muchacho festeja en su
mente: se ha tragado el cuento—. Miss Valeria está en Reiveyonas,
dijo que quería mostrarte un poco la ciudad ya que no conoces mucho,
preguntó si querías ir.

—Sí,
sí quiero —interrumpe el muchacho ansioso.

—Pero
¿no quieres descansar un poco? Tienes clases en la tarde.

—No,
no estoy cansado —vuelve a interrumpir.

—Bien,
de todas formas Miss Valeria puede llevarte allá. —Mr. F. da media
vuelta y baja las escaleras hasta la sala principal, el muchacho lo
sigue emocionado ya que al fin verá a Miss Valeria y podrá
preguntarle un par de cosas.

Luego
de unos largos minutos, caminan hasta la parada del tren fuera de la
“Zona Danzante”, el tren no tarda en hacer su aparición y en
unos minutos más ya se encuentran en la parada subterránea bajo la
ciudad de Reiveyonas. Caminan un buen tramo hasta que llegan a una
plaza muy iluminada y llena de fuentes por donde mires, y en una
banca más allá espera Miss Valeria sentada con una sonrisa
contagiosa de oreja a oreja, tan simpática como siempre.

Para
desgracia de Tomás, no pudo hablar con Miss Valeria ya que Mr. F.
los acompañó en el pequeño tour que ella había organizado para
enseñarle la ciudad. Por eso es que al final del paseo el muchacho
estaba más que molesto porque parece que nunca podrá charlar a
solas con Miss Valeria, pero su esperanza no muere ahí sino que
recuerda el diario que está sobre la mesita de luz de Mr. F. y se
propone aprender a leerlo lo antes posible; o más bien esa misma
tarde.

Al
llegar a casa de Don Alejandro esa misma tarde, Tomás le mete la
mentira de que Mr. F. solicita que le de clases de gramática y
escritura urgente. Otro que que se traga la mentira del joven. En ese
mismo momento Don Alejandro pasa la tarde enseñándole el abecedario
múltiple y las estructuras gramaticales. Una vez que terminan la
clase, Tomás se apresura a volver a casa para poder leer algo de
aquel libro, lleva todo lo aprendido anotado en un cuaderno y el
abecedario anotado en una pequeña hoja aparte que guarda en su
bolsillo. No le resultó tan difícil aprender el idioma múltiple,
pues es más sencillo de lo que parece, aunque claro que solo
aprendió lo básico, y aún necesita sus machetes para ayudarse.

Sabe
que Mr. F. llegará en unos 20 minutos, o menos, por eso es que debe
apresurarse en traducir aunque sea algunas páginas. Una vez que
entra a la casa, sube las escaleras y se dirige rápidamente a la
habitación de Mr. F., nota que el libro sigue en la mesita de luz y
unas manchas de tinta pintan una parte de la superficie de la mesita,
lo que le da a pensar a Tomás que el hombre había escrito en el
libro. Lo toma nuevamente, lo abre en una página al azar e intenta
leerlo basándose en lo aprendido esa misma mañana y en las
anotaciones que lleva, se sienta en la cama de Mr. F., lee y anota
todo lo que le resulta interesante. Se detiene en seco cuando escucha
que golpean la puerta de entrada.

Rápidamente
el muchacho deja el libro donde estaba y toma sus cosas, pero la hoja
en donde llevaba anotado el abecedario en idioma múltiple cae al
suelo aterrizando bajo la cama, y Tomás ni siquiera repara en eso.
Rápidamente sale de la habitación cerrando la puerta tras él y
tira sus cuadernos sobre su cama. Baja las escaleras corriendo
dirigiéndose hacia la puerta, sabe que no puede ser Mr. F. ya que él
tiene una copia de la llave de casa por lo que simplemente podría
haber abierto, por eso no se sorprende al ver a Miss Valeria tras la
puerta.

Solo
vino a dejarle una caja de ropa a Tomás, por lo que su encuentro no
pasó más allá de simples saludos. Nuevamente se queda solo, pero
no vuelve a entrar en la habitación de Mr. F. porque cree tener lo
suficiente para demostrar que Mr. F. era inocente de lo que lo
acusaban; además el sueño ya se había apoderado del muchacho. Se
dirige a su habitación para guardar su nueva ropa en los armarios,
luego de dejar su habitación ordenada se recuesta en la cama y abre
su libreta de anotaciones y repasa una y otra vez todo lo que ha
copiado del diario, pero en pocos minutos se queda dormido.

El
momento en que se juntaría con sus amigos y con Mr. Moubisgotach
llegó, se prepara bien temprano y parte a casa de Don Alejandro en
donde se juntará con Galas, para luego ambos viajar a casa de Mr.
Moubisgotach.

Tomás
lleva sus anotaciones en un pequeño maletín que Don Alejandro le
regaló cuando iniciaron las clases, en donde también lleva el reloj
de su abuelo y la linterna que Mr. F. le había comprado la última
vez que estuvieron en Realidad 1. Galas y Tomás apenas intercambian
palabras, se mantienen muy distantes que desde la última reunión,
Tomás sabe que los demás no confían en su futuro tutor y eso le da
a creer que quizás tampoco confían en él, por esa razón prefiere
mantener una cierta distancia.

Galas
y Tomás son los últimos en llegar, todos se reúnen en la misma
sala en la que estuvieron la vez anterior, todos están presentes:
Mr. Moubisgotach, Sue, Ardilla, Rex, Galas y Tomás. Y una vez que
todos terminan de saludarse y ubicarse en una mesa que el dueño de
casa había colocado para estar más cómodos, inician con la reunión

—Bien,
ya que estamos todos podemos empezar —ordena el dueño de casa.

—Habíamos
quedado en que Tomás mostraría que Mr. Moubisgotach se equivoca al
decir que Mr. F. es un traidor —recuerda Galas—. Por eso es que
creo que debemos empezar por ahí.

Todos
miran a Tomás que está sentado en la punta de la mesa. En vez de
ponerse colorado o nervioso como solía sucederle, éste saca sus
anotaciones y las coloca ordenadamente sobre la mesa.

—Mr.
F. no es un traidor, y acá tengo las pruebas. — Agarra las hojas
en donde había anotado los fragmentos del diario de Mr. F. y
comienza a leer.

«
A
unas 2 horas de terminar el día:

Esta
mañana me encontré nuevamente con Miss Barda, quien me comentó
sobre el reciente ataque de vigilantes. He estado estudiando los
planos que encontré hace 700 horas, el que encontré en Realidad 1,
que es en realidad una parte de un mapa. La señorita Monka ya me
dijo que ese mapa no podría pertenecer a ningún lugar sobre tierra,
lo que me lleva a pensar que quizás pueda ser un mapa que dibujan
las estrellas; pues Miss Valeria lo ojeó y encontró múltiples
similitudes con los constantes movimientos de algunos astros. Quizás
me lleve a lo que por años estoy buscando”

Lo que acabo de leerles fue un fragmento que saqué del diario de Mr.
F., y acá leemos que él está o estuvo buscando algo muy importante
por años»

—Pero
eso no nos dice más de lo mismo —opina Rex—. Recuerda que
suponemos que Mr. F. ha estado buscando la forma de entrar a
Tireacélity, es eso lo ha estado buscando por años.

—Rex
tiene razón, eso no lo hace inocente —dice Sue.

—Bien,
lo que acá se aclara —explica Tomás— es que Mr. F. ha estado
buscando algo por años, debe ser algo muy importante y tal como lo
escribió lo ha buscado en Realidad 1. Pero por suerte he traído
otro fragmento:

«
A 31 horas del día:

Acabo
de salir del laboratorio ya que he estado gran parte del día
estudiando el fragmento del mapa que encontré hace ya 734 horas.
Desgraciadamente descubrí que no tiene nada que ver con lo que
busco, ya que la otra parte del mapa se resguarda en Norda y muestra
la ubicación del lugar en donde se levantará el rey profético de
la monarquía mayor de Fronsirea. Estoy en donde empecé, pero aun
así creo que estoy más cerca de hallarla que ella.»

—¿Ella?
—pregunta Ardilla.

—Lo
que podemos extraer de este fragmento es que no es el único que lo
está buscando, acá aparece otra persona —remarca Tomás—. Y no
es casualidad que haya escrito “ella”.

—Crees
que se refiere a Arkiria —inquiere Galas.

—Claro,
¿quién más puede ser? Él siempre la llama así, siempre que la va
a nombrar le dice “ella” —justifica Tomás sacando otra hoja.

—Entonces
dices que Mr. F. y Arkiria están buscando las llaves de Tireacélity
—intenta aclarar Mr. Moubisgotach.

—Algo
así, es casi lo que ustedes habían dicho, pero con la frase “estoy
más cerca de hallarla que ella”

muestra una competencia, una rivalidad entre ambos; lo que desvanece
esa conexión de la que ustedes hablaban.

—Sí,
es cierto —admite Sue.

—Lo
que significa que Mr. F. no es un traidor —exclama triunfante
Tomás—. Y esa no es la mejor parte, sino que yo no creo que lo que
ha estado buscando sean las llaves de… esa dimensión, escuchen:

«
A 12 horas de terminar el día:

No
he salido de casa desde el día Lunes 8, he estado reuniendo
información sobre lo que Arkiria hace en estos lugares, lo que hace
con los Nigmas y con los amanitas que encuentra en la zona. Robó mi
idea, no sabía que estaba justamente en estos lugares por lo que me
instalé aquí. Solo sé que está cazando nuevos reclutas, no son
Nigmas lo que caza, son personas comunes; está quebrantando el
Tiempo—Historia. Yo me mudé aquí para ver si el elegido se acerca
a mí, y si eso sucede esta guerra terminará pronto.

Solo
espero que oiga mi llamado.»

—Hmm…
Eso dice demasiado —dice pensativo Mr. Moubisgotach.

—Creo
que hay que analizarla por partes —propone Tomás— “No
he salido de casa desde el día Lunes 8”,

da una fecha, aunque no dice de qué mes.

—Eso
quiere decir que ha estado fuera de Solunier —dice Galas—.
Solunier es el único lugar que se maneja con horas y minutos, no
tenemos fechas aquí, y que haya escrito esa fecha nos da a entender
que ha estado en otro mundo.

—“…He
estado reuniendo información sobre lo que Arkiria hace en estos
lugares…”

Ambos están en el mismo lugar —relee Tomás.

—Puede
que la haya estado siguiendo —opina Ardilla.

—No
lo sé, porque más adelante dice que ella le robó la idea y de que
no sabía que estaba en esos lugares.

—Bueno
sigamos con lo otro entonces —propone Sue emocionada.


“…Lo que hace con los Nigmas y con los amanitas que encuentra en
la zona.”

—Arkiria
ha estado reuniendo tropas estos últimos años, quizás haya sido
eso —opina Galas.

—No,
ahí dice amanitas… osea nosotros —reprocha Ardilla—. Creo que
ha estado encarcelando a los nuestros de otras dimensiones para hacer
de nuestras tropas más vulnerables.

—Sí,
es verdad —apoya Mr. Moubisgotach—. A los Nigmas los entrena para
su ejército y a los amanita los tiene como esclavos, creo que Mr. F.
ha visto cómo los captura.

“…Robó
mi idea, no sabía que estaba justamente en estos lugares por lo que
me instalé aquí…” —le
e
Tomás.

—¿A
qué se refiere? —pregunta Galas.

—Creo
que se refiere a eso que ustedes decían, a buscar amanitas en otros
lugares.

—Sí,
y justamente en ese lugar —dice Ardilla—. Pero ¿Qué lugar es?

—Es
obvio que Realidad 1 —responde Sue—. Es la que está más
conectada con Solunier y la gran mayoría de amanitas y atanitas
provienen de ahí.

—Claro…
y anteriormente habían dicho que Mr. F. estaba buscando algo en ese
mundo ¿no? —recuerda Rex.

—Y
ha estado vario tiempo en ese lugar —agrega Galas—. Quizás
primero llegó él y luego fue ella.

—Bien,
continuemos. —Tomás se prepara para leer lo siguiente—
“…Solo sé que está cazando nuevos reclutas, no son Nigmas lo
que caza, son personas comunes; está quebrantando el
Tiempo—Historia”.

—Ven,
les dije —exclama Mr. Moubisgotach—. Estaba reclutando.

—Y
ahí describe otro crimen de esa mujer —dice Galas.

—También
confirma lo que dije —exclama Sue triunfante—. Dice: “son
personas comunes”

claro que se refiere a los realitas.

“Yo
me mudé aquí para ver si el elegido se acerca a mí…”

Aquí habla de una persona —continúa Tomás.

—“El
elegido”, no sé de quién estará hablando —dice Galas.

—De
todas formas, Mr. F. esperaba que se acerque a él —observa Rex.


“… y si eso sucede esta guerra terminará pronto”.
Es
alguien que puede acabar con la guerra —opina Tomás.

—¿Quién
puede ser? —pregunta Ardilla.

—¿Enserio
no conocen a alguien así? —espeta Tomás, pues creía que ellos
sabrían de quien se trataba. Como respuesta todos negaron con la
cabeza, por lo que Tomás decide continuar—.
“Solo espero que oiga mi llamado”.

Es el final del fragmento, eso quiere decir que Mr. F. lo estaba
llamando… así con el reloj ¿no?

—No
—niega Galas—, esa es solo una expresión que utilizamos aquí.

—No
lo está llamando, está esperando que el reloj individual de esa
persona le indique llegar a él —explica Sue.

—De
todas formas, ya sabemos que Mr. F. no es un traidor, pues él quiere
acabar con la guerra —dice Rex—, y eso que está buscando hace
años es la clave para terminar con ella.

—¿Es
todo lo que tienes? —pregunta Mr. Moubisgotach.

—No,
acá tengo otro fragmento —. Tomás saca la última hoja con la
traducción y comienza a leer:

«
A
2 horas de terminar el día:

La
noche anterior (no he tenido oportunidad de escribir) me atacó un
grupo de vigilantes cuando procuraba volver a casa. Me siguieron
largos kilómetros pero gracias a la luz Majestuosa no alcanzaron a
ver en dónde me oculto en este momento. Desde entonces me vengo
preparando por si aparecen otra vez, aunque no dudo que ella aparezca
dentro de poco, pues ya sabe que me encuentro vulnerable en una
dimensión difícil de utilizar magia.

Me
estoy hospedando en una pequeña casa abandonada cerca del barrio en
el que estuve al principio. Fui muy descuidado, ahora saben lo que
busco y saben en dónde lo estoy buscando, probablemente ya hayan
encontrado la conexión con mi misión y este sitio.»

—También
habrá que analizar en partes —propone Galas.

—Bien,
la primera parte dice:
“La noche anterior (no he tenido oportunidad de escribir) me atacó
un grupo de vigilantes cuando procuraba volver a casa”.

Claramente Mr. F. no tiene una tregua con Arkiria —dice Tomás—.
Luego continúa diciendo:
“Me siguieron largos kilómetros pero gracias a la Luz Majestuosa
no alcanzaron a ver en dónde me oculto en este momento”.
¿Por
qué le agradece a la Luz Majestuosa?.

—Es
una expresión —responde Galas—. Es como cuando en tu mundo dicen
“¡Oh! Gracias al cielo” —dice agudizando su voz— ¡No sé
por qué faroles le agradecen al cielo!

—Bien…
sabemos que está en un lugar peligroso —dice Sue interrumpiendo el
drama de Galas—. Continúa, Tomás.

—“Desde
entonces me vengo preparando por si aparecen otra vez, aunque no dudo
que ella aparezca dentro de poco, pues ya sabe que me encuentro
vulnerable en una dimensión difícil de utilizar magia.”
No
más de lo mismo.

—Solo
confirma de que está en Realidad 1, pues ahí es difícil de
utilizar magia por lo que somos vulnerables —explica Ardilla.

—También
dice que la está esperando a “ella” —observa Galas—. A
Arkiria, al parecer se ocultaba de ella.

—“Me
estoy hospedando en una pequeña casa abandonada cerca del barrio en
el que estuve al principio…”

Al parecer tiene un gusto extraño hacia las casas abandonadas
—comenta Tomás.

—¿Por
qué dices eso? —pregunta Rex.

—Porque
cuando lo encontré estaba en una casa abandonada. —Tras ese
comentario, todos se quedan mirándolo fijamente.

—¿Seguro?

—Sí
—responde de lo más natural, al parecer no se ha dado cuenta de
cómo lo miran—. Siempre subía a su techo para ver el atardecer,
es una casa que queda a unas cuadras de mi barrio y estaba abandonada
desde siempre.

—Continúa
leyendo —ordena Mr. Moubisgotach.

“Fui
muy descuidado, ahora saben lo que busco y saben en dónde lo estoy
buscando, probablemente ya hayan encontrado la conexión con mi
misión y este sitio”.
Eso
es todo.

—Tomás,
¿acaso no se te ocurrió que lo que ha estado buscando Mr. F. desde
hace tiempo es a ti? —inquiere Mr. Moubisgotach.

—Hmm…
No, no creo que sea a mí —responde contrariado.

—Mr.
Moubisgotach tiene razón —exclama Ardilla casi saltando de su
silla—. Todas estas anotaciones llegan a eso, piénsalo Tomás: Mr.
F. fue compañero de tu abuelo, el hombre que poseía la llave de
Tireacélity, y desde entonces ha estado buscando la forma de parar
esta guerra que puede ser encontrar la llave antes que Arkiria para
limitar su poder o para destruirla. Y ahí estás tú, un Nigma
heredero de Ricardo, proveniente de Realidad 1, el lugar en donde Mr.
F. ha estado buscando. Además recuerda que él buscaba a una
persona, no un objeto.

—Pero
yo no tengo la llave —dice Tomás poniéndose nervioso.

—Pero
tienes el reloj de Ricardo —contesta Galas sorprendido. Tras ese
comentario, un silencio se apodera de la sala por unos minutos.

—No,
esperen —dice Tomás confundido—. Se olvidan que Mr. F. buscaba a
la persona que acabará con la guerra, ese no soy yo.

—¿Cómo
estás tan seguro? —pregunta Mr. Moubisgotach.

—Porque…
no lo sé, no soy… yo solo soy un chico —dice nervioso, la verdad
es que no puede creer que él es esa persona—. Apenas conozco este
lugar, no tengo… la sabiduría necesaria para, no lo sé, para
acabar con una guerra. Estoy aquí hace menos de una semana ¿cómo
pretenden que salve a Solunier de una guerra civil?

—Nosotros
tampoco sabemos cómo lo harás —admite Galas—, pero si Mr. F.
piensa que tú eres la persona que podrá salvarnos, entonces no
queda otra que creer que es así.

—De
algo estamos seguros —dice Ardilla—, Mr. F. sin duda sabe algo
que nosotros no, algo de ti que hasta tú mismo desconoces.

—¿Y
qué podemos hacer ahora? —pregunta Tomás en un tono desalentador.

—Solo
queda confiar —responde Ardilla con una sonrisa que alivia a todos
en la sala—, confiar que Mr. F. sabe lo que hace.

—Entonces
creo que ya no tendré que ocultar el reloj —opina Tomás.

—No,
ya no —dice Sue—. Es muy probable que lo necesite.

—Claro,
pero entonces ¿Cuál es el plan de Mr. F? —pregunta Rex un tanto
mareado por todo lo que se ha hablado hasta el momento.

—Sabemos
que está relacionado con Tireacélity, pero sinceramente no tengo
idea —confiesa Galas.

—Sé
que ustedes ahora piensan que ese hombre tiene buenas intenciones
—espeta Mr. Moubisgotach un tanto distante del grupo—, pero yo
no. No me pidan que confíe del todo en ese hombre, está actuando
solo, sin una autoridad del consejo. Por eso es que no creo que todo
en sus planes sean limpios.

—Por
un lado tiene razón —admite Galas con pesar—, porque lo que no
entiendo es por qué tanto secreto, pero bueno. Por eso es que,
Tomás, no te confíes tanto, mantente alerta ante cualquier cosa
¿sí?

—Sí

—Y
si algo sucede, o si no te sientes seguro de algo, acude a nosotros.
Confía en nosotros, vamos a ayudarte.

—Bien,
como digan.

No
volvieron a hablar más sobre el tema, no querían sembrarle más
dudas a Tomás de las que de seguro ya tiene, por eso es que
continúan la reunión hablando otros temas por un rato más. Cuando
la reunión acabó, todos se van satisfechos con lo que han aclarado
esa mañana, aunque no podemos decir lo mismo de Tomás; quien no
puede creer que Mr. F. lo haya estado buscando por años. Mr.
Moubisgotach tampoco está satisfecho, pues no quiere confiar en Mr.
F. y tampoco dejarle toda esa responsabilidad en sus manos.

El
muchacho se va su casa, decide irse solo porque tiene mucho en que
pensar. Está desanimado, desganado, algo dentro de él no quiere
ser aquella persona que tiene la responsabilidad de acabar con una
guerra, no es que no quiera ayudar, solo sabe que no es apto, y los
demás a su alrededor no tardarían en decepcionarse por eso. Al
llegar a casa descubre que no hay nadie, un abrigo sobre el sofá le
indica de que Mr. F. había estado ahí y se había marchado,
seguramente no regresará en un buen rato. Por eso, el joven recupera
el ánimo, toma su libreta y sube corriendo las escaleras
adentrándose a la habitación de Mr. F., con la intención de leer
más; asegurarse de que es de él de quien hablaba cuando decía que
buscaba a la persona que acabaría con la guerra en Solunier.

Se
sienta en la cama y abre el libro sobre la mesita de luz,
anteriormente había tenido que volver a escribir el abecedario en
idioma múltiple cuando descubrió que no lo tenía, creyó que
quizás lo había olvidado en casa de Mr. Moubisgotach esa misma
mañana. Hace más o menos cinco días que estaba ahí, pero recuerda
que conoció a Mr. F. una noche antes de llegar a Solunier, por eso
es que desde la última hoja escrita retrocede seis fragmentos para
leer lo que Mr. F. había escrito cuando se conocieron. Y tradujo:

«
A una hora de terminar el día:

Esta
tarde, cuando volvía de Solunier, nuevamente unos vigilantes me
siguieron pero esta vez sí dieron con mi escondite. Me mantuvieron
atado unas horas hasta que llegó ella, hacía mucho que no la veía,
puedo decir que esta vez no la reconocí; definitivamente ya no es
como antes, puedes verlo en sus ojos. Afortunadamente solo charlamos,
ordenó a sus sabuesos que revisaran todo, quería el plano, pero por
suerte ya no lo traía conmigo.

A
pesar de eso me siento gozoso, pues al fin lo hallé. Fue obra del
destino que haya llegado justo después de que Arkiria se fuera con
sus vigilantes. Lo vi, aunque salió corriendo, pero alcancé a verlo
y puedo asegurar que era él, pues es más que seguro que siguió el
reloj. Y lo más agradable es que volverá, porque se lo olvidó en
esta casa abandonada.

Desde
ahora los días del reinado de Arkiria están contados.»

Con
este fragmento, Tomás queda totalmente convencido de que es él a
quien, por años, Mr. F. ha estado buscando. Se sorprende al leer
que, la noche en que se había ido corriendo dejando atrás su reloj,
Mr. F. había recibido la visita de Arkiria en persona, y ahora
entiende por qué su tutor le había dicho, cuando lo conoció, que
el reloj lo había enviado hacia él porque así debía ser. Lo que
no entiende aún es por qué Arkiria dejó libre a Mr. F., y ahora
piensa que esa conexión de la que Mr. Moubisgotach había hablado al
principio pudo haber existido gracias a la frase: “…hacía
mucho que no la veía, puedo decir que esta vez no la reconocí;
definitivamente ya no es como antes, puedes verlo en sus ojos.”
Tubo
un poco de miedo al pensar quizás, solo quizás, Mr. Moubisgotach no
estaba tan equivocado al desconfiar de Mr. F.

Todos
sus pensamientos se nublan cuando oye la cerradura de la puerta
abrirse, inmediatamente deja el libro en donde estaba, toma su
libreta y sale casi volando de la habitación. Baja las escaleras
llegando hasta la puerta por donde ya entraban Miss Valeria y Mr. F.
y cerraban la puerta tras ellos, ambos se quedan mirando a Tomás,
quien está agitado por el susto que se pegó y por lo rápido que ha
bajado las escaleras. Pasan algunos minutos en donde solo
intercambian miradas entre ellos, en silencio y sin moverse, tanto
que solo se oye el sonido de la respiración de cada uno.

—¿Tomás?
—rompe el incómodo silencio Miss Valeria—. Creía que estabas en
casa de Don Alejandro —exclama un tanto sorprendida.

—Es
lo que le dije, Miss Valeria —dice Mr. F. con un cierto enojo en su
tono de voz— Tomás ha faltado a una clase de la mañana, y hoy ha
vuelto a faltar.

—¿Qué?
—exclama el muchacho entre sorprendido y con temor. Es verdad esa
parte de que ha faltado a las clases de Don Alejandro en dos
ocasiones por la reunión que había tenido con Galas y los demás,
pero « ¿cómo lo sabe?»

—¿Tomás?
—pregunta Miss Valeria en un tono lento y dulce—¿hay algo que
quieras decirnos?

—No
sé de qué están hablando —miente el muchacho tan nervioso a
simple vista.

—Tomás
—dice Mr. F., de lo contrario a Miss Valeria, de forma rápida y
molesta.

—Yo…
bueno es verdad, tendría que estar ahora con Don Alejandro pero—se
detiene para buscar una excusa—, me pidió que no asistiera hoy ya
que tenía que… limpiar su establo.

—Tomás,
por favor di la verdad —pide pacientemente Miss Valeria.

—Es…
la verdad.

—Bien,
si es la verdad, entonces explícame por qué hace unas horas estabas
en casa de Moubisgotach —ordena Mr. F. calmando sus nervios.

—Oh.
— «Él lo sabe», pero Tomás se queda mudo.

—Ah,
entonces es verdad —exclama triunfante, aún enfadado—. Y tengo
otra para ti, ¿qué necesidad de esconder el reloj? —, y claro
está que Tomás casi se desmalla al oír esa pregunta.

—Yo…—no
tiene ninguna excusa para eso— ¿Cómo es que? —no alcanza a
terminar la pregunta porque recuerda cuando Mr. F. le había pedido a
una mujer que buscara el reloj, entonces al localizarlo seguro
descubrieron que estaba con Tomás, y no duda en que justo en aquél
momento se encontraba en la reunión en casa de Mr. Moubisgotach esa
misma mañana.

—¿Por
qué mentiste, muchacho? —pregunta con un dejo de dolor.

—Es
verdad, les mentí pero ¿por qué ustedes me han ocultado cosas todo
este tiempo? —estalla Tomás, un mentiroso que es descubierto.

—Ocultado
cosas… ¿De qué hablas? —dice Mr. F. frotándose los ojos.

—Usted
nunca me contó que había conocido a mi abuelo, de que habían sido
compañeros, o de lo que Arkiria le hizo a mi abuelo.

—¿Cómo
sabes esas cosas? —pregunta Mr. F. saliendo un tanto de su enojo
para atender a las acusaciones del joven, al igual que Miss Valeria.

—Tampoco
me dijo para qué me necesita en realidad —sigue acusando el
muchacho ignorando la pregunta de Mr. F.—. Porqué el reloj me
envió a usted, con qué propósito… usted nunca me mencionó algo
al respecto.

—Tomás,
de todas formas no debiste mentirnos a Valeria y mí. Si tenías
alguna duda o querías saber algo solo debías hablar con nosotros.

—¡¿Cómo
iba yo a saberlo?! Si ustedes no están nunca conmigo —se
encapricha cruzándose de brazos.

—¿Cómo
que nunca? ¿Ayer qué fue? —replica Miss Valeria.

—Da
igual, la cosa es que ustedes no fueron sinceros del todo conmigo.

—Y
tú tampoco lo hiciste con nosotros —exclama Mr. F.— ¿Quieres
decirme qué es esto? —de uno de sus bolsillos saca un trozo de
hoja doblada, y la despliega frente a los ojos asombrados de Tomás.
Son sus anotaciones, el abecedario múltiple que creyó haber perdido
en casa de Mr. Moubisgotach.

