Ojos de obsidiana dibujados con lápices etéreos

Ojos de obsidiana dibujados con lápices etéreos

Tonantzi

14/01/2021

Parte 1

Lápices etéreos

Levitando sus pensamientos a paso raudo va a través del bosque de chinampas. Su cara de rictus taciturno medita su porvenir. El pasto seco y duro culpa al transeúnte con su quejido añejo al ser pisoteado.

La frondosidad del tumulto de hojas amaina el calor extenuante que azota México.

Se siente resquebrajado, tal como una pintura vieja que se retira con una espátula.

Las ramas se van entrecruzando, forman una cama de enredaderas sobre las cabezas, entretejiendo una autopista aérea para los seres alados.

Al final de la arboleda ve la bifurcación que ha presenciado repetidamente parte de su existencia, 2 caminos que lo llevan a un destino final: su hogar, que se encuentra en la periferia sureste de la capital de México.

El joven frente a las 2 opciones, sin un cuestionamiento, un arrebato de automatismo inercial, elige la derecha. Vuelve a rebobinar las múltiples veces que hizo eso.

-Ahora recuerdo… jamás he elegido otra opción- musita Rubén. Se encuentra en una habitación impoluta, con las cortinas cerradas y con un cúmulo de libros que le ha traído su familiar sureña que ve con esporádica frecuencia.

En la desolación misma del sudor de lágrimas, sus días en exilio dan un vuelco.

-¡Dónde están!… ¡necesito mis lápices!-

Desaforadamente busca entre su ordenada y minimalista habitación los lápices que le trajo su tía Olga.

-Mi chamaco, para que retome pintar, tan lindo que lo hacía, ¡ándale!- resuena sus palabras en su frenética búsqueda.

Recuerda que su Tía los dejó debajo del taburete, así difícilmente lo pueden encontrar al limpiar.

En sus manos ve los pigmentos cilíndricos. Son 108. Los cuenta 20 veces. Los ordena de forma en degradación de sus tonalidades. Sus temblorosas manos comienzan a transpirar por el frenesí con la sensación de dibujar. Una electricidad recorre su maltrecho cuerpo inundando hasta la punta de sus extremidades. Con una formidable destreza comienza a bosquejar una escena de un México prehispánico. Las sensaciones de bienestar y júbilo se contraponen a lo disímil de romper varias veces la punta de los lápices. Comienza a sentir que sus límites corporales se difuminan, las de la pintura se funde consigo mismo y el ambiente.

Abrí los ojos, algo aturdido. Mis manos eras más oscuras y flexibles, ásperas por una arcilla fina que las impregnaba. Recuerdo que mi ropa era diferente. Mientras trato de entender lo que ocurre, alzo la vista. Imponente se erigía un Templo de envergadura colosal. Alrededor construcciones similares de menor tamaño. Las estructuras eran bañadas por el ritmo vibrante de entrada y salida de personas. Sus ojos y boca se abren, esta última casi al punto de desencajarse.

Rubén ya no es Rubén. Cae en cuenta que ahora es el último personaje que pinto en su habitación. En su desesperación corre a un estanque y ve su reflejo. Unos rasgos náhuatl se devolvían a sus ojos.

Aparece a su lado un hombre que parecía conocerlo.

-Toltecatl, tenemos que ir-

Absorto sin dar respuesta, Rubén abre sus ojos lo más que puede. Se da cuenta que escuchó náhuatl y lo entendió.

-¿Te pasa algo Toltecatl?, no podemos llegar tarde-

Aturdido, lo sigue y pasos más atrás con sigilo. Cada paso siente que su cabeza va a estallar de asombro.

Atraviesan la bulliciosa ciudad repleta de seres intercambiando sus bienes en un mercadillo por granos de cacao. Flores, comida, copaleras, inciensos, aves enjauladas exóticas, plumas alborotan estimulando intensamente los sentidos de un mercado sin igual.

Los hombres estaban vestidos con un taparrabo a la cintura y el torso descubierto. Las mujeres similares a los hombres adornan con plumaje multicolor un maquillaje poco frugal.

-¿Traes tu cincel?-

-No-

-¡Por los Dioses!, ¿qué te ocurre?-

Antes de que la interpelación se volviera peligroso, se les acerca por sus espaldas otro hombre.

-Toltecatl, ven, sígueme-.

Rubén sigue al hombre, lo impresiona su complexión, gordo, bajo de cabello largo y liso, con una tez curtida por el sol.

Ven una casa grande con niños y niñas adentro. Algunos cantan, otros bailan. Pareciera ser una escuela divertida.

