Era una tarde de otoño en esos días ventosos donde los chicos salen a patear las hojas secas de los jardines y se enfrentan en juegos de futbol. Entre todos estos niños esta Adrián, un chico más bien común que no resalta en realidad para nada, es bueno, pero no el mejor, es guapo, pero no el mas lindo, en fin, común y corriente, pero con una cabeza y entendimiento más desarrollado de lo normal, por ello se da cuenta de muchas cosas que para otros chicos no tienen importancia.
En los juegos Adrián hace una que otra jugada, pero no es como Luis que es un anotador genial, este chico puede patear tan fuerte y certero que desde un extremo del campo es peligroso para anotar. Eso hace de Luis una estrella y todos quieren ser sus amigos, es el líder del equipo e influye en casi todo. Cuando Luis va a la heladería, y pide un cono de pistache, mágicamente unos 10 niños más piden exactamente lo mismo. Todos quieren ser como Luis.
En todo esto se fijaba Adrián, ¿porque Luis era tan popular? ¿Por qué él no podía ser como Luis? No era que envidiara a Luis, Adrián es un niño de buen corazón solo se pregunta porque hay personas que se ven y perciben mejores que otras…
Sofía, su gentil abuela, la persona más sensata que Adrián conocía se dio cuenta de su cara y mirada meditabunda, le preguntó: ¿ahora que está pesando esa cabeza tuya mi niño especial?…
¡Abuela Sofía! ¿Porque Luis es mejor que yo en el futbol?… todos lo admiran y hacen lo que él dice y hace, es el líder de todos los chicos en la cuadra y yo no puedo hacer nada.
La septuagenaria Sofía se recostó un poco en su sillón, se acercó la taza de chocolate caliente que estaba tomando a los labios sin prisa, dio un sorbo, como tratando de hacer una pausa en el universo completo y luego pregunto sin mayor adorno a su nieto: ¿Eso es lo que te molesta mi niño?
No abuela, no me molesta que él sea mejor que yo en el futbol y sea la estrella, nunca he pensado mucho en jugar o ser profesional en ese deporte. Me llena de curiosidad porque no somos igual de importantes que él y porqué solo unos pocos pueden ser lideres y están por encima de los demás.
Sofía, la dulce abuela sonreía un poco al escuchar a su nieto, al mismo tiempo que le servía a Adrián una pequeña taza de chocolate con malvaviscos porque ya se estaba ocultando el sol ese día y arreciaba el viento.
Ya calentitos los dos, Sofía le dice a Adrián que le va a contar una historia, el cuento de la oveja y el pastor…
Había hace mucho tiempo en estos mismos terrenos, empezaba Sofía, cuando no vivía prácticamente nadie por estos parajes, eran tierras muy buenas para el pastoreo de ovejas. Por estos tiempos, en estos días de otoño se podía ver a las ovejas enormes de tanta lana que tenían en sus cuerpos, listas para ser trasquiladas antes de que llegaran los tiempos más fríos del invierno y así no dañarlas; pero también poder aprovechar la lana para su venta y confección de ropa precisamente para esas temporadas heladas.
En ese tiempo, existía un pastorcillo muy astuto, para poder hacer mejor su trabajo, cuidando a las ovejas se valía de muchos trucos, les colocaba un cencerro como el de las vacas para que estas sonaran muy fuerte y no pudieran perderse por mucho que caminaran lejos, otras veces las amarraba de dos en dos para que por lo menos el rebaño estuviera menos caótico al momento de moverlo. Era muy bueno en su oficio de verdad.
Pero este pastor tenia un defecto, se creía mejor que las ovejas que cuidaba. Se refería a ellas como torpes bestias que no tendrían ni una oportunidad de sobrevivir sin él.
Cuando se reunía con sus homólogos, este pastorcillo decía que las ovejas eran criaturas muy inferiores, que sin los cuidados que él y los demás pastores les proporcionaban no podrían vivir ni siquiera un mes completo. Los demás asentían dando por buenas y acertadas las ideas del pastor, riéndose entre sí y burlándose de las ovejas, todos menos el viejo Hugo, que toda su vida la dedico al cuidado de las ovejas y que por lo avanzado de su edad ya no salía a pastorear a los campos.