—Oh…
eso —murmura el muchacho, reconociendo la gravedad de lo que había
hecho.

La
sala se cubre de un silencio por unos segundos, Mr. F. se sienta en
el sillón y le indica al muchacho que se sentara junto a él,
mientras Miss Valeria sube las escaleras dejándolos solos a ambos.

—Tomás…
muchacho —rompe aquel silencio un Mr. F. más calmado y contenido—.
Yo si conocí a tu abuelo. —Tomás ni siquiera lo mira, ya conoce
la historia, pero es diferente escucharlo de la boca de Mr. F.—. Él
era un gran hombre, y me enseñó muchas cosas. ¿Sabes? Yo lo conocí
cuando tenía 28 años, y él creo que tenía unos… 47 si no mal
recuerdo. —Mr. F. procede a contarle cómo se habían conocido y
qué cosas habían hecho juntos. Historias muy interesantes para
Tomás, hechos y pequeñas aventuras, hasta que llega a la parte en
que fueron capturados por Arkiria, suceso que el muchacho ya conoce.
Esa parte de la historia es tal cual Mr. Moubisgotach la había
contado, claro que sin la parte en que Mr. F. hace un trato con
Arkiria ya que en realidad cuenta cómo logró escaparse.

Capítulo
11: Travesía en Tierras Mediadas

Estuvieron
largo tiempo hablando, no sabría decir cuánto tiempo en realidad,
hasta que Miss Valeria aparece con dos mochilas llenas de cosas y las
deja junto la puerta. Hasta este punto Tomás no se había percatado
de la presencia de Miss Valeria mientras habían estado hablando, y
ahora que la ve bajar un par de mochilas de las habitaciones se
pregunta cuánto tiempo había pasado.

—Bueno,
muchacho, toma tu mochila y tu abrigo —ordena Mr. F. poniéndose de
pie, y luego se dirige al perchero en donde cuelgan barios sacos
largos.

—¿Por
qué? ¿A dónde vamos?

—Te
lo diré en el camino —toma su abrigo y un paraguas, afuera cae una
cantidad increíble de agua brillante. Tomás nunca antes había
visto tanta lluvia en Solunier—. Ah, y no olvides traer tu reloj.

Los
tres salen de casa bajo unos paraguas negros, el muchacho va en el
medio de sus tutores quienes lo protegen de la lluvia manteniendo un
paraguas cada uno y caminando a veloces pasos. A pesar del clima aún
se ve mucha gente fuera de sus casas, unas corren, otras andan
apuradas y otras parecen estar llorando, y Tomás se pregunta la
razón por la cual las personas de la Zona Danzante se encuentran con
tristes semblantes y preocupadas expresiones.

Se
suben al tren y hacen el recorrido hasta el centro de la ciudad, pero
no descienden, sino que continúan por un recorrido que Tomás nunca
había hecho.

—¿A
dónde vamos, Mr. F? —insiste nuevamente el muchacho.

—¡Ah!
Cierto —exclama Mr. F., quien también tiene un aspecto descuidado
o algo parecido—. Nos vamos de la ciudad.

—Eso
puedo notar —observa el joven —Pero ¿por qué?

—Recuerdas
que te dije lo del eclipse ¿Verdad?

—Sí,
que el próximo eclipse se acerca y que ahí es la batalla —recuerda
Tomás—. Pero me dijo que Arkiria piensa atacar antes. —Tras el
comentario, Mr. F. lo mira fijamente dándole a entender una cosa:
que eso ya estaba pasando.

—En
realidad no atacará antes, si no que el eclipse es dentro de tres
noches —aclara Miss Valeria.

—Oh
no —exclama preocupado—. Por eso salimos de la ciudad.

—No,
no es por eso —niega Mr. F.—. Nosotros vamos en busca de un
objeto —dice en un susurro. Inmediatamente Tomás recuerda lo que
habían estado hablando esa misma mañana con Galas y los demás,
sobre que Mr. F. busca la forma de entrar a Tireacélity.

—Ah!
¿Pero… cómo? ¿Ya sabe en dónde está la llave? —exclama el
muchacho sorprendido, y tras su exclamación Miss Valeria lo hace
callar, pues lo había dicho muy fuerte.

—¿Cómo
sabes que es eso lo que buscamos? —se sorprende por su parte Mr. F.

—Bien…
solo… —otra vez, busca una excusa para zafar de más regaños—.
Lo supuse, pues mi abuelo y usted eran compañeros y él era el que
ocultaba la llave… por eso es que me quiere cerca ¿verdad?

—No
es tan así… supongo que debes haberlo leído en mi libro —deduce
en voz baja algo molesto.

—¿Sabe
en dónde está? —pregunta totalmente curioso, se apresuró a
seguir con el tema antes de que su tutor volviese a enfadarse con él
por haber husmeado en sus cosas.

—He
estado estudiando por años los planos de la península Solar, y he
descubierto un sitio que se esconde tras grandes peñascos en donde
el magnetismo de la tierra corre hacia un mismo sentido —cuenta Mr.
F. en voz muy baja—. Pero lo que nos dirá en dónde está
específicamente es eso —señala lentamente el reloj que cuelga del
cuello de Tomás.

—¿Qué?
¿Es enserio? —se admira el muchacho otra vez elevando la voz, y
como respuesta, Mr. F. asiente con la cabeza—. ¡Wow… eso
significa que podremos entrar a-

—¡¡Shhh!!
—calla Miss Valeria antes de que Tomás gritara la palabra
“Tireacélity”.

—Perdón
—se disculpa en susurros un tanto avergonzado—. Pero ¿Por qué
vamos ahí?

—El
Mobaronsun fue construido ahí… quizás haya algo que pueda
destruirlo —sugiere Miss Valeria.

—No,
yo me refería al lugar tras los peñascos —corrige Tomás.

—Ah!
Bueno… Mr. F. ya lo dijo.

—Pero
no entendí.

—Oh…
—Miss Valeria se arma de sus conocimientos de docente y busca la
forma de darle una explicación al muchacho que sea más clara de
entender—. ¡Lo tengo! Sabes cuáles son las brújulas ¿verdad?
Bien, en tu mundo la flecha roja siempre señalará el norte, pero en
cambio las brújulas aquí en Solunier es imposible que lo hagan ya
que el magnetismo con el que son atraídas no está en el norte, por
así decirlo, sino que es como el viento. Por eso es que nuestros
relojes individuales pueden guiarnos, de ser igual que en tu mundo
las tres agujas de nuestros relojes señalarían el norte únicamente
—explica la mujer haciendo movimientos con sus manos para
expresarse—. El lugar al que vamos es el único lugar en donde el
magnetismo es estable, por así decirlo, igual que en tu mundo y lo
que creemos es que si lo seguimos encontraremos la llave.

—Y
solo así terminará la guerra —Concluye Mr. F. con satisfacción.

—Pero…
¿Por qué esperar hasta el eclipse? Quiero decir… podríamos haber
ido antes a buscar eso, ¿no les parece?

—Pues,
porque supuestamente habías perdido tu reloj —responde Mr. F. a
modo de reproche volviendo al mismo tono enfadado.

—Bueno,
yo qué sabía —musita Tomás avergonzado.

—De
todas formas suponemos que este eclipse durará menos que los
anteriores —Informa Miss Valeria.

—¿Durará
menos? —repite Tomás.

—¿Por
qué, Miss Valeria? —pregunta Míster F. igual de interesado que
Tomás.

—Porque
esta vez apenas se rozarán, el eclipse sucederá a unas casi dos
horas de terminar el día —responde de lo más natural—. Lo que
sera el primer día de otro ciclo. De esa forma el eclipse solo
durará una hora y media.

—Y
para ese entonces ya tendremos la defensa contra el Mobaronsun
—agrega Mr. F.

—Entonces
estamos en la cuenta regresiva —comenta Tomás—. Pero lo que no
entiendo es por qué el eclipse durará menos esta vez, y en que
afecta eso.

—El
sol y la luna se alinearán de forma oblicua, o más bien como
formando una X, estarán alineados solo una hora y media… más que
nada por la posición en que ambas esferas estarán, apenas se
rosarán —explica Miss Valeria utilizando sus manos para mostrarle
al muchacho la forma en que se alinearán los astros. El tiempo que
pase el astro tapando al otro determina el tiempo que durará la
batalla, si dura más de 2 horas, el enfrentamiento se divide en
varias batallas, incluso se pueden hacer duelos en vez de luchar con
el ejército completo. Pero como el eclipse solo durará menos de una
hora y media, solo existe una oportunidad de luchar.

El
viaje no parece tener final para ninguno de los tres, pues salir de
la Península Solar es un viaje largo gracias a la cantidad de
ciudades por las que el tren debe pasar. Es increíble la cantidad de
gente que aborda, eso le da a pensar a Tomás que ellos no son los
únicos que planean salir de la Península. El muchacho observa por
la ventanilla los magníficos escenarios mientras que Miss Valeria le
nombra los lugares por los que pasan, recorrieron gran parte de la
iluminada ciudad de Reiveyonas (aunque a Tomás le parece que esta
vez no está tan iluminada como la conocía), pasan por parques y
plazas en donde no se ve un alma en las calles. Pasan cerca de la
“Sala de Bienvenida”, que se encuentra cerrada debido a que ya
nadie ha podido viajar hacia allí la última semana, al igual que la
“Sala de Despedida”. También pasan por la ciudad de Jaboth,
Tomás alcanza a ver el muelle a lo lejos pero, al igual que en las
otras ciudades, no hay personas por ahí y tanto el muelle como la
mensajería se encontraban cerradas. Luego pasan por otras ciudades
exóticas y muy extravagantes, hasta que el tren se adentra en una
jungla muy colorida, andando entre árboles y plantas con curiosas
combinaciones de colores. El tren no volverá a parar sino hasta
dentro de unas largas horas, en donde será su próxima y última
parada, y los únicos que están a bordo son Miss Valeria, Mr. F. y
Tomás. Pasan junto a paisajes muy hermosos, contemplan pájaros muy
coloridos y con formas muy extrañas, también junto a enormes
cascadas de agua tan cristalina que no parece que realmente estuviese
cayendo agua, una vegetación tan abundante que si Tomás o cualquier
otra persona sacara la mano por la ventanilla podría alcanzar un
fruto seguro. También se puede ver a lo lejos del paisaje verde
castillos góticos al otro lado de los ríos cristalinos, hermosos y
antiguos palacios que se alzan altos y majestuosos, que gracias a la
luz del sol brillan como si la construcción fuera de oro. Poco a
poco el cielo se torna negro (no atardece como nosotros estamos
acostumbrados a ver; el cielo no se pone violeta y poco a poco se
torna azul hasta oscurecer completamente, sino que directamente se
torna negro como si una enorme nube oscura cubriera toda la extensión
del cielo). Gracias a la caída de la noche, ya no se puede seguir
apreciando el paisaje de la jungla, ya que solo se ven figuras
oscuras y sombras que de vez en cuando se tornan un tanto
tenebrosas; pero de todas formas Tomás no se aparta de la
ventanilla. Contempla el enorme y luminoso astro que se alza justo
por detrás de los castillos al otro lado de la vegetación, redondo
y plateado, la luna más grande que haya visto.

Poco
a poco diminutos puntos blancos y celestes comienzan a tintinear en
el cielo, esparciéndose por toda la extensión, no se pueden contar
las estrellas que sonríen en el cielo nocturno; y cabe decir que
brillan mucho más que las que nosotros hemos visto a través de
nuestras ventanas a mitad de la noche. Hay que tener en cuenta que el
muchacho hacía más de una semana que no veía un cielo nocturno,
que no veía la luna ni las estrellas, ya que en la Península Solar
la noche apenas es un cielo nublado, por eso es que está hipnotizado
junto a la ventanilla. El tintinear de las estrellas parecen cantar
una canción de cuna que te acurruca en sus brazos oscuros; por eso
Tomás se acomoda en su asiento y cuando sus acompañantes quisieron
acordar el joven ya había caído en un profundo sueño. Miss Valeria
se saca el abrigo que llevaba puesto y lo coloca sobre Tomás, al
viaje aún le falta un gran tramo más para llegar a su fin.

Luego
de unas horas, Miss Valeria despierta a Tomás porque llega el
momento de continuar el viaje a pie. El tren hace su última parada y
los tres bajan encontrándose con un terreno cubierto de vegetación,
en donde solo se alza un pequeño farol de mano encendido de luz
amarilla colgando de uno de los árboles, lo que indica la parada del
tren. La noche aún permanece y el farol de mano era el único rayo
de luz que hay en ese pantano, a Tomás le parece muy peligroso andar
por esos lugares a esas altas horas de la noche, pero no tienen otra
opción que seguir adelante. Emprenden camino entre medio de los
árboles pasando el pequeño farol de mano, Mr. F. saca su linterna y
así continúan una vez que cruzaron el tramo en donde la luz del
farol no alcanza a alumbrar.

El
pantano estaba en un silencio sepulcral, Mr. F. va por delante, Tomás
en el medio y Miss Valeria justo por detrás del muchacho, el
trayecto es ascendiente y a menudo tropiezan con las raíces
sobresalidas de los árboles o sus pies se hunden al pisar algún
pozo con barro. Al estar completamente oscuro hay veces que se
asustan con cualquier sonido que escuchan, o con cualquier forma
extraña con la que se topan, ya que la luz de la linterna de Mr. F.
solo ilumina lo que hay en frente. El muchacho se asusta cada vez que
un pájaro aletea entre los árboles, o cuando un búho comienza a
ulular, no se puede ver el cielo ya que los inmensos árboles lo
cubren con sus enormes y abundantes ramas llenas de hojas, por lo que
a menudo Miss Valeria preguntaba si van por el camino correcto; pues
como sabrás un astrónomo siempre seguirá a las estrellas pero al
no poder verlas se siente perdida, en cambio Mr. F. sigue un mapa que
había trazado en un cuaderno que lleva en una mano mientras que con
la otra mantiene la linterna.

Caminan
largo rato, poco a poco unos visibles hilos de luz aparecen en el
pantano aún cubierto por penumbras, y supieron que la noche ya está
por acabar. A pesar del largo viaje, ninguno de los tres se siente
agotado, es más, a medida que avanzan por el pantano que de a poco
va tomando color se sienten más ansiosos de llegar a su destino.
Llegan a un precipicio en donde los árboles quedan atrás y ahora se
puede ver el cielo sobre ellos, un degradé de grises se aleja a sus
espaldas mientras que frente a ellos se alza una esfera de un color
amarillo saturado que aún se esconde detrás de unas montañas a lo
lejos. Justo debajo de ellos, a esa altura se ve un hilo de agua que
proviene de la catarata ubicada a la izquierda.

—Tomás
—llama Mr. F.— ¿Ves esas cuevas al otro lado de la catarata?
Allá, bueno, allá es a donde debemos ir.

Nuevamente
emprenden la caminata bordeando el precipicio con precaución para no
caer, caminan en dirección al sur en donde está la gran catarata.
Tan solo quedan dos días para el eclipse, y están a mitad del
camino.

No
pasa mucho tiempo cuando llegan a una parte en donde el camino está
estorbado por unas ramas gigantes que impiden el paso, de esa forma
ya no queda otra opción que adentrarse nuevamente al pantano. La luz
del día ya ilumina todo el pantano por lo que Mr. F. no tiene
necesidad de utilizar su linterna, aunque deben caminar con mucho
cuidado ya que el suelo está lleno de arena movediza y pozos muy
hondos cubiertos con barro. De todas formas es más agradable caminar
en el día debido a que se ve con claridad cada pájaro, animal e
insecto con los que se encuentran en el camino y al no haber
oscuridad no le provoca miedo ninguna clase de sonido extraño.

Andan
tranquilos largo tiempo hasta que un terrible aullido los atemoriza.
El sonido de un lobo aullar rompe el clima pacífico que hasta ese
momento se había mantenido intacto, los tres quedan plantados en el
suelo en un estado paralizado. Miran para todos lados intentando
averiguar de dónde había provenido ese horrible sonido, apenas
pasan unos segundos de haber oído el aullido cuando otro se escucha
aún más fuerte que el primero. Inmediatamente corren impulsados por
ese temor a lo que todos han coincidido que son esos aullidos, los
vigilantes los han encontrado. Mr. F. corre por delante, Miss Valeria
agarraba fuertemente la mano de Tomás para que no se apartara de su
lado, constantemente miraban hacia atrás para comprobar que nadie
estuviese cerca de ellos, de esa forma corren descendiendo hacia el
río que anteriormente habían visto desde lo alto de un precipicio.

Se
detuvieron unos segundos para respirar, Mr. F. mira para todas partes
del pantano para ver si algún vigilante está cerca.

—¿Esos
son… los vigilantes de Arkiria? —pregunta Tomás agitado, aunque
sabe la respuesta.

—Sabe
que estamos aquí —afirma Mr. F. preocupado—. Debemos llegar a
los peñascos lo más rápido que podamos.

Otro
aullido se escucha a lo lejos, lo que inquieta más a Mr. F. y a Miss
Valeria.

—¿No
existe algún atajo? —propone Tomás—. Podríamos cruzar este
río, así llegaríamos más rápido, luego solo debemos subir por-

—No
—interrumpe Miss Valeria—, si o si debemos pasar por detrás de
la cascada, no hay otra entrada.

—Vamos,
debemos seguir moviéndonos —ordena Mr. F., y así nuevamente
caminan entre los árboles. Van a paso rápido, atentos a cualquier
sonido que puedan escuchar o a cualquier cosa extraña que puedan
ver, no hablan por miedo a ser oídos por sus perseguidores, por eso
cruzan un buen tramo en completo silencio.

Con
cada segundo que pasaba, más apresuraban el paso, hasta que de
repente frente a ellos aparece una persona totalmente pálida,
cubierto de pies a cabeza con un manto negro, sus ojos azules
brillantes los observa fijamente. Se detienen de repente al ver a
esta persona frente a ellos, Tomás mira a su alrededor aterrorizado
y descubre que a más personas con esas mismas características que
comienzan a rodearlos. Son los vigilantes de Arkiria. Un escalofrío
corre por todo el cuerpo del muchacho al verlos ya que nunca antes
había visto a un vigilante (solo conocía a Sue, pero ella no era
para nada parecida a esos extravagantes seres que los persiguen), lo
que le da más temor pensar en que, si los seguidores de Arkiria se
ven así de tenebrosos, entonces ella debe ser totalmente horrorosa.

Los
vigilantes se acercan más y más, hasta que Mr. F. saca su linterna
y los alumbra con ella. La luz que emiten esas linternas es luz del
sol de la Península Solar, muy potentes para las personas que pasan
su vida viviendo en penumbras y solamente contemplando la luz de la
luna y las estrellas, razón por la que a los vigilantes les hace
mucho daño. De esa forma, Mr. F. logra abrirse paso entre los
vigilantes que estorban frente a ellos, y los empuja del camino,
despejándolo para correr en dirección hacia la cascada. Otra vez
inicia la persecución, corren con todas las fuerzas que tienen,
mientras un numeroso grupo de atanitas los persiguen, varias veces
los han podido alcanzar pero siempre Mr. F. los dañaba con la luz de
la linterna o los golpeaba con ella; Tomás saca su linterna de su
mochila para imitarlo.

Llegan
a un lugar despejado de árboles en donde otro grupo de atanitas los
espera, están muy cerca de llegar al puente tras la cascada, pero
les estorban el paso por lo que se detiene ante esos vigilantes.

—Tomás
—susurra Mr. F. al muchacho—, debes llegar hasta la cascada.
Corre, nosotros te cubriremos.

—¿Qué?

—Cuando
llegues ahí, debes cruzar —sigue ordenando—, y si no llegamos,
no nos esperes, debes continuar.

—No
—niega el muchacho en un susurro.

—Saludos
—dice uno de los Atanitas frente a ellos, quien parecía ser el
líder de ese grupo de salvajes—. Ustedes, forasteros, han cruzado
a los dominios de la Emperatriz Arkiria y máxima Majestad.

—¿Dominios
dices? —exclama Miss Valeria.

—Sí,
todas las tierras desde la cuna de la Luna hasta las costas de las
tierras mediadas son dominios de la Emperatriz Arkiria, por lo que
ahora debemos llevarlos ante ella para que sean juzgados. —El
atanita hace una seña a sus guardias, quienes se acercan hacia ellos
para colocarles unas cadenas en las muñecas.

—Tomás,
corre —ordena Mr. F. en un susurro.

—No
—niega Tomás frenético—, no voy a dejarlos.

—Corre…
ahora —da como última orden, saca su linterna, los alumbra con la
potente luz a los guardias que pretendían encadenarlos, los golpea
fuertemente con ella, y Tomás no tuvo otra opción que salir
corriendo hacia la dirección opuesta de donde se encontraban los
vigilantes, adentrándose al pantano dejando atrás a sus compañeros.
Tal como Mr. F. le ordenó, corre lo más rápido que sus cortas
piernas se lo permiten en dirección a la cascada, es un trayecto de
subida por lo que le cuesta aún más. Mr. F. y Miss Valeria se
encargan de que los atanitas no lo siguen, pero aún así no logran
detener a dos de ellos que emprenden carrera tras el muchacho. Mr. F.
y Miss Valeria no tienen otra opción que huir hacia el lado opuesto
del que se había ido Tomás.

Tomás
sabe que lo siguen, por eso es que en vez de continuar ascendiendo
hacia la cascada, decide correr hacia un costado del camino, se trepa
a un árbol con ayuda de las lianas que cuelgan de él y se oculta
con su linterna en la mano, aguardando a que los atanitas siguieran
de largo. No pasan ni cinco segundos hasta que uno aparece corriendo
a una velocidad increíble, y tas él otro vigilante lo sigue, no se
han dado cuenta de que el muchacho se oculta sobre el árbol. Tomás
aguarda unos segundos más hasta que decide bajar lo más sigiloso
que puede, y emprende nuevamente su carrera ascendiendo a la cascada.
No tarda en llegar, y para su alivio comprueba que nadie lo sigue,
pero tampoco hay rastros de Mr. F. ni de Miss Valeria, por lo que no
tiene otra opción que cruzar el puente hacia el otro lado de la
cascada completamente solo.

Al
otro lado del puente se alza un hermoso bosque, lleno de árboles con
troncos mucho más gruesos y altos que los del pantano, se ven
algunos animales silvestres deambulando por ahí y más adelante se
nota las cuevas que Mr. F. le había enseñado esa misma mañana;
hacia ahí debe dirigirse. No sabe lo que puede encontrarse ahí, o
lo que debe hacer exactamente, pero de todas formas se encamina hacia
allá. Es un bosque bastante grande, y anda con temor a que aparezca
algún animal salvaje que quiera atacarlo, como un zorro o algún oso
pardo, los pájaros cantan y a menudo se escucha el sonido de las
hojas de los árboles y los arbustos agitarse debido al viento que
corre. Tomás se mantiene atento a los sonidos extraños, siempre
atento a sus alrededores para asegurarse de que no lo estén
siguiendo, sostiene su linterna firmemente en sus manos preparado por
si algún atanita aparece. El estómago de Tomás ruge de hambre,
pues no ha comido nada desde la tarde anterior y ya casi es la hora
de almorzar. Para un momento para buscar en su mochila algo de
comida, y por suerte encuentra que Miss Valeria le ha guardado un
taper con pan, queso y salame, pero a pesar del hambre no se detiene
a comer porque siente el deber de llegar a los peñascos.

Camina
por más de una hora, nunca se imaginó que la cueva a la que debe
llegar quedara tan lejos y llega a preguntarse si va por el camino
correcto; una helada comienza a bajar, pero Tomás no quiere
detenerse por nada. Escucha pasos, pasos que trituran las hojas cerca
de él, voltea a mirar si hay algo a su alrededor, pero no ve nada.
Aún así el sonido de las hojas no para inquietando al muchacho,
quien prepara su linterna por si aparece algún vigilante. El sonido
de esos pasos se acerca cada vez más, Tomás se detiene y gira en su
eje para encontrar de dónde provienen aquellos pasos, hasta que una
figura alta y delgada sale por detrás de un árbol junto a él,
Tomás impulsivamente le apunta con la linterna encendida conteniendo
el aliento.

—¡Alto!
—dice la persona parada junto a él. Esa voz conocida solo puede
pertenecer a una persona.

—¡Mr.
F! —exclama Tomás contento al ver a Mr. F. frente a él.

—Será
mejor que apague esa linterna o descubrirán nuestra ubicación
—ordena de lo más natural. Tomás obedece inmediatamente y guarda
la linterna en su bolsillo.

—¿Y
Miss Valeria? —pregunta emocionado mirando para todas partes
buscándola.

—La
alcanzaron —responde angustiado.

—¡¿Qué?!
—se escandaliza Tomás— ¿Qué harán con ella?

—Seguramente
la llevarán al castillo de Arkiria, pero no se preocupe, no le
pasará nada —intenta calmar al muchacho—. Debemos seguir
adelante.

—Pero
tenemos que ir a buscarla —insiste alarmado.

—No
—niega firmemente Mr. F.—, debemos seguir, estamos muy cerca
además no podremos salvarla mientras Arkiria tenga el Mobaronsun.

Tomás
lo medita unos segundos, llegando a la conclusión de que Mr. F.
tiene razón, no pueden retroceder estando tan cerca. Ambos
entristecidos continúan su camino hacia la cueva, pero no pasa más
de una hora cuando llegan a la entrada de esa cueva, oscura y fría.

Al
llegar a ese punto, encienden una linterna para avanzar cruzando esa
tenebrosa cueva, una horda de murciélagos los recibe revoloteando
hacia ellos cuando la potente luz de la linterna los invade. El eco
de los pasos retumba en toda la caverna, caminan a un paso algo
apresurado, pues no es agradable estar ahí dentro. Caminan largo
rato, y en el camino se encuentran con algunas horribles arañas, y
ratas pasan por sus pies, también uno que otro murciélago hace su
aparición de la nada volando sobre sus cabezas tomándolos por
sorpresa; esas pequeñas cosas hacen que sus pasos sean cada vez más
rápidos. Se tardan casi media hora en atravesar el túnel, cuando
por fin salen a un pequeño y hermoso valle, pero apenas alcanzan a
salir cuando tiene que entrar a otra caverna. Así es todo el
trayecto, salen de una cueva para luego entrar a otra, siempre
saliendo a un valle, el sol no tarda en quedar justo encima de sus
cabezas cuando llegan a su destino: los altos y limpios peñascos.

Son
unas rocas angostas de gran tamaño que salen del suelo, blancas como
si fuesen de tiza y al hacer contacto con la luz del sol parecen
perlas totalmente relucientes. Cada peñasco tiene símbolos grabados
que a simple vista Tomás logra reconocer, era el idioma múltiple
que Don Alejandro le ha enseñado. Están ubicados creando un círculo
ya que el espacio entre roca y roca es muy pequeño, como si fuesen
murallas, pero solo hay un espacio entre roca y roca que es más
distanciado; que es por donde Mr. F. y Tomás entran.

Al
cruzar esa entrada, Tomás siente que el reloj que cuelga de su
cuello comienza a vibrar. Inmediatamente lo toma para observarlo, y
ve que las agujas se deslizan cambiando de lugar, el muchacho se
sorprende porque aunque eso ya lo había visto veces anteriores nunca
le ha pasado que las tres agujas se movieran al mismo tiempo y
señalaran una misma dirección. Una emocionada mirada a Mr. F. le
comunica lo que está sucediendo. Caminan unos minutos siguiendo al
reloj, hasta que se topan con una enorme entrada a una cueva, un arco
sostenido por columnas de piedra decora la entrada y en el centro de
ese arco hay un extraño símbolo; tiene la forma de una punta de
flecha celeste brillante y unas hojas lo rodean creando un
semicírculo alrededor de éste. No hay necesidad de utilizar la
linterna, ya que como el sol está descendiendo tras ellos los rayos
de luz entran a la cueva permitiendo ver lo que adentro se esconde.