Rubén se acerca al lugar para mirar.

-Toltecatl ¿quieres ayudar a los aprendices?, ya has pasado el cuicalli. Ya eres un moyolznonotzani. –

Rubén queda estupefacto, ¿será eso algo malo?, suena como una muerte dolorosa, piensa.

Se dirigen por unas avenidas de piedra amarillenta hacia un lugar que tenía forma de casa, esta tenía unas decoraciones deslumbrantes de gemas y colores en los glifos. Afuera, con el sol en sus hombros estaban hombres y mujeres con labores manuales. Entre ellos había mujeres tejiendo unas lanas de patrones geométricos, hombres puliendo piedras brillantes, hombres dibujando y pintando glifos en rojo y negro, poetas y cantores escribiendo y recitando los códices para mantenerlos en la memoria de los oídos.

Me acerco magnetizado a una cantera solitaria. Multitudes de piedras de grandes tamaños aguardaban a ser modificadas.

-Toltecatl, debes hacer a Quetzalcóatl -respira hondamente- debes terminarlo al ponerse el sol, Moctezuma está furioso- posa su mirada triste sobre mí-quien no termine la obra que dejo a cada integrante de flor y canto, será sacrificado a los Dioses mañana al amanecer. Te deseo suerte.

Perturbado, aún no entiende porque ha tenido esta imposible encomienda. Busca sus herramientas.

Tuve que empezar a tallar la piedra. Con nerviosismo extremo comenzó la labor. Al principio piqué despacio, pensé que la piedra podría romperse en muchos pedazos si la forzaba. Y no, no quiero ser sacrificado por los Dioses. Tengo mucho miedo. Pero a la vez debo hacer este encargo, no tengo opción. Debo intentar hacer algo magistral.

Con suma destreza Rubén empieza a tallar a Quetzalcóatl. Rememora con exactitud en su conciencia el Dios águila. Cuando niño lo dibujó varias veces, era su Dios favorito.

Sus manos dejaron de ser suyas. Empezaron a moldear con el cincel lo muerto en vida. Después de horas de trabajo termina su obra. Cansado pero a la vez satisfecho. Coloca un detalle personal que no estaba en el pedido, los ojos de jade.

Parte 2

Ojos de Jade

Al día siguiente Rubén va a las afueras de la ciudad. Trata de buscar lo que sería en ese entonces el bosque que recorre para su casa. Vislumbra a lo lejos un aposento extraño, una casa circular de piedra. Se acerca intrigado para saber de qué se trata. Antes de que Rubén pudiera siquiera entrar en el terreno, sale un anciano emplumado con el torso desnudo.

-Te esperaba con ansias, Rubéntl-

Rubén siente un miedo indescriptible. Se queda quieto, sin poder mover ningún músculo.

-No, yo…-

-eres Rubéntl- dice con seguridad el anciano.

– Te he esperado desde hace mucho-suspira y toma su caracola de color miel y comienza a soplarla.

Desde los alrededores llegan unos hombres tribales con unas cabezas cortadas ensartadas en la punta de una lanza. Rubén mira con atención las caras con su expresión de horror ensangrentando las manos de los portadores y el suelo.

Entre muchos hombres toman a Rubén y lo ingresan en la guarida.

-Rublént, bienvenido al temazcalli- dijo el anciano

Están el anciano y Rubén dentro del temazcal. Al centro unas piedras calientes de color rojo vivo están humeantes. El anciano separa unas cenizas calientes debajo de las piedras con una rama y las deposita en una copalera de arcilla oscura. En la copalera el anciano deposita misteriosas hierbas y resinas que se queman, estas hacen un ruido estridente y emana de ellas un aroma fuerte.

Rubéntl, escucha estas palabras que te diré- dice el anciano- No las olvides-.

                                                    “Los códices dicen:

                                                    Que la gloria pasará

                                                     el pueblo azteca perecerá

                                    a manos de un hombre blanco como la luna.

                              Los sobrevivientes se mezclarán y serán esclavos.

                                                     Pasarán muchos años

                                 La flor y canto de todos los pueblos morirá

                                     Hambruna y calor quemarán la tierra

                                    Movimientos de tierras gigantes habrá

                                                            El fin vendrá”-

Dice al anciano respirando. Toma un sorbo de un una cerámica con líquido oscuro. Continúa:

                                                “El que nace esas mañanas

                                                     Sea rey o mendigo

                                   será amante del canto, de las risas y el arte

                       El que sigue los designios, merece bienestar y felicidad                                                                                                   Vive contento, respira dicha

                                           Con humildad se hace digno de ello

                                        Pero el que no sigue sus habilidades…-

Rubén recuerda el humo envolvente. Aún siente el aroma del copal incinerado y del temazcal.

