La voz.
Estiré el brazo para encender la luz de la mesilla, pero no conseguía dar con ella. Un tanto enfadada, me erguí y, a ciegas, tanteé por la pared buscando la lámpara, pero seguía sin encontrarla. Confusa, me levanté y, aún sin ver nada, me pegué a la pared y fui dando pasos pequeños hasta que...