Entran
lentamente, quizás por el asombro o los nervios que ambos comparten,
y dentro hay una columna de piedra en el centro de toda la sala; la
columna esta partida por la mitad en donde se un objeto cuadrado y
brillante yace suspendido sobre la superficie de la columna, pero
arriba de ese objeto la columna continua hasta el techo; como si el
objeto la sostuviera. El techo no es tan alto, si Mr. F. saltara
seguro que se chocaría con él, por lo que el objeto esta a su
alcance. Ahora que lo ven de cerca descubren que es de color celeste
con destellos turquesas y que diversas formas extrañas (o quizás
son dibujos) recorren todo el objeto, éstos a menudo se mueven, lo
que a Tomás le recuerda el contenedor de energía glácida que había
visto en la sala de entrenamiento de Don Alejandro. Lo contemplan
unos segundos: tiene unos 25 centímetro de largo y unos 10 de ancho,
su forma es rectangular pero sus costados más largos tienen una
curvatura similar a la curva de la guitarra, un círculo sobresale de
toda la figura rectangular y justo debajo tiene una muy pequeña
abertura rodeada por un cuadrado. Ambos se sorprenden, pues habían
creído que el reloj de Tomás los llevaría a la llave que abrirá
la puerta de Tireacélity, pero se encuentran con una cerradura en
lugar de una llave. Ese objeto es una muy peculiar cerradura, Tomás
no comprende por qué el reloj los guió hacia una cerradura cuando
lo que buscan es una llave.

—¿Mr.
F? —llama Tomás al verlo que se acercarse a la cerradura
lentamente. Las palabras del muchacho retumban en la cueva
sacudiéndola un poco, tierra cae del techo y alguna que otra pequeña
piedra. Mr. F. inmediatamente se voltea a mirar a Tomás y le ordena
silencio con un gesto, el muchacho ahora comprende que cualquier
ruido puede derrumbar esa antigua cueva y permanece en silencio
mientras que Mr. F. intenta agarrar la cerradura con cuidado.

Cuando
la toma con ambas manos y la mueve tan solo un poco, la cueva vuelve
a sacudirse. Una rápida mirada a Tomás le indica lo que debe hacer
a continuación, Mr. F. toma aliento y con un movimiento rápido saca
la cerradura de en medio de las columnas, lo que provoca que la
columna de arriba caiga violentamente contra la de abajo tras un
terrible temblor que sacude toda la caverna. Mr. F. inmediatamente,
luego de tomar el objeto, voltea rápidamente a agarrar el brazo del
muchacho y ambos salen corriendo del lugar que se sacude entero
cayendo en ruinas, y una vez fuera, contemplan cómo la cueva se
destruye.

Mr.
F. tiene la cerradura en la mano, y se la pasa a Tomás para que la
vea de cerca.

—¿Ya
está? —exclama el chico agitado—. ¿Era esto lo que buscábamos?

—No
exactamente —responde el hombre igualmente agitado.

—¿Eso
es un sí o un no? —Observa la hermosa cerradura que tiene en sus
manos, es de un material pesado, quizás es de oro pero Tomás no
sabría decirlo.

—Es
una cerradura muy bonita ¿no crees? —Realmente era muy hermosa, y
para una persona que pasó su vida estudiando antigüedades, como es
el caso de Mr. F., ese objeto es una completa maravilla.

—Sí
pero ¿por qué una cerradura?

—Pues…
porque… es una cerradura —da una respuesta vaga, la verdad es que
Mr. F. esta tan desconcertado como el muchacho.

—Sí,
eso también lo noté —dice irónico—, pero ¿y la llave?

—No
lo sé. —Ambos vuelven al centro de la muralla de peñascos
blancos.

—¿Cómo
que no lo sabe? —exclama el muchacho comenzando a ponerse
nervioso—. Creía que usted lo sabía todo.

—Nadie
lo sabe todo —responde restándole importancia a lo que dice Tomás.

—Me
refiero al viaje —espeta irritado—, que usted sabía lo que
íbamos a encontrar.

—Estas
rocas deben decir algo —dice su tutor ignorando completamente el
comentario del muchacho.

Observan
cada peñasco, el hombre lee en su mente los símbolos que éstos
tienen grabados. A pesar de haber estudiado el idioma múltiple,
Tomás no logra reconocer ninguno de los garabatos de los peñascos.

—Ah…
claro —exclama Mr. F. una vez que termina de leer.

—¿Qué?
¿Qué pasa? ¿Qué es lo que dicen? —se interesa Tomás.

—Aquí
solamente se guardaba la cerradura —responde Mr. F.

—¿Pero
qué dice? —insiste el muchacho impaciente.

—Dice:

Si
a Tireacélity deseas entrar,

La
cerradura debes tomar.

Pero
de todos modos siempre una pieza faltará.

Si
eres parte de nosotros, lo sabrás.

Si
no, temo que hasta aquí llegarás”.

—“Una
pieza va a faltar” —repite el joven—, se refiere a la llave.

—“Si
eres parte de nosotros, lo sabrás” —repite también Mr. F.—.
Solo ellos conocían dónde se encuentra la llave.

—Pero
usted sabe en dónde ¿verdad? —Al no haber respuesta, teme que
hasta ahí llegarán— ¿Entonces qué? ¿Es todo?

—Estoy
pensando —calla Mr. F., camina de un lado a otro un tanto
nervioso—. A ver: no tenemos la llave pero si la cerradura… bueno
en realidad no estoy seguro si realmente se necesita una llave.

—Mr.
F. ¿cómo no vamos a necesitar una llave? —exclama el muchacho un
tanto alterado—. Es una cerradura, si bien no sé por qué tienen
esa manía de no ponerle cerradura a las puertas para viajar a otros
mundos, creo que es más que obvio que debe necesitar una llave.

—O
quizás eso quieren que creamos. Piénselo bien, Tomás, a usted le
dan una cerradura e inmediatamente piensa en una llave… ¿y si no
existiera una llave? ¿Y si solo estas personas quieren engañar a
los que buscan romper las reglas?

—Si
es así puede ser… ¿pero cómo puede estar tan seguro? —pregunta
no tan convencido.

—Es
una suposición.

—¿Al
menos sabe cómo se llega a la puerta?

—Sé
cómo ir hacia allá, pero como nunca lo he hecho no puedo asegurarte
nada —dice Mr. F. aún pensativo.

Ambos
hablan sobre el tema un rato más, sin llegar a una conclusión
diferente. Deciden dejar de perder tiempo discutiendo y partir
nuevamente hacia Reiveyonas, en donde aclararán sus dudas e
investigarán sobre el tema. Guardan la cerradura en una de las
mochilas y salen de los peñascos, descubren que la tarde ya está
por llegar a su fin, el sol se oculta tras las montañas nevadas
mientras el cielo negro se extiende desde el otro extremo. Caminan
por el bosque, que ahora se torna más oscuro, y como no habían
comido absolutamente nada en todo el día deciden parar unos minutos;
pues ya es la hora del té. Tomás saca el taper de su mochila y Mr.
F. un termo de unos 25cm que contiene café que se había mantenido
caliente. Se deleitan comiendo panes con queso y salame, luego de
haber terminado de comer sacan el termo y toman una taza de café
para calentar el cuerpo, pues ya comenzaba a caer la niebla helada.

Luego
de guardar las cosas en las mochilas, oyen un horrible sonido que,
aunque dura apenas unos segundos, basta para ponerle los pelos de
punta a ambos.

—¡Están
aquí! —tras la confirmación de Mr. F., comienzan a correr
descendiendo por el bosque.

Tomás
no recuerda dónde ha guardado su linterna, le sería muy útil
cuando si le apare algún vigilante frente a ellos, pero mientras
corren se le hace imposible concentrarse en cuál de sus bolsillos de
sus pantalones se encuentra la linterna. Dos atanitas saltan sobre
ellos sorprendiéndolos, el muchacho logra escabullirse entre los
fríos y blancos brazos de éstos, la primera vez que agradece tener
su baja estatura, pero Mr. F. no tiene la misma suerte; los
vigilantes lo atrapan. Tomás no atina a escapar, se queda atónito
cuando ve que atrapan a su compañero, por eso es que un tercer
vigilante aparece de entre los arbustos a sus espaldas y lo toma por
los brazos.

Mr.
F. y los guardias que lo mantienen inmovilizado apenas intercambian
unas palabras, el hombre tiene un semblante tranquilo dentro de todo;
pero no puede decirse lo mismo de Tomás, que está tan asustado que
no puede formular ni siquiera alguna idea, no puede pensar en
absolutamente nada y no puede mantener su mirada cuando se cruza con
los pálidos rostros de los atanitas. Sus manos son frías, tan frías
que da la sensación de congelamiento al tocarlas, lo que aumenta los
escalofríos producidos por el miedo, ahora que están mucho más
cerca Tomás puede notar que los ojos de esas personas son de colores
fríos: azules, violetas, celestes y hasta turquesas, y sus cabellos
son plateados, blancos y algunos con destellos de colores vibrantes.
Después de todo no son tan horribles como la primera impresión o
como uno se imaginaría al tratarse de seres de maldad, lo que los
hace temerosos son las vestimentas; túnicas negras, bordos, o azules
oscuras que alargaban sus figuras como sombras.

Dos
vigilantes tomaban los brazos de Mr. F., mientras que solo un
vigilante llevaba a Tomás, lo que les dio un plan a los cautivos que
se lo transmiten con solo un intercambio de miradas. El hombre
tropieza a propósito al cruzar sobre unas raíces de los árboles,
lo que provoca que los vigilantes que lo mantienen agarrados
tropiecen junto con él, y en un movimiento rápido Mr. F. logra
sacar su linterna de uno de sus bolsillos y la enciende frente al
atanita que sostiene a Tomás, provocándole una ceguera insoportable
que intenta parar cubriendo sus ojos, dejando libre al cautivo. Sin
perder un solo segundo, el señor F. se quita el collar del cuello y
se lo lanza a Tomás, y una vez que el muchacho lo tuvo en sus manos
sale corriendo a gran velocidad hacia la cascada, pero por desgracia
los vigilantes no tardan en actuar y dos salen corriendo tras el
muchacho.

Mientras
corre, se coloca el collar de Mr. F. manteniendo así dos relojes
colgando de su cuello, pero los mantuvo en sus manos por un momento
más.

—Por
favor, ahora si necesito su ayuda —suplica con los relojes en las
manos, en realidad les suplicaba a los relojes, para que éstos
enviaran su pedido de auxilio con su magia, aunque no estaba muy
seguro de estarlo haciendo bien—. De cualquiera… hasta la de
Rex… aunque preferiría a otra persona.

No
tarda en llegar hasta la cascada, se acerca al precipicio en donde se
arrodilla, se descuelga la mochila del hombro y toma el reloj de Mr.
F., lo ata a la mochila haciendo un fuerte nudo.

—Espero
que sea a prueba de agua… —se asegura que la mochila está bien
cerrada, unos aullidos comienzan a sonar muy cerca de él, el
muchacho voltea para comprobar qué tan lejos se encuentran los
vigilantes de su ubicación y se sorprende al ver a una persona que
sale de entre unos arbustos. Tomás queda con la mochila entre sus
manos mirando a la muchacha que ahora se encuentra parada frente a
él, se nota que ha recorrido una gran distancia hasta allí. Tardó
unos segundos en reconocerla por el hecho de que solo se habían
visto un par de veces, y de repente su nombre apareció en su mente.

—¿Arda?
—dice Tomás desconcertado. Es la muchacha con la estrella de ocho
puntas en su frente, la misma que había visto en la estación de
trenes la primera vez que llegó a Solunier, la misma de la
biblioteca donde compraron las linternas para viajar y la misma que
mencionaron en la cena en casa de Don Alejandro, la chica que lleva
en todo su cuerpo la constelación de estrellas, de clase noble a las
que llaman “estrellezas”. Todo esto lo recordó en solo unos
segundos al verla, y su reloj, tal como le había sucedido en la
estación y en la biblioteca, comienza a vibrar.

—¡Tomás!
Vienen por ti… —dice la muchacha entre jadeos—. Saben que lo
encontraron… lo que llevas en esa mochila te lo quitarán.

—¿Qué
haces acá?

—Tu
reloj —tarda en responder—. Pediste ayuda ¿no? Mi reloj me mandó
aquí. —La estrelleza cada vez se acerca más a Tomás, en pasos
cortos y lentos..

—Yo
no pedí tu ayuda —espeta el joven dando un paso hacia atrás, pero
se percata de que está cerca del precipicio.

—Estoy
aquí para ayudarte. —Camina confiada hacia él, hasta que ambos
quedan enfrentados, solo un paso los separa—. Y la única forma de
que ella no obtenga lo que tienes es que yo me lo lleve. —Posa su
mano sobre la mochila, que el muchacho mantenía frente a él, y
lentamente se la va sacando de las manos.

—No.
—Tomás aparta la violentamente de las manos de la estrelleza—.
Esa no es la única forma. —En un movimiento rápido, y casi sin
pensarlo dos veces, toma la mochila y la arroja por la cascada.

—¡No!
—se escandaliza la joven, pero ya era tarde, la mochila ya había
desaparecido por la corriente de la cascada a barios metros bajo el
precipicio. En ese momento, los vigilantes aparecen detrás de la
muchacha y agarran a Tomás por los brazos. La joven solo puede mirar
furiosa el vacío del otro lado del barranco.

—¿A
quién venías a ayudar? ¿A ella o a mí? —encara el muchacho al
pasar junto a ella una vez que los vigilantes se lo llevan.

—No
es tan simple —responde la muchacha tomando formación detrás de
los amanitas.

No
caminan mucho rato, luego de que tomaron al muchacho un oscuro
carruaje lleno de atanitas para frente a ellos y obligan a subir a
Tomás al carruaje para llevarlo a destino, que por cierto el
muchacho no tenía ni idea cuál sería. La estrelleza se queda con
unos atanitas que planean ir tras la mochila que Tomás había
lanzado por la cascada, y que Arda había querido robar para
entregársela a los atanitas.

Desde
que lo capturaron por segunda vez que no había vuelto a ver a Mr.
F., los vigilantes se lo habían llevado aparte, el muchacho había
mantenido las esperanzas de que ambos se encontrarían en el mismo
lugar. Eso lo lleva a pensar en que quizás lo llevarán a donde está
Miss Valeria, pues Mr. F. ya le había mencionado que podrían
haberla llevado ante Arkiria, y eso le despierta un terrible horror.

La
repentina aparición de Arda lo enfadó demasiado, no podía creer
que esa muchacha haya estado en el bando de Arkiria hacía quien sabe
cuánto; y que seguramente ella buscará la mochila para entregársela
a Arkiria, sabía en dónde buscar, asique Tomás solo puede esperar
a que sus amigos la encuentren antes que esa estrelleza o cualquier
otro atanita.

El
viaje en el carruaje atanita es muy largo, y eso que van a una
velocidad razonable, pasan a través del pantano que habían
recorrido la noche anterior, el lugar se cubría con penumbras
haciendo del viaje un tanto terrorífico. Tomás no ve el final del
pantano, la oscuridad no le permite distinguir su alrededor. Le
parece raro que no lo hayan encadenado ni atado con alguna soga, pero
piensa que en realidad no lo necesita, ya que para aquellas bestias
no presenta una amenaza. Lo único que podría hacer sería salir
corriendo, pero al final terminaría por caer en manos de los
amanitas debido a que ellos conocen mejor el pantano que él. Y si
tenía la suerte de escapar de las garras de los vigilantes, se
perdería entre tanta vegetación y terminaría por morir de hambre,
frío, envenenado por algún insecto o comido por alguna
bestia.«Quién sabe qué clase de monstruos se encuentran en la
oscuridad, nadie puede verlos.»

No
es el único prisionero que está siendo transportado, hay otros dos:
uno de ellos parece ser un enano por su baja estatura y su cuerpo
robusto, lleva un sombrero puntiagudo marrón y viste una camisa
verde con un cinturón negro combinado con unos pantalones marrones y
unas botas de cuero. El segundo Tomás no sabe descifrar que clase de
criatura es, pero yo puedo decirte que se trata de un elfo letavio,
nombrados así por sus pieles violetas y/o azules. Este letavio viste
una bata blanca que le llega hasta las rodillas y un pantalón negro
un tanto apretado, esta clase de elfos llevan un tatuaje en el brazo
izquierdo de dos líneas horizontales paralelas que en su mayoría
son de color negro; y suelen colocarse colgantes en sus orejas
puntiagudas y largas. Ambos prisioneros si tienen las manos atadas
con unas esposas de madera que a la vez tienen una larga cadena que
los vigilantes usan para llevarlos, a diferencia de Tomás. El
muchacho puede distinguir que cada uno lleva puesto un reloj
individual, no solo los prisioneros, sino también los atanitas.

Andan
por el pantano hasta llegar a un bosque en donde la temperatura
desciende a medida que avanzan, el frío no tarda en inundarlos,
tanto que cuando alguno habla un humo blanco y helado sale de la
boca. La noche está casi sobre ellos y la negra oscuridad ya cubre
todo su alrededor, por lo que Tomás no puede notar la escarcha que
se forma en los troncos de los árboles o cómo se congelan las hojas
y caen quebrándose en pedazos como si fueran de vidrio. E joven está
sentado junto al elfo letavio, y frente a ellos el enano, a su
alrededor hay como cinco atanitas custodiándolos y detrás del enano
se encuentra el atanita que manejaba el carruaje, al no tener techo
el muchacho comienza a notar los innumerables puntos brillantes que
aparecen en toda la extensión del cielo.

—¿A
dónde nos llevan? —se atreve a preguntar Tomás en susurros al
elfo junto a él.

—A
Boul Lizabalth —responde también en susurros, tiene una voz muy
ronca por el frío, lo que provoca que el muchacho no logre
entenderlo bien.

—¿Qué
es eso?

—El
castillo de Arkiria

Tal
como el elfo había dicho, la noche ya había caído por completo
cuando llegan a Boul Lizabalth, el castillo más sombrío y
espeluznante, y el lugar más terrorífico que Tomás ha visto a lo
largo de toda su vida. Se alza sobre una extensión de tierra
suspendida en el agua, cruzan por un puente tan angosto que solo
entra el carruaje, y no hay que ignorar que al muchacho casi le da un
infarto cuando el puente se mueve de un lado a otro mientras cruzan.
El castillo se ve enorme desde afuera, un desmesurado edificio
rodeado por múltiples torres de diferentes tamaños, en las puntas
de estas torres se alzan banderines luminosos de color azul. También
muchos puentes conectan una torre con otra alrededor de todo el
castillo. Del otro lado del puente se alzan dos estatuas enormes a
los costados de las puertas, las estatuas tienen unas figuras muy
extrañas: una es una persona con alas que parecen ser de dragón con
una cola cubierta de escamas, largos lazos bien finos salen de sus
mejillas y terminan en puntas como de flechas. La otra estatua se
trata de un animal parado en sus patas traseras, muy similar a un
tigre pero en vez de tener líneas rectas en su cuerpo, tiene
espirales.

Las
grandes puertas se abren dejando el pase libre al carruaje, pero el
interior no es tan diferente del exterior puesto que la helada aún
continúa, el viento aún circula a pesar de ser un lugar cerrado,
más ahora se le suma el eco de los pasos retumbando en toda la
enorme sala de piedra. Columnas, techo y suelo de piedra, el carruaje
pasa frente a unas escaleras de piedra maciza en donde descienden,
hay dos guardias más esperando abajo. Hacen descender a los
prisioneros del carruaje, y caminan un tramo hasta llegar a unos tres
vigilantes que están a unos cuentos metros. Se detienen al final de
esa misma sala, frente a una enorme puerta ovalada que permanece
cerrada.

—Llévate
al enano a la sala 5, torre F—ordena uno de los vigilantes que iba
por delante a quienes llevaban al enano. Tal como se dijo, el enano
es conducido a otro lugar, lo llevan a unos de los laberínticos
pasillos del lado izquierdo.

—Y
al elfo llévenlo a los calabozos —ordena otro vigilante frente a
ellos. Tomás a pesar de no conocer al elfo es testigo de cómo la
tristeza se apodera de él mientras lo llevan por otra puerta a la
derecha de la gran sala.

Tomás
espera a que le ordenen a quienes lo tienen de los brazos lo que
deben hacer con él, pero ninguno de los dos dice palabra alguna, y
siguen el camino recto, cruzan esa gran puerta ovalada llegando a
grandes habitaciones de piedra y totalmente vacías. Recorren un gran
tramo en pleno silencio, Tomás no puede dejar de mirar a su
alrededor, la cantidad de puertas, escaleras y salas vacías que lo
rodean, piensa que será imposible encontrar a Miss Valeria si no
conoce el castillo. «Esto es un laberinto.»

Suben
unas escaleras largas, que los lleva a la cima de una torre. Entran a
una habitación llena de celdas vacías, siguen avanzando hasta que
arrojan al muchacho dentro de una de un empujón y lo encierran de un
portazo de la reja , pero para la sorpresa del muchacho encentra un
rostro conocido que le hace olvidar todo lo demás.

—¡Tomás!

—¡Mr.
F! ¡Está aquí! —responde emocionado. A nadie le agrada la idea
de estar encerrado en un castillo que le pertenece a alguien maligno,
pero para Tomás que Mr. F. esté junto a él le bastaba para
animarse. Los atanitas salen de la habitación dejándolos
completamente solos.

—¿Dónde
está? —pregunta su tutor bajando la voz una vez que los vigilantes
salieron.

—Nadando…
o eso espero.

—No
nos queda mucho tiempo, el eclipse será dentro de 24 horas —dice
mirando su reloj.

—Eso
creí.

—Huff
—deja escapar un bufido de cansancio—. No es seguro que nos
quedemos aquí.

—Si
no lo ha notado, Míster, estamos en la casa del diablo —dice el
muchacho con toda naturaleza, aunque se nota que está bastante
nervioso.

—Tomás.

—¿Qué?

—¿Confías
en mí? —La pregunta retumba en el joven como un desafío,
anteriormente había tenido problemas con el tema de la confianza,
pero ahora no le quedan dudas.

—Sí
¿Por qué lo pregunta?

—Pase
lo que pase —comienza diciendo Mr. F. angustiado —necesito que me
prometas que confiaras en mí.

—Claro
que confío en usted.

—Bueno…
es que hay algo que necesito que sepas antes de… —el hombre se
dispone a continuar pero el brusco ruido producido por una puerta al
abrirse provoca el sobresalto de ambos, interrumpiendo el discurso de
Mr. F. Dos vigilantes entran por la puerta custodiando al mayor
terror de Solunier.

Capítulo
12: En el Castillo

—He
aquí, su majestad, la reina Arkiria ha venido. Saluden a su alteza,
la emperatriz de la Península Lunar y las tierras Mediadas,
portadora del Mobaronsun y dueña del tiempo. Vigilante y guerrera de
Solunier —anuncia uno de los vigilantes, y ambos se colocan al
costado de la puerta haciendo reverencia a la mujer. Creo haber oído
que la belleza y la maldad muchas veces van de la mano, pues este es
el caso, una mujer alta y muy bella cruza por el umbral en ese mismo
instante. Tomás nunca se imaginó que la tan temida Arkiria fuera en
realidad una mujer bella, es más siempre se la imaginaba como una
horrible bruja. Es una mujer de no más de 35 años, su piel era tan
pálida como la de Sue, pero sus mejillas tenían un rubor rojo
provocado por la helada que envolvía el castillo en esos momentos,
sus labios son rojos sangre y sus ojos parecen dos perlas
completamente blancas bajo unas largas pestañas. Si bien es una
mujer hermosa, su semblante causa terror, Tomás no soporta estar en
presencia de ella, su mirada es tan profunda que el joven siente que
se queda vacío cada vez que planta su mirada en ella. Sostiene un
largo bastón en su mano derecha, un bastón con dos esferas
brillantes una sobre otra, y una larga soga fina está atada justo
bajo esas esferas, el color del bastón es marrón claro de donde
bailan destellos celestes, si lo observabas bien hasta podrías ver
símbolos dorados que recorren todo el largo bastón.

—Miren
a quien tenemos aquí, a Mr. F. y Tomás en persona —saluda la
tenebrosa mujer caminando por el pasillo—. Buenas noches,
caballeros.

El
muchacho no se sorprende al oír su nombre, ya que desde el principio
supo que ella lo andaba buscando, incluso antes de llegar a Solunier,
aunque eso no alivia el miedo que siente.

—Es
una pena tener que recibirlos en estas condiciones —continúa, su
vos es potente y filosa, que inunda el salón con el eco de sus
palabras—. Aunque no creo que les interese eso, ya que han estado
en ese horrible pantano todo el día.

Ninguno
de los dos responde, Tomás no se anima a hacerlo y Mr. F. solo
mantiene su mirada en el suelo, indiferente ante su Alteza.

—Qué
lugar que escogieron esas personas para ocultar la cerradura—exclama
sumando algunas carcajadas que retumban en esa habitación fría y
vacía—, pero les agradezco que la hayan encontrado por mí, ya que
de no ser por eso no me servirían de nada. —Da unos pasos
acercándose más a las celdas—. Ahora, les ordeno que me digan
cómo hicieron específicamente para dar con la ubicación exacta.

—Tú
sabías de la existencia de la cerradura —dice Mr. F. con total
naturalidad.

—Claro
que lo sabía —espeta la mujer alzando su semblante para mostrar
una pequeña sonrisa burlona—. Nada sucede en este mundo sin que yo
lo sepa. Yo sabía sobre los planos antes de quemarlos.

—Claro,
debí suponer que fuiste tú quien ocultó todo lo relacionado a
Tireacélity —exclama Mr. F. en un tono tan natural que a Tomás le
causó temor.

—Pero
aun no entiendo de dónde sacaste esa ubicación —gruñe la mujer
peinando su larga cabellera blanca—. Si se supone que los destruí,
todos esos registros los coleccioné y luego los quemé. — Ahora
camina de un lado a otro por el pasillo entre las celdas lentamente—
¿Cómo pudieron encontrarla?

—Creí
que no sucedía nada en este mundo sin que tú lo supieras —se mofa
Mr. F. agregando una pequeña sonrisa— ¿Por qué ocultar la
cerradura en vez de apoderarte de ella? Sé que tienes una obsesión
con lo segundo —pregunta desviando el tema a propósito.

—Digamos
que he estado muy ocupada planeando una conquista —responde
acomodando su largo vestido celeste—. Por eso te dejé el trabajo a
ti, y te felicito, hiciste un muy buen trabajo —es su turno de
burlarse.

—Entonces
te deshiciste de todo lo referente a la ubicación de la cerradura
para que nadie pueda buscarla, pero contabas con que yo la buscaría
de todas formas —dice Mr. F. algo impaciente, dejando atrás su
tono calmado y natural que había optado.

—No
solo la buscarías —agrega Arkiria con una malévola sonrisa—,
sino que la encontrarías, y la traerías ante mí. —Se detiene en
el medio del pasillo de espaldas a la puerta en donde hacen guardia
dos atanitas.

—Pues…
creo que se me olvidó la última parte —bromea Mr. F. volviendo al
tono natural—, o más bien creo que te equivocaste, ya que no salió
como lo planeaste.

—Ah…
Fred, eres muy predecible —exclama volviendo a peinar su cabello
blanco, y le dirige una mirada de inferioridad a Mr. F.—. Pero lo
que arruinó por completo mi plan fue ese muchacho —clava su mirada
en Tomás, quien no había dicho palabra alguna desde que ella entró
a la sala y ella no se había dirigido a él en ningún momento.

—No
los presenté —dice Mr. F.—. Él es Tomás, nieto de Ricardo.

—Lo
sé —dice aún con su mirada puesta en los ojos del muchacho.

—En
realidad de no haber sido por él, no habría encontrado la
cerradura.

—¡Ah!
Entonces tú eres el que la encontró realmente —le dice a Tomás,
que solo la mira entre horrorizado y confundido, pues no entiende lo
que Mr. F: pretende hacer—. Eso dice mucho de ti, aunque no me
sorprende ya que los Nigmas son los seres más poderosos de todos.
—Se acerca cada vez más a la celda de Tomás, quien solo se queda
plantado en el mismo lugar—. Mírame, soy una Nigma y soy la
persona más poderosa de Solunier, y dentro de algunas horas, de la
existencia.

—No
cantes victoria tan temprano, aún faltan 24 horas para el final —se
apresura en decir Mr. F.

