27 de febrero de 2015

27 de febrero de 2015

Pilar Diaz

22/11/2020

Foto de portada: de Peter H en Pixabay

Foto de obra: de TheoRivierenlaan en Pixabay

¡Hola a todos/as!

Hoy les traigo un poema viejo. Allá, por el año 2015 andaba de a poco, econtrando mi poesía, probando mi estilo, buscando maneras. Lo que nunca faltó, fue la necesidad de insistir en la búsqueda a través de las letras, de las palabras que por momentos, nos hacen implacablemente más libres. Y digo implacablemente, porque a veces la poesía hace eso: nos atraviesa sin aviso, nos encuentra desarmados, y sin pedir permiso, nos cambia. Quedamos transformados, nuevos, distintos y a disposición de ella.

Pero volviendo a este poema que encontré en unas hojas desprolijas, tengan piedad. Hay mucho de usado, trillado un poco. Pero le tengo cierto amor, como quien encuentra en un cajón de ayer, rastros de lo que hoy nos permite ser.

Y sin más vueltas, ni explicaciones largas, ahí va este poema que no tiene título:

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27 de febrero de 2015

Todos los finales encierran algo de olvido

Indudablemente, el cambio atrapa distancias

y la soledad, siempre trae sabor a silencio.

El tiempo, algo de estancamiento

Las palabras, algo de arrepentimiento

El futuro, algunas certezas

Dos manos que se unen, la soledad

Las voces encierran gritos

y las luchas, algo de miedo

El camino se enjaula en dos veredas

Las certezas, crecen en las dudas

Unos ojos son la verdad

Unas ventanas, el vuelo

El crimen tiene algo de revolución

La revolución, heridas

Son memoria, las huellas

y algo de imposible, la distancia

No se pueden encerrar los vientos

pero se pueden enjaular las alas.

María Pilar Díaz

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