Ignacio, era su nombre.
Su barba y su melena expuestas al viento le daban un aire de libertad inusual. Él conocía cada centímetro del lugar. Entusiasmado me señalaba los castaños en flor y las variadas amapolas. Su finca estaba junto a la mía. — ¡Qué casualidad! ─dije Me miró dulcemente. —Bella dama; desde antes que nacieras, ya te había...