—Pero
todos conocemos el final, los más fuertes son los que ganan, no las
personas en celdas. —Arkiria le hace señas a sus soldados, quienes
se acercan a la celda de Tomás—. Traigan al muchacho, daremos un
paseo.

El
joven no pudo resistirse, ya que de todas maneras no tiene forma de
escapar, los atanitas entran y le atan las manos con unas frías
cadenas para luego llevarlo fuera de la celda. Mr. F. y el muchacho
intercambian miradas antes de que se lo llevan fuera de la sala
siguiendo a Arkiria, Tomás por más extraño que suene no está
asustado, solo preocupado por lo que pueda pasar desde ahora; están
atrapados en el castillo de Arkiria, no sabe en dónde han encerrado
a Miss Valeria, no tiene la cerradura, no hay nadie que pueda
ayudarlos, esa misma noche será la gran batalla y no están ni cerca
de entrar a Tireacélity. Pero Tomás no quiere pensar en eso, porque
sabe que si lo hace se derrumbará.

Bajan
por las escaleras saliendo de aquella torre, atraviesan puentes,
puertas y habitaciones vacías nuevamente, siempre siguiendo la
silueta de Arkiria y sin pronunciar palabra alguna. Cruzan jardines,
vestíbulos inmensos, hasta llegar al centro de Boul Lizabalth, un
amplio salón redondo con un techo de vidrio ubicado muy alto sobre
sus cabezas por donde se contemplan las potentes estrellas de la
plena noche, la luz de los astros son lo que mantienen la sala
iluminada; unas escaleras más adelante llevan a un gran trono de oro
decorado con rubíes alrededor y unas flores muy parecidas a las
orquídeas cuelgan de las columnas que sostienen el techo ovalado de
vidrio. Las paredes son de color celeste muy claro que al hacer
contacto con la luz blanca de los astros del cielo da la impresión
de que son paredes de agua, en las columnas hay barios símbolos
tallados que relucen en colores dorados, una alfombra roja atraviesa
justo la mitad del salón, desde la puerta de entrada subiendo las
escaleras hasta el trono.

Arkiria
se detiene en medio de la sala y con una seña les ordena a sus
guardias que se retiren cerrando la gran puerta tras ellos, dejando a
la lunática mujer a solas con el muchacho.

—¿Te
gusta este cuarto? —pregunta la mujer con un tono de voz distinto
al que había escuchado Tomás anteriormente, éste parecía un
intento de llegar a amable, lo que solo lo hacía sonar más
atemorizarte. El muchacho observa todo su alrededor antes de
responder.

—Sí
—responde simplemente dejando el temor de lado.

—Es
bonito ¿verdad? —insiste Arkiria—. Es mucho más hermoso cuando
todo su alrededor está en tinieblas. —Fija su vista en el techo,
mirando las estrellas—. Solo con la oscuridad uno puede ser lo que
realmente es, y ambos somos Nigmas —vuelve a fijar su mirada en el
muchacho—. Nosotros no somos comunes, somos inigualables, únicos…
incomprendidos en muchos aspectos, pero sumamente poderosos. Eres una
persona especial, Tomás.

—Creo
que eso es lo que menos me importa en este momento —atreve a
confesar con toda sinceridad.

—Entonces
dime: ¿qué es lo que te importa?

—¿Dónde
está Miss Valeria? y ¿qué pasará con Mr. F?

—¿Por
qué te preocupas por personas que te atan?

—¿Cómo
que me “atan”?

—No
siendo sinceros contigo, con mentiras, engaños —Arkiria camina
alrededor de Tomás, como un depredador acechando— ¿Sabes? Hay
tantas cosas que desconoces de ellos… tantas cosas que no quieren
decirte. Mr. F. sabía desde el principio que tú lo llevarías hasta
lo que buscaba; pero nunca te lo mencionó ¿o sí?

—No
—, recuerda que se enteró de eso hace apenas unos días y fue a
través del diario de su tutor, ni siquiera habían hablado sobre el
tema.

—Tampoco
te mencionaron por qué Mr. F. es tan conocido en la Península
Solar, tampoco sabes qué hace Miss Valeria cuando no está con
ustedes.

—Podré
ignorar mucho, pero eso no cambia que me preocupe por
ellos—interrumpe.

—Haces
mal —espeta en un tono seco—, deberías preocuparte por ti, ya
que tú eres el que está atrapado—. Dejan pasar unos segundos de
profundo silencio, observándose fijamente como si de un duelo de
miradas se tratara—- No le pasará nada a Mr. F.

—¿Cómo
sé que no está mintiendo? —pregunta más como una queja.

—¿Acaso
tú le harías algo malo a tu hermano mayor? —dice con
indiferencia, a lo que Tomás queda completamente—. Ah… temo que
tampoco te mencionó ese detalle. —Arkiria camina lentamente hacia
su trono mientras continúa—. Descuida, a él no le gusta hablar de
su vida en Realidad 1. Mr. F. es mi hermano, cinco años mayor que
yo. —Se detuvo unos escalones antes de llegar a su trono, y voltea
a mirar al muchacho—. Su destino era ser amanita, y por un descuido
terminé descubriéndolo. En aquel entonces no era lo mismo que
ahora. Conseguí dominar la luz de la luna, no había nada de malo en
eso, hasta que descubrieron que también puedo dominar la magia del
sol, convirtiéndome así en la primera Nigma. Pero no le era
suficiente para nadie, ya que no podía profundizar en ninguno de los
dos astros, era un poco Luna y otro poco Sol, por años me esmeré y
me fortalecí haciéndome más y más poderosa, era diferente a los
demás, pero seguía siendo insuficiente. Hasta que llegó el
eclipse y vi por primera vez el Mobaronsun pasar de la Península
Lunar a la Península Solar. Ese día me puse como meta conseguirlo y
cerrarle la boca a todos los que creían que los Nigmas éramos
insuficientes, ya no nos verían inferiores y no podrían escupirnos
desde arriba… y una vez que lo tuve en mis manos, ya no podía
dejarlo ir. —Se sienta en el trono en un movimiento solemne—.
Nosotros no pertenecemos a la Península Lunar, ni a la Solar, nos
corresponde ambas y vamos a recuperarlo, Tomás.

—¿Vamos?
—repite tontamente Tomás.

—Desde
que llegaste te han metido en la cabeza que todo lo que yo hago está
mal, seguro que te contaron horribles historias sobre mí y te han
dado miles de razones para ayudar a Mr. F. a detenerme. Es tal como
te dije: te ataron a su versión de la realidad —dice mientras
observa el bastón del tiempo en su mano derecha.

—Puede
ser —confiesa el muchacho pensativo—, pero usted misma me acaba
de decir que quiere apoderarse de Solunier, que no quiere soltar ese
bastón.

—Te
prometo que cuando gane esta guerra —Arkiria se pone de pie y
camina en dirección al muchacho— los Nigmas reinarán en el nuevo
imperio, y ya no habrá más confusión, solo tienes que darle la
llave para entrar a Tireacélity.

—Yo
no la tengo.

—Llegaste
hasta la cerradura, de la misma manera puedes llegar a la llave.

—Pero
yo no sé cómo encontrar la llave, y sinceramente no creo nada de lo
que dice —expresa enfadado.

—Tomás,
Tomás, Tomás —exclama impaciente—, sé que no te importan las
cosas que puedes tener en este mundo ¿Lo que quieres es volver con
tu familia? Es razonable, apuesto que te extrañan mucho. Mi oferta
es que si me das las llaves o me dices dónde encontrarlas te enviaré
a Realidad 1— propone volviendo a un tono amable—, y bien sabes
que puedo hacer eso. Solo debes decirlo y podrás irte en este mismo
momento.

—¡Ya
le dije que no lo sé! —Volver a casa era lo que más quiere, desde
el principio siempre prefirió volver. Sabe que la culpa la tiene la
mujer frente él, y que para volver con su familia sí o sí la
guerra debe terminar, las cosas no pueden ser tan simples como
Arkiria dice.

La
tenebrosa reina camina hacia el lado derecho de la sala, en donde hay
un amplio estanque lleno de flores blancas flotando sobre el agua
cristalina. Arkiria voltea y le hace señas a Tomás para que se
acerque. El joven al principio duda en obedecer, pero descubre que no
tiene otra opción, entonces camina desganado hasta llegar junto a
ella.

Observa
que la mujer coloca la parte inferior del bastón en el estanque, y
comienza a revolver el agua apartando las flores. Con un hilo de voz
la maliciosa reina recita una poesía resuena como una melodía que
retumba en el amplio salón del trono, y los destellos celestes del
bastón del tiempo comienzan a brillar acompañando la melodía. El
agua cristalina, que gira al compás del rito, se vuelve cada vez más
brillante y comienzan a vislumbrarse pequeñas figuras que fueron
tomando forma poco a poco. Tomás comprende lo que la reina está
haciendo: un hechizo, pero no cualquier hechizo, sino que uno que lo
llevará a casa, lo supo en cuando vio su vecindario en el interior
del estanque.

El
rito por fin acabó, aunque la parte inferior del bastón aún sigue
sumergido en el estanque.

—Si
quieres volver —dice Arkiria al oído del joven—, debes ayudarme.

—Ya
le dije que no sé dónde está la llave —responde Tomás casi en
un lamento, pues su salida está frente a él. Dentro de él se arma
una lucha, sabe que no debe confiar en la mujer a su lado, pero por
otro lado sabe que solo ella tiene el poder de hacerlo volver. Sea
como sea, no tiene las respuestas que ella quiere escuchar, por eso
es que la ventana en el estanque solo es el recordatorio de lo que ha
perdido, de lo que la misma persona a su lado le ha arrebatado.

—Entonces
¿cómo llegaron hasta la cerradura?

—Mi
reloj —recuerda Tomás—, mi reloj me envió hacia él.

Arkiria
estaba junto muchacho, y clava su vista en el reloj que cuelga en su
cuello, y con su fría mano lo agarra lentamente.

—¿Este
reloj? —lo observa detenidamente—. No es tuyo.

—Era
de mi abuelo —confiesa, aunque no es una novedad lo que dice, pues
Arkiria ya lo sabía.

—Asique
esto te envió a lo que por años he querido ocultar —en un
movimiento rápido, la reina arranca el collar de Tomás y lo lanza
con todas sus fuerzas contra el suelo tras ella, para luego
aplastarlo con el bastón. Al sacar el bastón del estanque, la
ventana hacia el vecindario de Tomás se cierra acompañado de un
airado lamento producido por las mismas aguas.

—¡No!
—grita el muchacho al ver cómo rompe en pedazos aquel preciado
reloj, aquel que lo había llevado a conocer cosas nuevas y vivir esa
aventura. El muchacho siente un nudo en la garganta, una punzada en
el corazón y una profunda tristeza. También se percata de que la
ventana en el estanque se ha cerrado.

La
malvada mujer agarra al muchacho fuertemente de la camisa, alzándolo,
y lo acerca a ella—. ¡Ahora no podrá guiarte a ningún otro
sitio! —se burla con una mueca terrorífica, luego lo suelta
violentamente dejándolo caer en el suelo.

—¿Por
qué? —se lamenta Tomás con la voz reseca y áspera.

—Nunca
quise entrar a Tireacélity, solo evitar que otros lo hagan, y así
solo yo tener acceso al poder del tiempo —confiesa Arkiria
caminando al centro del gran salón— ¡Jirkeles! —llama con voz
potente.

La
inmensa puerta de entrada se abre de par en par y entra un hombre
joven delante de un grupo de guardias. A Tomás le parece haber
escuchado ese nombre antes, en algún otro lugar, pero esta muy
afligido para pensar en eso. Los vigilantes se detienen delante de
Arkiria y se arrodillan haciendo reverencia.

—Prepara
a tus hombres, Jirkeles. El eclipse se acerca y la Luna se levantará
sobre el Sol para tapar su luz —ordena al jefe de los vigilantes
que, por cierto, su aspecto es completamente diferente al de
cualquier atanita que Tomás había visto hasta ahora; sus son
cabellos anaranjados y sus ojos son marrones. Es fácil identificarlo
estando en medio de personas alvinas súper pálidas con ojos claros.

—Como
ordene, Excelencia —responde Jirkeles llevando su mano derecha a
hasta donde está su corazón, y se pone de pie ya para marcharse a
cumplir las órdenes de la cruel mujer.

—Ah…
casi lo olvidaba — detiene al hombre—, quiero que lleven a Miss
Valeria a los calabozos de la torre Sur, yo me encargo de Mr. F. —Al
oír esos nombres, Tomás, quien aún seguía en el suelo, se altera.

—¡¿Qué
le harán a Miss Valeria?! —exclama totalmente preocupado.

—Dejemos
al muchacho aquí —ordena Arkiria sin importarle lo que dijo el
muchacho—, ya no podrá ir a ningún lado. —Se dirige a la puerta
ya para marcharse, pero se detiene una vez más y voltea a mirar a
Tomás que seguía en el suelo—. Tú vivirás para ver mi imperio,
ya que me has dado la victoria. —y con esas palabras, todos se
retiran de la sala dejando al muchacho completamente solo y
encerrado.

El
joven se acerca al reloj completamente destruido y lo observa con
tristeza, fue horrible para Tomás ver cómo rompían el preciado
obsequio que su abuelo le había dejado antes de morir, y más
sabiendo que era un amuleto mágico y que no puedes simplemente ir a
la tienda y comprarlo.

Arkiria
al retirarse de la gran sala del trono, se dirige a los establos y a
los cuarteles a ordenarles a todos que se preparen para partir a las
costas mediadas, que es en donde será la Gran Conquista tan esperada
por ella. Muchos aullidos y sonidos parecidos rompen el silencio
sepulcral que reinaba el inmenso castillo, aleteos y sonidos de
metales retumban en todas partes de tal forma que uno no puede
distinguir de dónde provienen aquellos ruidos; y como el castillo es
tan grande es imposible saber de dónde vienen. Pasan unos minutos y
poco a poco el castillo comienza a vaciarse, una vez que el ejército
termina de preparase, salen en marcha al lugar de encuentro.

Las
lágrimas escapan de los ojos de Tomás, siente que ha arruinado
todo, de haber sabido que su reloj podía llevarlo a donde se oculta
la llave, que ahora no tiene dudas de que existe, quizás las cosas
hubiesen sido diferentes. Aunque, en realidad, si hubiese obedecido
la orden de Mr. F. cuando le dejó la nota de que no debía salir de
la casa por ninguna razón, o si en vez de ocultar su reloj hubiese
confiado en él las cosas hubiesen sido mejor, ya que la cerradura la
habrían encontrado antes o hasta incluso habrían encontrado también
la llave.

Ahora
se da cuenta de que las cosas solamente empeoraban más y más cada
vez que decidía curiosear, o mentir, y en ese momento se daba cuenta
de lo serio e importante que es el estar completamente seguro de lo
que uno es, y que la desconfianza solo ha provocado males.

Observa
los restos del reloj que aún yacen en el suelo, las agujas han
permanecido unidas a pesar del violento maltrato al que fueron
sometidas por la horrible mujer. El muchacho las agarra
cuidadosamente y las coloca en la palma de su mano, son muy diminutas
y planas, delicadas con un diseño tan minucioso y formal. Se seca
las lágrimas con la manga de la camisa y se acerca más para ver las
agujas, con su vista recorre los minuciosos detalles que tienen, no
son formas definidas más bien son combinaciones de líneas y puntos
que Tomás cree reconocer. Desvía su mirada y busca los trozos de
vidrio del reloj que yacen desparramados y agarra uno de los trozos
más grandes para ojearlo. Un haz de luz que provine de la luna sobre
su cabeza se filtra por aquella diminuta pieza de vidrio que el
muchacho posee, y en el suelo junto a los restos de lo que
anteriormente había sido un viejo reloj se proyecta una figura.
Tomás la contempla, y descubre que ese pequeño vidrio la
proyectaba, entonces, junta todos los pedazos de vidrio y arme el
rompecabezas. Luego se acuesta en el suelo buscando la forma de ver
la figura completa trazada en el vidrio que anteriormente se había
proyectado en el suelo.

Son
letras. Letras del abecedario del idioma múltiple. Las observa una
por una, comienza a comprender lo que dicen; no porque Tomás supiera
el significado de cada símbolo, en realidad no lo sabe y eso es lo
que le parece más sorprendente, porque mágicamente comienza a leer
los detalles minuciosos del vidrio. Es una poesía:

Tiempo,
Espacio,

Época,
Estación,

Periodo,
Lapso,

O
una Duración.

Solo
unos segundos bastaron

Para
con un tic marcarlo”.

Tomás
pronuncia esa oración en voz alta y lo que pasa a continuación es
mágico. En el suelo donde yacen los restos del reloj, un destello
celeste comienza a brotar del punto de unión de las saetillas, un
hilo aparece tras ese destello que comienza a recorrerlas uniéndolas
y cubriéndolas, una vez que se unen formando una diminuta vara color
celeste, crece mientras otros destellos dorados aparecen llenando esa
vara con minuciosas formas. La vara se hace más y más grande hasta
tener el tamaño de la mano de Tomás, y en el centro, donde han
comenzado a brotar los destellos, los brotes dorados y celestes se
unen dejando espacios vacíos intermedios formando una especie de
círculo. Y en la punta de la vara florecen unos cuadrados a los
costados con diferentes formas en las esquinas. El joven queda
maravillado con lo que ahora tiene en su mano, una llave que se formó
a partir de las viejas y deterioradas agujas del reloj que Arkiria
había destruido hacía apenas unos momentos, la llave es más grande
que las que acostumbran en nuestro mundo y es un tanto pesada; dando
la impresión de que el material es más resistente que cualquier
otro. Todas las penas quedan atrás, el muchacho luce una sonrisa
triunfante, y presiente que las cosas comenzarán a mejorar a partir
de ahora.

Debe
encontrar a sus tutores, ya no esperará que alguien venga por él,
por eso es que corre hacia la inmensa puerta de la sala, la han
dejado cerrada para que no pueda salir. Coloca su ojo en la abertura
de la cerradura para ver si hay algún vigilante custodiando la
entrada, se sorprende al ver que no hay nadie, y a la vez se alivia
ya que si logra abrir esa puerta sabe que nadie lo perseguirá. La
empuja, la golpea, tira de ella hacia él con todas sus fuerzas pero
no puede abrirla. Una brillante idea cruza por su mente: ha guardado
la mágica llave en uno de sus bolsillos, entonces la saca e intenta
encajarla en la cerradura de la inmensa puerta de entrada. « Si es
una llave mágica» piensa « puede abrir cualquier puerta ¿no?»

No
está equivocado, con solo darle un giro a la llave la inmensa puerta
se abre como por arte de magia. No puede evitar festejar con un “Wow”
y algunos que otros bailecitos, e inmediatamente vuelve a lo que debe
hacer, busca los caminos que han utilizado cuando lo trajeron ahí,
así puede volver a la torre en donde había estado con Mr. F. Tiene
en cuenta que Arkiria había mencionado algo sobre encargarse de Mr.
F. personalmente, por eso es que tiene el mayor cuidado al deambular
por los pasillos; avanza cautelosamente aunque no ha visto a ningún
vigilante desde que logró escapar de la sala del trono. Tomás logra
recordar el recorrido, y esta vez no le parece tan largo el trayecto
como la primera vez. Cada tanto mete su mano en el bolsillo donde
guarda la llave, para asegurarse de es real.

No
tarda en llegar a la puerta de la torre, la cual se encontraba
abierta, sube las largas escaleras en camino hacia el último cuarto,
donde están las celdas. Al llegar al final de las escaleras, tuvo
que sacar la llave mágica para abrir la puerta que da a las celdas,
y finalmente se encuentra con su tutor, quien estaba sentado en el
mismo calabozo.

—¡Tomás!
—exclama con sorpresa al verlo entrar, y se pone rápidamente de
pie. El joven había guardado la llave en su bolsillo, por lo que su
tutor no alcanza a verla hasta momentos después.

—¡Mr.
F! —saluda el muchacho.

—¿Dónde
estabas? ¿A dónde te llevó?

—¿Hermanos?
—pregunta Tomás molesto dejando atrás las preguntas de Mr.F.,
pues ahora que lo ve recuerda lo que Arkiria le había contado—
¿Ella es tu hermana? — Insiste. Nota cómo el rostro de Mr. F.
cambia a uno un tanto triste, o quizás nostálgico.

—Iba
a decírtelo.

—¿Cuándo?.

—Antes…
antes de-

—¿Antes
de que Arkiria viniera a hablar con nosotros? —vuelve a interrumpir
molesto— ¿Eso era lo que debía decirme, la cosa importante?

—Hiciste
una promesa —replica el hombre tras las rejas.

—Sí,
lo sé —responde el muchacho sin cambiar el tono de voz—, por eso
estoy acá. —Esa promesa había estado dándole vueltas en su mente
todo el tiempo, desde que Arkiria se lo llevó hasta cuando rompió
su reloj. No va a abandonar a la única persona que confía en él,
que lo ha ayudado y soportado todo ese tiempo. No estaba ahí solo
porque le ha prometido a Mr. F. que confiará en él, sino también
porque reconoce que siempre necesitó de su ayuda y ahora más que
nunca. Además, no olvida que fue gracias a que no confió en él lo
que los atrasó en la búsqueda de la cerradura. No volverá a
cometer el mismo error.

—Lo
siento, muchacho. Debí ser más sincero contigo, debí haberte
contado lo de tu abuelo y lo de Arkiria desde el principio —se
disculpa Mr. F. con pesar.

—Eso
ya no importa —dice el muchacho cambiando su tono de voz a uno más
calmado—, lo que importa es esto —de su bolsillo izquierdo saca
la llave mágica, y Mr. F. se asombra al verla.

—¿Cómo
la conseguiste? —es la pregunta que Mr. F. pudo modular por la
sorpresa.

—Larga
historia —dice el muchacho presumido, haciendo girar la llave en
uno de sus dedos—, pero ahora debemos salir de aquí.

Tomás
abre la puerta de la celda utilizando la llave mágica, y así ambos
salen de la torre.

—Debemos
ir por Miss Valeria primero —propone Tomás una vez fuera de la
torre— ¿Usted tiene alguna idea de en dónde está?

—¿Por
qué no hay vigilantes por ningún lado? —pregunta por otro lado
Mr. F. mientras voltea para todos lados descubriendo que,
efectivamente, están completamente solos en los pasillos de Boul
Lizabalth.

—Creo
que Arkiria los reunió o algo así —responde restándole
importancia— ¿Usted sabe cuál es la torre sur?

—¿Torre
sur? —repite Mr. F.

—Escuché
que llevarían a Miss Valeria a los calabozos de esa torre —recuerda
Tomás. Mr. F. observa detenidamente cada pasillo a sus alrededores.

—Es
por acá. —Ambos se encaminan por un pasillo más oscuro que los
demás, el lugar se torna completamente silencioso y el eco de sus
pasos apresurados retumban en el vacío de las habitaciones y
vestíbulos por los que pasan.

Poco
a poco, van en bajada por un camino que cada vez se hace más y más
oscuro, eso es porque esos pasillos y habitaciones se encuentran en
plantas bajas, lo que significa que es imposible que la luz de los
astros de la noche se filtren hacia a esos lugares al no tener
ventanas en el techo (como en la mayoría de las habitaciones de la
planta alta), y las ventanas son diminutas. Entran por una puerta que
estaba escondida entre dos columnas, y acceden a un pasadizo más
oscuro todavía, parece que no haber sido usado en años, o quizás
nunca. El piso es de tierra y las paredes son de piedra maciza, hay
muchas telarañas y enredaderas secas, Mr. F. va por delante seguido
por Tomás, el pasadizo es muy estrecho, el techo es bastante bajo
por lo que en momentos parece faltar el aire. Caminan largo rato, las
penumbras son tal que apenas pueden vislumbrar sus rostros. Tomás
teme que su compañero no sepa el camino correcto, y no tarda en
hacérselo saber.

—¿Cómo
sabe que es por acá?

—Ya
he estado en este castillo antes —indica Mr. F.—. Estuve
encerrado en los calabozos de ésta torre, y tuve que tomar estos
caminos para escapar. Son pequeños pasadizos secretos que se
construyeron en las dinastías, por donde los reyes y nobles
escapaban si había problemas.

—Ah…
entonces es verdad que escapó, después de todo —comenta el
muchacho en un murmullo.

—Claro…
¿cómo que después de todo? —se extraña el hombre.

—Creí
que ella lo había dejado escapar, ya sabe, eso dio a entender cuando
habló con nosotros; cuando le dijo que sabía que usted encontraría
la cerradura.

—Bueno…
quizás tengas razón —admite pensativo—, aunque no fue fácil
escapar de aquí, pasé mucho tiempo estudiando estos pasadizos antes
de utilizarlos, si Arkiria quería que yo escapara no me lo hizo
fácil.

Un
extraño ruido los interrumpe, ambos se detienen en seco y agudizan
el oído, no tardan en descubrir que el ruido se va amplificando. Con
pasos apresurados que provienen del pasadizo, por el retumbar de
aquellos pasos creen que puede tratarse de más de dos personas.
Ambos permanecen callados por unos segundos que parecen eternos, no
logran distinguir de qué lado del pasadizo proviene; si por detrás
o por delante de ellos. Cuando apenas unas centellas de luz se asoman
más allá frente a Mr. F. les da la ubicación de las personas que
se acercan a ellos, lo que los altera.

La
luz es blanca, totalmente lúcida y pura, totalmente diferente a la
luz que proyectaban las linternas que Tomás había visto hasta el
momento. Ambos comienzan a devolverse por el camino ya transitado,
los pasos se acercan velozmente hacia ellos, pero las personas que
vienen hacia ellos advierten su presencia y corren al encuentro. Una
pequeña persecución se inicia, Tomás y Mr. F. corren por el
pasillo seguidos por una luz blanca tras ellos, pero se detienen al
toparse con una puerta que anteriormente habían utilizado para
entrar a esa parte del camino. La puerta obstaculiza su huida, y
ambos voltean al ver que la luz ya está sobre ellos, levantan sus
manos y las colocan sobre sus cejas tapando la luz en sus ojos para
poder ver de quienes los persiguen proyectando esa luz; al principio
no ven más que contornos a causa de la potencia de la luminosidad,
pero luego Tomás logra distinguirlos.

—¿Galas?
—exclama entre confundido y emocionado.

—¡Tomás!
¡Mr. F! Son ustedes —celebra otra voz en el fondo que Tomás no
logra reconocer al principio.

—¿Podrían
apagar esa fastidiosa luz? —pide Mr. F. e inmediatamente la
luminosidad desaparece. Mr. F. estuvo un rato refregándose los ojos.
Efectivamente es Galas con su equipo, detrás de él aguardan Sue,
Rex y, más al fondo, Miss Valeria.

—Lo
sentimos, es que olvidamos nuestras linternas —se disculpa Galas.

—Y
tuvimos que robársela a un atanita que encontramos por ahí —agrega
Rex.

—¿Qué
están haciendo? —pregunta Tomás estrechando la mano de Galas.

—Vinimos
a sacarlos de aquí —responde Sue —. Rex recibió tu llamado de
auxilio y nos avisó de inmediato.

—Claro,
y vinimos primero por Miss Valeria porque creíamos que ustedes
estaban con ella —añade Rex.

—¿Dónde
estaban? —pregunta Miss Valeria con el tono animado de siempre—.
Estaba tan preocupada, no teníamos idea de en dónde podrían estar.

—Sí,
el reloj de Mr. F. nos daba otra ubicación —agrega Galas.

—¿Y
fueron a esa? —pregunta Tomás alarmado.

—Ardilla
y Mr. Moubisgotach fueron para allá.

—Uff
—deja salir un suspiro se alivio.

—¿Por
qué? ¿Qué hay allá? —pregunta Sue interesada.

—Encontramos
la forma de detener a Arkiria, y até el collar de Mr. F. en mi
mochila para que ustedes la recojan, así alejarlo de Arkiria.

—Debemos
salir de aquí —ordena Mr. F. y abre la puerta frente a ellos de
modo que se dirigen a la salida.

Andan
un buen rato, hablan de lo que ha pasado hasta el momento, de forma
que todos están al tanto de todo. Tomás les cuenta cómo
encontraron la cerradura, cuando los atraparon, cuando Arkiria rompió
su reloj y cómo obtuvo la llave.

