Es sábado por la mañana, muy de mañana, sin saber muy bien lo que hará, Juan se pone sus botas, revisa su corcel mecánico y termina de ponerse su equipo de protección. Él es un motociclista, ha quedado con un grupo de amigos a dar una vuelta en sus máquinas, una “Rodada” como le dicen ellos…

Han quedado con los amigos en un lugar a las 6:30 de la mañana, ahí se encuentran todos, está Jonathan, Freddy, Bander y el chico nuevo Mynor. Jonathan lleva a su pareja y Mynor a su hermana a disfrutar de la Rodada. El destino es un muy bonito restaurante a 100 kilómetros de distancia por una carretera llena de vistas maravillosas, curvas y altibajos para dar aventura a la salida en las motos…

Se saludan al llegar, aunque en realidad no se conocen bien, cuando están en sus motos parecen hasta que fueran hermanos o primos cercanos, con un aire de camaradería sin igual, empiezan a bromear entre ellos en lo que llegan todos. A eso de las 7:30 de la mañana, desde el punto de reunión, empieza el pequeño grupo a salir de la ciudad. En formación doble zig-zag para ocupar un buen espacio en la carreta y tener suficiente amplitud de maniobra.

Saliendo de la ciudad enfrentan los típicos inconvenientes del tráfico con un par de incidentes de otros vehículos que no se dan cuenta de que todos van juntos a pesar de la formación, la interrumpen, pero todo transcurre sin mayor inconveniente y con un espíritu de aventura entre todos.

Saliendo paulatinamente de la ciudad, la adrenalina se eleva, logran tener las posiciones que los hace sentir más cómodos en la formación y empieza la aventura de verdad…

Imaginen esos cardúmenes de peces que vemos en los documentales marinos, claro sin tantos integrantes quizás, pero si evocando esa coordinación y hermandad, se mueven todos juntos en la serpenteante carretera.

Los compañeros que llevan acompañante tienen la opción de que alguien vaya documentando con fotografías y videos cortos esta hazaña, que para unos sería solo una rodada más, pero para otros era quizá su primera vez de salir en grupo, o la primera vez que se aventuraban en algo así simplemente.

El grupo es una mezcla curiosa de personas, la mayoría de los jóvenes de quizá no más de 25 años. Entre ellos como la oveja negra va juan, de 50 años.

Juan es un tipo bonachón, que por circunstancias de la vida quiere vivir su sueño a esta edad, vivir las experiencias con las que quizá solo soñó en su juventud, ya sea por escasos recursos o por exceso de miedos. Jonathan es un profesional de apenas la mitad de su edad, que le ha tomado cariño a Juan, lo cuida en el camino y se preocupa que él viva toda la experiencia de la rodada a tope.

Freddy y Mynor son dos chicos muy inquietos, ya con sus empleos y vocaciones, muy diferentes quizás, pero cuando todos se montan en sus corceles de acero forman esa hermandad extraña para los que no lo han experimentado. Ser motociclista es en realidad tener hermanos y hermanas en cualquier sitio, de cualquier edad, que se dedican a toda clase de actividad.

En los diferentes grupos de motociclistas puedes encontrar médicos, licenciados, artistas, obreros, mensajeros o ingenieros. Que, si bien no las veras iguales porque cada quien se viste conforme sus posibilidades y gustos, verás en ellos el mismo brillo en sus ojos y podrás sentir casi el mismo palpitar en sus corazones.

Ser motociclista te hace estar agradecido con la vida, ser más amable con las personas, quizá porque estás más cerca de la muerte en cualquier instante, ver más de cerca la vida en esos pueblitos mágicos del que muchos hablan, ven más de cerca las dificultades que vive el pueblo en las áreas rurales que visitan y eso los hace ser agradecidos con un simple vaso de agua que pueden ofrecerles…

Regresamos a la carreta con Juan y los otros, van por un tercio de la aventura cuando ocurre algo inesperado. A Bander le falla la moto, todos paran para ver si es posible auxiliarlo, se quedan varados a la orilla de la carreta un par del grupo inspeccionan la moto para ver que le ocurrió, pero no logran arrancarla y parece que la aventura se terminara en ese instante, cuando Bander habla con un amigo en su teléfono y este le brindara apoyo y refugio cerca si es necesario. Otra regla tacita entre los motociclistas es no dejar a nadie atrás, pero el chico insiste en que estará bien y que todos los demás continúen la aventura.

Después de hablarlo y darle un poco más de tiempo al amigo de su compañero a que llegara al lugar los demás deciden que continuaran, que se comunicaran con él en cuanto lleguen al destino para saber como esta y que si necesita algo no dude en solicitarlo.

Así continua la rodada, empiezan las curvas serpenteantes de la ruta, la oportunidad ideal para disfrutar del viento y las vistas fantásticas de los campos y sembradíos de vegetales que constituyen el trabajo y amor de la gente de nuestra tierra.

Van estos modernos caballeros en sus monturas de acero, a gran velocidad, pasando por pequeñas aldeas y sorteando uno que otro bache en el camino, turnándose el liderato de la bandada para ir a un ritmo que fuera cómodo para todos…

Llegan a su destino, se enteran de que su compañero dejado atrás se encuentra bien y disfrutan de un desayuno sencillo, pero maravilloso, como aquellos que tomamos con la familia, entre bromas y chistes, contando todas las anécdotas del camino como si los demás no hubieran estado ahí. Parecen borrachos sin una gota de licor en su cuerpo, embriagados de adrenalina, de emoción y compañerismo. Se toman fotografías juntos, como familia porque en realidad en una rodada, aunque no hay cañones y soldados enemigos, todos pueden enfrentar la muerte, eso aumenta totalmente las ganas de vivir, las ganas de amar y ser mejores con los demás.

Al final, Juan, el viejo; Jonathan, el amigo; Mynor y Freddy, los chicos y Bander regresarán a sus respectivos hogares, verán una y otra vez las fotografías de esta aventura, se emocionarán de lo que vivieron y planearan la próxima porque eso hacen los motociclistas, vivir, arriesgarse, agradecer y mantenerse unidos en el camino y en la vida.

FIN

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