Torcidos
Esa noche me llamaba, y no parecía que fuera a parar. –Mamá. ¡Mamá! Lo decía de esa forma, gritándomelo a mí y al cuarto mientras se encogía en una oscuridad de cera, llena de juguetes (su única propiedad). Volvió a elevar la voz, mucho más fuerte. Entonces aparté la vista y acaricié el vaso de...