Toman
un camino que los llevará al bosque junto al castillo, para reunirse
con Ardilla y Mr. Moubisgotach. Llegan hasta una puerta de madera
desgastada que al abrirla una nube de polvo los cubre provocando
indefensos estornudos, solo dan unos cuantos pasos y se topan con un
muro de piedra cubierta de enredaderas de plantas secas. Mr. F. palpa
la pared con sus manos buscando alguna grieta en el costado
izquierdo, y cuando la encuentra mete los dedos y comienza a empujar,
es muy pesado por lo que solo la abre apenas para que puedan pasar.
Luego, una vez del otro lado, vuelve a cerrarla. Para el alivio de
todos, ya están al aire libre, fuera del tenebroso castillo de
Arkiria. Al estar en terreno atanita, la Península Lunar, un planeta
azul bien brillante remplaza al sol, el clima se mantiene fresco y la
luz de la mañana ilumina todo el bosque con luces blancas y
celestes.

El
reloj de Galas los guía directo a donde se encuentran Ardilla y Mr.
Moubisgotach, no tuvieron que atravesar tanto el bosque ya que
después de todo no se encontraban tan lejos de ellos. Así es que
caminan entre los extravagantes árboles por aproximadamente 20
minutos, siempre descendiendo hasta llegar a un fino riachuelo en
donde aguardan Ardilla y Mr. Moubisgotach a un costado. Al llegar,
hay abrazos, saludos, apretones y se ponen al tanto de todo lo que ha
sucedido. Desde que se encontraron Mr. Moubisgotach no ha dejado de
preguntarle a Miss Valeria si se encuentra bien o si le han hecho
daño y cosas parecidas, una actitud que a Mr. F. parece molestarle.

—¿Entonces
no se te ocurrió mejor idea que tirar la mochila por la cascada?
—pregunta Galas una vez que Tomás terminó de relatar lo que ha
ocurrido.

—Si
no lo hacía, Arda se la iba a dar a Arkiria —responde colocándose
la mochila, un tanto húmeda, en su espalda.

—Ahora
entiendo —dice Miss Valeria—, esa vez que encontramos a Arda en
Realidad 1 dijo estar buscando unos planos ¿recuerdan? Y también
mencionó que sus hermanas hacían lo mismo en otros lugares.

—¿Crees
que hayan estado buscando los planos que Arkiria dijo haber
destruido? —inquiere Mr. F.

—Puede
ser, ¿por qué otro motivo lo estarían haciendo en Realidad 1?

—¿Cuánto
falta para el eclipse? —pregunta Rex.

—Unas…—
Miss Valeria fija en su reloj de muñeca— 19 horas más o menos,
pero de todas formas los atanitas atacarán antes, por eso el
castillo está desprotegido.

—¡Desprotegido!
—repite Tomás de forma triunfal—. Eso es una ventaja.

—¿Por
qué lo dices? —se interesa Ardilla.

—Ustedes
dijeron que Arkiria se llevó a muchos de ustedes como cautivos, este
castillo es muy gran y apuesto que la mayoría de las torres están
llenas de prisioneros amanitas.

—Es
un muy buen punto —felicita Mr. Moubisgotach—, hay que ir por
ellos.

—Entonces
debemos dividirnos en grupos —propone Mr. F.—. Ya sabemos que las
estrellezas han estado ayudando a Arkiria desde quién sabe cuándo,
y muy probablemente ellas deben haberle informado sobre las
estrategias que el general Wilgoth planea implementar en batalla. Por
eso hay que avisarle al ejército.

—Yo
iré— Se ofrece Galas decidido.

—No,
no creo que el general quiera escuchar instrucciones de un
joven—niega Mr. F. siendo muy razonable—, debe ser alguien en
quien puedan confiar —, y en ese momento todos voltean hacia a Mr.
Moubisgotach, quien se pone algo nervioso ante las miradas.

—Bien,
lo haré —acepta el hombre con bigote.

—Muchachos
—Mr. F. se dirige a Rex y Galas—, ustedes entrarán nuevamente al
castillo para liberar a los amanitas, los llevarán a la Península
Solar —ordena a ambos jóvenes que asienten frenéticos. Nadie duda
que quien lidera es Mr. F.

—Ardilla,
tú irás con los muchachos pero tu deber será buscar la forma de
romper el hechizo que Arkiria hizo para viajar a diferentes mundos,
no podremos irnos a Tireacélity si no logramos deshacernos de eso.
Sue, Tomás, Miss Valeria y yo nos encargaremos del viaje a
Tireacélity.

Una
vez que Mr. F. termina de hablar, todos quedan de acuerdo y no tardan
en poner en práctica lo planeado. Rex, Galas y Ardilla entran al
castillo por los pasadizos que anteriormente habían utilizado para
salir; mientras que Sue, Tomás, Mr. Moubisgotach, Mr. F. y Miss
Valeria se adentran al bosque, pues deberán recorrer una gran
distancia para llegar a las vías del tren que los llevará devuelta
a la Península Solar. Luego de separarse, caminan horas por el
bosque ya que están muy lejos de las tierras mediadas, el viaje no
es aburrido como puedes estar pensando, ya que el paisaje de las
tierras atanitas es realmente muy hermoso y totalmente diferente a
cualquier cosa que Tomás haya visto; la luz blanca perece debilitar
a sus acompañantes por lo que constantemente se detienen por unos
minutos y siempre buscan deambular bajo la sombra de los árboles. En
cambio, la luz no provoca nada en Sue y Tomás, la muchacha ya no
debe andar con su paraguas sobre su cabeza como lo hacía en
Reiveyonas, sino que se lo presta a Miss Valeria para que ésta se
cubra de la luminosidad blanca que abarca todo el bosque. Hay una
cierta distancia entre Mr. Moubisgotach y Mr. F. durante el camino,
ambos no intercambian palabras ni de casualidad, pero al cabo de unas
horas poco a poco encontraron algún tema de conversación; aunque
cabe decir que Mr. F. no estaba muy a gusto con la compañía de Mr.
Moubisgotach por el hecho de que a toda costa quería platicar con
Miss Valeria. Mr. F. puede ser una persona muy celosa en algunas
ocasiones aunque no lo parezca.

A
medida que avanzan se apartaban más y más de la luz blanca del
amanecer de la Península Lunar, y luego de algunas horas llegan a
las tierras mediadas, cruzan los pantanos y llegan hasta la primera
parada del tren. Tienen que esperar un buen rato para abordar al
tren, ya que el servicio no está funcionando como de costumbre por
el tema del eclipse de aquella noche. Abordan el tren y aún les
queda un largo trayecto hacia Reiveyonas, la ciudad más iluminada
que existe.

Capítulo
13: Entre Pasillos Oscuros

Mientras
nuestros el grupo de Tomás se dirigen a la Península Solar,
Ardilla, Rex y Galas caminan por los pasadizos secretos del castillo
de Arkiria. A pesar del amanecer todo el castillo está en penumbras,
vuelven por los mismos pasajes que han tomado anteriormente llegando
así a los calabozos de la torre sur; en donde había estado
encarcelada Miss Valeria. Salen de esa habitación al no encontrar
nadie, y caminan sigilosamente hacia la que está junto a esa; se
mantienen sigilosos porque aunque saben que el castillo está vació
de atanitas no deben confiarse demasiado ya que es un castillo
inmenso y en cualquier momento podrían toparse con alguno
desprevenido.

Se
escabullen hacia la otra habitación y encuentran muchas cárceles
llenas de prisioneros, quienes al verlos entrar se emocionan y
alegran, pues hace años que están en ese horrible lugar. Cada uno
toma un pequeño aparato largo como de unos 10 centímetros, que al
presionar un botón a un costado del aparato sale un filo de unos 6 o
7 centímetros que, en vez de estar hecho de acero o metal como las
navajas que conocemos, son como de laceres rojos, con los que cortan
las cerraduras de las celdas dejando libres a los amanitas. Galas
lleva un mapa del castillo que le ha servido al principio para
rescatar a Miss Valeria, y que ahora utiliza para localizar más
calabozos y poder llegar hasta ellos. De esa forma se dividen en dos
grupos, cada uno tiene una navaja de láser, y se dirigen a distintas
torres en busca de prisioneros. Así logran rescatar a más de 180
amanitas que han permanecido en esas cárceles hace quién sabe
cuánto.

Por
otro lado, Ardilla se separa para escabullirse al centro del palacio,
que a diferencia de los demás sectores del castillo ésta parte si
está custodiada por atanitas. Deberá ir al tercer piso ya que ahí
se encuentra una sala de archivos en donde se guardan registros,
libros y diarios de las dinastías y personas que habitaron ese
castillo; todos los palacios de Solunier tienen una habitación
reservada para eso. No tiene problemas al subir las escaleras, puede
hacerlo tranquilamente pero al llegar arriba nota que hay tres
atanitas dando vueltas, de aquí para allá, hablando en voz alta y
muy alterados (uno de ellos era Jirkeles, el general de las tropas de
Arkiria que Tomás conoció anteriormente). Parecen estar
discutiendo, y Ardilla se queda apoyada a un lado de la puerta de
entrada para oír lo que dicen.

—¡Es
una locura! —se escandaliza uno de ellos— ¡Muchos hombres
podríamos perder por eso!

—Pero
es lo que quiere —dice Jirkeles.

—No
hay de qué preocuparse, nuestras tropas son suficientes para
vencerlos —agrega otro con una voz ronca.

—Ese
es el problema, Hondel —interrumpe Jirkeles—, la emperatriz no
quiere vencerlos, quiere destruirlos

—¡¿Destruyéndonos
a nosotros junto con ellos?! —grita encolerizado el primero.

—No
nos va a destruir, Urwer, solo es un plan de emergencia — continúa
Jirkeles—. Si algo no sale como desea, pronunciará las palabras y
detendrá el tiempo dejándonos bajo el eclipse total, de forma que
sí o sí uno de los dos bandos tendrá que caer.

—¡¿Cómo
es que no puedes ver que es una locura?!

—Podrá
ser una locura, pero eso no debería parecerte extraño. Hemos hecho
miles de locuras y todas nos han llevado hasta éste momento —dice
el general de las tropas en tono fuerte.

—Si
los amanitas demuestran ser resistentes ante nuestro ataque, entonces
ella pronunciará el encantamiento. Y si caen, no habrá necesidad de
hacerlo —explica Hondel pasivamente.

Ardilla
cree que ya ha oído suficiente, aunque de todas formas tiene que
entrar a esa habitación, pero deberá esperar a que esas personas
salgan. Sigilosamente se va ocultando tras las columnas en dirección
a una habitación ubicada a unos cuantos metros, al entrar descubre
que es una inmensa biblioteca, oscura y deteriorada; la mayoría de
los edificios de la Península Lunar son oscuros, pues la oscuridad
también es parte de la noche y por ende parte de ellos.

Ardilla
saca de uno de sus bolsillos una pequeña esfera que desprende luz
amarilla, de esa forma se desliza por la biblioteca iluminando las
estanterías llenas de libros grandes, polvorientos y muy antiguos.
Camina entre las estanterías buscando un sector específico, aquel
en donde descansan los libros de encantamientos atanitas. En Solunier
está prohibida la hechicería a través de conjuros ya que la magia
que utilizan es a través de la sabiduría y el pensamiento, Arkiria
en su reinado había vuelto a traer esas oscuras enseñanzas a la
Península Lunar; a eso se debe su gran poder, por eso es que Ardilla
está segura de que debe haber un sector en donde guarden aquellos
libros prohibidos. Descubre una pequeña estantería más al fondo
que permanece cerrada con cadenas, aparentemente no ha sido abierta
en años. A menudo, la mujer mira hacia atrás para comprobar que
nadie la sigue, y a veces ha tenido que cerrar la mano en donde lleva
la esfera luminosa para ocultar su luz por miedo a que alguien la
descubra. Saca la peculiar navaja de láser que mencioné
anteriormente de su bolsillo derecho y cuidadosamente corta la cadena
que impide abrir la estantería, pero la cadena cae al suelo
provocando un fuerte ruido. Inmediatamente Ardilla cierra la mano
donde tiene la esfera y mira a su alrededor, agudiza el oído pero no
escucha absolutamente nada; ni voces ni pasos, por lo que decide
continuar con su tarea.

Lentamente
toma las manijas de las puertas de la estantería y las corre,
provocando apenas un audible chillido, y descubre varios libros
apilados, uno más antiguo y con más páginas que otro. Lee el
título de cada uno buscando en cuál de todos podría encontrar la
forma de romper encantamientos sobre otros mundos, los títulos son
como “Generaciones fantásticas”, “Cómo es la magia en otros
mundos” o “Encantamientos Astrológicos” y cosas parecidas,
hasta que encentra lo que buscaba: “Hechizos del Tiempo—Espacio”
escrito por la mismísima Arkiria, con tapas verdes oscuras y letras
doradas. Lo saca cuidadosamente y lo coloca sobre un alto mesón
junto a la estantería, lo abre y comienza a leer. Primero pasa las
páginas leyendo el título de cada capítulo, las páginas son
amarillas y pesadas, gruesas, escrito con tinta negra y los dibujos
hechos con lápices, que al leerlo bajo el único haz de luz de la
esfera en un lugar silencioso se tornan bastante siniestros. De esa
forma estuvo un largo rato, hasta que un título llama su atención:
“Capítulo 23: Cómo cortar conexiones a través del Espacio”.

Acerca
su mano luminosa más al libro y lee con mucha atención:

El
hechizo que romperá las conexiones que entre mundos hay”

Este
hechizo sirve para desconectar los mundos de los arboles unidores de
manera que nadie podrá salir de donde está, pero se necesita de un
nivel superior para realizarlo.

Para
realizar este encantamiento

Solo
se necesita pronunciar el siguiente verso:

Árbol
del norte, árbol del este

Árbol
del sur y árbol del oeste,

Que
el aire y el agua cambien su corriente

Para
que nuestros mundos no encuentren.

Y
que el fuego de la tierra se aparte

Así
la soledad y el frío nos resguarden”.

Y
una vez que estés satisfecho con lo ya hecho, o bien arrepentido de
lo concedido y decides deshacer el hechizo, estas palabras
pronunciarás para el encantamiento quebrantar; pero necesitas una
pluma para el hechizo completar:

Norda,
Etse,

Sunar
y Otetse.

Que
las raíces toquen tierra

Sobre
nuestros mundos nuevamente.

Y
que el rocío de los albores

Caigan
como lluvia sobre nuestros orbes

Que
el fuego alcance

Y
el soplo dure.

Y
que el clamor en esta poesía

De
Solunier, sea bienvenida.”

Sabrás
que ha funcionado cuando la pluma en tu mano se haya incendiado.

Este
encantamiento no tiene consecuencias ni efectos secundarios, pero hay
que tener en cuenta que no siempre puede funcionar”.

Definitivamente
es lo que necesita, por eso toma las dos hojas en donde están
escritos los encantamientos y las arranca del libro. Al ser
arrancadas un agudo y apagado grito sale del libro, retumbando en la
penumbra de la biblioteca; y es cuando recuerda que nunca debes
arrancar una página de algún libro encantado o de hechizos, pues
ellos te delatarán. Unos pasos apresurados se oyen seguidas del
grito, Ardilla apaga la pequeña esfera luminosa y se queda unos
segundos totalmente inmóvil; hasta que los pasos aumentan y cada vez
se oían más y más cerca.

—¿Hay
alguien ahí? —pregunta un atanita que acaba de entrar a la gran
sala oscura llena de estanterías. Ardilla ya ha oído esa voz antes,
era la de Jirkeles, quien cada vez se acerca más al final del salón.

La
amanita dobla las hojas y las guarda en los bolsillos de su pantalón
y lentamente se aleja del estante de donde había sacado el libro de
hechizos. Los pasos de Jirkeles son fuertes y el sonido retumba de
tal forma que Ardilla no puede distinguir de dónde proviene, por eso
se oculta tras los estantes y se mueve con suavidad entre la penumbra
de la biblioteca. Al dar vuelta al final de una estantería se topa
con Jirkeles, éste está de espaldas a unos cuantos metros; Ardilla
inmediatamente se devuelve ocultándose en los estantes y
sigilosamente se traslada a otro pasillo, pero el jefe de los
atanitas voltea y alcanza a ver una figura moverse hacia el otro
pasillo y dobla sus pasos hacia esa dirección. La amanita corre por
el pasillo seguida por Jirkeles, ella tira las cajas llenas de
libros y objetos que están en el camino para estorbar el paso al
atanita, pero él logra superar cada obstáculo hasta alcanzarla. La
toma fuertemente del brazo izquierdo y la corre hacia el costado
dejándola entre la estantería de libros y él, pero Ardilla al
sentir el agarre mete su mano derecha en uno de sus bolsillos para
sacar la pequeña esfera, y una vez frente a frente la enciende ante
los ojos del atanita, obligándolo a tapárselos. Entonces Ardilla
lo golpea fuertemente en el estómago haciendo que éste la suelte
para salir corriendo. Toma una gran ventaja gracias a que los ojos de
Jirkeles están aún cegados, y de esa forma Ardilla llega hasta las
puertas de la enorme sala y escapar, cerrando las puertas tras ella
colocándole seguro.

Corre
por los pasillos teniendo cuidado de no toparse con otro atanita, y
se oyen los golpes que Jirkeles da a la puerta para salir, la mujer
se mete en la habitación en donde había visto a los atanitas
discutiendo minutos atrás, ya que ahora se encuentra vacía. Al
entrar, cierra la puerta cuando oye cómo la puerta de la biblioteca
se desploma; pero justo cuando Jirkeles sale de la biblioteca Ardilla
ya había cerrado la puerta de la habitación con seguro. Queda
apoyada en la puerta unos minutos, escuchando cómo Jirkeles avisa a
sus hombres sobre un infiltrado en el castillo, movilizando a todos
los atanitas para que revisen el castillo; de alguna forma debe
avisarle a Galas sobre lo que pasa.

—Por
favor, llévalos lejos, sácalos del castillo —ruega la mujer con
el reloj individual entre sus manos. Se da cuenta de que su plegaria
dará resultado cuando su reloj provoca una leve vibración,
dejándola más aliviada.

Deja
escapar un suspiro y luego vuelve a lo que debe hacer. Las
estrellezas habían estado pasando información a los comandantes de
los vigilantes de Arkiria, por lo tanto ya sabían cómo estarían
formadas las tropas de los amanitas y cuáles serían sus
estrategias. Por esa razón, Ardilla debe escabullirse entre los
escritorios de la habitación para encontrar esos datos pero acerca
de la guerrilla atanita. Primero busca el escritorio que pertenezca a
los comandantes, en cada mesa hay un pequeño cuadro en donde figura
el nombre de la persona a la que pertenece el escritorio, por lo cual
se dirige al que dice “General Jirkeles R. R.” y comienza a ojear
las hojas sobre sobre la mesa, luego revisa los cajones. Encuentra
información valiosa sobre la alineación del ejército que Arkiria
usará en batalla, con la misma pequeña esfera que antes le había
servido para iluminar la biblioteca ahora la utiliza para sacar fotos
a cada hoja con información valiosa. Una esfera muy útil.

Mientras
Ardilla busca información en la sala de registros, Galas y Rex
liberan a los amanitas de las cárceles para escapar por los túneles
secretos que llevan hacia los pantanos más cercanos a las tierras
mediadas, así estarán fuera de los supuestos dominios de la muy mal
nombrada Reina Arkiria. Ambos muchachos ya se habían reunido
nuevamente para escapar cuando el reloj de ambos comienza a vibrar
obligándolos a detenerse en uno de los pasillos, van tras un
reducido grupo de amanitas; ambos chequean sus relojes individuales y
ven que la aguja de los segundos se mueve apuntando hacia una
dirección por delante de ellos un poco más a la izquierda; una alta
puerta de piedra a unos cuantos pasos de ellos. Ordenan al grupo de
amanitas escapar por los pasadizos mientras Galas y Rex se encargarán
de ver qué quiere decirles el reloj, por lo que caminan hacia donde
éste direccióna. Tal como Tomás había descubierto, la aguja de
los segundos guía a su portador hacia la persona que necesita ayuda
o solicita específicamente su ayuda, pero aparte de eso también
indica en qué dirección se encuentra el peligro; Ardilla mandó un
mensaje por su reloj que los muchachos recibieron a través de los
suyos: los atanitas van en su búsqueda. Se acercan cautelosamente y
abren la puerta apenas para observar lo que yace del otro lado.
Agudizan los sentidos de tal forma que oyen los pasos de un grupo
numeroso que se acerca hacia donde ellos están, provienen de la
dirección que la aguja de los segundos señala, de un piso superior.
Oyen el choque de los metales de las lanzas que traen los vigilantes
que bajan las escaleras, entonces instintivamente cierran la alta
puerta de piedra antes de que lleguen al final de las escaleras, y
corren hacia la entrada del pasadizo, sellando la entrada tras de sí
y avisando al grupo de amanitas que rescataron minutos atrás. De esa
forma se escabullen rápida y silenciosamente por los pasadizos
estando atentos si aparece algún vigilante.

Llegan
a un punto del camino que se divide en dos, uno lleva hacia la salida
al pantano, en donde se encuentran con el resto de amanitas, y el
otro camino se introduce a otras partes del castillo. Rex junto con
el grupo de amanitas liberados toman el camino hacia el pantano
mientras que Galas va a buscar a Ardilla ya para regresar a la
Península Solar, se dividen con la condición de que si Galas y
Ardilla no regresan en 30 minutos los demás deberán marcharse sin
ellos. De esa forma Galas se introduce nuevamente en el castillo en
busca de Ardilla, quien si recuerdas está en el tercer piso del
edificio central en la habitación de registros tomando fotos a las
anotaciones de los generales.

El
muchacho no tarda en encontrarla, pues su reloj lo guió hacia ella,
pero al llegar tuvieron que tener mucho cuidado porque el castillo se
ha llenado de vigilantes que pueden capturarlos fácilmente si los
descubren, ya que no tienen forma de resistirse. De todas formas
logran salir del castillo sin ningún problema gracias a los
pasadizos secretos, llegando junto al grupo amanita en el pantano y,
una vez todos reunidos y a salvo, atraviesan el pantano. Luego
atraviesan el bosque iluminado con astros blancos hasta llegar a las
tierras mediadas, en donde los esperan unas caravanas enviadas por
Mr. F., Miss Valeria, Mr. Moubisgotach, Tomás y Sue, que si
recuerdas ellos llegaron antes a Reiveyonas para pedir ayuda.

Ahora
volvemos con Tomás, que una vez que toman el tren pudo descansar en
el largo viaje hacia Reiveyonas, y una vez que descienden
inmediatamente se dirigen a un lugar de transportes para contratar
varias caravanas que fueran a recoger a los amanitas junto con Galas,
Rex y Ardilla en el límite de las tierras mediadas del lado de la
Península Solar. Luego de eso, Mr. Moubisgotach toma otro camino
para llegar al cuartel general de la ciudad, en donde están
preparando todo para marcharse hacia las tierras mediadas al lugar en
donde será el eclipse y en donde se desatará la feroz batalla. Los
demás ahora deben encargarse de hallar la forma de entrar a
Tireacélity, ya que solo quedan 12 horas para que inicie el eclipse.

Los
cuatro se dirigen a la casa de Mr. F. para que éste pueda estudiar
la cerradura y la llave mientras que Miss Valeria revisara los astros
del cielo. Toman un taxi para llegar al lugar más rápido, y una vez
estando allí Mr. F. se encierra en su escritorio tomando consigo una
gran cantidad de libros, Miss Valeria se dirige a la terraza con un
telescopio, unas libretas y unos cuantos planos, mientras que Sue y
Tomás se quedan sentados en los sillones de la sala principal.

El
joven se sienta junto a la ventana a observar las casas que rodean la
de Mr. F., y se le hace muy extraño ver que no hay nadie en las
calles, cuando antes la gente bailaba, los niños corrían y la
música alegre y vivaz se oía en todo el barrio ahora solo se oye el
sonido del viento sacudir los árboles y correr sobre lugares
desolados. El barrio de “Los Pies Alegres” ya no es colorido y
animado, aunque en realidad todo Solunier está amargado, se torna
frío y deprimente; podías notarlo al ver el color del cielo, la luz
del inmenso astro del día ya no es tan potente y brillante como
antes y ahora su calor era más tibio, como si el sol se estuviese
enfriando. Solunier se torna afligido. No solo Solunier, en realidad
hay algo que Tomás no sabe en ese momento y es que una ola de frío
ha invadido Realidad 1, enfriando la tierra de tal forma que aunque
los rayos más calientes del sol aterricen no podrán parar esa
helada, y aunque los realitas no saben lo que ocurre, o está por
ocurrir, ellos al tocar la tierra con las manos, o al caminar
descalzos por la arena, pueden sentir que la tierra está fría.
Asique ya sabes, si alguna vez sientes que la tierra está fría
aunque estén en la etapa más calurosa del verano, es porque de
alguna forma no está bien, o cuando estés en pleno verano y el
clima cambie de repente a uno muy frío es porque Solunier está
dolido.

Pasan
unas horas, Sue había decidido subir a la terraza junto a Miss
Valeria cuando Tomás se había quedado dormido en el sillón.
Alguien llama a la puerta un tanto apurado, pues no deja de
golpearla, y Tomás se levanta rápidamente del sillón para abrir la
puerta descubriendo a un hombre alto, vestido con un esmoquin verde
oscuro y un maletín abierto en una de sus manos.

—¿Ésta
es
la casa de Mr. Fredewatch…chricker…chrickemaker? — pregunta
entre tartamudeos con voz nerviosa leyendo un portafolio que acababa
de sacar del maletín.

—Sí,
acá es —responde Tomás con algunas risas disimuladas, pues le
causa gracia que no pudiera pronunciar bien el nombre de Mr. F.,
aunque pensándolo bien él nunca lo ha llamado de esa forma, y nunca
le ha preguntado el motivo de tener un nombre tan complicado como
Fredewatchrickmaker.

—Traigo
un correo de parte de la Educadora Ardrígris.

—Ok,
yo se los daré, muchas gracias. —Tomás se dirige a la oficina de
Mr. F., golpea la puerta y luego entra.

—¡Ajá!
¡Aquí están! Los encontró —exclamó Mr. F. triunfante
dirigiéndose a la azotea, seguido por Tomás.

—¿Qué
cosa? ¿Qué es eso, Mr. F? —pregunta el muchacho caminando tras
él, quien parece no prestarle atención porque no le dirige ni la
mirada. Es hasta que llegan junto a Miss Valeria y Sue cuando Mr. F.
habla sobre el correo que acaba de llegar.

—¡Miren!
—Mr. F. saca dos hojas gruesas, amarillentas y un tanto maltratadas
o deterioradas, antiguas, escritas con tinta y con dibujos un tanto
siniestros, y se las pasa a Miss Valeria.

—Los
encontró —festeja ella ojeando ambas hojas.

—¿Qué
es? —insiste el joven otra vez.

—Es
la clave para romper el hechizo que Arkiria lanzó para que no puedas
volver a Realidad 1 —responde Mr. F., y tras esas palabras, el
corazón de Tomás se llena de alegría. Se inclina para ver las
hojas arrancadas del libro de hechizos.

—¿Quién
es “Educadora Ardrígris”? —pregunta Tomás al leer el nombre
en el portafolios.

—Es
Ardilla —responde Sue obviando la respuesta.

—¿Ardilla
se llama Ardrígris? —exclama confundido—. Yo creí que se
llamaba Ardilla.

—No,
Ardilla es solo un apodo —dice Sue— ¿En serio crees que alguien
le pondría “ardilla” a una persona?

—Yo
qué se ¿Ahora me vas a decir que en realidad no te llamás Sue sino
que es un apodo y que tenés otro nombre? —exclama Tomás.

—No
nos queda mucho tiempo —dice Mr. F. volviendo al tema—. Este
encantamiento es atanita, por lo que solo un atanita puede hacerlo.
—Luego de decir esas palabras, todos se voltean a ver a Sue; era la
única atanita entre ellos y la única en quien confían.

