Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón. Ella, mientras tanto, alzaba las manos con la rabia contenida escapándosele por sus ojos enrojecidos de los que brotaban ríos de lágrimas. Reventaba de ira por cómo habían roto a un mes de la boda. Odió aún más a los asesinos que amenzaban matar a Miguel Ángel, secuestrado: el suyo era un viaje contra reloj.

Alzó las manos.

Él se estaría arrimando a una palenquera de amplias caderas…

«¡… Aquí tienes mi nuca…!», gritaba ella, ahogada por la emoción.

Tres destinos. Él, al Caribe, ella a Huesca, Blanco…

Sonó un disparo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS