Conversaciones divinas
Su barba y su melena expuestas al viento. Su voz grave, firme, profunda. Había de reunirme con él a las 11:45. Al menos esa era la hora en que el médico decretó mi fallecimiento. Pude ver -con cierto pudor para que negarlo- mi vida pasar ante mis ojos incrédulos. No contento con fallecer del modo...