El sudor, la respiración y el deseo

El sudor, la respiración y el deseo

Tan solo le observa y, absolutamente todo de él me provocaba. Me incitaba.

Le miraba, y lo único en lo que pensaba era en tumbarme sobre él y rogarle porque me cogiera.

Tristemente, mis deseos se veían opacados por el videojuego adquirido hacía apenas días atrás. Se encontraba tan atrapado en aquel juego que, sencillamente todo a su alrededor desaparecía. Incluyéndome. Sin embargo, aquella noche estaba decidida.

Él se encontraba sentado sobre el sofá de la estancia. Con ambas manos sobre el control de aquel aparato en tanto que vociferaba y reía por los resultados tan atinados o errados de su última partida.

Yo, lentamente comencé a acercarme a él. Y, una vez que estuve justo detrás suyo, inicié mí propio juego de aquella noche…

Lentamente pase mis brazos por su cuello hasta que mis manos tocaron su pecho. Él por supuesto se dio cuenta y sonrío ligeramente. Aunque, claro estaba, que aún era incapaz de alejarse de aquel videojuego. Sin embargo, yo estaba decidida a lograr mi cometido de la noche así que, no me detuve y simplemente continúe…

Una vez que mis manos se encontraron con su pecho, comencé a acariciarlo un poco. Lentamente acerqué mis labios a su cuello y en apenas un roce, comencé a besarlo lenta y delicadamente. La punta de mi lengua podía sentir cada pliegue e imperfección de su piel. Así como su exquisito y único sabor. Él se erizo. Pero, aun no era suficiente para que colocará toda su atención en mí.

Al ver que seguía renuente a mi juego, comencé a subir lentamente por su cuello hasta llegar a su oreja. Después de todo, yo sabía que aquella zona le fascina. Él percibió la humedad de mi saliva y eso a mí excitaba así que, poco a poco; comencé a gemir sutil y bajamente sobre su oído.

Mi boca comenzó desesperadamente a buscar la suya. Moría por sentir el pliegue de sus labios sobre los míos, su lengua en mi boca y lo adictivo de su saliva. Así que, cuando por fin los encuentro; le beso apasionada y efusivamente. Pudiendo sentir como su lengua se desespera por encontrar la mía y como sus labios se mueven a un ritmo casi hipnótico.

Yo cada vez estoy más y más caliente.

Deseo dominarle y hacerle mío. Cogérmelo sin permitirle mover un solo dedo. Deseo llevarlo al clímax y sé que ahora, absolutamente nada podría detenerme. Así que, sin perder más tiempo, me planto frente a él y sin apartar mi mirada de la suya; me arrodillo lentamente. Mis manos suben lentamente por sus muslos hasta que me topo con lo que tanto he estado buscado. Puedo sentir lo duro y erguido de su miembro aun por encima de aquel pantalón.

Aquella sensación me vuelve loca así que, comienzo a despojarlo poco a poco de aquellos jeans. Y, cuando por fin le tengo enfrente, sencillamente no consigo detenerme. Me convierto por completo en una bestia y, por supuesto deseo devorar a mi presa. Sus gemidos cada vez inundan más y más la habitación, sus manos toman mi cabello y de vez en vez guían mis movimientos en tanto que su nivel de rudeza comienza a subir. Aquello me vuelve loca.

Me ordena que no pare, que no me detenga. Me repite lo caliente que le pone el sentir mis labios ir y venir, subir y bajar en tanto que mi lengua garabatea con su miembro y mi propia saliva ha llegado mucho más allá de mi cuello y mi pecho.

Ahora, que tengo por completo su atención, me levanta bruscamente y me sienta sobre sus piernas. Me besa apasionadamente, intentando impregnarse de su propio sabor. Siento como sus manos recorren y rasguñan mi espalda, mis muslos y mi cuerpo. Logrando con esto excitarme de una manera casi desquiciante. Prácticamente delirante.

Había conseguido despojarme de aquel inmenso suéter y, ahora, que por fin me tenía desnuda ante él; comenzó a penetrarme duramente una y otra vez. Mis gemidos rompían la quietud de aquella noche, yo gritaba mientras me sujetaba fuertemente de sus hombros y continuaba bebiendo de sus labios. En tanto que él, me sujetaba fuertemente del cuello y tiraba de mi cabello. Volviéndose prácticamente imposible no rogarle y suplicarle por más.

Nuestros fluidos se volvieron uno solo y en apenas un par de minutos; lo único que nos envolvía era el sudor, la respiración y el deseo…

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