El viejo Hugo sabia que lo que decía el pastorcillo no era cierto del todo y pensaba darle una lección al chico. En secreto tomo a unas cuantas ovejas del rebaño del joven pastor y las alejo a una colina donde nadie llevaba a pastar a las ovejas por estar muy lejos y el camino era muy escabroso. El chico al día siguiente noto que le hacían falta las ovejas mas grandes y con la lana más abundante. Esto le molesto, empezó a buscarlas con una cara de muy pocos amigos, se le escuchaba refunfuñar entre dientes, amenazando a las pobres ovejas o a quien las hubiera tomado…
Después de varias horas sin encontrarlas, empezó el pastorcillo a preocuparse de verdad, a pensar que sus ovejas habían sido víctimas de algún lobo o ladrón de ovejas.
Pasaron los días y el muchacho estaba en verdad triste. Perdió a las ovejas que eran el orgullo de su rebaño, aunque él quería a todas por igual, esas ovejas eran especiales, no solo eran las más grandes y con lana más abundante, habían sido las primeras ovejas que le habían sido confiadas a su cuidado por el viejo Hugo, que fue quien le enseño el oficio.
Con un poco de vergüenza en la cara, llego con Hugo y le dijo lo que ocurrió. El viejo pastor frunció el seño y le dijo en tono burlón: ¿cómo unas bestias tontas pudieron escarpársele al pastorcillo más inteligente que hay por aquí?… A lo que el humillado chico solo bajo la mirada y subió los hombros.
Después de un par de segundos, el viejo Hugo agrego: no te preocupes por ellas muchacho, quizá te den una sorpresa. Solo te pido que por las noches dejes un farol encendido en la ventana del galpón donde has guardado a las ovejas desde siempre. El chico aun sintiéndose muy mal por lo que ocurrió, no pregunto nada y asintió inmediatamente, aunque en su mente no se explicaba por qué Hugo le pedía esto, será que las ovejas le temen a la oscuridad…
Paso el otoño ese año y llego el invierno, frio en verdad, con ocasionales nevadas, como era casi todos los años y el pastorcillo seguía dejando el farol encendido por las noches, lo que empezó a ser tema de chistes y burlas entre sus colegas… “Acaso tus ovejas le tienen miedo a la oscuridad, decían algunos.” Otros incluso decían que habían visto jugando a las cartas a un par de ovejas en las noches. El pastorcillo no decía nada, pero estaba muy molesto, porque Hugo insistía en que dejara esa luz por las noches…
El invierno esta casi por irse en los parajes y ya nadie recuerda en realidad a las ovejas que fueron víctimas de algún infortunio hace meses, solo se recuerda lo que eso cambio al chico pastor, de orgulloso cuidador ahora es callado y apático, como si ya nada le importara en realidad. Sin mencionar que se ha vuelto medio loco, decían los otros pastores, al dejar ese farol encendido todas las noches.
Empieza la primavera y se logran ver esos nuevos brotes de los arbustos con hermosas flores y suculenta hierba nueva para las ovejas en las colinas…
En una noche de esas se escucha un gran barullo en el granero. Despierta el pastorcillo muy alterado y toma su callado y un puñal para enfrentar a la amenaza que esta atacando a sus ovejas. Piensa al instante, la culpa de esto la tiene Hugo por pedirme que encendiera ese tonto farol… Le ha servido al ladrón o a lobo para encontrar más fácilmente a mis ovejas.
Al salir, se encontró con el viejo Hugo sentado encima de la barda que encierra a las ovejas, ¿Qué haces aquí? Dijo el chico con impaciencia, sin darse cuenta de nada más.
Mira allá niño, dijo Hugo sin dar más explicación. ¿Acaso no las recuerdas?… el chico se le han abierto sus ojos al ver a sus ovejas perdidas, con una cantidad de lana gigantesca, que casi no pueden estar de pie. ¡Están a salvo! Exclama el muchacho, como es posible Hugo, se las levo un lobo o un ladrón hace ya meses… ¡esto es un milagro!
El viejo Hugo, con la calma que solo dan los años y la sabiduría, saca su pipa, la golpea un poco para sacarle todas las cenizas viejas, humedece un poco el pitillo de esta y la rellena con una mezcla de tabaco y yesca.
En realidad, hijo mío, dice Hugo, nadie robo a estas ovejas.
Enciende la pipa y tose un poco el viejo, luego continúa hablando. Hace unos meses atrás tú, eras un fanfarrón, aunque muy hábil en lo que respecta al cuidado y control de estos bellos animales, no les tenías ningún aprecio o admiración, los considerabas bestias tontas nada más.