—Pero
aquí dice que se necesita de un alto nivel y yo… bueno… hace
mucho que no utilizo magia, sumado a que nunca he hecho algún
encantamiento porque están prohibidos —se excusa la muchacha algo
nerviosa.

—Pero
no hay otro atanita —dice Miss Valeria—, tú eres la única que
puede hacer que esto funcione.

—Lo
siento, pero no creo que pueda hacerlo —se niega angustiada—. No
tengo un nivel elevado.


Los nigmas no pueden llegar a niveles altos, solo lo hacen hasta un
cierto punto —explica Mr. F. —. No hace falta estar en un nivel
elevado, estos hechizos fueron creados por seres inferiores y
perversos que nada saben de magia solunita. Además Arkiria es una
nigma.

—Inténtalo
—alienta Tomás—. No pierdes nada con hacerlo. —Como respuesta
Sue asiente con la cabeza firmemente.

—Solo
debemos conseguir una buena pluma —exclama Miss Valeria alegremente
volviendo a asomar su ojo en el telescopio.

Mr.
F. inmediatamente se dirige a su habitación en busca de una pluma
mientras Tomás y Sue esperan en la sala principal. Mr. F. aparece
con una caja similar a una de zapatos en sus manos que dentro
contiene una larga pluma color plateada de unos 20 centímetros. Miss
Valeria baja de la terraza en ese momento, y ambos toman sus abrigos
ordenando a los jóvenes a hacer lo mismo.

—Iremos
a las tierras mediadas —informa Mr. F.—, al lugar donde se
desatará la batalla, y ahí haremos lo nuestro.

Luego
de la orden, todos salen de la casa y se dirigen al estacionamiento.
Al abrir el portón se encuentran con un auto de techo ovalado, luces
redondas y sobresalidas, un tanto parecido a un escarabajo. Todos
abordan, Mr. F. en el asiento de conductor, Tomás de acompañante y
Sue y Miss Valeria en los asientos de atrás.

—No
sabía que usted tiene auto —exclama el muchacho subiendo al
coche—, o que sabe conducir.

—Bueno,
en realidad hace mucho que no lo hago —confiesa Mr. F. con las
manos en el volante observándolo ansioso—, por eso es mejor que no
se olviden de los cinturones.

Tras
esas palabras, Miss Valeria y Tomás intercambian miradas asustadas,
o más bien nerviosas; y luego el auto arranca con una fuerza
increíble. Al principio el joven no creía que ese coche pudiera ir
a velocidades extremas por la apariencia que tiene, pero esa idea se
esfuma rápidamente cuando Mr. F. de un arranque los hace saltar a
todos de sus asientos. Así es como se trasladan a las tierras
mediadas ubicadas en el otro extremo fuera de la ciudad, muy lejos de
cualquier ciudad de la Península Solar. A Tomás ya no le cabe duda
de que a Mr. F. le fascina la velocidad, pues e el único que
disfruta el viaje.

Tomás
está todo el viaje con temor de chocar contra algo debido a la
velocidad, pero de todas formas han recorrido un tramo bastante largo
en no demasiado tiempo. Para el alivio de todos, se detienen en un
inmenso descampado, no hay ni un árbol cerca, parece un desierto de
no ser por el cielo gris sobre sus cabezas. Se han detenido en una
meseta alta de donde pueden contemplar el campamento de los ejércitos
del Sol de un lado y mucho más lejos todo el ejército de la Luna.
Se están preparando para la batalla, pues ahora quedan menos de 10
horas para el eclipse. Tomás se pregunta por qué el cielo es gris,
a lo que Miss Valeria explica que así es el cielo en las tierras
mediadas y que cuando sucede un eclipse, de un lado se verá la luna
ascender y del otro extremo el sol, de esa forma ambos astros
iluminan únicamente un extremo del terreno hasta juntarse en el
medio, y así ambas luces se fusionarán dando inicio a la batalla.

Desde
la colina observan cómo se preparan las tropas del sol, por un lado
se ve a Don Alejandro preparando a los caballos, por el otro a los
caballeros lustrando sus escudos y afilando sus espadas, más allá
están los generales estudiando el mapa de estrategias que han
trazado; también los arqueros más allá practican su puntería y
arreglan los arcos. Hay hombres con lanzas, escuderos,
francotiradores, guerrilleros, jinetes, caballeros, arqueros, pilotos
y muchos más, es un ejército demasiado numeroso. Tomás alcanza a
ver en un sector en donde se preparan un número no muy grande de
guerreros, se sorprende al descubrir que tienen las mismas
características que uno de los prisioneros que había conocido
cuando los vigilantes lo atraparon y lo subieron a un carruaje camino
al castillo de Arkiria; el elfo de raza letaviana, de piel violeta y
largas orejas. Un grupo de guerreros de elfos letavios entrenan para
participar en la batalla contra la emperatriz de la Península Lunar
y las costas mediadas, pero no es la única raza extraña que se
encuentra ahí, pues Tomás no se ha dado cuenta que quienes están
construyendo las armas, los escudos y los trajes de batalla son
enanos, por todo el campamento hay enanos preparando las armas de los
guerreros. También nota un grupo de numerosos centauros, trotando de
un lado del campamento a otro, al principio había pensado que eran
jinetes sobre sus caballos; pero al observarlos mejor se da cuenta de
que estaba equivocado.

Mr.
F. interrumpe la curiosidad de Tomás por las tropas, y se reúnen
formando un círculo.

—Primero
debemos romper el hechizo —dice Mr. F.—. Una vez quebrantado
debemos ser rápidos para ir y volver, ya que Arkiria podría
pronunciar el encantamiento nuevamente.

—Muy
bien, creo que ya estoy lista —asegura Sue intentando dejar los
nervios de lado.

—Tomás
—llama Mr. F.—, una vez que Sue rompa el encantamiento abriremos
los portales para viajar a otros mundos, por eso solo tendrás unos
segundos para volver.

—¿Volver?

—A
casa —responde Miss Valeria—, a Realidad 1.

Tomás
no pudo creer lo que escuchó, querían que volviera a realidad 1
dejándolos en peligro.

—¿Qué?
¿Por qué? —pregunta alterado.

—¿No
es eso lo que querías? ¿Volver con tu familia? —pregunta Miss
Valeria.

—Pero…
¡No! —grita el muchacho— ¿Cómo voy a dejarlos?

—Solo
queremos protegerte —intenta calmar Mr. F.—, te queremos fuera
del peligro, esto se va a poner horrible.

—¡¿Y
qué con eso?! No puedo dejarlos sin saber lo que les va a pasar.

—Muchacho,
traerte aquí fue muy peligroso desde el principio, no puedo
permitirme que algo te suceda, que algo impida que no vuelvas a ver a
tu familia nunca más —confiesa Mr. F. seriamente—. Debo dejarte
a salvo.

—No
—se niega Tomás moviendo la cabeza repetidas veces—. Eso no es
lo que yo quiero. Voy a ayudar, no puedo permitirme dejarlos —dice
firmemente usando las mismas palabras que Mr. F.

—Si
te quedas quizás no puedas volver —advierte Miss Valeria.

—Y
si me voy quizás nunca los vuelva a ver. —Unos segundos de
silencio corren con pesar, Tomás por más que desea volver a su casa
con todas sus fuerzas hay algo que lo mantiene de pie en aquel
peligroso mundo y que no lo deja salir, no es solo el cariño que les
tiene a cada uno de sus nuevos amigos, es algo más, una fuerza mucho
mayor que cualquier otra. No puede dejar a sus amigos en esa batalla
sabiendo que Arkiria podría matarlos, además lo que suceda en esa
batalla afectará a todos los demás mundos. No puede darle la
espalda a eso.

—Si
es eso lo que quieres, está bien para mí —dice Mr.F., aunque se
nota un pesar en su voz, dejando en evidencia que no le agrada la
idea de que Tomás se quede.

Lo
siguiente transcurre demasiado rápido para todos, Sue toma la punta
de la pluma y la sostiene con dos dedos frente a ella, se había
estado memorizando el encantamiento durante todo el viaje que
hicieron hacia allí; y ahora ya se encuentra lista para
pronunciarlo. Cierra sus ojos y las palabras salen de su boca, la
poesía suena más como una melódica canción, pues en realidad el
encantamiento debe hacerse hablando el idioma múltiple, el idioma de
Solunier; de esa forma suena más armonioso. Todos se quedan
contemplando a la muchacha mientras dice el encantamiento, ansiosos y
nerviosos deseando que funcione. Es entonces que Sue termina de
pronunciar el último verso cuando ven cómo la pluma poco a poco
comienza a quemarse, de arriba hacia abajo, convirtiéndose en polvo
negro que el viento se lleva a medida que cae de la mano de la
muchacha. Ya está hecho, Miss Valeria y Mr. F no pierden un segundo
y preparan las cosas para abrir el portal camino a Tireacélity.

Miss
Valeria coloca unos pequeños bastones de metal que sacó de sus
bolsillos, que al apretar un botón podías alargarlos; clava uno en
el suelo y el otro lo coloca a un metro de distancia frente al
primero y lo clavan también en el suelo. Mr. F. por otro lado, saca
unos círculos metálicos del tamaño de su mano y los coloca en la
superficie de los bastones clavados en el suelo, ambos enfrentados.
Ordena que nadie se acerque a ellos, toma una pequeña esfera,
similar a la que Ardilla utilizó para alumbrar la biblioteca en el
castillo, y la coloca en el centro de uno de los círculos
encendiéndola; de esa forma la esfera irradia luz que se proyecta en
el otro círculo, dejando un haz de luz cruzando de un círculo a
otro, y en pocos segundos un círculo de luz aparece en el centro
entre ambos bastones que se va extendiendo y creciendo tomando una
forma circular, casi ovalada, y muy luminosa; con una potente fuerza
de atracción obligando a Mr. F., Sue, Miss Valeria y Tomás a
retroceder, también emite un extraño sonido, como cuando un fuerte
viento azota los árboles en invierno.

La
puerta hacia la dimensión de tiempo ha sido abierta.

Capítulo
14: Tireacélity

Intercambian
miradas, nadie se atreve a decir palabra alguna, pues nadie cabe en
la emoción. Los cuatro personajes están parados frente al portal,
uno al lado del otro.

—Bien,
¿quién va primero? —bromea Mr. F.

—Yo
voy —responde Tomás dando un paso adelante, pero es detenido
inmediatamente por la mano de Mr. F. agarrándolo del hombro.

—Espera
¿quieres ir allá? —se sorprende.


Sí, yo voy —responde Tomás lo más natural.

—Yo
voy contigo —se suma Sue, quien está junto a él—. Necesitarás
a alguien que haya estudiado ese lugar para guiarte.

—Vayan,
nosotros nos quedaremos aquí asegurándonos de que nadie cierre este
portal —ordena Miss Valeria entregándole una negra mochila a
Tomás, en donde está guardada la cerradura junto con la llave.

—Tomás,
ten mucho cuidado ¿sí? —ordena seriamente Mr. F.— Sue, también
cuídate.

—Descuide,
Míster —contesta Tomás de forma aliviada y despreocupada— ¿Qué
es lo peor que puede pasarme allá dentro? —pregunta sin esperar
alguna respuesta.

—Que
te de un golpe de regresión y vuelvas a ser un bebé —responde Sue
detrás de él, comentario que preocupa un poco a Tomás, quien antes
estaba totalmente confiado en que nada podría pasarle.

—Oh
—exclama más para sí.

—Descuida
—tranquiliza Sue—, solo deberás seguirme.

A
continuación, Sue y Tomás se acercan al portal, pero antes de
entrar el muchacho voltea a mirar hacia atrás.

—¡¡¿Qué
tenemos que buscar específicamente?!! —pregunta casi gritando,
pues el sonido que emite el portal no le permite escuchar demasiado.

—¡Lo
que pueda anular los poderes del Mobaronsun, o los de Arkiria!
responde Mr. F.— ¡Lo que sea que nos ayude a derrotarla!

—¡Les
deseo suerte! —alienta Miss Valeria.

Tomás
se llena de valor y camina hacia el portal a la par de Sue, quien
también se ve algo aterrada. Ninguno de los dos sabe específicamente
lo que debe buscar, o con lo que pueden llegar a toparse al otro
lado, o si la cerradura y la llave realmente funcionarán; solo se
llenan de fe y avanzan hacia el centro pensando en que todo depende
de lo que hallen y lo que hagan en ese momento. Sí puedo decirles
que les dio miedo dar el primer paso, miedo a lo desconocido, al
fracaso con el que pueden encontrar del otro lado si la cerradura y
la llave no sirven, o si dan un paso en falso o si algo malo les
sucede a Mr. F. y a Miss Valeria mientras ellos están del otro lado,
pero ambos jóvenes no se detienen a mirar hacia atrás y no dejan
que las dudas los detengan. Tienen una misión y solo importa eso, ya
no importan ellos, ni el pasado ni el futuro, solo importa ese mismo
presente, de manera que solo importa avanzar. Llenos de valor llegan
a estar a unos pocos centímetros del portal, al atravesar el umbral
sus cuerpos desaparecen por la luminosidad que éste proyecta.

La
luz frente a ellos los ciega de tal manera que tienen que tapar sus
ojos con sus manos, pero aun así no dejan de avanzar. Un fuerte
viento helado choca contra ellos, poniéndoles la piel de gallina y
provocando que múltiples escalofríos recorran sus cuerpos. Tomás y
Sue intentan abrir sus ojos pero la luz sigue siendo potente, además
el viento aún choca contra ellos violentamente hasta que cada paso
es cada vez más difícil, pues el viento los empuja intentando que
retrocedan. Pero ellos no se detienen, avanzan con todas sus fuerzas
hasta que sienten que el viento helado de repente se torna tibio,
hasta convertirse en un viento cálido, también la violencia con la
que choca contra ellos disminuye. La luz frente a ellos comienza a
escasear, ambos jóvenes destapan sus ojos ya que la potente y
cegadora luz se apaga dejando ver lo que tienen en frente.

No
pueden evitar soltar una exclamación de asombro, pues lo que tienen
frente a ellos es de una belleza incomparable. Una inmensa muralla de
color azul se alza con muchas columnas de toda clase de tamaños y
medidas similares a agujas gigantes que salen de la tierra, algunas
son bien anchas, otras muy finas, unas altas y otras pequeñas; todas
relucen con variaciones del color azul, unas más claras, otras más
oscuras, unas tirando a verde y otras tirando a celeste, turquesa o
casi violeta. La muralla es tan alta que los jóvenes tienen que
levantar su mirada lo más que pueden para ver el final de ésta,
que sobre ella una luz amarilla se desborda desde dentro. Numerosos
símbolos, que Tomás reconoce como letras del abecedario múltiple,
recorren todo lo largo y lo ancho de las paredes de la muralla,
relucen de colores dorados y blancos. Y frente a ellos, justo en el
centro, una inmensa puerta completamente dorada ornamentada con
motivos vegetales se alza solemne, tan alta como las murallas a su
alrededor, con una arco ovalado sobre ella en donde se halla escrito
con letras grandes y blancas el nombre del lugar, escrito en idioma
múltiple que Tomás puede deducir lo que yace escrito.

—Tireacélity
—exclama en su asombro, es tanto que ni siquiera se ha dado ambos
están parados en la orilla de la playa, y que unos metros de arena
los separan de la gran puerta dorada.

—No
hay tiempo que perder —dice la muchacha saliendo de su admiración.

Toma
al muchacho que aún seguía boquiabierto y se encaminan hacia el
centro de la inmensa puerta. El silencio es tal que solo se oye el
sonido de sus pasos y el de la respiración de ambos.

—Mira
ahí —señala la muchacha. Una vez frente a los portones dorados,
observan los diseños y no tardan en descubrir que justo en la unión
de ambos portones se halla un espacio, una pieza que falta que la
vuelve imperfecta.

Tomás
abre la mochila y saca la cerradura junto con la llave. Ambos jóvenes
intercambian miradas nerviosas, la cerradura tiene la misma forma que
la parte vacía de la puerta. Le joven respira hondo y coloca con
sumo cuidado la cerradura en la parte vacía de la puerta, haciéndola
encajar perfectamente. Una vez que la pieza está en su lugar, los
diseños alrededor de la puerta comienzan a cambiar, como ajustándose
a la puerta preparándose para que ésta se abra, los diseños de la
puerta ajustan el picaporte uniéndolo a ella; una vez que todos los
diseños por fin se quedan quietos los jóvenes prosiguen con el
siguiente paso.

Tomás
tiene la llave en su mano, una llave más grande que las que
acostumbramos en nuestro mundo, algo pesada y muy hermosa. La emboca
en la cerradura y comienza a girarla. Le da tres vueltas y, cuando ya
no pudo dar más, toma el picaporte.

Ambos
se dan un pequeño sobresalto cuando sin advertencia las puertas se
abren a la par, provocando un leve chillido, dejando ver hacia
dentro. Cuando apenas hay espacio para acceder, ambos se adentran
hacia los pasillos que se muestran frente a ellos. Un amplio salón
seguido por unos tres pasillos a los costados que dan a una puerta
diferente cada uno, y justo en el centro sobre sus cabezas un enorme
reloj yace acostado siendo parte del techo, los números son símbolos
muy extraños y desconocidos para ambos jóvenes, y las agujas son
como flechas negras. Tal como las murallas, las paredes son azules
con diferentes diseños de colores de la misma escala de colores.
Como hay tres puertas deciden echarle un vistazo a cada una.

Se
dirigen a la primera a su derecha, las puertas parecen hechas de
cristal verde agua, frías y lizas. Por desgracia no pueden abrirla
de ninguna forma, por eso es que continúan con la siguiente; la
puerta del medio de un color turquesa.

La
abren con facilidad, pero se hallan con un cuarto completamente
vacío, y justo en el centro del cuarto hay unas escaleras. Sue
insiste en seguir con la siguiente puerta, pero Tomás quiere subir
las escaleras para curiosear lo que hay arriba, hasta que Sue se
rinde y decide seguir la idea del caprichoso joven. Suben las
escaleras que los conducen a una terraza, en donde ven un paisaje
terrible y asombroso a la vez; un inmenso laberinto se alza frente a
ellos a lo lejos. El laberinto es inmenso e interminable, parece
empezar justo por debajo de ellos a unos cuantos metros y no parece
tener una salida, aunque justo en el centro de todo el laberinto,
mucho más allá, se alza un inmenso reloj, con innumerables
engranajes sobresaliendo por detrás de él, expandiéndose por los
costados y sobre él.

—El
reloj del Juicio Final —exclama Sue completamente asombrada.

—Ah,
sí, recuerdo haber escuchado algo de eso antes —dice el muchacho
compartiendo el asombro. Observa detenidamente los símbolos del
reloj, al principio cree que son del idioma múltiple pero no tarda
en descubrir que son unos completamente diferentes, y lo que más le
llama la atención es que ese reloj no tiene tres agujas como los que
acostumbramos, sino muchas más.

—¿Vos
podes leerlo? —le pregunta el muchacho a su compañera.

—¡Claro
que no! —responde Sue—. Nadie puede hacerlo, está escrito en un
idioma que ni los ángeles pueden leer.

Al
estar observando los laberintos y las montañas que se alzan tras el
inmenso reloj sienten que la piel se les llena de escalofríos que
recorren sus cuerpos y una extraña sensación los invade; luego de
unos minutos, deciden volver a la sala principal para continuar con
su misión.

Solo
les queda abrir una puerta, la de la izquierda que es de color bordó
con destellos amarillos. Ambos se acercan a la puerta, no tienen
dificultad en abrirla, y del otro lado se encuentran con un enorme
salón lleno de objetos totalmente extraños y maravillosos. Al
entrar es como estar en un museo de antigüedades si las antigüedades
estuvieran como nuevas, hay numerosos objetos llamativos: lanzas,
escudos, jarrones, algunos libros inmensos, relojes de todo tipo,
espadas y cosas parecidas, están en estanterías y junto a cada
objeto hay una escritura con información sobre él.

—¡Wow!
Seguro que acá debe haber algo para detener a la loca —comenta
Tomás observando detenidamente cada objeto.

Ambos
se separan para encontrar más rápido lo que necesitan, por eso es
que Tomás pega un grito cuando halla algo que captó su atención.

—¡Sue!
¡Sue! —llama el muchacho parado frente a un objeto. La muchacha no
tarda en llegar junto a él.

—¡¿Qué?!
¿Qué encontraste? —pregunta emocionada.

—¿Qué
es esto? —señala lo que tiene frente a él, un largo mástil de
madera maciza con una llama en forma de gota en la punta. El mástil
tiene un pedazo de madera atravesado de forma horizontal justo bajo
la llameante flama.

La
muchacha se acerca a la escritura que hay junto a ese objeto para
leer, está escrito en el idioma de Solunier por lo que es fácil
para ella entenderlo.

—Es
como… una clase de bandera —dice Sue leyendo la escritura—.
Aquí dice que fue utilizado por los habitantes de Solunier cuando un
ejército proveniente de Zólkano, la dimensión más oscura que
existe, intentó invadir el mundo de la sabiduría. El ejército de
Solunier pidió un arma que pueda protegerlos durante las batallas, y
la Luz Majestuosa mandó a construir este madero. En cada batalla un
nigma debía llevarlo por delante de todo el ejército sobre un
caballo, de esa manera la llama creaba una bandera sobre todo el
ejército que los cubría y los fortalecía porque el cielo siempre
estaba dándoles la luz que necesitaban. Solo así echaron a los
forasteros del mundo oscuro, obligándolos a rendirse ante la Luz
Majestuosa que actuaba a través de este mástil.

—Suena
a algo que necesitamos —opina Tomás luego de oír el corto relato.

—¿Estás
seguro que es esto lo que estamos buscando? —duda Sue.

—¿Qué
otra cosa puede ser? Esta larga vara de madera los ayudó a apartar
la oscuridad de Zolkenosecuanto y fortalecer al ejército, ¿no es
eso lo que necesitamos? ¿Apartar la oscuridad de la luz?

—Si,
pero aquí hay muchas cosas, quizás haya algo más.

—No
hay tiempo, Sue, ¿pensás leer todo lo que hay en este cuarto? ¡Es
inmenso! No vamos a terminar nunca.

—Pero
tampoco vamos a llevar lo primero que encontremos solo porque “no
hay tiempo” —se enfada Sue.

—Esto
no es lo primero que encontramos —dice Tomás un tanto ofendido—,
además, vos misma lo leíste, lo usaron en Solunier y fue efectivo.

—Pero
aquí dice que lo usaron contra un ejército de otra dimensión, no
contra uno de la misma —observa Sue—. Ambos bandos, Amanitas y
atanitas utilizaron este madero, quizás no sirva contra los
atanitas.

—Hay
que intentarlo, dice que hay que colocarlo frente al ejército, de
esa forma solo protege a los que están bajo la bandera que esa cosa
va a crear, y los atanitas no van a estar en nuestro ejército ¿no?.

—Si,
pero… hay algo más —dice la muchacha cambiando el tono de su voz
a uno preocupado—. Aquí dice que la persona que debe llevarlo debe
ser un nigma

—Osea…—
dice Tomás comenzando a preocuparse.

—Tú.

—Bueno…
gente como yo.

—No,
tonto, tú —repite Sue—. Eres el único nigma que tenemos en
nuestras filas ¿lo recuerdas? Si llevamos este madero tú tendrás
que ir delante de la guerra, exponiéndote a que te maten.

El
semblante de Tomás cambia de repente, no había pensado en eso, pero
algo dentro de él lo impulsa a llevar el mástil, al pensar bien en
lo que está por hacer ya no tiene miedo en lo que pueda pasar, pues
es mucho más importante acabar con esa guerra de años que cualquier
otra cosa. Está preocupado porque sabe que Mr. F. y Miss Valeria no
le permitirán hacer algo así, pero de todas formas debe tomar una
decisión, y fuera cual fuera, no será nada fácil.

—Esto
solo puede resolverse de una manera —propone Sue casi en un
murmullo, toma su reloj individual y ambos jóvenes se asoman a
observarlo. La aguja de la hora señala a Tomás y las otras dos
señalan el mástil frente a ellos.

—Está
decidido entonces —dice Tomás en un tono firme—. Nos lo
llevamos.

—Por
favor, Tomás —ruega la muchacha—, piénsalo bien. Que el reloj
lo marque no significa que deba ser así, las agujas no obligan.

—Vamos
a hacerlo —dice al cabo de unos minutos de silencio, firmemente y
con un semblante diferente—. Llevaremos este madero.

Tomás
agarra la larga vara de madera con la llameante flama y ambos
emprenden el camino de vuelta a Solunier. A Sue le preocupa lo que
puede llegar a pasarle al muchacho, pero al mismo tiempo confía en
que sabe lo que hace, y Tomás camina por delante decidido y firme;
no quiere pensar en lo que podría pasarle, solo piensa en los amigos
que ha hecho en los últimos días y en la única forma en la que
puede salvarlos. ¿Miedo? Claro que tiene miedo, pero su valor es
mucho más grande que el miedo que lo invade, sabe que lo que hará
será por una buena causa. Además confía en las agujas, si el reloj
le ha sugerido llevarse el madero es porque así debe ser.

Rápidamente
cruzan las inmensas puertas doradas por las que habían entrado
momentos atrás, tras ellos las puertas se sellan y tanto la llave
como la cerradura caen al suelo, los jóvenes las guardan nuevamente
en la mochila y siguen su camino. El portal aún sigue abierto del
otro lado por lo que se alivian al saber que no ha pasado nada grave
durante su ausencia. No intercambian palabras en ningún momento,
pues solo quieren llegar al otro lado del portal.

Al
cruzar, no es nada parecido a cuando entraron, pues solo dan unos
cuantos pasos y ya están del otro lado, pero ambos caen al suelo al
llegar por la fuerza del portal, además apenas entran a Solunier el
portal se cierra tras ellos. Tomás levanta su rostro del suelo y
descubre a Don Alejandro frente a ellos, quien los ayuda a ponerse de
pie, y una vez de pie mira a su alrededor buscando a Miss Valeria y
Mr. F., sin rastro.

—¿Don
Alejandro? —exclaman ambos jóvenes desconcertados.

—¡Menos
mal que llegaron! —exclama el buen hombre alarmado—. Ya nos
estaban preocupando.

—¿Dónde
están Miss Valeria y Mr. F? —pregunta Tomás.

—Tuvieron
que ir al campamento —tras esa respuesta, ambos jóvenes abren
grande los ojos por su asombro.

—¿Cómo?
—pregunta Sue.

—¡La
batalla está a punto de comenzar! —responde Don Alejandro
alterado— ¿Por qué tardaron tanto?

—Pero,
si apenas nos fuimos unos minutos —comenta Tomás desconcertado.

—¡Claro!
El tiempo corre diferente en otros mundos —recuerda Sue llevando
una mano a su cabeza—. No tuvimos en cuenta ese detalle.

—¿Dice
que la batalla está por comenzar? —pregunta Tomás a Don
Alejandro.

—Sí,
el eclipse solo durará un poco más de un cuarto de hora —
responde él, está muy diferente a como solía estar, sin ese
semblante alegre—. Pero Arkiria ha lanzado un hechizo de tal forma
que el eclipse no termine hasta que ella lo ordene.

—Oh
no —se lamenta Tomás impaciente—. Debemos hacer esto rápido.

Le
cuentan el plan a Don Alejandro lo más rápido para luego dirigirse
al campamento junto a Galas y Rex, quienes están en la enfermería
ayudando con los preparativos para la batalla. Antes de marcharse
hacia el campamento, Tomás y Sue contemplan el feroz ejército de
Arkiria, y horrorizados descubren que es muchísimo más numeroso que
el de los amanitas.

Capítulo
15: La Batalla bajo el Eclipse

El
ejército de Arkiria está compuesto por seres extremadamente raros y
tenebrosos, y Tomás recuerda que Mr. F. le había comentado que ella
había estado buscando personas de otras dimensiones para sus filas
de guerreros. Hay gran cantidad de personas altas, con cualidades muy
similares a los faunos pero que de sus cabezas salen grandes cuernos
como si fueran ramas de árboles de donde cuelgan numerosas cadenas,
también se hallan enormes lobos negros; algunos con alas de aves, en
los cuales montan atanitas con sus armaduras y espadas desenvainadas.
Murciélagos vuelan alrededor del ejército, todos de tamaños
diferentes que aletean por los costados de los guerreros, también
hay feroces y enormes osos blancos, minotauros, anogardes que si no
recuerdas tienen cuerpo humano con alas y cola de dragón, monstruos
de piedra y largas serpientes, entre otras horrorosas criaturas de la
oscuridad.

