Confesión.
Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, acompañado por aquella fulana de tez morena y ojos verdes, si no fuera por la intervención de la divina providencia. Días antes de su viaje, nos topamos en el centro. El salía de un café, de la mano con fulana y cruzaba la calle en dirección...