Dime ahora que piensas si te digo que yo me lleve a estas ovejas a las colinas más lejanas, donde nadie va y las deje allá, solas. El pastorcillo solo pudo repetir la ultima palabra con susto, ¿Solas?…
¡Sí! Solas quedaron por todo el invierno estas poderosas criaturas, se alimentaron y cuidaron, lograron resguardarse del frío, se protegieron y mantuvieron unidas para sobrevivir a los posibles ataques de otros animales, aunque en cuanto a eso debo decir que no corrían peligro. Los lobos por esos meses se van a otras regiones más cálidas.
Las ovejas querido muchacho, continuaba hablando el viejo Hugo, son formidables. Sabía que regresarían a lo más tardar en estos días de primavera, por eso te pedí que mantuvieras encendido el farol en las noches, no estaba seguro si estarían a gusto donde estaban todo el invierno, pero si sabía que en primavera regresarían, solo en estas praderas se dan unas flores que a las ovejas les resultan muy deliciosas y llenan de un dulce aroma las colinas al brotar. Ellas, sin importar lo difícil que pudiera ser, vendrían por ese manjar.
El chico que seguía como congelado, no podía articular palabra, luego de un par de minutos donde el viejo solo le veía, el jovencito exploto. ¿¡porque hiciste esta locura!?… ¡no te entiendo! Tu me diste esas ovejas y las pusiste en riesgo, ¿Por qué?
Aún no lo entiendes verdad niño, contesto el viejo Hugo con amabilidad, ellas te han demostrado que no son unas bestias inferiores, que han logrado algo que ni siquiera tú podrías ser capaz, sobrevivieron al invierno afuera, solas… en realidad, nunca estuvieron en peligro, sabía que podían hacerlo, estaba totalmente seguro porque esta misma lección que te estoy dando, a mí me la dieron hace ya muchos años.
En una relación como la nuestra, de ovejas y pastor, estamos tentados a sentirnos superiores, pero en realidad no es así. Una oveja será siempre una oveja, sin importar si está sola o cuidada por el pastor, claro que correrá más peligros, pero sigue siendo ella. Sin embargo, un pastor sin ovejas, ¿qué es? Sera cualquier cosa, menos un pastor. ¿Empiezas a entender?
El chico solo se lleva las manos a la cara, no da crédito a todo lo que esta ocurriendo en estos instantes. Siempre pensó que él era el importante en esta vida que era el líder…
Hugo le da una palmada en el hombro y continua, no me mal entiendas, tú eres el líder de todo esto, pero no eres el más importante siempre. Todo líder, haga lo que haga, se debe a los que le siguen, tiene una responsabilidad con ellos y en algunas ocasiones sus seguidores son más importantes que el mismo líder. Puedes comprender eso chico…
Las ovejas claro que te necesitan, tus las cuidas, pero también debes amarlas, darles su lugar porque ellas son importantes, son la razón de que tu seas pastor.
El pastorcillo, vio a las ovejas que recién han llegado, les llevo agua fresca y en ese instante las trasquilo por lo menos un poco para que estuvieran más cómodas. Hugo lo observaba, el chico cuando termino solo dijo: ¡Son increíbles! Tienen tanto que darme, espero llegar a conocerlas tanto como lo has hecho tu viejo Hugo.
Con unos ojos casi por salirse de sus cuencas, estaba Adrián escuchando el cuento de su abuela Sofía, le había parecido ver a las ovejas, caminar en las colinas con ellas y hasta reír con el pastorcillo.
La abuela Sofia dio su último sorbo de chocolate y le dijo a su nieto: ¿Entiendes ahora mi niño?…
Adrián después de escuchar a su abuela se quedo viendo un poco desconcertado al vacío. Llevándose una de sus manitas a su barbilla, como la estatua del pensador de Rodin;
no estaba seguro si entendió todo, pero tenía la certeza que en realidad no importaba que Luis fuera mejor al futbol y fuera el líder en muchas cosas que él no, Luis era su amigo también. Eso era lo realmente importante, apoyar a su amigo, porque él, Luis, estaba seguro de que también le apoyaría.
El mundo de hoy en día nos habla mucho de ser lideres y ser los primeros en todo, esto no es malo en sí, pero puede llenarnos de ansiedad, competitividad y frustración innecesarias. En la vida realmente no es importante quien va delante y quien va siguiendo. Lo importante es vivir y disfrutar de cada aventura que la vida nos brinde.
FIN
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