Al
llegar a la sala de enfermería se reúnen con Galas y Rex afuera, y
les cuentan, al principio no están seguros de llevar a cabo el plan
suicida de Tomás, pero finalmente todos llegan a la conclusión de
que no hay otra opción. De todas formas, antes deben hablar con el
general del ejército amanita, Wilgoth, por eso primero se dirigen al
encuentro del general que ya se ubica frente a todo el ejército, a
su lado está Mr. Moubisgotach dándole un par de indicaciones más
sobre el ejército enemigo y ayudándolo en la organización.

—General
Wilgoth —llama Don Alejandro acercándose a él, seguido por Tomás,
Sue y Galas—. Necesitamos hablar con usted.

—¿Sucede
algo? —voltea el General Wilgoth, que cualquiera se sentiría
atemorizado ante su alta estatura.

—Debe
cambiar el manto de batalla.

—¿Manto
de batalla? —susurra Tomás al oído de Sue.

—Un
manto que debe cubrir el ejército para que se expanda hacia el
cielo, nosotros tenemos el cielo amanecido, y Arkiria el cielo
atardecido —se apresura en explicar Sue en susurros..

—¿Por
qué debo hacer eso? —pregunta el General.

—Debe
cambiarlo por este mástil —Don Alejandro se lo enseña.

—¿El
mástil que se usó contra Zólkano? Cómo lo-

—Eso
no importa, General —interrumpe el buen hombre en un tono tosco—,
esto será más efectivo que el manto de batalla.

—Pero
no tenemos a ningún nigma en nuestras filas —exclama señalando a
los hombres armados tras él.

—Ahora
si —se adelanta el muchacho quedando frente al general.

—¿Eres
un nigma?

—Sí,
señor.

—Es
arriesgado ¿has estado en alguna guerra antes?

—No
—responde con serenidad.

—¿Sabes
utilizar alguna arma, o pelear? —pregunta no tan convencido por el
aspecto enclenque de Tomás.

—No,
señor.

—¿Aun
así estás dispuesto a arriesgarte e ir por delante del ejército,
exponiendo a que te maten primero? —exclama con un brillo en sus
ojos, denotando su asombre, aunque con el semblante firme digno de un
guerrero.

—Sí,
señor.

—Está
bien, entonces —acepta al ver que el joven está completamente
dispuesto—. Llévenlo al campamento y prepárenlo para salir
—ordenó el general, y Don Alejandro se lleva al muchacho al
campamento de armas.

Don
Alejandro y Galas se ocupan de preparar a Tomás para salir delante
del ejército, mientras Sue les comunica el plan a Miss Valeria y Mr.
F. que se encuentran del otro lado del campamento. Los muchachos
parten con Don Alejandro hacia el campamento de armería, y ahí
preparan al joven, le colocan una armadura, la más resistente que
tienen y lo equipan con todo lo que pueda necesitar para defenderse.
Le dan un escudo y una espada, lo equipan con flechas y un arco, pero
Tomás no sabe utilizar ninguna de esas armas, también le dejan una
pistola en uno de los bolsillos de la montura del caballo; pero nunca
había usado una, de esa forma el muchacho no les da buena fe; temen
que lo maten antes de llegar adelante del ejército, pero el muchacho
es muy insistente.

En
una mano lleva un escudo para defenderse y en la otra el madero con
el que protegerá a todo el ejército. Cuando salen del campamento se
encuentran con Miss Valeria y Mr. F., junto a un gran número de
elfos letavios y centauros a su alrededor.

—Tomás
—llama Mr. F.—, antes de entrar al portal creo que olvidé
decirte que no hicieras algo estúpido.

—Hmm
—una sonrisa se dibuja en el rostro del muchacho.

—Ellos
te protegerán mientras tú haces lo tuyo —informa Mr. F., es un
gran número de guerreros los que se disponen a defender al muchacho,
lo que le da alivio.

—Gracias
—les agradece el muchacho.

—No
—niega uno de los elfos—, los agradecimientos son para ti,
valiente guerrero —y tras esas palabras, pone una rodilla en tierra
para hacer reverencia.

Mr.
F. se acerca más al muchacho para hablar con él.

—Oye
¿estás bien? —pregunta preocupado, con un semblante afligido.
Tomás asiente con la cabeza con firmeza—. Mira que aún estás a
tiempo de arrepentirte.

—¿Arrepentirme?
¿De qué? —exclama Tomás sonando esperanzador.

—Oh,
Tomás, esperamos que todo salga bien —dice Miss Valeria también
afligida, es la primera vez que el muchacho la ve con triste.

—Confiamos
en ti, muchacho —le dice Mr. F., y ambos intercambian una sonrisa
reflejando tristeza.

—Descuide,
solo no piense en lo peor que puede pasar —exclama Tomás como
despedida, pues inmediatamente inician la marcha hacia el campo de
batalla.

—¡Firmes
y atentos! ¡Este muchacho debe llegar delante del ejército! —ordena
el líder del grupo de guerreros que resguardarán a Tomás— ¡Una
ronda alrededor del muchacho! Nada debe pasarle, nada debe dañarlo,
ni siquiera tocarlo.

Tal
como ordena el líder letavio todo el grupo de guerreros rodea al
muchacho, cuatro elfos montados a caballo se colocan junto a Tomás,
dos de cada lado, con lanzas alzadas y afiladas. Justo detrás de él,
se colocan dos elfas letavias con sus arcos en mano, listas para
disparar sus flechas. Junto a los elfos letavios montados, se colocan
centauros armando una ronda alrededor de los elfos, cada centauro con
grandes escudos armando una especie de muralla impenetrable, y en la
otra mano mantienen las espadas desenvainadas. Y para terminar, un
grupo de centinelas a pie rodean todo el círculo armado con los
escudos de los centauros; con lanzas en mano y látigos en sus
cinturones.

De
esa forma, Tomás esta totalmente protegido, lo que le da más
confianza y seguridad de que podrá cumplir con su misión.

—¡Debemos
cruzar por el medio de nuestro ejército! —ordena el líder elfo
con voz potente— ¡Armas arriba! —Todos los soldados levantan sus
armas, los elfos sus lanzas, los centauros sus espadas y las arqueras
sus arcos con sus flechas. Acompañan la orden con un grito potente,
que llenan los pulmones de adrenalina y esperanza.

—¡Avancen!
—da como última orden, colocándose frente a todo el círculo del
grupo de centinelas para dirigirlos, luego todos avanzan hacia el
campo de batalla.

El
galopar de los caballos y los centauros, junto con el sonido de los
metales chocando entre ellos inundan el ambiente, se respira
adrenalina en el aire, y el grupo de guerreros se acerca con una
rapidez y fuerza hacia la parte final del ejército amanita. Al
llegar, atraviesan todo el ejército hasta llegar delante de todos,
en el centro de la batalla, la parte que será la más peligrosa.

—¡No
lo olviden! ¡El muchacho debe estar protegido! —recuerda el líder,
quien ca delante, mientras avanzan entre el ejército amanita.

Tomás
mantuvo firme el madero, y una vez que comenzaron a cruzar por el
medio del ejército un enorme manto comenzó a salir de la llama en
la punta de la vara que se expandía por todo el ancho del cielo
cubriendo a los soldados amanitas, y se expandía a medida que Tomás
avanzaba junto a sus guardianes. La bandera es sumamente hermosa, es
como estar bajo el cielo amanecido más hermoso que pueda existir.
Los soldados al mirar arriba ven un cielo infinito sobre ellos, un
inmenso sol radiante con un alrededor completamente despejado, que a
lo lejos por detrás del sol se encuentran nubes con colores en
escalas de rojos y amarillos, el cielo brilla como si fuera todo
plenamente de oro. Al estar bajo ella, es imposible pensar que en
realidad es un manto, pues puedes sentir cómo los rayos del
resplandeciente sol besan tu rostro de una forma suave y cálida,
llenándote de fuerza y animándote a seguir.

El
muchacho mira totalmente maravillado el manto que se expande sobre
sus cabezas, llenando de color y luminosidad la feroz batalla que se
está por desatar. Una vez que el mástil comenzó a crear ese manto
mágico, Tomás había dejado de inquietarse, ningún miedo puede
invadirlo ahora, esa luz le da la confianza necesaria.

De
esa forma, no tardan en llegar hasta el centro de la batalla, en
donde se detienen unos momentos. El manto ya cubre todo el ejército
amanita tras ellos, y hay que mencionar que Arkiria, quien está
justo al final de su numerosa tropa, se enfurece de gran manera; pues
conoce exactamente el poder que ahora posee su enemigo.

Junto
a Tomás, del otro lado de sus guardias del lado izquierdo, está el
General Wilgoth montando un caballo blanco y lleva una gran lanza
dorada en su mano derecha, del lado derecho del general se encuentran
los reyes de los diferentes reinados de la Península Solar, cada uno
montado sobre diferentes criaturas fantásticas; algunos en pegásos,
otros en osos pardos, algunos en carros de oro o diamante, y al lado
de cada rey acompaña su escudero. Detrás de los reyes se ubican los
príncipes y héroes, cada uno detrás del rey del lugar de donde
provienen, y detrás de ellos aguarda todo el ejército: filas de
elfos letavios a pie, filas de centinelas, de centauros y criaturas
voladoras. Frente al ejército, frente a Tomás, se ubica un anciano
con una trompeta de oro, con vestiduras blancas y descalzo, listo
para anunciar el momento en que empezará la batalla.

El
ejército de Arkiria está organizado de forma muy diferente: por
delante yacen las criaturas sin razonamiento, que en su mayoría las
mantienen atadas con gruesas cadenas. Luego están las criaturas
terroríficas de diferentes dimensiones, y tras ellos los guerreros
atanitas, los hechiceros y brujos. Murciélagos de diferentes tamaños
rodean el ejército, detrás de los brujos esperan los príncipes y
héroes de los diferentes reinos de la Península Lunar, y tras ellos
sus respectivos reyes sobre inmensos carros de batalla cubiertos de
tachas y enormes filos. Y al final de todos ellos espera la maligna
mujer y dictadora de la Península Lunar; Arkiria monta sobre un
gigantesco toro negro con ojos fosforescentes y gruesos cuernos de
hielo decorados con cadenas. La terrorífica mujer lleva en una mano
el Mobaronsun y en la otra una larga lanza de un metal reluciente.
En cada esquina del ejército de Arkiria hay una persona gigante,
supera de altura a todos los que se encuentran reunidos ahí, visten
túnicas que simulan un cielo nocturno estrellado y sostienen, cada
uno, un pequeño mástil de donde cuelga un ceremonioso manto: el
manto de batalla. Estos gigantes no pueden morir en la batalla, ya
que, tal como dijo Sue anteriormente, cargan el cielo atardecido
sobre las cabezas de los soldados que luchan del lado de los
atanitas, tal como el mástil que Tomás porta; pero la diferencia
está en que los mantos que llevan aquellos gigantes solo son
banderas, pero el que lleva Tomás irradia magia. El manto de batalla
del ejército de Arkiria no tiene comparación con el que Tomás
carga, tienen características similares: ambos al mirarlos desde
abajo no parecen mantos sino es como mirar el mismísimo cielo, pero
el mástil que Tomás lleva irradia una luz incomparable, mientras
que el del ejército de Arkiria solo irradia más oscuridad.

Delante
del ejercito enemigo también se acerca un anciano, con vestiduras
negras y descalzo, con una trompeta de metal gris, y una vez que
ambos ancianos (el de vestiduras blancas y el de vestiduras oscuras)
se reúnen en el centro del campo de batalla, el sol comienza a
oscurecerse.

—El
eclipse comenzó —musita Miss Valeria desde la sima del campamento.
Un dúo de trompetas retumba en todo el campo, anunciando el inicio
del eclipse: el inicio de la batalla.

Las
tropas amanitas avanzan, al igual que las tropas atanitas. Tomás se
prepara para toparse con el horror de la guerra. Una épica pelea
comienza, disparos, bombas, múltiples gritos y el choque de metales
inunda todo el lugar, pero en medio de todo el caos y la
desesperación que se vive, el joven nigma se mantiene lleno de
esperanza porque gracias a él los amanitas pueden oponer resistencia
hacia los atanitas, las tropas del Sol avanzan rápidamente de manera
que en pocos minutos el ejército de Arkiria se ve tentado
retroceder, y muchos dejan de pelear para huir de la batalla hacia
los campamentos atanitas.

Desde
el campamento, Galas junto con sus compañeros festejan la victoria
que están teniendo, Mr. F. y Miss Valeria no pueden hacer lo mismo
porque no pueden dejar de pensar que permitieron que Tomás
arriesgara su vida. Ningún vigilante puede tocar a Tomás, apenas se
acerca al muchacho que son detenidos por los guardianes que lo
rodean. El general ordena avanzar a toda velocidad, por lo que el
joven nigma junto con sus guardianes comienzan a correr hacia
adelante sin parar por nada.

El
líder letavio ordena a los guardianes de Tomás alinearse junto al
muchacho, y de esa forma impedir el paso de cualquier vigilante. Los
soldados obedecen la orden del capitán y no tardan en cumplirla,
pero más adelante, tras el ejército de los vigilantes Arkiria se
prepara para salir al frente que hasta el momento no se había unido
a la batalla, pero esta vez tiene un objetivo en la mira,

La
horrorosa mujer avanza rápidamente por entre sus soldados montada en
el enorme toro de negro pelaje y de largos y afilados cuernos de
hielo, por su estatura se destaca de entre los demás guerreros.
Avanza con una fuerza y ferocidad, con el Mobaronsun en una mano y
una larga en la otra. Al ver al ejército amanita alinearse junto al
muchacho ve su oportunidad, se detiene y deja caer su lanza a un
costado, también deja el bastón junto a ella para sacar un largo
arco y una flecha de su montura, y se prepara para disparar.

Una
flecha negra atraviesa todo un ejército oscuro con una fuerza y
velocidad sorprendente, tanto que nadie la ve venir, atraviesa todo
el ejército atanita hasta llegar al centro del campo de batalla e
impacta justo en el hombro derecho de Tomás, entre el yelmo y el
metal de la armadura.

Un
golpe inesperado, debido impacto el muchacho pierde las fuerzas para
sostener el madero, el peso le da una inestabilidad que lo tira del
caballo. Los soldados junto a él siguen avanzando, el muchacho cae
de espalda al piso y el caballo sobre sus piernas, el manto sobre sus
cabezas desaparece. Todo pasó en segundos, nadie se detiene a
ayudarlo debido a que tienen la orden de seguir avanzando. En esos
instantes el muchacho no puede sentir dolor, está tan aturdido por
la caída que tiene la vista nublosa y apenas puede distinguir lo que
ve o lo que oye. La flecha en su hombro es lo único que siente, no
puede moverse y menos hacer fuerza para levantarse, por lo que solo
se queda ahí.

Desde
el campamento, en las colinas, todos fueron espectadores de lo que le
ha sucedido a Tomás. Galas sin perder un segundo corre hacia el
interior del campamento, se coloca un cinturón y una armadura
solamente en el pecho, coge una espada y sin más se dirige al
establo. Ahí encuentra a su fiel caballo, pero cuando se dispone a
montarlo una voz lo detiene.

—¡Yo
voy contigo! —es Sue quien corre hacia él con una pequeña mochila
colgando a sus espaldas.

—No,
es peligro para una niña —reprueba Galas intentando que cambie de
opinión.

—No
pedí tu opinión —espeta ella al llegar junto a él. De un salto
sube al lomo del caballo antes que Galas y toma las riendas —.
¡Vamos, deprisa!

Así
es como ambos jóvenes salen a toda prisa a auxiliar a Tomás.

El
ejército de Arkiria ahora tiene la ventaja, y esta vez están más
furiosos que al principio. Obedeciendo la orden del capitán de las
tropas oscuras, los soldados rodean al ejército del Sol para
dejarlos sin escapatoria, pues aún los superan en número. El
caballo de Galas corre a una gran velocidad, por lo que ambos logran
llegar al centro del ejército del sol antes de que los soldados
oscuros los rodeen por completo. Una vez allí, buscan a Tomás entre
los guerreros, y lo encuentran mucho más en el centro del ejército
de lo que pensaban, aún permanece tirado con el caballo sobre sus
piernas y algunos elfos letavios intentan sacarlo de debajo del
animal.

Sue
y Galas bajan del caballo, y luego de que los elfos sacaran a Tomás
de debajo del caballo, Sue saca de su mochila algunos objetos de
enfermería. El joven nigma está despierto aún, no ha desfallecido
en ningún momento pero no puede sentir ninguna parte de su cuerpo,
solo el ardor en su hombro.

—¿Tomás?
—llama Galas a su lado— ¿Puedes oírme?

Al
muchacho le zumban los oídos, las voces las oye lejos y apenas
distingue el rostro de su amigo por el hecho de que se mezclan las
figuras con el ruido de los metales chocando, los aullidos de los
soldados oscuros y los gritos de los guerreros. Ve que la boca de
Galas se mueve pero no es capaz de escuchar las palabras que de ella
salen, sus ojos están clavados en la extensión del cielo gris que
se complementa con la batalla que sucede a su alrededor. Solo puede
pensar en que falló.

La
muchacha le pasa unos vendajes a Galas, y éste se encarga de sanar
la herida del hombro de Tomás, extrae la flecha de su cuerpo, algo
que duele demasiado pero que lo saca del estado decaído en el que se
encontraba, y se percata de que Galas le coloca una venda a la
herida. Sue, por otra parte, prepara un líquido espeso con hierbas
que permanecen almacenadas en unos pequeños tarros que guarda en su
mochila, luego se lo da a beber al nigma, su sabor es amargo y muy
fuerte. Galas y Sue lo ayudan a ponerse de pie luego de beber el
líquido espeso que la muchacha le obligó a beber y al cabo de unos
segundos, Tomás ya comienza a sentir el dolor en sus piernas, y poco
a poco puede moverlas. Al muchacho le pareció una eternidad todo lo
que aconteció luego de caer del caballo, aunque la verdad es que
apenas estuvo unos minutos recostado, y ahora que comenzaba a sentir
los horrorosos dolores en sus piernas por haber sido aplastadas por
el caballo, siente un incómodo cosquilleo en su brazo derecho y
aunque su hombro está vendado aún le duele y siente cómo el
vendaje se empapa de sangre poco a poco.

—¿Te
sientes mejor? —pregunta Galas.

—Si
—responde el muchacho con algo de dificultad, aun se siente
aturdido por la caída—. Gracias por venir.

—Debemos
llevarte al campamento.

—¡No!
—exclama la muchacha—. No podemos salir de aquí, los atanitas
nos han rodeado.

—Además
—continúa Tomás— aún no termino mi misión.

—¡¿Qué?!
—se horroriza Galas— ¿Acaso quieres continuar?

—¡Y
sí! —responde Tomás un tanto histérico.

—¡Pero
estás muy herido, apenas puedes ponerte de pie!

—¿Y
qué otra opción tenemos? —dice Tomás alterado—. Nos van a
matar si no hacemos algo.

—Tomás
tiene razón —opina Sue—. No podemos salir de aquí, y las tropas
de Arkiria se mueven rápido. Debe terminar con lo que empezó.

Sin
más que decir, los jóvenes comienzan a preparar a Tomás
nuevamente. Con la ayuda de algunos elfos, lo ayudan a subir al
caballo de Galas ya que el que montó primero estaba mal herido, le
dieron el escudo en la mano izquierda, pero al darle el madero en la
derecha Tomás no pudo mantenerlo debido a la herida de su hombro, y
lo deja caer.

—¿Qué
sucede?— pregunta Galas al ver que lo dejó caer.

—No
puedo, no tengo fuerza en esta mano —responde totalmente
preocupado.

—Bien,
entonces sostenlo con la otra —sugiere Galas alzando el madero.

—No
puede —interviene Sue alarmada—. Sí o sí debe llevarlo en la
derecha, o no funcionará.

—Oh
¿es enserio? —se escandaliza Galas— ¿Seguro que no puedes
sostenerlo?

—¡No!
¡No puedo! —exclama Tomás al borde del llanto— ¡Apenas siento
el brazo!

—Y…
¿Y si se lo atamos al brazo? —dice Galas buscando la forma de
ayudarlo.

—No
creo que funcione —niega nuevamente Sue—. Se le caería muy
fácil, debe mantenerlo firme y levantado o el manto no se creará.

Piensan
en alguna posible solución, pero ninguna es posible.

—¡Lo
que me faltaba! —gruñe Tomás encolerizado—. Debe haber alguna
forma.

—¡Lo
tengo! —exclama Galas—. Podemos ayudarlo a sostenerlo, que él lo
agarre y nosotros nos encargaremos de mantenerlo firme.

—¡¡Atentos!!
—grita el capitán del ejército.

Cuando
las tropas de Arkiria habían rodeado al ejército del Sol, la pelea
había parado por unos minutos, habían dejado de atacarse. Eso se
debió a que la emperatriz así lo había ordenado, para acecharlos y
causarles temor a partir des suspenso, pero ahora que el ejército
oscuro ha rodeado por completo al ejército amanita, la batalla
continuará.

—Oh
no —se lamenta Galas.

—Ok,
lo que vayan a hacer, háganlo ahora —dice Tomás completamente
nervioso y dispuesto ha hacer lo que sea.

El
capitán del ejército Lunar, Jirkeles, está por dar la orden de
atacar cuando los jóvenes rápidamente alzan el madero, que era un
tanto pesado, y se lo pasan a Tomás quien está sobre el caballo de
Galas. El muchacho apenas puede hacer fuerza para agarrarlo, pero de
todas formas con la ayuda de Galas y de Sue, que están junto a él,
pueden mantenerlo firme y enaltecido.

En
ese momento, de la llameante flama en la punta del mástil comienza a
expandirse el manto que anteriormente había cubierto al ejército
del Sol. Los tres jóvenes se animan y con más fuerza levantan el
madero.

Arkiria
junto con sus tropas se asombran al ver lo que está sucediendo. El
manto se expande en círculos hacia todas las direcciones, con el
resplandor más potente que puede haber existido.

Y
lo que sucede en ese momento es maravillosamente inolvidable.

Todos
ven la verdadera luz, la Luz Majestuosa, que se expande como una ola
sobre las cabezas de todos los que están presentes, todos los
amanitas y atanitas.

Muchos
vigilantes al ver tan solemne luz tiran sus armas y caen al suelo de
rodillas, rendidos ante la presencia de la Luz Majestuosa. Otros, en
los que reina más la oscuridad, se cubren los ojos por la bondad que
resplandece ante ellos, se tiran al suelo colocando sus cabezas bajo
sus brazos para evitar su contacto. Lo más sorprendente de esto fue
que Arkiria, la causante de todo lo que ha sucedido a lo largo de
años, se siente obligada a tirar sus armas y caer al suelo rendida.
Sus ojos blancos y fríos vuelven a su color natural, amarillos
potentes; y su semblante terrorífico desaparece en un instante.

La
Luz Majestuosa solo dura unos pocos minutos, pero es suficiente para
acabar con una guerra de años, todo el manto del cielo vuelve a
guardarse dentro de la flama del madero que sostienen Tomás, Sue y
Galas en el centro de todo el campo de batalla. En el cielo se ve la
estrella de la mañana junto a la estrella de la noche una junto a la
otra, compartiendo la extensión del cielo sobre sus cabezas. El
asombro de todos dura unos segundos luego de que la potente luz haya
desaparecido, pero luego de eso los amanitas festejan su victoria con
gritos, alaridos y canciones que llenan el espacio con alegría. Los
tres jóvenes al principio no saben lo que ocurre a su alrededor,
hasta que el ejército junto a ellos los agarran para abrazarlos y
comienzan a aplaudir.

Los
jóvenes ya no tienen necesidad de seguir sosteniendo el mástil, por
lo que lo sueltan y se unen a los gritos de victoria.

Ya
todo ha terminado, la guerra que ha invadido Solunier por incontables
años ha acabado de una vez por todas.

Los
amanitas, luego de sus gritos de victoria, arrestan a Arkiria, quien
no se resiste de ninguna manera, a los líderes militares y a otros
vigilantes de cargos importantes, también arrestan a las estrellezas
que han ayudado a Arkiria; incluyendo a Arda. A los demás vigilantes
o seres de otros mundos, los dejan partir, ya que la gran mayoría
había sido influida por la oscuridad que Arkiria expandió en gran
parte de la Península Lunar o había sido manipulada con numerosos
hechizos que se esfumaron con la potente luz del madero.

Mr.
F. y Miss Valeria corren hacia Tomás, a quien ayudan a bajar del
caballo de Galas, y ninguno cabe en su inmensa alegría. Tomás en
ese momento, está feliz, aliviado y muy orgulloso, emociones que se
contagian entre ellos. Nota que el semblante de Mr. F. era muy
diferente, como si miles de cargas hubieran caído de sus hombros,
dejándolo completamente libre; y Tomás cree que se debe a que
finalmente han detenido los oscuros planes de su hermana, ahora ya no
deberá preocuparse por el daño que ella pueda causar.

—Estoy
muy orgulloso —dice Mr. F.

—¿Qué
pasará con ella? —le pregunta el muchacho.

—La
juzgarán —responde simplemente.

Lo
que sigue después de ese glorioso día e un largo proceso de juicio.
Todos los detenidos son juzgados por las cortes supremas de ambas
penínsulas, la Corte Solesal y la Corte Luneral, y se llevan a cabo
en las costas mediadas. Todo el mundo está presente en esas
sesiones, nadie quiere perdérselo, por ese motivo lo hacen al aire
libre, es tanta la cantidad de personas que no caben en un lugar
cerrado. Ambas razas de Solunier se reúnen en las costas mediadas,
amanitas y atanitas por igual, celebrando que al fin pueden estar
congregados de forma pacífica sin una guerra de por medio.

Muchos
atanitas son condenados a prisiones, otros sentenciados a cumplir
alguna obligación, otros sometidos a alguna clase de esclavitud y
otros desterrados para siempre de Solunier. Arkiria e la última en
ser juzgada, y si sobra decir que tiene muchos cargos en su contra,
por lo que tienen que tomarse un tiempo para decretar cuál será su
castigo. Tomás nota a Mr. F. muy nervioso cuando llega el último
juicio de Arkiria, y no ha dicho nada relacionado a ese tema en
ningún momento, se encuentra nervioso por la decisión que tomarán
los jueces. « Después de todo, no deja de ser su hermanita» piensa
Tomás.

Tras
la victoria de los amanitas, Arkiria no ha pronunciado palabra
alguna; se ha mantenido completamente callada y acepta todo lo que
dicen en su contra. Es probable que la luz que le devolvió el color
de sus ojos haya tenido que ver en ese cambio de actitud, pues desde
ese momento podemos decir que Arkiria ya no era la misma.

Capítulo
16: Corto Viaje antes del Final

Tomás
se mejora de la lastimadura en el hombro y de la fuerte caída que
tuvo en poco tiempo, le dijeron que fue una caída bastante
arriesgada, más que nada porque el caballo cayó sobre él, pero
nada que no pueda sanar la magia amanita, pues eran expertos
sanadores.

Finalmente
anuncian la sentencia de Arkiria: por el daño causado no solo en la
Península Lunar, sino que en todo Solunier y hasta en Realidad 1,
los jueces deciden que será mejor desterrarla de Solunier. Pero no
solo la desterrarán, sino que también utilizarán el método
insuternoxia en un grado mucho mayor de modo que olvide todo lo
relacionado a ese mundo y a los conocimientos que tiene sobre él,
además para que no se sienta tentada a volver; pues la gente le
tenía mucho resentimiento por lo que ha hecho. La devolverán a su
tiempo, en el siglo XV, pero la encerrarán en un bucle de unos 5
años para que no vuelva a tener contacto con la magia.