Busca con su visión sacerdote para de súbito encontrarse con horror, rígido. ¿Qué me pasa? piensa. Se siente frío y pesado, vacío por dentro, sin emociones, sin vida. Observa sus manos, son dos latas que emulan manos humanas.

Corre -haciendo sonar sus articulaciones sin lubricar- hacia un reflejo. Lo mira y ve a un robot.

A través de los cristales de sus ojos, los datos fallan. Su sistema intergaláctico se ha alterado.

Teniendo la visión repleta de números descontrolados mira hacia afuera del pasillo que lo alberga. Por la ventana ve un escenario increíble. El cielo está completamente teñido de tonalidades grisáceas que cubren en su totalidad las escasas luminosidades de las 5 estrellas fugaces que circundan el planeta. Desde las nubes negras cae hasta el cielo una nieve manchada, que en realidad es ceniza escarchada.

Rubén camina por el pasillo. Trata de apurar el paso, pero su cuerpo lento de robot se lo impide. En las paredes translúcidas, un líquido plasmático muestra un almanaque digital de los últimos acontecimientos históricos. Rubén ve solo cronología de robot, sin rastro de humanos. Un letrero rojo llama su atención que dice: Forbiden Art, culture and imagination.

-¡AÑO 102-ROBOT!- grita una pared.

Estando afuera el robot camina lentamente.

-BITÁCORA AÑO 102 ROBOT, ESTACIÓN INVIERNO- suena su cuerpo una voz de desconocida localización.

-INFORMACIÓN VITAL: ionosfera 102 grados kelvin, atmósfera -205 grados, 2 cataclismos en curso, 3 minutos para el tercero.

-¡SISTEMA DE SEGURIDAD ACTIVADO!¡SISTEMA CATACLISMO ACTIVADO!-

-Qué- suena su voz metálica y lenta

-Solicito información del tercer cataclismo-insiste.

-Verificando datos –dice el sistema- 2 minutos 30 segundos contando, cataclismo 20° Richter-.

No puede ser piensa Rubén.

-IMPOSIBLE- dice Rubén lentamente.

-POSIBLE- dice el sistema- 1 minuto 50 segundos-.

Rubén extiende su dedo en la tierra seca y resquebrajada. Encuentra tierra más arcillosa a su derecha. Se inclina más allá y dibuja encima del polvillo.

Quizás así resulte, piensa Rubén.

Sus dedos vertiginosamente de ambas manos dibujan sobre el polvo un cuadro de Rubén en forma humana paseando por las calles de México.

-CATACLISMO EN CURSO-

El suelo se desnivela gradual y rápidamente. Una onda expansiva destruye la primera capa de la coraza del robot.

Rubén no se detiene. Su organismo metálico se desintegra por los bruscos movimientos telúricos. Se aferra al suelo con un ancla terrestre de 50 metros que su sistema abre de una escotilla.

-¡15 GRADOS RICHTER! ¡15 GRADOS RICHTER!-suena el sistema-¡30 segundos!-.

En el horizonte la planicie se levanta unos 6 kilómetros. Arrasa lo que esté a su paso y alrededor.

El joven abre los ojos y está caminando en dirección al bosque. En la entrada hay una esfinge de piedra. Le resulta conocida. Una estatua de un águila. Se acerca a tocarla. Sus dedos rozan la áspera y porosa superficie. Nota las incrustaciones de verde que tiene en sus ojos.

A su mente viene una frase, como un golpe de rayo. La voz de un hombre mayor diciéndole:

                       “Pero el que no sigue sus habilidades de la flor y canto

                                                           Si no las ejerce

                                        Ignora su destino, como decimos

                                     Aunque sea hijo de comerciante, rey

                                                      Sabio, esclavo, mujer

                                                Desperdicia los designios

                                                   Y se vuelve engreído

                                                 Pierde la vida y su corazón. “

Siente el florecimiento de los capullos alrededor suyo, eclosionando semillas de nueva vida en una primavera palpitante. Un tumulto de flores naranjas amarillentas se agolpan delimitando el sendero, dándole la bienvenida. Camina embriagado por el polen que lo guía el viento. La bifurcación aparece. Rubén se queda parado en la mitad de los 2 senderos.

-Ahora recuerdo… jamás he elegido otra opción- musita Rubén.

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