Foto de portada: de Peter H en Pixabay
Foto de obra: de TheoRivierenlaan en Pixabay
¡Hola a todos/as!
Hoy les traigo un poema viejo. Allá, por el año 2015 andaba de a poco, econtrando mi poesía, probando mi estilo, buscando maneras. Lo que nunca faltó, fue la necesidad de insistir en la búsqueda a través de las letras, de las palabras que por momentos, nos hacen implacablemente más libres. Y digo implacablemente, porque a veces la poesía hace eso: nos atraviesa sin aviso, nos encuentra desarmados, y sin pedir permiso, nos cambia. Quedamos transformados, nuevos, distintos y a disposición de ella.
Pero volviendo a este poema que encontré en unas hojas desprolijas, tengan piedad. Hay mucho de usado, trillado un poco. Pero le tengo cierto amor, como quien encuentra en un cajón de ayer, rastros de lo que hoy nos permite ser.
Y sin más vueltas, ni explicaciones largas, ahí va este poema que no tiene título:
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27 de febrero de 2015
Todos los finales encierran algo de olvido
Indudablemente, el cambio atrapa distancias
y la soledad, siempre trae sabor a silencio.
El tiempo, algo de estancamiento
Las palabras, algo de arrepentimiento
El futuro, algunas certezas
Dos manos que se unen, la soledad
Las voces encierran gritos
y las luchas, algo de miedo
El camino se enjaula en dos veredas
Las certezas, crecen en las dudas
Unos ojos son la verdad
Unas ventanas, el vuelo
El crimen tiene algo de revolución
La revolución, heridas
Son memoria, las huellas
y algo de imposible, la distancia
No se pueden encerrar los vientos
pero se pueden enjaular las alas.
María Pilar Díaz
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