Le
habían sugerido al muchacho que volviera a su mundo, pero Tomás
había decidido quedarse hasta que finalizaran los juicios de los
vigilantes, de modo que estuvo algún tiempo conviviendo con sus
amigos. Miss Valeria le mencionó que Jirkeles, el capitán del
ejército atanita, había sido un estudiante de Mr. F., el último
antes que Tomás, y que fue el único que conoció a la familia de
Mr. F. en Realidad 1, por eso es que conocía a Arkiria desde antes;
y es por eso que a Tomás le sonaba mucho ese nombre, porque
anteriormente había oído a Don Alejandro hablar de él. Jirkeles es
condenado a cumplir una sentencia de 4 años en prisión, pasado ese
tiempo revisarán nuevamente el caso y decidirán qué hacer con él.
Eso mismo les pasa a las estrellezas, quienes dicen que ayudaron a
Arkiria porque creían que no habría forma de pararla y que
ayudándola a ganar era la única forma de salvar la constelación de
estrellas, pero ahora se dan cuenta de lo equivocadas que estuvieron.
Aún así, fueron sentenciadas a 4 años de cárcel por traición y
espionaje, y fue más grave por el hecho de que son personas nobles,
así es como Arda y sus hermanas son encerradas en los calabozos de
los castillos en donde ellas mismas habían servido y vivido
noblemente.

Una
vez finalizado el periodo de juicios inició un ciclo de
restauración, unieron fuerzas para restaurar lo que se ha perdido en
el paso de los años, los pueblos devastados, los bosques arrasados,
las ciudades saqueadas y las personas sin hogar. Comienzan los
preparativos para reconstruir ciudades y aldeas, muchas personas de
diferentes partes del mundo se reúnen para ayudar, iniciando un
programa de re-ubicación de vigilantes a través de toda la
Península Lunar y las tierras mediadas.

Luego
de que Arkiria fue desterrada, el Mobaronsun junto con el madero de
la llameante flama son llevados a la sala de objetos en Tireacélity,
el lugar en donde pertenecen; de forma que nunca nadie volverá a
tentarse con utilizar el bastón del tiempo para su propio beneficio.
Luego manda a construir una sala especial, siguiendo las órdenes de
la Luz Majestuosa, en donde guardarán el picaporte de Tireacélity
junto con la llave en el castillo más grande y antiguo que continúa
aún de pie en las montañas altas del norte de Solunier. Y
decretarán leyes que prohíban el uso de esos objetos sin el permiso
de personas superiores en autoridad.

Por
otro lado, Sue y su familia son re-ubicados en la Península Lunar,
por lo que comienzan con los planes de la mudanza. El equipo pretende
continuar, aunque ahora le faltará dos miembros.

A
Galas, Don Alejandro, Sue, Tomás, Rex, Ardilla, Mr. F. y Miss
Valeria les entregan medallas de honor como agradecimiento a lo que
han hecho. En la misma ceremonia, Mr. Moubisgotach nombra a Mr. F.
como miembro de la junta. A Ardilla le suben el cargo, cuando antes
era Educadora ahora es Institutriz. A Tomás le fue entregado su
reloj individual, del mismo tamaño que el de su abuelo, pero
totalmente nuevo, ya que el reloj que tenía antes fue destrozado por
Arkiria y esos pedazos luego se convirtieron en la llave de
Tireacélity.

Así
es como Tomás, un muchacho completamente normal, pasó a la historia
de Solunier, marcando un antes y un después no solo en ese mundo
sino que también en todos los demás.

Una
noche, Mr. F. y Tomás se encuentran en la terraza de la casa en la
“Zona Danzante”, es una noche brillante.

—Entonces
—comienza diciendo Mr. F.—. Piensas viajar mañana.

—Sí,
supongo que ya he estado mucho tiempo lejos de mi familia.

—Esta
también es tu familia ahora, y este también es tu mundo.

—¿Usted
qué hará? —pregunta el joven.

—No
lo sé, creo que debería alejarme un poco.

—¿Habla
de volver a su época?

—Hmm,
algo así, no es tan sencillo, temo que me he olvidado de explicarte
cómo funcionan los viajes en el tiempo —dice aliviado.

—Ya
habrá tiempo —exclama Tomás, por primera vez no siente la
necesidad de saberlo todo.

—Si,
por ahora creo que tendré que asegurarme de que Annabel no cometa
ninguna otra locura.

—¿Anabel?

—Mi
hermana.

Ambos
quedan en silencio unos largos minutos, mirando las nubes grises en
el cielo oscurecido.

—Creo
que mañana tendrá que acompañarme, todavía no sé cómo viajar a
Realidad 1 —dice cambiando de tema.

—Voy
a enseñarte —se ofrece Mr. F.—. Pero con la condición de que
volverás.

—Lo
voy a hacer si promete que no me va a llevar en tren —dice
recordando lo mal que lo pasó la vez que viajaron a Realidad 1 en
tren.

—Descuida
—exclama Mr. F. entre risas— ese solo te llevará al presente.

—¿Qué?
¿Cómo que al presente? —pregunta desconcertado— ¿Acaso yo no
vengo del presente?

—Venías
del presente —responde marcando la palabra “venías” con un
tono más elevado—, pero has estado mucho tiempo aquí, y el tiempo
no se detiene por nadie.

—Claro…
osea que en Realidad 1 pueden haber pasado años desde que no estoy.

—Bueno,
no años, apenas han pasado unos… ¿2 días?

—Pero
si ya llevo más de un mes aquí —se extraña Tomás.

—El
tiempo funciona diferente —recuerda Mr. F. agregándole melodía a
la frase.

—¿Usted
volverá a Realidad 1, a esa casucha?

—No
creo, ya cumplí con lo que debía hacer allá.

—¿Cómo
sabía que era yo el Nigma, y no alguno de mis hermanos… o mi padre
o algún familiar de parte de mi abuelo Ricardo? —pregunta al cabo
de unos minutos en los que recordó el atardecer en el que se
conocieron.

—Yo
no planeé esto solo. Todo esto, de buscar la forma de entrar a
Tireacélity, fue idea de tu abuelo —relata Mr. F.—. En los
calabozos aprendimos mucho sobre los jefes de los ejércitos de
Arkiria y algunos planes que tenían, tu abuelo creyó que solo en
Tireacélity hallaríamos la forma de acabar con la guerra, él ideó
el plan. Pero sabía que Arkiria lo desterraría, por eso yo tendría
que encargarme de buscar la respuesta solo. Él me prometió que me
haría llegar la llave, me dijo que nunca perdiera de vista la hora…
y eso mismo hice. Siempre estuve esperando, buscando… esperando y
buscando.

—¿Por
qué esperó a que yo me acercara a usted?

—Porque
así debía ser —responde simplemente—. Todo tiene su tiempo.

Al
día siguiente, todos se reúnen para acompañar a Tomás al Centro
de Despedida en el corazón de la gran ciudad, tal como hay un Centro
de Bienvenida, también hay uno de despedida. Mr. F. ha decidido
acompañarlo hasta su mundo, mientras que los demás lo despiden ahí
mismo. Miss Valeria le da un abrazo tan fuerte que Tomás pudo sentir
que el dolor en su hombro vuelve por tal apretón, se despide de
Galas, Don Alejandro, la señora Nilda, Rex, Ardilla y hasta Sue ha
viajado hasta ahí para despedirse de él. Aunque sabe que volverá
le pesa dejar a su nueva familia, a sus nuevos amigos y su nuevo
hogar, pero sabe que ellos siempre estarán ahí. El Centro de
Despedida no es tan diferente al de bienvenida, hay numerosas puertas
metálicas alrededor de todo el salón, son como ascensores pero que
éstos te llevan a la dimensión que deseas. Dentro hay una pantalla
al costado de las puertas corredizas con un cifrado de números en
donde uno debe escribir la fecha y el año exacto al que necesita
viajar, y luego hay otra pantalla un poco más arriba en donde uno
debe escoger el mundo al que ira. De esa forma, Mr. F. y Tomás suben
al ascensor, y mientras el muchacho se despide de los demás a lo
lejos, Mr. F. se encarga de escribir la fecha y elegir el mundo a
donde los hará aparecer esa máquina. Las puertas se cierran, una
luz azul desciende del techo que los cubre de forma que todo a su
alrededor desaparece, es tan potente que los ciega por un instante.
La luz comienza a desaparecer de forma que, poco a poco, logran
vislumbrar el nuevo paisaje que se encuentra a su alrededor.

Tomás
queda totalmente desconcertado una vez que ve el lugar en donde se
encuentra. Carretillas de madera andando por calles de tierra, casas
bajas de madera con techos de paja, el ambiente se inunda con el
cantar de las gallinas y el rechinar de caballos, aparecieron junto a
un pozo de donde se saca agua con un balde, y los habitantes de
aquella aldea van de un lugar a otro con bolsas de tela, baldes de
agua o canastos lleno de heno. El muchacho contempla ese escenario
que se presenta ante sus ojos y por un minuto no cree que es real.

—¿Mr.
F?— dice el muchacho al cabo de un minuto— ¿Acaso esto es-

—Inglaterra
Medieval —responde Mr. F. levantando sus brazos— Siglo XV.

—¡¿Qué?!
—exclama Tomás— ¿No iríamos a mi época?

—Claro,
pero quería que conocieras mi época primero —responde emocionado.

—No
podía esperar a que volviera ¿no?

—No
estarás aquí mucho tiempo, ahora sígueme.

—Lo
que me faltaba —exclama el muchacho algo desanimado, aunque por
dentro esta emocionado ¡es la primera vez que viaja en el tiempo!

Ambos
emprenden marcha entre la multitud de aldeanos por el camino de
tierra. Los habitantes de esa aldea no prestan les prestan atención
a la manera de vestir tan diferente, porque cada uno está muy
ocupado cumpliendo con sus labores, por lo que caminan tranquilamente
sin ser molestados por nadie.

—¿Qué
año es este? —pregunta Tomás, quien no dejaba de mirar a su
alrededor.

—1470
—responde Mr. F. naturalmente—, estamos en la Edad Moderna, según
los historiadores de tu siglo.

—¡Wow!
Ésta es la época en donde existieron los caballeros, las princesas
y los dragones que mencionan en los cuentos ¿verdad? —comenta
animado.

—Hemm…
caballeros y princesas sí, pero los dragones temo que no existen en
este mundo.

Tomás
se maravilla con cada cosa que ve, llegan a un lugar en donde se
levanta un enorme muro frente a ellos, un muro de piedra maciza con
altas torres con banderines que se mueven por el viento. El sol de la
tarde ya se empieza a ocultar detrás de ellos.

—¿Qué
es este lugar?

—Del
otro lado del muro está la ciudad, en donde se encuentran los
mercados, el muelle, las catedrales y el palacio.

—¿Y
nosotros a dónde nos dirigimos exactamente?

Mr.
F. sigue su camino dejando la pregunta del muchacho en el aire, no
porque no la haya oído, sino porque quiere que lo sepa cuando
lleguen.

Cruzan
un puente de madera cruzando un ancho río que une la puerta de
piedra con la aldea campesina. El puente es sostenido con cadenas, lo
que lo hace más resistente y menos propenso a desarmarse y terminar
en el río.

Una
vez cruzado el río, por la enorme entrada, una ciudad muy diferente
a la aldea aparece ante sus ojos, aun hay carretas, aun se ven
caballos, pero el piso es de ladrillos con algunos diseños de
colores y las casas se ven mucho más resistentes que las de la
aldea. Altas, con paredes de un material resistente, algunas son de
piedra, con techos de madera y diseños algo extravagantes; hay una
fuente justo en el centro de un amplio espacio redondo, en medio del
camino. A comparación con la aldea, no hay tanta gente afuera, y la
que hay no se ve nada parecido a un aldeano; la forma de vestir de
aquellas personas es en partes algo exagerada y muy elegante. Las
mujeres llevan vestidos demasiado grandes, de gruesas telas, y sus
peinados son muy elaborados; y los hombres llevan cuellos almidonados
y remeras con anchas hombreras, otros tiene capas largas de colores
rojo, azul o púrpura. También se ven numerosos soldados haciendo
guardia en varios sectores de la ciudad, con lanzas en mano y
vestidos con relucientes armaduras, otros montados en sus corceles
armados y otros llevando banderines con el símbolo de la localidad.

Se
adentran a la ciudad hacia unos lugares en donde está más poblado,
pero dejan de lado el murmullo de la ciudadela para entrar a una casa
con muros de piedra y adornada con vigas de madera con enredaderas
que llegan hasta la terraza del primer piso rozando el tejado. Tiene
largos ventanales de colores ubicados en una de las paredes de los
costados, la casa está justo en la esquina frente a una pequeña
plazoleta, y justo del otro lado, cruzando la calle de piedra, se
alza una inmensa catedral con diseños algo toscos.

Al
entrar a la casa, cierran la puerta de madera maciza tras ellos
dejando todo el ruido de carros y caballos afuera.

—Bienvenido
a mi hogar —dice Mr. F. casi como en un susurro dejando su abrigo
sobre una hamaca justo al lado de la puerta, como acostumbra hacer.

El
joven observa detenidamente la sala de la casa de Mr. F. que desde
afuera se veía mucho más grande de lo que es en realidad por
dentro, pero de todas formas no pudo prestar atención a cómo está
amueblada porque su compañero lo toma del brazo e inmediatamente
ambos se dirigen a otra parte de la casa.

—Quiero
que conozcas a alguien —dice Mr. F. llevando al muchacho a otro
cuarto.

La
sensación helada recorre el cuerpo de Tomás, el silencio era
sepulcral desde que entraron a la casa, apenas puede oírse el sonido
de una corriente de aire leve circulando de una habitación a otra
como si estuviera vacía.

Las
paredes son de madera gris al igual que el suelo, aunque al caminar
no se escucha ningún chillido como suele pasar. Solo hay una ventana
en esa pequeña sala por lo que la luz escasea, además esa ventana
tiene cortinas de una tela muy fina de color celeste casi
transparente por donde apenas entran unos rayos de luz del sol del
atardecer. El cuarto parece ser un comedor, pues pegado a la ventana
hay una mesada y sobre ella barias verduras sobre un recipiente de
madera, unos utensilios de cocina yacen colgados en uno de los
extremos de la mesada y algunos vasos tumbados boca abajo descansan a
la orilla del mesón junto al recipiente de verduras.

Una
mesa de gruesa madera maciza, del mismo color que las paredes, yace
ubicado en medio de la sala y tres sillas de madera la rodean; los
únicos colores que resaltan son los de las verduras en el
recipiente, y el dorado de los ojos vivos de la persona que aguarda
ahí, en una de las sillas, sentada con la vista perdida en la
ventana a su derecha.

Tomás
primero se sobresalta al ver a la persona que yace sentada a poca
distancia de él junto a la mesa del comedor observando atentamente
la pequeña ventana de la cocina, pero al ver la condición en la que
se encuentra esa persona su respiración vuelve al ritmo normal, y
empieza a sentirse abatido.

—Te
presento a Annabel.

Una
mujer con un enorme y elegante vestido celeste claro con adornos
blancos, aunque la poca luz opaca los colores, yace sentada en la
silla junto a la mesa; mira perdidamente la ventana a su derecha
aunque ésta permanece cerrada. Su piel es pálida, aunque no tan
blanca como Tomás recuerda, sus ojos de un vivo color dorado
resaltan en el ambiente gris y silencioso que reina en la casa, su
cabello blanco con destellos rubios cae delicadamente sobre sus
hombros, aunque peinaba una especie de trenza que recorre toda la
parte de la coronilla, la mayoría se su cabello lo lleva suelto.

Tomás
comprende que la persona que se encuentra frente a él es totalmente
diferente a la persona que había conocido en Solunier, su semblante
ya no manifiesta horror, no puede sentir ninguna clase de miedo al
estar frente a esa mujer, y uno al verla de ese modo no puede
imaginarse que haya cometido alguna maldad. Se ve tranquila, sus ojos
denotan una inocencia interior y su semblante carga con placidez y
sosiego, aunque también algo apagada.

Las
palabras de Mr. F. parecen hacer eco en el interior del muchacho,
quien queda en silencio unos minutos. Luego, el hombre se acerca
lentamente hacia la mujer, dejando al muchacho parado junto al umbral
de la puerta, y se sienta en una de las sillas junto a ella. Su
hermana parece no percibir lo que sucede a su alrededor, porque solo
mira la ventana de la cocina, ni siquiera voltea a mirar a su hermano
quien acaba de colocarse junto a ella. Tomás, luego de pensarlo unos
segundos, se dirige hacia la mesa y se sienta en la silla frente a
Mr. F., del lado derecho de la mesa junto a la mujer, quien tampoco
desvía su vista de la ventana.

—¿Qué
le sucede? —se atreve a preguntar el muchacho luego de unos
apagados segundos.

—Solo
navega —responde Mr. F.—, navega en sus pensamientos.

—¿Acaso
no puede vernos?

—Claro
que puede vernos, solo que ella está navegando en otro mundo.

—Está
así por la insuternoxión ¿vedad? —supone el muchacho vagamente.

—No
—responde Mr. F. con un tono decadente—, ella siempre fue así,
al menos aquí. —Calla por unos segundos, luego vuelve a hablar—.
Sabes, las personas cambian, no siempre se mantiene iguales.

—No
entiendo, Arkiria es muy diferente a Annabel —opina el muchacho.

—Si
le das mucho poder a una persona que nunca ha tenido nada, las cosas
tenderán a empeorar —dice con una débil voz—. Ella al llegar a
Solunier cargó con mucha responsabilidad, y cuando obtuvo más poder
del que podía tolerar fue cuando cayó en la oscuridad. Simplemente
no estaba lista para cargar con el Mobaronsun. Por eso hay personas
que son elegidas para conocer Solunier y muchas otras no. Annabel no
fue elegida.

—Llegó
por accidente.

—No
— niega Mr. F. con pesar—, por un error… mi error.

—La
llevó a Solunier sin haber sido escogida —logra deducir el joven
con un dejo de compasión.

—Por
eso se convirtió en la persona que nunca debió ser —concluye Mr.
F.—. Creí que, si la llevaba a Solunier ella podría tener una
vida mejor, sin la necesidad de estar encerrada aquí todo el tiempo,
sin que los demás la discriminen, o que quieran llevarla a un
internado —cuenta entristecido, desganado, Tomás nunca antes lo
había visto así—. Esperé mucho tiempo a que ella fuera escogida,
pero el día no llegaba… entonces decidí llevármela en contra de
las leyes que fundaron Solunier, en contra de la Luz Majestuosa, en
contra de todo. Ella era diferente, tan brillante y talentosa, pero
sus ojos solo podían ver la oscuridad que rodea la luz, aquella
oscuridad que constantemente quería consumirla, hasta que dejó de
resistirse ante ella y se entregó. —Mr. F. estaba muy afligido
contando el relato, en momentos se estremece, y de nota lo molesto
que está consigo mismo—. Por eso el que debe pagar por todo lo que
ha pasado en un bucle interminable de 5 años soy yo. Yo soy el
verdadero responsable de todas las desgracias que mi hermana ha
cometido. —Luego de un afligido silencio, continua—. A veces me
pregunto si… si ella sabrá perdonarme por lo que hice… o si
alguna vez lo recordará.

—Mr.
F. —se anima a hablar Tomás, con voz suave—. Arkiria
desapareció, ahora solo queda Annabel. La persona que debía
perdonarte no existe, y nunca existirá.

—Tienes
razón, muchacho —suspira al cabo de unos segundos. El ambiente ya
ha cambiado a uno más iluminado, los rayos de la puesta del sol
entran por la ventana trayendo claridad—. Sabes, he estudiado la
condición en la que se encuentra mi hermana, en Reiveyonas, y he
descubierto que las personas así, con cualquier clase de autismo y
también en algunas clases de demencias viven conectadas a otros
mundos, perciben sucesos y cosas que pertenecen a otras dimensiones,
cosas que la gente común no percibe; por eso no prestan atención a
lo que sucede a su alrededor. Siempre me pregunté a qué mundo
estará conectada Annabel.

—Quizás
su mente está en Solunier, pero debe permanecer físicamente a este
mundo— opina Tomás más aliviado—. Por cierto ¿Cuántos mundos
existen?

—Sin
contar Realidad 1, 17.

—¿17?
—abre grandemente los ojos— ¿Y usted ha viajado a todos?

—Excepto
Tireacélity y Zólkano, y espero nunca viajar a Zólkano —responde
pensativo—. Si quieres puedo llevarte.

—Me
encantaría, aunque creo que ya he vivido muchas aventuras por ahora.

—Es
verdad, ya es tiempo de que vuelvas a casa.

Ambos
están dispuestos a ponerse de pie cuando la blanca mano de Annabel
agarra suavemente la mano de Tomás, quien se lleva una gran
sorpresa. La mujer fija sus ojos amarillos en los marrones de Tomás,
pero luego baja su mirada hacia el collar que cuelga del cuello del
muchacho.

—Me
gusta tu reloj —musita Annabel, pero el muchacho no la entiende
porque habló en otro idioma, pero Mr. F. si la entendió, y sonríe.

—Annabel
—llama Mr. F. suavemente, y como respuesta la mujer voltea su
mirada a él—. Él es Tomás —presenta en el mismo idioma—, un
amigo, y debo llevarlo a casa en este momento. No te preocupes,
volveré en unos segundos —informa con dulzura, y como respuesta,
ella asiente con la cabeza. Mr. F. le hace una seña a Tomás y ambos
se levantan de la mesa y se dirigen a la puerta, pero Annabel los
detiene una vez más.

—Espera
—exclama la mujer con una voz dulce y delicada. En Solunier era una
mujer hermosa, pero terrorífica, y al verla ahora se puede decir que
la hermosura de Arkiria no se compara con la de Annabel—. Quiero
escribir.

Mr.
F. inmediatamente se dirige a la sala principal en busca de hojas que
guarda en un cofre, saca un tanto de hojas gruesas y amarillas y toma
un pequeño recipiente de tinta. Los coloca en la mesa frente a su
hermana y le da una pluma para que escriba. Tomás solo se queda
parado junto a la puerta sin entender lo que sucede.

—Ella
ama escribir, yo mismo le enseñé —le comenta al muchacho con
cierto orgullo—. A las mujeres en ésta época no les permiten
estudiar.

Luego
de ordenarle las cosas a Annabel, ella moja la pluma en la tinta y se
pone a trazar garabatos en las hojas, se ve animada haciendo eso,
risueña, incluso sonríe.

—Más
te vale que no llegues tarde —advierte la mujer sin apartar sus
ojos del papel, y Mr. F. responde con una sonrisa.

Ambos
salen de la casa ya para dirigirse a la época de Tomás.

—¿Cristóbal
Colon ya descubrió América? —pregunta el muchacho una vez fuera
de la casa, a quien la pregunta lo tomó desprevenido.

—¿Qué?
No, aún no, faltan 22 años para que recién parta del puerto de
Palos hacia América.

—Eso
quiere decir que aún no sucede nada —exclama Tomás—. Usted
podría ser revolucionario con las cosas que sabe.

—¿Yo?
No tenemos permitido cambiar la historia, además ¿Cómo que “aún
no sucede nada”?— Exclama algo ofendido y diciendo lo último
fingiendo la voz de Tomás.

—No
se me ocurre ningún suceso importante que haya sucedido en esta
época —confiesa pensativo—. Solo que América está habitada por
nativos.

—La
guerra de los cien años ¿te suena? —dice Mr. F.

—No
—contesta sinceramente el muchacho— ¿Hay una guerra de cien
años? ¿Enserio?

—Sí,
acabará dentro de poco, en el 73.

—Al
parecer les gustan las batallas, ¿no?

—Eso
parece.

En
todo el camino ambos hablaron sobre las cosas que acontecen en
aquella época, hasta que finalmente abren un portal que los lleva
directamente a Realidad 1. Dejan atrás a una Inglaterra Medieval
para adentrarse a una localidad actual, en medio de los ruidos de los
motores de los autos modernos, el aire contaminado y el barbullo de
la ciudad. Aparecen en el mismo callejón en el que estuvieron la vez
que se fueron a Solunier por segunda vez, cuando utilizaron las
linternas para viajar junto a Miss Valeria. El lugar está totalmente
igual a como estaba la vez que partieron, solo que el sol de la
siesta ya se había ocultado. Al salir del callejón, ven la plaza y
frente a ella la biblioteca del enano Felipe, que ahora que lo
menciono él también fue uno de los amanitas que ayudó a Arkiria en
la batalla, construyendo armas y armaduras para sus tropas por lo que
también fue juzgado y sentenciado a destierro por traición a su
mundo natal; que no es Realidad 1.

Tomás
se siente feliz de, por fin, poder caminar por su tiempo nuevamente,
pasando por lugares que conoce, viendo a personas de su época y sin
sentirse extraño porque ahora está en un lugar que conoce muy bien.
Así es como rápidamente llegan a su casa, y descubre que han pasa
algunas horas desde que se despidió de su familia para emprender la
aventura en el mundo de la sabiduría y la luz, por lo que nadie se
ha percatado de su ausencia, lo que lo alegró mucho más. Ambos se
detienen en la puerta de la casa de Tomás para despedirse.

—Este
es el final del camino —dice Mr. F.

—Antes
de que se marche, tengo una duda —detiene Tomás.

—¿Una?

—Bueno…
aún tengo muchas pero hay algo que debo saber ¿Cómo es que del
madero salió una onda expansiva de luz? Digo, yo lo estuve
manteniendo vario tiempo y nunca hizo eso.

—Chico,
no todo tiene alguna explicación —responde simplemente Mr. F.,
pero al ver el rostro confundido del muchacho, que ya es habitual,
decide continuar—. No he estudiado ese madero, pero creo que eso
sucedió porque estaban las tres razas de Solunier sosteniéndolos.
Sue, una atanita, Galas, un amanita… y tú, un nigma. Pero
sinceramente no sé con exactitud, debes entender que la Luz a menudo
no nos aclara sus planes.

—¿Cuándo
volveré a verlo? —pregunta el muchacho comenzando a sentirse
melancólico.

—Temo
que no sabremos eso, muchacho… las agujas lo dirán —dice
señalando el collar que cuelga del cuello de Tomás.

—Él
me dirá cuándo regresar ¿verdad?

—Te
guiará a donde debes estar, pero no olvides que siempre la decisión
será tuya.

El
muchacho toma su collar y lo observa, la aguja de las horas indica la
dirección justo a su izquierda, la puerta de entrada de su casa, y
supo con seguridad de que es tiempo de volver con su familia. Al
entrar a su hogar, se dirige a los brazos de su madre, lo que a ella
fueron solo unas cuantas horas para Tomás fueron semanas largas y
complicadas lejos de su familia.

Una
vez que Tomás entró a su casa, Mr. F. se aleja caminando por la
vereda, hacia la última casucha del último barrio. Regresa a
Solunier para cumplir su deber como miembro de la Junta, pero no
permanece mucho tiempo ahí porque su lugar en realidad es estar
viajando a través de dimensiones y conviviendo con su hermana en el
siglo XV, por lo que no pasa mucho tiempo cuando abandona su puesto.

Y
en cuanto a Annabel una risueña y dulce mujer en donde la maldad no
volverá a apoderarse de ella nunca más, vive en el siglo XV junto
con su hermano mayor, soñando y escribiendo, siempre enfocándose en
las cosas buenas y derramando aquella luz que recibió en la gran
batalla en todos sus escritos. Al estar atrapada en un bucle de 5
años, ella no puede escapar de su tiempo, pero sus escritos si lo
hacen. Las personas comienzan a reconocerla por las novelas y poesías
que surgen de algunos recuerdos, o fragmentos de ellos, de su
increíble imaginación y de su iluminada forma de pensar.

Escribió
varios poemas y varios libros, pero hay uno en particular, uno un
tanto curioso, en donde cuenta la historia de un muchacho que, al
obedecer las agujas de un viejo e inservible aparato, llega a un
mundo totalmente diferente al que todos conocemos, en donde conoce a
un hombre un tanto carismático que lo instruye en ese mundo
desconocido. Un mundo donde rige la luz de los astros y la sabiduría
del entendimiento.

Y
en donde una malvada mujer amenaza la paz.

Fin

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